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miércoles, 18 de diciembre de 2024

LO HUMANO Y LA TECNOLOGÍA I



                                       LO HUMANO Y LA TECNOLOGÍA I



En el artículo anterior, veíamos que no se puede entender al ser humano sin su capacidad de relación con otras personas, sin amar y ser amado. Sin lo genuinamente humano, la conversación y la empatía, que prepara el encuentro personal, que abordaremos.



Dejo los puntos que estamos comentando, y vamos con el cuarto:


1) La comunicación
2) Conversar: el acto más humano
3) Encuentro y relaciones interpersonales

4) ¿Y la tecnología?... 




LAS PROMESAS DE LA TECNOLOGÍA 


1) Un gran pensador

El filósofo francés Gustave Thibon, en el libro "Los hombres de lo eterno" escribe a este respecto, y ya hace tiempo, algo muy significativo:




"El hombre del siglo XX es víctima de que se haya roto el equilibrio entre su poder sobre las cosas y su capacidad de vida interior"...

"El progreso técnico, cuya función en principio es reducir nuestra esclavitud, en realidad nos esclaviza cada vez más".

"El hombre moderno corre el peligro de no ser más que un cerebro que gira vacío entre el cielo y la tierra, gracias a un materialismo sin sangre y a un falso idealismo.

Para evitar este riesgo, debemos volver a entrar en contacto con las dos grandes realidades con las que ningún artificio interfiere: la naturaleza, obra de Dios, y Dios mismo".


Son palabras fuertes que nos hacen pensar... sobre el uso que hacemos de los dispositivos tecnológicos. 


La tecnología avanza muy rápido y la persona parece inmersa en una vorágine de pantallas, ruido, distracción, imágenes y movimiento constante que desasosiega..., sin saber de hecho si algo es verídico o no...

Cuanto más nos conectamos de ese modo, más nos alejamos de lo esencial del ser humano, de aquello que nos da sentido a la vida...

Es necesario volver a los orígenes, a lo genuinamente humano, a la familia... Como dice un amigo, re-familiarizar la familia, atender y custodiar lo humano.


Porque, todos experimentamos que el tiempo se nos va..., que perdemos capacidad de atención..., de pensamiento y reflexión, y además se va conformando nuestra mente de ese modo, haciéndola más dispersa y hasta débil. Vamos a ver esos cambios cerebrales y otras consecuencias.



2) Cambios cerebrales     

Te contaba hace tiempo en otro artículo, que se hizo un estudio con un número importante de niños, avalado por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, y se vio que el cerebro en edades tempranas es diferente cuando pasan tiempo frente a pantallas. 

Aumentan las zonas que procesan estímulos visuales, pero, disminuye la capacidad lógica, cognitiva, y del lenguaje, de veras importante para todo, y los procesos de mielinización de esas zonas, que mejoran la conducción, se entorpecen, pues el uso de pantallas impide que se desarrollen adecuadamente.

Y con el lenguaje, también disminuye el vocabulario y la comprensión, el conocimiento y la capacidad de comunicación con otros... etc. Así como la resolución de problemas y manejo de situaciones cotidianas. 


Se pierde contacto humano, enriquecedor de por sí, donde se aprende a interactuar, a conversar, a captar sentimientos y desarrollar la afectividad, a ser empático, y a sentirse a gusto con otras personas. Incluso muy necesario para la formación de propia personalidad. Recordemos el pensamiento que acuñó Martin Buber: "yo me hago gracias al tú", y la necesidad que apunta del encuentro.

Y todos esos cambios no se suelen constatar en el momento, sino que se perciben a más largo plazo...


Para que el cerebro funcione adecuadamente necesita realizar un trabajo autónomo profundo, apunta el neurocientífico y médico psiquiatra Manfred Spitzer, del que te he hablado muchas veces. De este modo se activan diferentes áreas, y se conectan entre sí, y lleva al aprendizaje y al conocimiento, tan relacionados con el pensamiento, la memoria a largo plazo y el poso que deja de sabiduría.

Sin embargo, las pantallas digitales, a golpe de "flashes", impiden el trabajo cerebral a fondo. Con ellas se usa sólo la memoria de corto plazo, y de forma muy superficial. Y cuanto menos se usan las capacidades personales, más se van atrofiando. 



Otro neurocientífico, Michel Desmurget, señala que el tiempo que se pasa ante una pantalla por motivos recreativos retrasa la maduración anatómica y funcional del cerebro, en diversas redes cognitivas relacionadas con el lenguaje y la atención. 

Es decir, los cambios cerebrales no sólo suceden funcionalmente, sino estructuralmente. Neurobiológicamente cambia el estrato cerebral.

Por eso apunta tristemente este autor, que los llamados "nativos digitales" son los primeros niños con un coeficiente intelectual por debajo de sus padres. Y se va constatando...



Estas alteraciones ya son algo con evidencias científicas. La Asociación Española de Pediatría apunta que hay problemas de sueño, de desarrollo... Creen que de 0 a 6 años los niños no deberían ver ninguna pantalla digital. Es importante dar prioridad al movimiento y al juego real, sin pantallas. Cuidar los tiempos de actividades para que puedan jugar al aire libre, en la naturaleza, estudiar, tener aficiones variadas, dieta saludable, y descansar lo suficiente. El sueño es vital.

      




Por lo tanto, es necesario saber que ante la sobrecarga de estímulos, la capacidad de atención y concentración, relacionadas con la corteza prefrontal, lo más específico del ser humano, se debilitan. Uno no es capaz de centrarse en un tema, o incluso es más difícil reflexionar y plantearse metas valiosas, planear tiempos, actividades y retos, haciendo que lo importante que uno piensa o quiere, suceda, como señalara Stephen Covey. 




3) Las capacidades humanas            

Te hablaba en el post anterior sobre la belleza de las relaciones personales, de las habilidades de la comprensión y empatía, pues en ellas ponemos el corazón, la calidez de los abrazos, el mirar a los ojos y saber sonreír aunque uno esté dolorido... para hacer la vida agradable a los que tenemos cerca. 





No se puede entender al ser humano sin su capacidad de amar y ser amado. "Tener un corazón capaz de amar, de afligirse y conmoverse, es la característica más específica de la naturaleza humana", sostiene D. von Hildebrand. 


Las capacidades humanas, tan propias de la persona, como la sonrisa, el corazón, decir unas palabras de aliento, la imaginación y creatividad, la regulación emocional, junto con la memoria y el propio pensamiento, con el uso frecuente de dispositivos virtuales se van deteriorando sin apenas percibirlo. Así como las relaciones personales, la amistad, la capacidad de soñar por ideales...



Porque, a más pantallas, el cerebro, y las capacidades de la corteza prefrontal, no maduran adecuadamente; o, si se trata de un adulto, se van debilitando las conexiones o sinapsis que no se usan. Y las emocionesque necesitan ser filtradas por el pensamiento, se convierten en ciclones que arrasan, o en directoras supremas de una conducta a impulsos, en busca sensaciones, sin un rumbo al que dirigirse.            

Aumenta la dependencia a estímulos y deseos inmediatos, a golpe de clic, y por tanto se debilita el autocontrol y la voluntad: ese pequeño componente que uno debe entrenar cada día, postponiendo recompensas, pensando en un largo plazo, para poder acometer planes y metas, y por tanto llevar riendas de la propia vida

Por este motivo, la voluntad se va quedando más endeble y quizá irrelevante..., no pudiendo auxiliarnos cuando las cosas se ponen difíciles, o cuestan más. Y esta capacidad no viene con la herencia, como algunas cualidades innatas, sino que es una conquista personal constante, que nos posibilita ser más libres.


En el trabajo, en familia, en las relaciones sociales, hay que luchar por metas ilusionantes, con esfuerzo y empeño. Y estos medios digitales fomentan la huída del esfuerzo y del compromiso..., fundamentales en la vida. Todo lo valioso, como la amistad o el amor, ocurre en el mundo real con las personas reales, y requiere intencionalidad y esfuerzo, e interactuar con ellas. Y es lo que nos hace de veras felices.    






Por tanto, es bueno aprovechar las situaciones cotidianas para entrenarse en las mil y una capacidades y virtualidades que posee cada persona. Únicas. Singulares. Propias. Lograr un desarrollo armónico de todas las facultades y potencialidades. Mucho más si se trata de niños o adolescentes, que lo están conquistando y aprendiendo todo, pues su cerebro no está "formado", por decirlo de algún modo. Es la edad propicia para asentar lo mejor.

En las relaciones con otras personas se ponen en juego las neuronas espejo y la empatía, y muchas otras funciones cerebrales. Estas neuronas son importantes en todo aprendizaje y en el trato con los demás. Uno se siente bien, a gusto, y valorado. Los amigos ayudan a potenciar talentos y cualidades, a ser mejores personas pensando en ellos. Lo cual produce secreción de sustancias neuroplásticas y factores de crecimiento tan ricos para la plasticidad y desarrollo cerebral. 


Es más, cuando uno se acostumbra al uso de pantallas, a la interacción en digital, ya no se siente tan seguro en las relaciones personales, y da pereza fomentarlas. Se va a lo fácil, como la comida rápida..., perdiendo esas habilidades propiamente humanas tan necesarias y relevantes que nos configuran como personas.

Me viene a la cabeza Hannah Arendt con su aguda capacidad de observar y comprender, con ese ¡párate y piensa! que nos interpela. Te lo cuento en ese post. Esta autora apunta que la muerte de la empatía humana es uno de los primeros y más reveladores signos de una cultura a punto de caer en la barbarie. Más para pensar... Cuidémoslo.




4) Tecnología y efecto pantalla      


A través de estos medios parece que se pueden hacer muchas cosas: acceder a ingente información, conectar con personas de cualquier punto del mundo..., pero se hace de forma muy superficial, como decía, sólo con la memoria de corto plazo. Incluso la mente se puede saturar bloquear por exceso de información y datos, muchas veces sin comprenderlo, sin ver su contexto, ni mucho menos aprenderlo. Es lo que se ha denominado infoxicación. 

Hay que pensar, y tener entrenada la voluntad para hacer un uso de los dispositivos tecnológicos de forma un tanto saludable y responsable, controlando tiempos, modos, ambientes... etc., y protegiendo a los más pequeños, indefensos, pues están diseñados con la intención de enganchar. 

Si no, se acaba siendo adicto a lo irrelevante, por esa búsqueda continua de novedad y sensaciones a flor de piel. Y producen un efecto en nuestro cerebro que te explico en otros artículos, y sintetizo en esta infografía: lo denomino el "efecto pantalla".





Toda esa vorágine potencia la ansiedad y el estrés, con la consiguiente elevación de cortisol, que mantenido daña al organismo.

Las pantallas están creadas para atraparnos el mayor tiempo posible: hay muchos intereses y una industria tras ello. Presentan una inmensidad de estímulos a los que atender, que nunca cesan. Estamos "distraídos de la distracción por la distracción", decía T. S. Eliot, pero ahora en un sentido más hondo y peligroso.


Como vamos viendo, interfieren con la atención, el pensamiento profundo y reflexivo, y otras capacidades de nuestra corteza prefrontal como el control de impulsos, la planificación y toma de decisiones, o la voluntad. Es decir, las funciones superiores del ser humano. 

Además de entorpecer la comprensión y el aprendizaje, la memoria de largo plazo y el conocimiento, y por tanto la imaginación y creatividad, basadas en dichas habilidades. 


Muchas veces impiden tener calma para hacer una pausa y tomar las decisiones adecuadas en cada momento, propiciando a actuar de forma refleja, sin pensarlo.  

E interfieren con las capacidades relacionales, tan propiamente humanas, en las que es importante la comunicación con los otros, la empatía, las conversaciones y el intercambio de pensamientos y afectos que tejen la convivencia.






En contraste, en el mundo digital las interacciones se hacen "con filtro", elevando expectativas en lo físico, y mostrando versiones utópicas y "mejoradas"; es decir, no reales. Lo cual desconcierta a los jóvenes, que se ven abocados a elevar el listón... y pretender lo imposibleAdemás en la red se siguen otras reglas. 

Y las empresas tecnológicas lo tienen bien estudiado, pues sólo ven datos y beneficios a costa de nuestra persona, de nuestro tiempo, de emociones excitantes "a golpe de likes",  presentando información "nueva", tantas veces no verídica, o con falta de análisis o rigor científico. 

Hay equipos de personas, con psicólogos especializados detrás de ese mundo virtual, estudiando constantemente el modo de engancharnos con lo que nos "gusta"... y percibiendo el grado de control de cada usuario. Y pretenden aumentar esa "realidad ficticia" con avatares... etc., despersonalizando y degradando cualquier relación HUMANA, de persona a persona.
 

La tecnología no es "gratis": intenta captar nuestra atención el mayor tiempo posible mediante descargas de dopamina que suceden ante todo lo nuevo, ante la "información", y ante los "like" de supuestos "amigos" virtuales. Y a medio plazo va erosionando el propio pensamiento, como ya señalara hace tiempo Nicholas Carr. 

Y con la pérdida de habilidades cognitivas, de la comprensión y la reflexión, además de la voluntad, se acaba cercenando la propia libertad, con el autodominio personal y el autogobierno para pensar y acometer objetivos y metas, sueños e ideales que anhelamos, y dirigir la propia vida. Esto te lo cuento en el post autogobierno personal.





Porque, este neurotransmisor de la dopamina  proporciona cierta calma y alivio ante el estrés y el cortisol elevado. Nuestro cerebro lo encuentra reconfortante y tiende a repetir ese comportamiento casi sin danos cuenta. Te lo explico mejor en pantallas y dependencia. Y nos va enganchando...



                                                                       *********


Por lo tanto, debemos recuperar el "timón" de la vida, no dejarnos seducir pasivamente por las pantallas, que hacen el propio trabajo mental, atrofiando capacidades. Porque, lo que no se usa, se va perdiendo. De ahí el término de "demencia digital" que acuñó el doctor Manfred Spitzer, que en su tiempo sonó un poco fuerte, pero tan real.


Es necesario usar el pensamiento, plantearse las preguntas esenciales de la vida que a todos nos "llaman"... y nos abren al asombro ante la realidad, al sentido. Busquemos lo que da paz al alma, y no tanto nuevas sensaciones que consumir. No nos "distraigamos" de lo más relevante por no pararnos a pensar... 


Además, las personas tenemos un cerebro empático y social, con esas neuronas espejo, claves en la empatía. Toda la naturaleza humana, la biología, hasta los genes, tienden a ayudarnos a la cooperación y comunicación con otros seres humanos, como hemos visto.




Nos hacen personas genuinamente humanas, comprensivas con los demás. Si estamos volcados en el teléfono móvil no se pueden cuidar las relaciones personales, dice la experta Sherry Turkle, donde el ser humano se encuentra en su ambiente más propicio, y se desarrolla de su mejor forma: relacionándose con los demás. 

Por el contrario, la tecnología anima a mirar al yo autorreferencial "en bucle", y fomenta comportamientos individualistas, narcisistas y antisociales que lesionan a la persona..., también neurobiológicamente. La soledad y el narcisismo enferman. Las buenas relaciones personales ayudan y son estimulantes a todos los niveles.


Continuará...




Espero que te haya gustado, y lo puedes compartir con amigos. ¡¡Muchas gracias!!



                                                                      Mª José Calvo
                                                                      @Mariajoseopt
                                                            optimistas educando y amando




Pongo algunos temas relacionados y la URL del post:


lunes, 28 de octubre de 2024

HUMANOS: CONVERSACIÓN Y EMPATÍA I



                 GENUINAMENTE HUMANOS: CONVERSACIÓN Y EMPATÍA 


Te contaba en el post "flashes sobre la persona", que cada persona es única, singular, insustituible, un "chispazo" de amor, con sus cualidades y fortalezas, con anhelo de belleza y de sentido, capaz de iluminar un universo entero. Creada por amor, para algo grande.

Una persona no tiene "el mismo" valor o dignidad que cualquier otra, sino que cada una tiene un valor absoluto en sí misma, casi infinito, "por el sublime hecho de "ser" persona", como señala el gran humanista T. Melendo. 

Su dignidad es tan alta que, por sí misma, gracias a su libertad, puede alcanzar su plenitud como persona. Es un ser libre: tiene la capacidad de ser protagonista de su propia vida. Ha sido creada para tener señorío sobre sí misma, y sobre lo creado. Algo grandioso que agradecer infinito.

La persona es un misterio, y el misterio nos abre a lo infinito.


Y lo propio y específico de una persona son las relaciones con otras personas..., que se sustentan en la comunicación y la convivencia. Especialmente en la propia familia, esa institución natural tan antigua como la vida misma, origen y fuente de todo lo demás. 

Cada persona también teje relaciones en otros ámbitos: con amigos, en el trabajo... Y todos esos ambientes se unifican y cooperan en la armonía y mejora personal. Lo aprendido en uno se puede aplicar en otro y, viceversa.


Por tanto, es bueno "paladear" y mostrar la belleza de las relaciones personales, de las habilidades de la comprensión y empatía, pues en ellas ponemos el corazón. Volvamos a la calidez de los abrazos, de mirar a los ojos y ver el corazón, saber sonreír aunque uno esté dolorido... para hacer la vida agradable a los que tenemos cerca. 





No se puede entender al ser humano sin su capacidad de amar y ser amado. Dejo una cita genial de D. von Hildebrand en su libro El Corazón:


"Tener un corazón capaz de amar, de afligirse y conmoverse, es la característica más específica de la naturaleza humana".




Unos puntos para comentar a modo de índice:

1) La comunicación
2) Conversar: el acto más humano

3) Encuentro y relaciones personales
4) ¿Y la tecnología?...        






1) Qué importante es la comunicación

Comunicar con otros, no estar aislado, es algo que todos anhelamos. Mediante la conversación conectamos con otros, ponemos lo propio en común. El mundo interior, de las ideas y sentimientos... Hablar es crear "algo vivo" entre dos, tres, o varias personas. Intercambiar pensamientos, vivencias, experiencias, alegrías e incertidumbres, anhelos y sueños. ¡Ilusiones!

Sin embargo, no todo se comparte con cualquiera, pensar con quién lo vamos a compartir.

Para ello podemos mejorar la calidad de lo propio para darlo a quienes queremos y nos relacionamos. Y otro modo es apreciar lo que nos aportan o entregan. Valorarlo y agradecerlo.


En este sentido, también es preciso cuidar las formas de comunicación, tanto verbal como no verbal, y los lugares para entablar conversaciones: crear ambientes propicios donde poder expresar pensamientos o aspectos que a uno le cuestan..., mostrar interés, mirar a los ojos, escuchar más allá de las palabras. Es decir, escuchar con el corazón, pensar qué tema es importante en esa situación... Hacer que la otra persona se encuentre a gusto, sienta confianza y pueda abrir su interior cuando lo necesite.

           
Por eso son necesarios los dos aspectos: saber aportar y saber recibir. En primer lugar acoger al otro, escucharle, para luego poder hablar. Es uno de "los siete hábitos" de S. Covey. No siempre hay que contestar y dar consejos. Quizá esa persona sólo quiera explayarse y volcar lo que preocupa. Escuchar para aliviar. E intentar empatizar, ponerse en su lugar: comprenderla, también sus sentimientos y dificultades, y "contagiarse" de alguna forma de ellos... Hacerse cargo de sus estados de ánimo y su afectividad, sus preocupaciones o necesidades concretas. Y ser oportunos, actuar en consecuencia.

Con otras palabras: aprender a escuchar antes de hablar, para comprender y acoger primero, y luego ser comprendidos. Poner el "foco" de atención en la otra persona.
 


                
La convivencia se alimenta de las conversaciones, que crean un clima cálido donde conectar con los demás. Gracias a ellas podemos intercambiar intimidades, con ese diálogo de pensamientos y afectos. 

Y no salen solas, hay que poner intencionalidad, mirar al otro, sus necesidades, y comunicar lo que tenemos en la cabeza y en el corazón. Principalmente en familia..., ese ámbito originario y entrañable donde se "construye" cada persona. Quizá la mesa pueda ser, o volver a ser, "el mueble de la comunicación", como decía aquel Profesor, si no la sustituimos por pantallas.




El dejarse llevar de las prisas y el estrés, que parecen instaurarse en nuestra vida, no favorece la comunicación ni la empatía. Hace que tengamos un trato superficial, que no comprendamos los estados y anhelos de otra persona. Que no le atendamos, y mucho menos sintonicemos con ella. Y es una pena, porque esa delicadeza y confianza es lo que da fuerza en cualquier relación, y hace sentirse valorados, tenidos en cuenta, y en definitiva queridos. 

En las relaciones personales lo pequeño es siempre grande. Y la ternura, ese arte de sentir al ser humano en su grandeza y compleción..., con sus más y sus menos.


De ahí la importancia de permitir a los niños, y enseñarles, esa comprensión y empatía, esa cordialidad humana, los deseos del corazón de conectar con otras personas. Es algo que ya viene predispuesto en la naturaleza humana, en los genes, en la biología de cada persona... etc. Lo veremos.

Además, el cerebro y la mente "funcionan" mejor con las relaciones llenas de afecto. Especialmente en las primeras edades. Los niños, para su buen desarrollo, necesitan también experiencias perceptivas vividas,el contacto asombrado y curioso con la naturaleza. 

Así van aprendiendo, tomando sus propias decisiones, y disfrutando de un entorno hermoso y real. De este modo se van formando y consolidando sinapsis y redes neuronales básicas que usará toda su vida, y sobre las cuales se asentarán nuevos aprendizajes. De ahí la relevancia de cuidar estas edades tan impresionables y frágiles... en las que se ponen las bases para el futuro de esa persona, y de las relaciones que "teja" con su libertad y buen hacer.






2) Conversar es tratarse, es "descubrirse" como personas     

El trato hace que surja el afecto y el cariñoPara conectar con los demás hace falta conversar, tratarse, convivir. Poner en juego la afectividad, que construye relaciones: te lo cuento en ese post. 

 



Conversar es crear una relación genuinamente personal: de persona a persona, de corazón a corazón. 

A la hora de conversar, pensar qué queremos comunicar. Transmitir a quienes queremos algo de nuestra persona, aspectos concretos, también de la afectividad. Para conocerse y conectar, aprender a pensar y a transmitir cómo somos por dentro, cómo nos sentimos, qué cosas nos afectan, ilusiones y motivaciones, qué necesidades afectivas... Muy especialmente en la relación en pareja, que debemos construir día a día como algo vivo, de la que se despliegan todas las demás relaciones.

Sin quedarse en la superficie de las cosasProfundizar motivos, ver los porqués donde se sustentan. Usar el pensamiento profundo. Pasar de las anécdotas, a las ideas que les dan vida, y de las ideas a los hechos concretos en que se encarnan... Practicar "la respiración de la inteligencia". 

Todo esto ayuda a la introspección, a "estar" con uno mismo, a descubrir pensamientos, ideas y convicciones, quizá algo ocultas, y a conocerse. De ese modo poder apuntar a metas atractivas y nobles que nos ilusionen a cada uno, partiendo de las propias cualidades personales, únicas, que se nos han regalado.


La persona posee un espacio íntimo, con silencio interior, donde está en su propia “casa”, donde se “posee” en el origen, como apunta la gran filósofa y pedagoga Jutta Burggraf. Recuperemos esos espacios íntimos.


Ahí puede ser libre, pensar por cuenta propia, ser ella misma. No condicionada por los demás. Somos mucho más que lo que se pueda apreciar en el exterior.


 

           Lo exterior nos atrapa, pero lo interior nos construye y mejora,

                                                y da libertad.



Por eso, qué necesario es reflexionar, hacer "islas de silencio" en nuestro interior para pensar y conocerse. En ese espacio secreto se forjan las ideas y convicciones que dan forma a la personalidad, y a la vida interior. Y se piensa el proyecto de la propia mejora desde lo más singular y especial de cada uno. Ser a fondo quienes somos para ver hacia dónde apuntar para mejorar.


También silencio para pensar cómo actuar, cómo responder e interactuar con los demás. Ver si es bueno dejar llevarse de unas emociones, porque nos lleven a expresar el cariño, a construir relaciones, o uno debe filtrar mediante el pensamiento, y controlar con voluntad entrenada, porque se "desbocan"..., o no es el ámbito o el momento apropiado para expresarlas.




Ser capaces de tener paz y calma, pensar por cuenta propia, y enseñar a los hijos a hacerlo. También con el arte de las buenas preguntasque estimulan el pensamiento y la creatividad, y la comunicación con ellos a través de esas conversaciones entrañables que siempre les están educando.

Que aprendan a captar lo importante de las cosas, a saber lo que está bien o mal desde muy pequeños, a reflexionar y buscar lo correcto, lo que es bello, porque se lo "acercamos" con nuestro cariño y vida íntegra y coherente. Sin tener que recurrir a recompensas... Y siempre con pensamiento y espíritu crítico según su edad.


En familia, mediante las conversaciones y la resonancia con los padres, cada hijo se siente querido, y les formamos y damos criterios que le servirán para toda su vida. Y conectamos con ellos.





La buena convivencia precisa espacios de calma y silencio para que fluyan conversaciones, donde cada persona es importante, y donde se aprende a reflexionar, a ver las necesidades de los demás a la luz del cariño y la confianza.

Además, mediante esas conversaciones se crea ese ambiente familiar, ese "factor invisible" que une y conforta, donde sentirse a gusto, donde hay alegría, libertad y confianza, y los hijos aprenden todo por inmersión. Te lo cuento en el post "crear ambiente de familia".



* Hacer ambiente

Por otro lado, apelando a su corazón, es bueno enseñar pronto a los hijos a poner cariño en cada detalle, en cada conversación, en cada encargo, que a ellos les entusiasman, con cada persona. Es la forma de hacer de las pequeñas acciones hábitos y virtudes, pensando en los demás, y disfrutando cada vez más. Ya lo decía Aristóteles. Así van conformando y aportando fuerza a su voluntad. Lo cual les posibilitará llevar "las riendas" y acometer retos. 

Es decir, dar confianza y poner alas a su creciente libertad... Y oportunidades para entrenarse en mil cosas: hacer algo que cuesta, en valorar el esfuerzo, postponer recompensas, fortalecer esa voluntad con pequeños objetivos, pues aporta nuevas capacidades, pensando siempre en los demás. Aquí se aprende a querer de veras a las otras personas, porque el cariño pone "alas" para volar alto.        





En estas conversaciones es importante resaltar lo bueno y positivo de los otros. No quedarse atrapados en pequeñas faltas y descontentos... que saltan a la vista y todos tenemos, o en lo que nos disgusta personalmente por nuestra forma de ser. Te lo cuento en resaltar lo bueno de los demás.


Seducir con la belleza de vivir unos valores humanos nobles: ser comprensivo,  alegre y empático, trabajador, ordenado, responsable, generoso... Así como resaltar lo valioso de ayudar a los demás y la alegría que conlleva. Y todo esto se reflejará también en las conversaciones y anécdotas familiares que contamos con frecuencia, por ejemplo en tertulias animadas.


Descubrir la belleza de los gestos y atenciones de cariño en la convivencia: son "el pulso del amor"... De ese modo, como dijera aquel Profesor, nos descubrimos como personas, y también descubrimos a los demás en sus mejores actuaciones. Nos quedamos con lo mejor de cada uno, que es el modo de conocerlos a fondo, en su propia singularidad. 

Conocerse y conocer a los demás en las mejores actuaciones... Porque, en lo bueno hay que poner intencionalidad y esfuerzo, y las propias cualidades cultivadas. Lo más mediocre sale "solo" con dejarse llevar de la horizontal.      .

Es más, la persona se torna comprensiva y acogedora cuando hace suyas convicciones nobles, y da apoyo a quien se acerca a ella... señala Jutta Burggraf.





Se trata de lograr un ambiente alegre, optimista, con una comunicación empática y entrañabley una grata convivencia al tener en cuenta a los otros, al compartir vivencias, ilusiones, trabajo en equipo, detalles y atenciones concretas, hasta preocupaciones, que de ese modo se aligeran

Aprender a ceder, a ser flexible, a confiar, a mostrar cariño. Y se puede llegar al fondo del alma de las personas queridas, descubriendo la dicha de caminar juntos hacia una meta entusiasmante, que anhelamos, más allá de las fronteras del tiempo. 



La afectividad es muy rica, pues apela al corazón, y aumenta la capacidad de amar de la persona: hace sentir la dicha de hacer felices a los demás.






* Conversar: el acto más humano

Para ello es tan importante saber escuchar de veras lo que el otro quiere decir, para que se sienta acogido. Con calma, sin prisas. Dejar espacios de silencio para que se pueda abrir.

Sherry Turkle, profesora del MIT, Instituto Tecnológico de Massachusetts, en su libro "En defensa de la conversación", apunta: "La conversación cara a cara es el acto más humano, y más humanizador, que podemos realizar". Sobre esta idea podemos profundizar un poco.


Cito de su libro:

"Cuando estamos plenamente presentes ante otro, aprendemos a escuchar. Es así como desarrollamos la capacidad de sentir empatía; este es el modo de experimentar el gozo de ser escuchados, de ser comprendidos. 

Además, la conversación impulsa la introspección, esa conversación con nosotros mismos que constituye la piedra angular de nuestro desarrollo temprano y que continúa durante toda nuestra vida."



Sin embargo, el uso tan frecuente de pantallas dificulta el pensamiento reposado, el sentir con el otro, el estar y conversar con calma, escuchando. Nos "roban" la atención y la sacan del ámbito real en el que uno está, a veces casi sin darnos cuenta..., a "golpes" de gratificaciones instantáneas de las que no somos muy conscientes.

Y acabamos como distraídos, sin capacidad de centrarnos, o de pensar o leer en profundidad... Y menos de comprender o aprender algo nuevo. Un tanto "anestesiados" por tanto bombardeo de información de todo tipo. Infoxicados literalmente... Con necesidad quizá de buscar nuevas sensaciones que nos hagan "sentir bien"... Sin ilusiones o proyectos concretos que seamos capaces de acometer, como atrapados y enganchados en estímulos que "secuestran" la mente..., y las energías. Porque, con esa intención han sido diseñadas, y hay muchos intereses por medio.


La empatía y delicadeza, como decía, se aprende desde pequeños en la convivencia familiar, en las miradas, sonrisas y conversaciones con quienes nos quieren y queremos. Donde uno se siente importante y querido.

Esa empatía, junto con toda la afectividad, ayudan en la capacidad de amar, tan relevante en el ser humano. Lo cual implica felicidad, pues ésta depende, como señala T. Melendo, directamente de esa capacidad de amar de la persona. 

Quien ama de veras es muy feliz, aunque al principio cueste, pero quien se mira sólo a sí mismo acaba frustrado y desengañado, vacío... Y generalmente solo. Mirando pantallas.


Otra cita genial de S. Turkle de ese libro suyo: 

"En el trabajo, el amor y la amistad, las relaciones dependen de escuchar aquello que puede parecer aburrido, pero que es importante para otro". 

De este modo, "en las conversaciones familiares, los niños aprenden que lo más importante no es compartir información, sino nutrir la propia relación". 


Esa es la clave: ¡nutrir esa relación personal!


Por tanto, la conversación en familia o con amigos es el principal medio para conectar con los seres queridos, y para educar y formar a los hijos, y la presencia tan frecuente de pantallas y teléfonos "inteligentes" dificulta la conversación, corta el propio pensamiento, y cualquier acercamiento... Nos distrae y dispersa la mente de lo más relevante que tenemos entre manos, que son las personas cercanas, a quienes debemos mostrar ese cariño y atención de forma exquisita.





Porque, como comentaba, nuestra mente se desarrolla, y funciona en condiciones óptimas, con las buenas relaciones personales: uno se siente valorado y estimado, secretándose las sustancias mensajeras neuroplásticas del bienestar, que nutren el cerebro. Te lo explico en otros artículos.

Cuidemos esas relaciones, especialmente en familia, y con los hijos, que lo están aprendiendo todo en las vivencias cotidianas, -no en un manual de internet-, gracias a nuestro cariño de padres. Y en el encuentro con las demás personas queridas.






Para acabar, una cita de G.K. Chesterton en Ortodoxia que plasma muy bien lo más humano de la persona:

"El hombre es mas él mismo,
el hombre es mas humano,
cuando la alegría es lo fundamental en él
y la aflicción es superficial.”



Dejamos el encuentro personal y las tecnologías para otra entrada...



Espero que te haya gustado, y lo puedes compartir con amigos. ¡¡Muchas gracias!!



                                                                      Mª José Calvo
                                                                      @Mariajoseopt
                                                            optimistas educando y amando




Pongo algunos enlaces relacionados:







 



                                                    




  

  

      
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