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jueves, 28 de abril de 2016

ADOLESCENTES: MADURACIÓN CEREBRAL Y AFECTIVIDAD, III



          
                                                          ADOLESCENTES 

                     MADURACIÓN CEREBRAL Y AFECTIVIDAD (III)
                                                

         La maduración cerebral está muy relacionada con la afectividad de cada persona, especialmente en estas edades.


           
1- Y, ¿qué es la afectividad?

     Se podría decir que es un estado de base que posee la persona, y la forma que tiene de percibir la realidad. A cada una le afectan las cosas de determinada manera. Es lo que nos singulariza, nos diferencia de los demás, y nos hace más humanos





         Cada persona es singular, y su afectividad también es específica suya. Unas son más emotivas que otras, más sensibles o menos, más cariñosas o menos... etc. Eso va definiendo el carácter personal.




             Por otra parte, somos seres sociales: tenemos un cerebro empático. Cuando realizamos acciones que ayudan a los demás, mejoramos como personas, y nos sentimos mejor, aunque cueste. La persona se trasciende a sí misma, y nuestras acciones repercuten en los demás. 



La afectividad 
aumenta la capacidad de amar, 
porque "nos hace experimentar 
la dicha de hacer felices a los demás"


            Eso es lo específico de la afectividad: un refuerzo por el bien conseguido, o, un dolernos por lo que no es correcto... Y el obrar bien nos ayuda a disfrutar de la dicha de ayudar a los demás.



        En la adolescencia se va perfilando la afectividad, a la par que va madurando su cerebro, y van descubriendo su intimidad. Por eso, lo más frecuente en esta etapa es su inestabilidad afectiva, sus altibajos emocionales. Y es debido a que el estrato anatómico está hiperfuncionante, con el sistema límbico, la parte más emocional. Y, la corteza frontal, la parte más racional, está todavía inmadura. Mucha emoción, y poco pensamiento y autocontrol.





    Una característica importante del cerebro humano es la plasticidad neuronal, que consiste en la posibilidad de formación de nuevas neuronas y especialmente conexiones o sinapsis entre ellas. 

      Significa que nuestro cerebro se adapta y modela según nuestra experiencia, forma de actuar,  lo que nos emociona,  los valores y motivaciones, y también por cómo nos afectan los sucesos, las personas, y cómo reaccionamos ante ello. La plasticidad es enorme en los primeros años de vida. Luego se va reduciendo y, en la adolescencia presenta otro pico. El cerebro debe cambiar su estrato fisiológico para albergar funciones superiores.

        Santiago Ramón y Cajal nos dice que, “todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro".
 Y lo hace a través de sus propias decisiones, su pensamiento, sus actitudes y aptitudes, sus acciones y comportamiento, los hábitos y virtudes que va logrando, sus motivaciones... etc.




      El sustrato anatómico del “cerebro más emocional” está en el sistema límbico, con sus conexiones a otras áreas, especialmente con el cortex cerebral, y en concreto con la corteza prefrontal. Es la que se encarga de la novedad, complejidad, el juicio, el control de impulsos, el pensamiento crítico, la toma de decisiones, la planificación… 





    Estas conexiones o sinapsis con el cortex prefrontal sirven para racionalizar y ponderar una "respuesta emocional" ante una situación. Para no responder sin más, como si fuera un acto reflejo, o, un estímulo condicionado de los animales. También para controlar esas respuestas, y la forma en que reaccionamos. 

    Pero, en la adolescencia el sistema límbico está hiperexaltado, en pleno desarrollo por el ascenso hormonal, pero, la zona prefrontal todavía no está totalmente funcionante, puesto que es lo último en madurar. No se han establecido las sinapsis necesarias, ni el recubrimiento de axones con bandas de mielina, para que el impulso se transmita más eficientemente. Te lo cuento en otros post sobre el cerebro.




        
2- Maduración cerebral

       El patrón de desarrollo y maduración neuronal se va realizando desde antes del nacimiento, hasta los 16-18 años aproximadamente. Aunque, la zona más específica humana, la corteza frontal, y en especial la prefrontal, hasta los 30, incluso 35 años, no está totalmente operativa. Y es muy importante en la formación de la personalidad y la identidad personal.

      La maduración del cerebro aparece como en una onda desde zonas posteriores, hacia adelante y hacia arriba. Desde las capas más “primarias”, con funciones fisiológicas y vitales, siguiendo con zonas motoras, sensitivas, áreas emocionales, áreas de asociación..., hacia las más complejas y propias del ser humano como la corteza frontal, con el pensamiento, el autocontrol, la voluntad, la toma de decisiones y funciones ejecutivas, la planificación y el juicio, y la empatía…








     Aunque es un proceso natural de maduración, a nuestros hijos tenemos que enseñarles a usar el pensamiento, a ponderar las cosas, a controlarse y retrasar una gratificación, a saber esperar y no sucumbir al primer reclamo. 

    También a tener voluntad entrenada para acometer objetivos y retos. Primero a corto plazo, para luego ir ampliándolos.



      Las hormonas sexuales tienen un papel fundamental en la maduración del cerebro, sobre todo en el sistema límbico, porque en este momento aparece un ascenso en sangre, por estímulo de la adenohipófisis.







      Y, como la zona emocional madura mucho antes que la zona más racional, de autocontrol e inhibición, a los adolescentes les gustan las experiencias emocionales al límite, el peligro, el riesgo, la excitación…, porque valoran mucho la recompensa emocional que les produce. Y no tanto las consecuencias de sus actuaciones, o, el pensar de forma muy racional.

      No son tan conscientes de los peligros inherentes, dejándose seducir por ese atractivo. Les es difícil controlar muchas situaciones en las que se ven inmersos…, porque no tienen operativa la corteza prefrontal, que es la que pone un punto de pensamiento y autocontrol en sus acciones.




        
3- Consecuencias

       El cerebro adolescente no ha terminado de madurar: es más están en pleno cambio y reestructuración. La parte emocional está operativa e hiperreactiva, pero, el pensamiento y autocontrol todavía no. Por eso dan primacía al impulso, al sentimiento, a las emociones, más que a lo lógico y razonable. Tenemos que ayudarles a desarrollar ese contrapunto...





       El comportamiento adolescente, e incluso el de algunas personas poco maduras, está guiado sobre todo por emociones, y en muchas ocasiones es poco racional. No son capaces de integrar pensamiento y afectividad; cabeza y corazón. No ponderan antes las cosas, y pueden caer en un emotivismo exagerado. Y los "ismos" despersonalizan. Cuando solo se tienen como referencia los sentimientos, y no el pensamiento y las razones, se va instaurando un relativismo que confunde y desorienta, por perder contacto con la realidad objetiva. Decía Aristóteles: conocer es capar la realidad...

     Tampoco comprenden muchas veces los sentimientos de los demás, ni muestran empatía... Deben aprender todas estas habilidades para madurar y forjar su personalidad.






        Por eso, no podemos pedirles que se comporten con total responsabilidad en todas las circunstancias. Y por otra parte, no podemos dejarles solos frente a situaciones que les desborden aunque a ellos les guste el riesgo, o crean ser ya “maduros”.






       La libertad debe ir “de la mano” de la responsabilidad: que sea una libertad responsable. Hay que fomentar la libertad de los hijos en la dirección adecuada. Es como una “cota” que pueden ir conquistando con su comportamiento responsable. Tienen que ir aprendiendo a pensar y reflexionar, a controlarse y tomar la iniciativa. A enfocarse en metas valiosas. 






       En esta etapa, si antes hemos labrado confianza, si hemos la construido día a día, podemos apoyarnos más en ellos, dándoles oportunidades de colaborar, de ayudar a los demás, de demostrar el cariño en lo que hacen, ¡de ser responsables...! La persona siempre responde con sus actuaciones a lo que de veras le importa. Ellos son los "segundos responsables" de la familia: es preciso no considerarlos como a niños pequeños, valorarlos y tratarlos con confianza, tirando hacia arriba de ellos.



       Como señala Goethe, el tratarlos un poco mejor de lo que son en ese momento, les ayuda a mejorar y madurar. Si no, es como si no confiáramos en ellos, o no los creyéramos capaces de colaborar, de tener iniciativa, de darse a los demás. Hay que ilusionarles y motivarles con optimismo, estimulando lo mejor que tienen, fomentando sus fortalezas, y confiando en ellos, ¡con todo nuestro cariño! 




       
Espero que te haya sido útil el post, y lo puedes compartir con amigos. ¡Muchas gracias!



Dejo enlaces relacionados sobre:



-La afectividad en preadolescentes, la amistad y el amor... (también para adolescentes)

-"Soltar amarras": adolescencia

Las etapas de la adolescencia









                                                                              Mª José Calvo
                                                                 optimistas educando y amando
                                                                              @Mariajoseopt



URL del post:
https://optimistaseducando.blogspot.com/2016/04/maduracion-cerebral-y-afectividad.html

viernes, 15 de abril de 2016

EL PORQUÉ DEL OPTIMISMO...

           

                      ¿POR QUÉ OPTIMISTAS...?



El optimismo es una visión luminosa de la vida. Y una forma de afrontar la realidad y de enfocar las cosas, además de un tipo de personalidad. Es la actitud con la que afrontamos la vida... Sin embargo, no se trata de esperar pacientemente que todo ocurra de forma positiva, sino que ponemos algo de nuestra parte para que eso ocurra. Si unimos el optimismo con esa actitud positiva, podemos llegar más lejos..., casi sin tanto esfuerzo.


      Como señala Elisabeth Lukas, principal seguidora de Viktor Frankl, "con una actitud positiva se puede sacar provecho hasta de la situación más amenazadora, mientras que, con una actitud negativa, hasta una estancia en el Paraíso puede resultar insoportable".


 El optimismo se puede aprender, fomentar, y contagiar a los que tenemos alrededor. Además, estimula una serie de cualidades y virtudes muy relacionadas, como el asombro, la gratitud, la alegría, la empatía, el cariño... etc.


      Sin duda es bueno ver el lado positivo de las cosas, independientemente de que las hayamos trabajado, o nos hayan sido dadas.

También ser optimista en el sentido de óptimo, de mejor, de excelencia, en lo referido a la educación de nuestros hijos y al cariño entre los padres… etc. ¡Para lograr una familia optimista y alegre!, ¡excelente!




     Si ponemos el "listón alto", nos ayuda a movilizar energías. Y significa que tenemos una meta valiosa, una misión y un objetivo como familia. Esto nos permitirá tener una trayectoria más o menos en el camino, y poder rectificar siempre que haga falta, porque las turbulencias de la vida nos pueden sacar del camino. Pero, con la meta bien clara en el horizonte, todo es posible.






      Como apunta S. Covey, entre un estímulo y una respuesta está nuestra libertad interior para actuar de una forma u otra. Esto también es ser proactivo. Se trata de actuar en base a unos valores, centrados en principios, que conformen nuestra personalidad, y no solo de reaccionar según las circunstancias o el viento que sople...

        El profesor y gran pedagogo Oliveros F. Otero solía decir, con una frase animante: “no ser de esos que les suceden cosas, sino de los que hacen que las cosas sucedan”...




*¿En qué nos ayuda el optimismo?


En primer lugar, nos aporta sana autoestima, y nos da seguridad a nosotros y a nuestros hijos, para vivir en este mundo que nos rodea. Según cómo nos tratemos y nos manejamos los padres, nuestros hijos irán aprendiendo a hacerlo. Se fijarán en nuestros referentes, y tratarán de imitarlos sin darse cuenta. Cuando todo va bien, y cuando hay dificultades... Es como abrir una "senda" de los exploradores...: vamos marcando una huella por donde ellos podrán caminar. De ahí el reto y la responsabilidad que tenemos.





   Y muy en especial, es importante en relación a enseñarles a querer, tanto con voluntad, como con sentimientos, los cuales ayudan a querer-querer, porque nos hacen descubrir la dicha de hacer felices a los demás. Es la escuela emocional de la familia. Están todo el día mirándonos, y aprenderán qué nos motiva, y cómo nos manejamos emocionalmente y cómo nos queremos de veras. Somos sus modelos, y nos tratarán de imitar.


También es necesario en nuestras motivaciones. No conformarnos con cualquier motivación, sino intentar elevarlas. Por ejemplo del nivel material o extrínseco, al intrínseco o intelectual, o incluso al trascendente. Es decir, hacer las cosas no solo por un premio material, o una gratificación inmediata, sino por la acción en sí, por la belleza que encierra, o incluso por los demás, por el bien que les va a reportar. Cuanto más altas, mejor motivan.


     Dejo un pequeño vídeo de la película El Señor de los Anillos, de la productora New Line Cinema, WingNut Films.







El optimismo ayuda a tener prestigio, sobre todo ante nuestros hijos, que es lo que más nos interesa. Para poder ayudarles a crecer como personas. Y prestigiarse los padres entre sí, haciendo notar lo todo bueno y positivo de cada uno, sus cualidades singulares y fortalezas, su esfuerzo por dar lo mejor, contando una anécdota del otro... etc.


       Ayuda a descubrir lo mejor de los demás. No estar pendiente solo de los fallos, sino mirar a los ojos, saber animar, ilusionar, percibir todo lo bueno que tienen, porque es la forma de conocerlos mejor como personas, y de estimularlo y desarrollarlo. ¡También para agradecerlo...!, porque a veces nos acostumbramos a ello, y no vemos toda esa maravilla que es cada persona. Aprender a centrarse en lo positivo es propio de personas optimistas.




Esta actitud también nos sirve para resistir las adversidades de la vida y no abatirnos ante cualquier dificultad o problema. Considerarlo como un reto, y luchar siempre. La paz en el hogar es la resultante de una lucha esforzada de cada uno por dar lo mejor de sí, pensando en los demás. La vida es un comenzar y recomenzar siempre nuevo. Es la forma de poder acometer el proyecto que nos planteamos, muy en especial el proyecto familiar.




                     
También nos permite crecer como personas, como "seres de aportaciones", en un clima de confianza y cariño, cuyo ámbito natural es la familia. Y nos genera esa autoestima saludable, porque nos apoyamos en el cariño de nuestra familia, y en las cualidades y fortalezas de cada uno, y no tanto en falsas expectativas...


Me viene a la imaginación la estupenda película de "Sonrisas y lágrimas", (The Sound of Music en original), con ese tono tan optimista y alegre en las distintas circunstancias por las que pasaron. Dirigida por Robert Wise, y producida por Filmaffinity, protagonizada por Julie Andrews y Chistopher Plummer.





       Se trata de ver posibilidades en cada circunstancia, incluso en cada problema..., para afrontarlo con ilusión, como un reto que es. Y, si luchamos por sacar a la luz y dar lo mejor de uno mismo, seremos líderes de nuestros hijos, y crecemos como personas y como familia. Así, seremos más felices, y contagiaremos a todos los que nos rodean. Porque, la felicidad, como señala Soren Kierkegaard, es una "puerta" que se abre hacia afuera... ¡hacia los demás!


         Por eso, ¡¡siempre optimistas y alegres...!! 



Me despido con una cita genial de El Señor de los Anillos. Espero que te haya gustado, y puedes compartir con amigos. Harás bien... ¡¡Gracias!!







                                                                            Mª José Calvo    

                                                               optimistas educando y amando



Dejo enlaces relacionados: 




                                                        






URL:
https://optimistaseducando.blogspot.com/2016/04/el-porque-del-optimismo.html

viernes, 8 de abril de 2016

CARÁCTER Y PERSONALIDAD



                           FORMACIÓN DE LA PERSONALIDAD


        ¡Qué importante es la personalidad de cada uno...! Cultivar la nuestra, y la de nuestros hijos. Educar tiene algo de ciencia, que se debe aprender, pero también es un arte: un trabajo de artesanía, porque cada persona es única y singular. ¡Singularísima! 

       Educar es ayudar a formar su personalidad, hacer una obra de arte, porque consiste en descubrir sus cualidades y talentos específicos, y seducir con valores auténticos hechos vida.  


        La personalidad es el modo de percibir, pensar, sentir, y actuar propios de cada persona. En otras épocas estaban más de moda los sentimientos, o la razón, pero ahora ya se habla de personalismo, intentando integrar todas las facultades personales para lograr una personalidad armónica. 




         Para Aristóteles y Platón, educar significa enseñar a tener buen gusto por lo bello, es decir, reforzar las acciones nobles de cada uno. Se trata de descubrir y potenciar todo lo bueno, extraer y sacar a la luz todas las riquezas ocultas en cada persona.

          Para ello hace falta pensar, dedicar tiempo entre los dos, poner nuestras mejores ideas y capacidades para hacerlo vida y concretarlo. Animarle a que se esfuerce, señalarle sus fortalezas, que adquiera hábitos y virtudes que le den mayor autonomía y le ayuden a ser más y mejor persona… Es decir, que sea bueno. Y un sinfín de cosas más que podemos ir descubriendo. 

         No es algo trivial, ni que se consiga a la primera; requiere esfuerzo y lucha constante, teniendo a cada persona como protagonista. ¡Merece la pena!






            
1. EL TEMPERAMENTO
      
      Partimos de lo heredado, de lo biológico: de la naturaleza. El temperamento de cada hijo, para ir desarrollando y formando su carácter y personalidad. Carácter significa "acuñar". 

                                                  
      Hay que descubrir sus cualidades, fortalezas y talentos, que se vislumbran desde muy pequeños. Aquellas características suyas en las que sobresale, para hacérselo saber, apoyarnos en ellas, y que las desarrolle. También para para que, contando con nuestro cariño, tenga una saludable autoestima. Además, al desarrollarse mejor, compensan debilidades... Sin remacharlas todo el día.


    La singularidad que nos diferencia de los demás es lo que hay que desarrollar, pulir, mejorar... Es la explicación más íntima de nuestro ser, singular e irrepetible, y la razón de nuestra vida... Nos acerca al sentido más profundo, a nuestra "vocación" específica. Apunta a lo mejor de cada uno. Y todo eso hay que trabajarlo.





2. EL CARÁCTER: trabajar hábitos y virtudes

      En base al temperamento heredado, con la experiencia personal y la educación, se forja el carácter personal. Es algo que hay que trabajar, pero nos confiere autonomía, control para pilotar la propia vida con optimismo, y aprender a superar retos y dificultades con esperanza. 





      Y se basa en la adquisición de hábitos operativos buenos, que dejan su impronta en el cerebro, y se transforman en virtudes, al hacerlo con libertad, porque se quiere, que es el mejor motivo, con una facilidad y un disfrute cada vez mayor. Y nos facilitan enormemente la vida.

    A veces se piensa que, a base de repetir muchas veces, se adquiere un hábito. Pero, no siempre es tan necesario. Lo importante es interiorizar y aprehender su esencia, el bien que conlleva, y querer hacerlo poniendo el corazón: por amor. Así, hacerlo vida. Algo muy sencillo, aunque requiere ilusión y lucha.




          Tipos de carácter

         Hay tres rasgos clásicos que definen un poco el carácter. Son la emotividad, la actividad y la resonancia. Cada persona puede ser más emotiva, o menos; y puede ser más activa o no... Y, desde la perspectiva de la resonancia de los acontecimientos, hay dos formas extremas: “primarios”, en los que las impresiones producen un efecto inmediato pero duran poco tiempo, y “secundarios”, en los que las impresiones tardan más en afectarles, pero consiguen más permanencia en ellos.



        De todas estas combinaciones surgen ocho caracteres primarios, en la clasificación francesa de Le Senne. Cada uno tiene sus puntos positivos, y sus puntos débiles. Conocerlos nos ayuda a gestionar mejor cada uno y desarrollar lo mejor de cada cual.


       De todas formas, cada persona es un mundo y no se la debe encasillar, pero sí nos pueden servir para orientarnos un poco, para ver en qué destaca, qué podemos estimular, si contamos con un corazón como gran aliado, o si tenemos que apelar a la inteligencia porque es poco emotivo... 

       También pensar si su actividad es una fortaleza, o si le tenemos que animar y estimular con el deporte, organizando excursiones…, etc., porque es menos activo.

         Por eso, para sacar partido a cada carácter, es importante conocerse mejor, y pensar en el tipo de carácter que se tiene, para aprovechar sus puntos fuertes. Y ver qué carácter tienen los demás, en especial los hijos, para partir de ahí, de la realidad de cómo son, e ir construyendo hacia arriba. 


           Hay que saber que las personas cuya emotividad está por encima de la media, tienen una mayor sensibilidad por los estados afectivos. Estas personas, según la clasificación de Le Senne, son los llamados apasionados, sentimentales, nerviosos, y coléricos. En ellos el corazón es nuestro gran aliado, y las relaciones con los demás le serán más fáciles.




           En cambio, en las personas cuya emotividad es menor que la media, hay que apelar más a la inteligencia, para que, a base de razón y voluntad, pongan más ilusión en las relaciones personales, consigan ser más afectivos, o incluso poder motivarles para que realicen cualquier objetivo.


       Por eso, las personas más emotivas suelen establecer relaciones personales con facilidad, son más "hacia fuera". En cambio, las menos emotivas suelen ser más "hacia el interior": pueden ser más organizadas, laboriosas, ordenadas… Cada carácter tiene sus puntos fuertes, y hay que saber aprovecharlos, centrándonos en lo bueno de cada uno: de cada persona.


       Pero independientemente de las fortalezas de cada cual, que ayudan a guiar su singular desarrollo, y del tipo de carácter, 



todos necesitamos llegar a pensar con claridad, 
 armonizar cabeza con corazón, 

y aprender a querer a los demás.

Y es muy importante la empatía,
usando las "neuronas espejo" desde pequeños,

y la inteligencia emocional








         Y esto se adquiere en familia. En la infancia hay mucha afectividad, pero según van creciendo hay que potenciar el propio pensamiento, sin olvidar el corazón. 

           Los padres vamos contribuyendo al desarrollo de la razón y de la voluntad, que nos distinguen como personas, y les permita hacer lo razonable y correcto. Es decir, ser libres. Y se logra adquiriendo hábitos y virtudes que faciliten el actuar de ese modo. La cabeza es la que debe guiar a los sentimientos para madurar. Esto es vital en la adolescencia, puesto que tienen superexaltados los sentimientos, por el proceso de desarrollo cerebral, pero, el pensamiento y autocontrol todavía debe madurar y establecer los circuitos y sinapsis adecuadas. Te lo cuento en otros post.


        Con solo los sentimientos, y los puntos fuerte sin desarrollar, no podemos conseguirlo. Hace falta trabajarlo, adquirir hábitos y virtudes, entrenarse, encontrar oportunidades de plasmarlo en la vida cotidiana, y aprovecharlas una y otra vez, hasta que salen casi solas. Con menos esfuerzo cada vez, incluso disfrutando con ello. Por eso, la etapa infantil y la preadolescencia son vitales para educar el carácter de los hijos. Esa armonía entre cabeza, con voluntad libre, y corazón.







      
         3. PERSONALIDAD Y MADUREZ

        Posteriormente, en la base del carácter, se va formando la personalidad de cada uno, según los valores vividos en familia, hechos virtudes. Y, la preferencia que demos a cada uno. Es decir, con un sentido de la vida, que nos aporta dichos valores, junto con buenos motivos a la hora de actuar. Que pueden ser de distintos niveles... Desde los más básicos o extrínsecos: el "tener", a los intrínsecos: el "ser", retos y objetivos más personales, a, los más altos y trascendentes: teniendo en cuenta a los demás, trascendiendo a ellos. Te lo cuento en otro post sobre motivaciones.

     La persona no es un verso suelto, tenemos un cerebro empático, estamos diseñados para los demás. Ahí encontramos la mejor realización como personas. Cuanto más altos son los motivos, mejor nos motivan, y aportan mayor solidez de argumentos, creando relaciones personales más estables y duraderas, puesto que se aporta algo a los demás.

        

        El otro ingrediente fundamental de la madurez personal, además de tener un sentido en nuestra vida, es la armonía entre las distintas facultades de cada uno: la inteligencia, que es luz, la voluntad libre, que guían la personalidad, y la rica afectividad. Apoyándose y complementándose unas en otras, en armonía, para que ninguna invada terreno que no le corresponda: que no haya atrofias o hipertrofias de una u otra. 

      Porque, cada persona tiene distintas facultades que están interrelacionadas. Al educar a los hijos, debemos conseguir que haya armonía entre ellas. Por ejemplo, tener en cuenta percepciones, sensaciones y estados afectivos, el pensamiento y la imaginación, la memoria, y también la voluntad libre, con la motivación, la ilusión… 

    Es decir, integrar pensamiento con afectividad, y con la capacidad de obrar en libertad. Y es el pensamiento, junto con la voluntad, los que guían el comportamiento. Pero, aprovechando los sentimientos en esa dirección, que nos dan una energía adicional, y hacen experimentar la dicha de hacer lo correcto... Controlando la afectividad. Si quieres ampliar, en el post "respuestas emocionales".


       Debemos empeñarnos en dar forma a nuestra personalidad, poniendo en el centro los valores trascendentes, con sentido, y, entorno a ellos, la energía de nuestras facultades cultivadas. Todo ello nos dará más autonomía y libertad para actuar con unos fines que aporten un sentido más pleno a la vida.



      Tener madurez personal se traduce en actuar de acuerdo a la razón, controlando con voluntad entrenada, y, afinando la capacidad de amar a los demás. 

     La persona es tan grande, que puede "olvidarse" un poco de sí misma, y enfocarse en los demás. Y ahí encuentra su mayor plenitud como persona. Y como consecuencia, es feliz. Como señala Kierkegaard, y se ha repetido tantas veces, "la puerta de la felicidad se abre hacia fuera"..., hacia los demás.




     Por eso, educar es una obra de arte..., y hay que atender a los distintos aspectos personales. 
Dejo abajo enlace sobre "las facultades personales". Es lo que aporta belleza interior y madurez a cada persona. Y logra lo mejor de ella, al darse a los demás, en especial en la propia familia.


     





       Todo esto se puede llevar a cabo mediante un proyecto personal, cultivando todas esas facultades a lo largo de las distintas etapas de la vida. Y se hace operativo y más asequible, en pequeños "planes de acción", encaminados hacia un objetivo concreto cada vez, que con el tiempo van perfilando una trayectoria y forman ese proyecto vital para esa persona.

         La grandeza de la persona hace de ella algo singular y muy valioso. A una distancia infinita del resto de realidades. Por naturaleza, es creatividad, abundancia, exceso de ser, fecundidad, generosidad. Es tan grande, que puede mirar más allá de ella misma para ayudar a los demás. Y en ello encuentra su mejor versión, su plenitud, y también su felicidad.



                      

 MADUREZ PERSONAL 

       Resumiendo, la madurez es el resultado de integrar unos factores, externos e internos, en el impacto que tienen los acontecimientos en nuestra esfera afectiva. Estos factores influyen en nuestro temperamento, que es heredado en un alto porcentaje, que más tarde se modela en carácter, según nuestras experiencias, la educación, y los hábitos y virtudes que consigamos. Todo va dejando su huella y su impronta en cada persona. 

    Por eso hay que educar el carácter, adquirir buenos hábitos que se transformen en virtudes y nos faciliten la vida, fomentando especialmente lo bueno de cada uno: sus cualidades y fortalezas.



      Y para ello necesitamos la inteligencia, para pensar con claridad qué es bueno o no, y, la voluntad libre, para tener el control de nuestra vida y acometer lo que nos proponemos. Pero, contando con la afectividad, motor cálido de nuestras actuaciones, en esa dirección.




       Por ejemplo, necesitamos poner voluntad para saber canalizar los impulsos, retrasar una gratificación, tener motivaciones más elevadas que trasciendan lo inmediato, o para fomentar buenos hábitos y virtudes, relacionados con los grandes valores existenciales

     Estos valores están basados en principios universales que no cambian con las modas ni los tiempos... Es decir, guiados por un norte, a modo de estrella polar, como puede ser "la verdad", que es la conexión con la realidad de las cosas y de las personas, "el bien", su mejor forma de ser, y, la belleza, esplendor de ambas. Lo que capta nuestra atención, porque encierra algo maravilloso. Y todo esto se puede trabajar. Te lo cuento en otro post: "una estrella polar".


    Y, tercero, educar la afectividad y el corazón, (enlace abajo), que es un motor de nuestras acciones. Aprender poner el corazón en lo que realmente merece la pena, al calor del cariño en familia. Integrando cabeza y corazón, para querer a los demás. Y es lo propio de una persona, pensar en los demás, puesto que es un "ser de aportaciones", un ser efusivo y creativo, y lo que le aporta más plenitud y mayor realización personal.








       Ir madurando implica autocontrol personal para tener la capacidad de hacer lo que nos hemos propuesto, que la razón ve como bueno, y no depender de estímulos y gratificaciones inmediatas o, de los sentimientos, que "soplan" cuando quieren... También tener motivos importantes que muevan la voluntad, con libertad responsable, y, controlar respuestas emocionales: poner cabeza antes de reaccionar ante una situación.







        Todo influye en la formación personal, y conforma nuestra singular y concreta personalidad, según el sentido que demos a nuestra vida, en especial por los valores trascendentes, que aportan un sistema interno de guiado bueno, eficaz y seguro, y, por la armonía entre las distintas facultades personales. De ahí la importancia de formar el carácter desde pequeños...







       Y es lo que en definitiva nos hará felices, porque, si luchamos, tendremos un estado afectivo habitual positivo, alegre, optimista, que facilita el pensamiento y la búsqueda de lo bueno, de lo auténtico, de lo bello, de lo noble. Aunque luego hace falta “hacerlo”, y exige esfuerzo y voluntad entrenada, pero se disfruta con ello. Acabo con un pensamiento de León Tolstói sobre el secreto de la felicidad...






                                                                     Mª José Calvo
                                                                  optimistas educando
                                                                                                 @Mariajoseopt



Espero que te haya sido interesante, y puedes compartir y comentar. ¡Muchas gracias!



Dejo enlaces variados relacionados con el tema, por si quieres elegir:


* Plasticidad cerebral IV: los hábitos en los niños












                                                  

                                                           


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