DESARROLLO CEREBRAL Y TECNOLOGÍA
Al hilo de una charla para padres sobre tecnología, dejo unas pinceladas sobre este tema para reflexionar un poco sobre sus posibilidades y limitaciones, y repensar el uso de la misma, según edades. También a la hora de educar y formar a los hijos en este sentido.
Primero trataremos cómo es el desarrollo humano y el aprendizaje, en base a la maduración cerebral, para luego centrar el uso de las pantallas.
Es un poco largo, y lo divido en dos bloques, por si quieres elegir tema:
1- Desarrollo humano
a) Maduración cerebral
b) Cómo aprenden los niños
2- La familia y el mundo digital
a) Cómo funciona el cerebro
b) ¿Niños en el mundo virtual?
1- Desarrollo humano
a) Maduración cerebral
b) Cómo aprenden los niños
2- La familia y el mundo digital
a) Cómo funciona el cerebro
b) ¿Niños en el mundo virtual?
1- EL DESARROLLO HUMANO
El desarrollo se realiza especialmente en las primeras etapas de la vida, gracias a la maduración cerebral, y favorecido por la curiosidad y la capacidad de asombro de los niños.
Como señalaran los sabios griegos, y Tomás de Aquino, son su "motor" interno de aprendizaje. De esa forma se "despierta" la atención y aprende. El aprendizaje y la maduración van estrechamente unidos.
Aristóteles señalaba que el saber empieza por la admiración, por hallarse ante algo que es, pero que uno no sabe muy bien cómo, ni porqué, ha llegado a ser... Eso origina la contemplación, ese percibir con mirada atenta.
El buen desarrollo también precisa de los estímulos de la vida cotidiana, en un ambiente rico en experiencias y relaciones personales, saturado de cariño, como es la familia. La persona "se hace", "se construye", y se re-construye, en la familia: ámbito propio del amor y de las relaciones verdaderamente humanas que nos forjan como personas.
a) Maduración cerebral y del sistema nervioso
La formación del cerebro se realiza desde la gestación, y es consecuencia de la multiplicación de neuronas y, a partir del nacimiento, también de la formación de conexiones o sinapsis entre ellas. Los genes determinan el patrón y funcionamiento básico de circuitos cerebrales, pero en ellos influye muchos factores: el entorno, las vivencias, las hormonas sexuales, muy en especial en la adolescencia, en la que hay una elevación muy considerable en sangre por estímulo del eje hipotálamo-hipófisis-gonadal.
Ya desde el embarazo aparecen cambios según ese entorno, la relación con los padres, el sonido de su voz, las sonrisas, y más tarde por el ambiente, la familia, la alegría o la falta de ella, la impresión que causan las situaciones... También las experiencias, percepciones..., y las propias acciones más adelante. Todo ello va moldeando el cerebro de cada persona, gracias a su gran plasticidad.
Cuando el niño ya está en la cuna, con los tiempos de sueño, comidas, higiene, paseos…, hay un crecimiento neuronal, pero sobre todo se forman múltiples ramificaciones y sinapsis en ellas. Hay momentos en los que al niño le gusta hacer determinada cosa..., porque está madurando eso en concreto. Y cuando va creciendo, con horarios, rutinas, hábitos, situaciones familiares…, a base de ejecutar unas acciones, sucede lo mismo: hay una gran explosión de ramificaciones neuronales que diría Cajal.
Por eso, hace falta acompañarles en su crecimiento, ir guiando su aprendizaje, respetando sus ritmos naturales de maduración, sus "periodos críticos" más sensibles, y ayudarles a descubrir el mundo, insisto, en un ambiente inmerso en cariño como es la familia.
El periodo más importante para ello es desde el nacimiento, el primer año, y hasta los 3 años aunque se puede prolongar hasta los 6-8. Es un periodo de formación de innumerables sinapsis, que van conformando el cerebro de cada niño de forma muy singular, con sus características personales, gustos, cualidades, talentos...
Para ello es necesario dejarles conocer las cosas, aprender desde su "interior", apoyarse en lo que es bueno y bello, contar con sus ritmos de crecimiento, su impresionabilidad y asombro, sus tiempos de descanso y juego, en el que aprenden todo..., para que vayan ganando en autonomía y relacionándose con los demás.
Siempre miran todo con "ojos nuevos"..., con asombro ante la realidad, como señala Chesterton, después de una época de su vida un tanto pesimista y vacía. Es la ilusión de encontrar algo a la vuelta de la esquina. Por tanto, no darles todo hecho, no interferir en su proceso natural de desarrollo, en sus periodos más sensibles en los cuales aprenden lo importante. Dejarles descubrir las cosas a su propio ritmo, con cierta libertad de elección según sus intereses y capacidades, para que desarrollen sus preferencias.
A nivel de lóbulos cerebrales, lo primero en madurar son las zonas sensoriomotoras con la coordinación del movimiento. Por eso les encanta moverse, y es muy necesario: vital para ellos. También las zonas sensoriales, con el conocimiento experiencial, áreas somatosensoriales, visuales, auditivas, del lenguaje... Más tarde la zona cognitiva y emocional, con el sistema límbico y la corteza cerebral, donde se capta la realidad un tanto teñida de sentimientos.
La maduración sucede como en una onda desde zonas posteriores del cerebro, y más básicas, a anteriores y más complejas. Lo último en madurar es la corteza frontal, y en especial la corteza prefrontal: lo más específico y cualificado de una persona, con sus conexiones a otras zonas. Es la base anatómica del pensamiento analítico, control de impulsos, la voluntad, la toma de decisiones, el juicio, la planificación… etc. Y esto no se finaliza hasta los 25 ó 30 años.
Por tanto, el cerebro adolescente no ha terminado de madurar: están en pleno cambio y reestructuración cerebral. Son todo emociones vividas con mucha fuerza, pero el control de ellas, la toma de decisiones…, es todavía inmadura. No podemos dejarles solos ante algunas situaciones que les desbordan, aunque ellos crean ser "mayores". Debemos guiarles y en ocasiones ser su "freno". Y es bueno ayudarles a pensar e imaginar alternativas antes de que sucedan situaciones conflictivas.
Podemos aprovechar este conocimiento del desarrollo neurobiológico en la educación de los hijos, en su maduración, para favorecer situaciones que permitan sinapsis adecuadas que le van a ayudar durante toda su vida. Porque, las acciones del día a día crean hábitos, con sus correspondientes sinapsis, y estos hábitos modelan el carácter de la persona, con sus singulares cualidades y fortalezas también, si las sabemos descubrir y fomentar. Y todo ello irá influyendo en su identidad. Te lo cuento en el post plasticidad III y IV.
b) Cómo aprenden los niños...
Básicamente de forma experiencial. Se trata de dejar que puedan conocer las cosas que ven, que oyen, que tocan, que perciben..., la realidad que les rodea. También las realidades inmateriales: sentimientos, belleza, espiritualidad... etc.
Permitir su curiosidad y asombro por ello, dar paso a la admiración, dejar volar la imaginación y la creatividad tan propias de la persona.
Y es fundamental darles criterios, enseñarles lo que está bien o mal desde bien pequeños, para tener un buen referente. Y a tener en cuenta a los demás..., según edad, en un ambiente inmerso en cariño. Siempre guiados por ese sentimiento de saberse queridos. "Sumergidos" en el amor recíproco de los padres, origen de su vida, y auténtica fuente para su desarrollo personal, lo cual otorga una sana autoestima.
La "edad de oro” para el aprendizaje sucede en las primeras etapas. Lo que más le gusta a un niño es explorar y moverse libremente. Cuantas más oportunidades tenga de movimiento, de conocimiento experiencial, de ejercicio físico, mejor. Y cuantos más sentidos emplee, mejor conocerá el mundo que le rodea y así desarrollará sus capacidades gracias a esa fase sensoriomotora de la maduración cerebral. Todo el aprendizaje requiere formación de nuevas sinapsis, y en el niño es algo muy fácil debido a su gran plasticidad cerebral. Lo que van aprendiendo se guarda, primero en la memoria de corto plazo, y luego en la de largo plazo por un proceso de consolidación, relacionando las distintas zonas cerebrales que se encargan de cada aspecto concreto. Por ejemplo, la corteza visual, la auditiva, lo sensorial, el lenguaje... etc.
También es bueno enseñarles hábitos saludables, porque en estas edades existen esos periodos más sensibles en los cuales es muy fácil adquirir unas funciones innatas, como la deambulación o el habla, o unos valores humanos, como el orden, la sinceridad, la generosidad, el pensar en los demás, la empatía, atender a los sentimientos, el valor del esfuerzo y la voluntad. Más tarde, la responsabilidad, el trabajo bien hecho, etc. Y esos hábitos se convierten en virtudes entorno a los 7 años...
La relación con otras personas es muy necesaria: no sólo de la familia, sino también con amigos. Un amigo es mucho más enriquecedor que cualquier juguete, y mucho más que una pantalla... Siempre, insisto, sabiéndose muy queridos. El cariño que les mostremos es el artífice de su buen desarrollo, de su maduración, y base de su afectividad. Y por tanto, de su carácter y personalidad.
Por otra parte, desde que nace, el juego es muy importante en su vida. Todo lo aprende por vía afectiva, mediante el juego.
Para él todo es juego, o se transforma en juego: aprende jugando, juega aprendiendo. Juega con su madre, con la luz de su sonrisa, con sus propias manos, con su boca, emite sonidos, ensaya... y disfruta jugando. Incluso con ese disfrute en el que se sumergen los niños, olvidando lo que sucede alrededor: en modo "flow", en el que se secreta un coctel de sustancias neuroplásticas que alimentan el cerebro. La vida es juego, y mediante él conoce todo.

Además, el juego estimula el desarrollo cerebral, el pensamiento y la imaginación, la creatividad. Por ejemplo, mediante el juego simbólico el niño aprende muchas habilidades, relaciona distintas cosas en su cerebro, aprende por distintas vías, sensoriales y motoras, también resolución de problemas, comprensión y empatía con otros niños, les ayuda, acepta reglas... etc.
2- LA FAMILIA Y EL MUNDO DIGITAL
La tecnología es un medio frecuente en la vida. Pero, hemos tenido la suerte de educarnos en un mundo analógico y así poder descubrir sus posibilidades y limitaciones. Nuestros hijos parecen "nativos digitales", que no significa que tengan superpoderes, y si no les orientamos en el mundo virtual, ellos no podrán hacerlo. Por eso hace falta conocerlo, para primero protegerles y luego para guiarles, dependiendo de edad y madurez.
Hace tiempo leí un artículo de un científico y psiquiatra, Manfred Spitzer, que me gustó especialmente porque tiene mucho sentido común y hace reflexionar sobre el uso de los medios tecnológicos.
Habla de la importancia del aprendizaje personal, de la figura de los padres y el maestro para estructurar el conocimiento, de la capacidad de la inteligencia y del pensamiento, y del retraso de la maduración y del aprendizaje que pueden producir las pantallas especialmente en niños, incluso adolescentes. Y el empobrecimiento del lenguaje y del pensamiento. Te lo cuento en otras entradas, como adolescentes y pantallas.
La educación de una persona siempre será de tipo analógico. Hace falta aprender en familia lo importante de la vida, interactuar con los demás, atender a los sentimientos, mirar a los ojos, escuchar, sentirse querido, saber sorprender, imaginar, ayudar, aprender a querer...
Hay que poner inteligencia emocional en las relaciones humanas. Y de esta forma, con cariño, y atendiendo a los intereses del niño, se puede enseñar algunas cosas más, cuando su cerebro está preparado. Por ejemplo, a leer, escribir, tomar notas, trabajar en clase con el profesor, estudiar, pensar de forma lógica y luego analítica… etc.
Los niños aprenden con las relaciones personales, envueltas en afecto. Aprenden del trato de los padres entre sí, con los amigos... Las emociones influyen en el aprendizaje, y muy especialmente el cariño que reciben en la familia. Sentirse querido lo es todo. Una pantalla no transmite nada en ese sentido, ni sentimientos, ni ayuda a mostrar empatía, o a leer el lenguaje corporal... etc.
a) Cómo funciona el cerebro
El cerebro no funciona como un ordenador, con una capacidad de almacenamiento concreta en distintos archivos. No se trata de llenarlo de cosas…
Aprende con los datos que provienen del exterior o interior, sensaciones, percepciones, o del propio pensamiento y creatividad, o de la imaginación y memoria..., estableciendo conexiones y relaciones entre distintas zonas, en base a lo ya asimilado. Y tienen mucho que ver las emociones. Por ejemplo, la alegría y la sorpresa, el asombro, estimulan la atención, y ayudan a centrarse en algo concreto.
Por tanto, cuanto más se sabe mejor se aprenden cosas nuevas, porque se tiene dónde asentarlas y con qué relacionarlas. Y si algo gusta o emociona, mucho mejor: capta toda la atención y se disfruta aprendiendo. Apenas supone esfuerzo. Aquí es relevante el estado de "flow" en el que trabaja muy a gusto, con un disfrute máximo, y el aprendizaje es óptimo. El tiempo vuela... En este estado se estimulan las sustancias mensajeras neuroplásticas, e incluso se potencia la neurogénesis: es decir, se pueden crear nuevas neuronas.
El cerebro no es un almacén de datos, sino que los procesa, y se basa en la conexión de circuitos y redes neuronales que relacionan la información que manejan. Por ejemplo, la interconexión entre las distintas zonas sensoriales, cognitivas, emocionales, motoras y premotoras..., o lóbulo temporal y occipital...
Por eso, ser inteligente es saber relacionar distintas cosas en el pensamiento. Y de ahí surge la creatividad. También hay diferentes tipos de talentos, como señala H. Gardner, además de las diferencias personales. Sin embargo, el cerebro siempre actúa como un "todo", y cada persona es un mundo diferente: no se la puede reducir, archivar o etiquetar. Siempre está aprendiendo y cambiando su cerebro, "esculpiéndolo", como señalara el gran Santiago Ramón y Cajal.
La memoria no es un archivo polvoriento de datos, sino que está modificándose constantemente, adaptándose, gracias a esa plasticidad cerebral. Asimismo, está teñida de sentimientos, motivaciones y emociones, muy ligada al sistema límbico.
Para aprender y construir el propio conocimiento, es necesaria una base experiencial. Y los niños necesitan una persona que vaya guiando y estructurando su aprendizaje. Primero son los padres, luego los maestros y profesores, ayudados de los padres. Un trabajo en equipo. Y no se trata sólo de "enseñar" materias o contenidos, sino de conectar con el niño, con sus intereses, lo que le ilusiona, para darle el alimento que necesita. Que se sienta a gusto y valorado. Que le motive desde su interior, porque le gusta y disfruta. También para guiar su conocimiento y aprendizajes. De esta manera no le costará esfuerzo, y asimilará lo que le entusiasma. Aquí son relevantes los periodos críticos del desarrollo neurológico, que son más sensibles para determinadas capacidades, y cierta libertad para que pueda hacer lo que necesita para su desarrollo.
Además, el cerebro no sólo maneja datos de la realidad, sino imágenes, recuerdos, y sobre todo sentimientos y emociones. Toda la realidad está inmersa en sentimientos, y la conocemos a través de nuestra sensibilidad y afectividad. Las emociones surgen en el mundo real, en el trato personal, tan rico en matices, sobre todo en familia, primera y auténtica "escuela emocional".
Es lo que facilita el aprendizaje y la relación con los demás. La sensibilidad de la madre, del padre, y el cariño que se tienen es lo que aporta seguridad y confianza al niño. Y ese cariño se desborda eficaz hacia ellos permitiendo su desarrollo. Al sentirse muy queridos pueden ser ellos mismos, descubrir su intimidad, con sus cualidades y talentos tan singulares, que debemos conocer y ayudar a desarrollar. Así van madurando y creciendo como personas.
El niño aprende cuando lo nuevo lo interioriza sobre lo que ya sabe, cuando lo relaciona con ello, y establece un vínculo afectivo. Si no, no puede aprender. Y los padres, o el profesor, van dando estructuras sobre las cuales construir lo nuevo. También es necesario observarle, como decía la doctora María Montessori: descubrir lo que le atrae más, lo que le gusta repetir, y dejarle cierta autonomía para hacer tareas que le ayuden en la vida, a decidir y elegir actividades y juegos.
Más adelante, cuando son algo mayores, es vital ayudarles a que utilicen su cerebro de forma proactiva. Que aprendan a pensar por cuenta propia, que realicen un trabajo intelectual a fondo, a concentrarse en algo. Aprender es conectar neuronas. De ese modo aprender a seleccionar buenas lecturas, pensar sobre lo leído, escribir historias o pequeños ensayos... Y todo ello es posible gracias a esa plasticidad neuronal.
Cuanto mejor se trabaja un tema, en los distintos aspectos, más zonas se relacionan y conectan entre ellas, y mejor quedará grabado en la memoria de largo plazo. Las sinapsis que más se usan, acaban reforzadas, formando circuitos y redes neuronales, y las que no, desaparecen o se atrofian.
Volviendo a la tecnología, cuando la mente está ya estructurada, y esto lleva muchísimos años, se puede introducir el mundo digital, con algunas premisas. Sin embargo, antes, lo que puede hacer es retrasar el desarrollo y la maduración del niño, y no tan niño. Impedirle aprender de las percepciones y vivencias, vitales para construir las primeras estructuras neuronales y sinápticas cerebrales, que necesitará durante toda su vida. Y alterar la socialización, la atención y el propio pensamiento, el sueño, tan necesario para recuperar funciones físicas y mentales.
A través de los medios digitales, parece que se pueden abarcar muchas cosas, pero se hace de forma más superficial, con lo que no quedará consolidado. Y la mente se puede bloquear por exceso de información, que no se retiene, ni se discierne o aprende por lo tanto. Es lo que se denomina infoxicación. Además, los tiempos atencionales de una persona, y en especial de un niño, son cortos y lentos, y en las pantallas todo va demasiado deprisa. Con desasosiego.
Si nos sucede esto a los adultos, ya formados, con el cerebro estructurado, ¿cómo será en un cerebro sin apenas madurar...?
Estas alteraciones son evidentes. La asociación española de Pediatría apunta que hay problemas de sueño, de desarrollo... Creen que hasta los 6 años los niños no deberían ver pantallas digitales.
Para recibir información, procesarla y valorarla, y luego gestionarla, es preciso tener madurez y formación. No todo es cierto ni saludable en la red..., ni mucho menos. Hay que aprender a ser críticos, a filtrar.
Inger Enkvist, experta sueca en educación, ya lo afirmaba hace muchos años antes del boom de la tecnología. Las habilidades digitales son más bien un tipo de aprendizaje profesional que se puede adquirir o perfeccionar en cualquier momento de la vida, pero, cuando la persona está formada y ha madurado su cerebro. Y no ayudan al desarrollo intelectual, ni a la capacidad de pensamiento del niño o adolescente, como a veces se piensa. Al contrario.
Ella sostiene que una buena formación precisa una educación sistemática y estructurada, sobre todo en los primeros años, y el esfuerzo por aprender. Es necesario guiar ese aprendizaje, así lograr un conocimiento básico sobre el cual ir construyendo y desarrollando habilidades y creatividad personal. Y exigencia para ir aprendiendo.
b) ¿Niños en el mundo digital?...
La Academia Americana de Pediatría hizo unas recomendaciones sobre este punto, dirigidas a los gobiernos, colegios... etc. Y se supone que los padres debemos ser más cautos en ello.
Por ejemplo aconsejaba no usar tabletas en niños menores de dos años, y posteriormente lo ha ampliado. Luego, con algunas condiciones respecto al tiempo, respetando la vida familiar, las comidas y cuidando el sueño. Es preocupante el tiempo que los niños están delante de alguna pantalla.
Se ha comprobado que las pantallas también dificultan la interacción social, el saber mirar a los ojos y comprender, el lenguaje no verbal, las relaciones de veras humanas, la amistad.
Los pediatras alertan por la frecuencia de “calmar” a los niños con pantallas para que dejen tranquilos a los padres... Y no es bueno puesto que interfiere con el buen desarrollo cerebral, se habitúan, y cada vez requieren estímulos mayores, porque lo sensorial siguen una ley de tolerancia y rendimientos decrecientes. Por eso pueden crear conductas adictivas..., que con ese fin han sido creadas, muy relacionadas con la recompensa que producen: con ese flash de dopamina y cambios en otros neurotransmisores, como la serotonina, opiáceos endógenos... Esto nos sucede a los adultos, pero muy en especial a los niños, o chicos mayores, cuyo cerebro está aún por formar y reestructurar.
Por tanto tener cuidado: prevenir, y ser buenos referentes para ellos, como en todo.
Además el juego con otros niños es mucho más enriquecedor, y fuente de adquisición de habilidades y destrezas, de creatividad, además de interacción personal, con el consiguiente aprendizaje emocional y empatía. ¡Cuánto enriquece un amigo...! Las personas se desarrollan y mejoran con el trato personal.
Dejo aquí este punto más desarrollado: ¿niños-en-lo-virtual?
Resumiendo, retrasar lo máximo la edad de comienzo, y nunca dejarles solos con dispositivos. Más tarde lo agradecerán, y serán capaces de usar el cerebro de forma proactiva y ser más creativos.
Dejo algunos enlaces relacionados:
Espero que te haya resultado útil, y lo puedes compartir con amigos, o copiando la URL. ¡Muchas gracias!
Mª José Calvo
Optimistas Educando y Amando
@Mariajoseopt
@Mariajoseopt
URL:
https://optimistaseducando.blogspot.com/2016/11/las-nuevas-tecnologias-y-la-familia-iii.html
https://optimistaseducando.blogspot.com/2016/11/las-nuevas-tecnologias-y-la-familia-iii.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
El blog se nutre de los comentarios...: ¡gracias por comentar!