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sábado, 20 de diciembre de 2014

EL BELÉN QUE PUSO DIOS...

                                        

                                        EL BELÉN QUE PUSO DIOS...

                         

Ya queda menos para la Navidad. Lo propio de esta espera es ir montando el Belén. Podemos aprovechar su fuerza para estar pendientes de los demás para mejorar las relaciones familiares. Es un tiempo especial dedicado a ello, para pensar en los otros y alegrarles la vida, para tener detalles de cariño con todos. No hace falta gastar mucho, sino poner ilusión, sorprender con imaginación y cariño sobe todo con los que más queremos. También con los que carecen de lo necesario, con los que sufren...

                  
Pensar que siempre estamos formando a nuestros hijos: nos están mirando todo el día. Vamos dejando una huella y marcando la senda por donde ellos podrán caminar… Podemos enseñarles algo trascendente y valioso que no pasa con las modas ni con los tiempos, y que siempre recordarán. Y pasará de generación en generación.



          
Podemos  aprender de ellos a ver las cosas con mirada nueva, sabiendo sorprendernos de lo importante, de lo bello. 

Intentar poner el Belén entre toda la familia es algo divertido, estimulante, enriquecedor y creativo, que suscita ilusión. Hace falta traer unas piedrecitas, un poco de hierba, unas ramas, unas hojas secas, pajas, corteza de árbol, o lo que se te ocurra. Y unas figuritas. O hacerlas de plastilina, de arcilla, de lanas, de cartón… Podemos recortar estrellas de cartulina, o de papel charol, ríos de plata, caminitos con serrín o arena… Así pasar un rato entrañable y divertido haciendo algo muy importante.






                          
Cuando ya esté montado se puede hacer un “juego” con los hijos: transformarnos en un personaje de aquella época. Escondernos en el Portal, ir con los pastores a ver al Niño, llevarle un queso, un tarro de miel, algo de ropita, o cantarle una canción. Imaginarnos que podemos estar con la Virgen, o que hablamos con San José…, que les traemos leña. ¿Qué les diríamos?

                   
Con nuestra inteligencia, creatividad, e imaginación, podemos traspasar los límites del tiempo y del espacio y crear nuestra propia historia. Cada uno la nuestra, o ir toda la familia visitar al Niño y cantarle. Podemos hablar con él, contarle nuestras preocupaciones y alegrías, darle gracias por hacerse uno de nosotros, tan chiquito y entrañable..., tan indefenso, que es tan fácil quererle. Inspira ternura. Recuerdo el cuento de Bartolo, de nuestra familia, que te cuento en otro post, para contar a los pequeños...

                   
Pensar cómo se tratarían María y José, con qué cariño, con cuantos detalles y atenciones aunque no tuvieran nada material... Pero sí un espíritu alegre y entregado, generoso, animante. Con cuánto amor cuidarían al Hijo de Dios hecho niño… Le prepararían una cuna confortable, calentita, le besarían, le mirarían, le sonreirían, le cantarían y le bailarían, se lo comerían a besos y ¡no saldrían de su asombro…!



                    
Por un lado, podemos hablar con ellos. En la imaginación, en la realidad, ¿qué diferencia hay? Para Dios todo es posible. Porque el Belén es como una “app" que enseña a rezar con solo mirarlo. Es como una "máquina especial" que nos transporta a otro mundo... y ayuda a imaginarnos en el Portal con la Sagrada Familia.

Aprendemos de ellos un sinfín de cosas: a valorar lo importante, a no ser caprichosos, a pensar en los demás, a disfrutar de la alegría del Recién Nacido... y agradecer tanto.



        
Jugar con nuestros hijos a esconderse en el Belén, que tanto les gusta, y hablar con esos personajes. También por vía afectiva, que es como mejor lo entienden, enseñarles a querer al Niño, a ser sus amigos, a pedirle cosas, a darle las gracias, a echarle piropos, a cantarle..., ¡a ser amigos de verdad!


                  
Por otro lado, allí tenemos hecho hombre al mismo Dios. Toda la grandeza hecha algo tan pequeño, un Niño indefenso y entrañable, arropado en un pesebre. Toda la belleza y esplendor que nos podamos imaginar son poco.

             
Nos puede servir de modelo, y de espejo, para mejorar cada uno como persona, para intentar parecernos a Él, para aprender a amar, a ser buenos esposos. Y buenos modelos y referentes para nuestros hijos. También podemos pedirle su ayuda; y a su Madre la Virgen, y a su padre San José. 







                    
También es el título de un fantástico libro: “El belén que puso Dios”, de Enrique Monasterio, de Editorial Palabra. ¡Precioso! Comienza con la creación y narra la historia de los personajes del Belén en primera persona. La bonita historia de María la cuenta el Arcángel san Gabriel..., y la estrella de Belén...





                    
Además podemos poner en valor la familia y disfrutar de la alegría inmensa de estar juntos en esos días tan entrañables.



                      
                      Os deseamos con todo cariño… ¡¡FELIZ NAVIDAD!! 😍

                 
                       Aquí os dejo un Niño con una historia familiar especial.








                                                                          
          Espero que te haya gustado, y lo puedes compartir. ¡Muchas gracias!



                                                                                  Mª José Calvo
                                                                             optimistas educando
                                                                                 @Mariajoseopt



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miércoles, 17 de diciembre de 2014

DESCUBRIR A LOS DEMÁS EN SUS MEJORES ACTUACIONES


        
      
         DESCUBRIR A LOS DEMÁS... ¡EN SUS MEJORES ACTUACIONES!


 ¡Qué gratificante y eficaz es 
 descubrir lo bueno de los demás...! 





           Cuando las personas sufren, sobre todo en su infancia, se forjan unas capas protectoras para no volver a sufrir, y tener mayor seguridad. Prefieren no poner el corazón en otras personas, o en otras situaciones, para no sufrir. Pero de esta manera es como si se quedasen atrapadas en el pasado y no pudieran liberarse de esas acciones y sus consecuencias. 


             Y de esa forma no se puede vivir feliz. Hay que procurar liberarse del sufrimiento acumulado... Tenemos el poder de quedarnos con lo mejor que vivimos, perdonar, imaginarlo de otra forma poniendo un punto y final a esas acciones. Así liberamos al otro de su culpa, y de las consecuencias de sus acciones, y nos liberamos a nosotros mismos de esas ataduras, malentendidos, y heridas que nos han causado, rencores... ¡de ese sufrimiento…!




              A la luz del cariño que nos brindan los demás, podemos perdonar y sanar heridas. Dejarse querer, y poner el corazón en las personas queridas, que tenemos cerca, aunque a veces nos hagan sufrir. Merece la pena el esfuerzo en amar más y mejor. De esta forma vamos dando pequeños pasos, y se madura luchando por ser mejores personas. ¡Más plenas!, y por tanto más felices.





              Es lo que le sucede a la “Señorita Travers" en el film de Disney, “Al encuentro de Mr. Banks”. Ella es la protagonista de la historia. 

             Comienza en el pasado, con la vida de familia junto a sus padres. Viven en Australia. Ella tiene una relación especial con su padre, porque tiene mucha imaginación y es muy creativo, y le transmite ilusión y fantasía… Entre ellos hay una empatía que les hace compartir un mundo fantástico e ideal. Ella quiere ser como su padre. Pero estaba un poco enfermo…


            Luego pasa al momento actual, en Los Angeles, en el que Walt Disney intenta conseguir los derechos de autor, para adaptar al cine el libro de P. L. Travers: "Mary Poppins".



             Lleva persiguiéndola 20 años, tras una promesa hecha a sus hijas. Pero todavía le va a costar… Ella se muestra inflexible y poco receptiva para ceder su obra. ¡Son "su familia"! Y está atada al pasado. Además, resulta un poco huraña, antipática, conflictiva... y pone miles de condiciones para acceder a su obra. Unas, más razonables y otras, muy absurdas aparentemente.


             En su estancia en Los Angeles, le acerca a las instalaciones de Disney un chofer, por encargo del “Señor Disney”, como ella le llama. Con él entabla una incipiente relación de amistad, que le enseña a ver lo positivo de la vida: el sol, los paseos, el pensar en los demás… Él le cuenta que tiene una hija minusválida, que no puede andar…




            Comienzan los ensayos con el guionista y los hermanos Sherman, que ponen la música y letra. Aunque ella es la que quiere dictar el guión, ¡y no le gusta en absoluto que sea un musical...! Intentan adaptar su historia de Mary Poppins. Parece que ella accede con unas condiciones innumerables. No le gusta el rojo, no quiere ver peras, no soporta los dibujos de animación…

          Parece que va bien la cosa, hasta que se percata que los pingüinos son dibujos, y, siguiendo su línea, se enfada. Llama tramposo y embaucador al Señor Disney y corta con ellos. 


       Se va a su casa en Inglaterra, confirmando que era inapropiado y estúpido pensar que la podrían satisfacer. Que podría resultar...


            Se despide de su chofer. Le dice que es el único estadounidense que le ha caído bien. Le da una notita sobre algunas personas con dificultades que han logrado tener éxito en la vida, a pesar de ellas. Le dice: “¡tu hija podrá hacer todo lo que hagan los demás...!” Él le mira con cara de sorpresa. Se ve que ya va pensando algo más en los demás, no solo en ella misma.



           Llega a su casa en Inglaterra. Pero ¡oh! sorpresa, que el Señor Disney toma otro avión y se presenta allí. Le pide un té inglés, y habla con ella para hacerla pensar. “Todos tenemos algún recuerdo que nos duele…”


          Le cuenta aspectos algo negativos de su infancia. Del trabajo que tuvo que hacer para su padre, siendo niño, repartiendo periódicos con su hermano… Y que estaba cansado de verlo de esa forma. Le interpela diciendo: “¿No está usted cansada también de verlo así, Srta. Travers?”


         Tiene que liberar esos miedos, odios, culpas… Hay que poner el énfasis en lo bueno. “La vida es demasiado corta como para no perdonar…” Le enseña a ver lo mejor de los demás, y a pasar por alto pequeños defectos que el sufrimiento agranda.








        Es preciso conocer a los demás en sus mejores actuaciones. Quedarnos con lo mejor de ellos. Ver sus cualidades únicas resplandeciendo, y sus talentos al servicio de los demás, para poder tener una actitud de esperanza y optimismo, ¡de agradecimiento! Y perdonar lo que sea preciso. Todos somos más vulnerables de lo que pueda parecer…, y a veces necesitamos más cariño de lo que merecemos.


         Entonces, la Srta. Travers exclama: “¡No tengo que perdonar a mi padre!, ¡era una persona maravillosa!” Pero Walt le contesta que, a quien tiene que perdonar es a Helen Goff, ¡a ella misma! Su tía, Mary Poppins, fue para ayudar a su padre, no a las niñas… 



      El perdón permite poner un punto y final a esas acciones menos honorables, y a sus consecuencias. Nos libera de las ataduras del pasado, y liberamos al otro de ellas. Es la única acción que no reacciona. Así, permitimos un nuevo comienzo, y esperamos lo mejor del otro, de los otros, les creemos capaces de algo grande, viendo todo lo bueno…






         Walt le explica que los narradores de historias tienen el poder de cambiar la historia. Aunque no siempre en la vida real, sí en la imaginación. “Podemos contarlas de la mejor forma, para infundir esperanza, una y otra vez... a las nuevas generaciones, no solo a los niños.”

             Con la imaginación podemos remodelar las historias, perdonar, permitir un nuevo comienzo. Para así alegrar a los demás, para animarles, para dar optimismo y esperanza.


           Quedarnos con lo mejor que hicieron,
       porque es la forma en que mejor se les conoce



             Lo bueno requiere poner inteligencia, imaginación, intención, esfuerzo, lucha…, y deja la huella de su autor. Las acciones menos honorables salen solas con dejarse llevar. 


               Al final de la conversación, o más bien del monólogo, Walt le sugiere: “Déjeme a su Mary Poppins, y no le defraudaré! Verá cómo se convierte en algo maravilloso, espectacular… 

          "Mr. Banks será honrado, será redimido, y todo lo que representa se salvará. Cada persona que entre en un cine querrá a Mr. Banks y a sus hijos. Y cuando pierda el empleo, se retorcerá las manos… Pero cuando vuele la cometa…, ¡oh! cuando vuele la cometa… ¡disfrutará y cantará!" Y le dedica una mirada entusiasmada y una gran sonrisa.





             La ventaja de ver lo mejor de los demás, y de tratarles un poquito mejor de lo que son en ese momento, como señalara Goethe, es que les estimula a ser mejores, a cultivar su mejor personalidad, ¡a mejorar! 


            Llega el día del estreno, después de trabajar mucho tiempo. Ella decide ir, a pesar de que no la han invitado… Su chofer intuye que estará, y va a prestarle su servicio y a saludarla. Ella se alegra mucho: reconoce a un amigo, ve cariño. 

           Luego se queda sola y parece que se siente algo paralizada, pero aparece el ratón Mikey para llevarla de la mano. Los hermanos Sherman, que tantas veces la han animado con sus canciones, se sientan a ambos lados de ella. Detrás está Walt y su esposa, con sus muchas atenciones. Y es el que la tranquiliza en un momento en el que está muy impresionada, y emocionada…, al ver la grandiosidad de su historia, el nuevo toque que le han dado, y el cariño que han puesto al llevarla a la gran pantalla.


              Con el tiempo, aprende a dejarse querer por todos. Ha contactado con las personas adecuadas que le han escuchado, comprendido, conocido, querido…, a pesar de los pesares, desde un ensayo en el que les dijo muy afectada: ¡Mr. Banks no es cruel!, ¡no, no lo hagan...! Y rápidamente la comprendieron, y cambiaron unas escenas.




                Además, la conversación con Walt le hace reflexionar. Le hace liberarse del pasado, del sufrimiento y del miedo, perdonando. Le hace dar un paso en la vida y le permite madurar, mirar de frente.

               A la luz del cariño se deja querer y se "derriten" todas esas capas protectoras que se había forjado, como si fueran de cera. Mejora, madura, se vuelve más amable, más confiada y alegre, más optimista y generosa, menos egocéntrica y maníaca, menos cascarrabias…



             En el fondo es lo que nos pasa cuando nos sentimos queridos. Más en  familia, donde el amor es lo que da vida y nos hace mejorar. Es como el “horno” donde se cuece la mejor personalidad de cada uno: su mejor versión de sí mismo. 


           Todos necesitamos que crean en nosotros, que confíen, que nos traten de esa forma para poder dar lo mejor que somos y llevamos en nuestro interior.







      Espero que te haya gustado el post, y lo puedes compartir con amigos. 



       Pongo aquí un corte de esta gran película de Walt Disney Pictures...

(https://youtu.be/UjFHLBoPWog)







                                                                                Mª José Calvo
                                                                               @Mariajoseopt
                                                                   optimistaseducando.blogspot.com



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martes, 25 de noviembre de 2014

EL SECRETO DE LA EDUCACIÓN...

                               

                                
                            EL "SECRETO" DE LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS


Los padres queremos ayudar a crecer a nuestros hijos en un ambiente de cariño y confianza, para que puedan construirse como las personas singulares que son. Con sus características específicas y talentos. Y darles alas para volar... Sacar a la luz su belleza y potencial, encaminarles a lo que están llamados a ser. 

Mediante esas tertulias y conversaciones distendidas de persona a persona, se crea un ambiente atractivo y confiado, con libertad personal, donde es más fácil educar a los hijos. Es el modo de que la familia esté bien unida, forme "una piña", y pueda ser optimista y alegre. Y en ese ambiente de alegría y libertad, con un corazón grande, apuntar a lo mejor de cada uno.

Para ello es vital descubrir sus cualidades y talentos, lo que hacen muy bien..., sus anhelos más profundos, para así ayudarles a fomentar en ese sentido. 

      
También es importante ser buenos referentes, seducir con la belleza de unos valores humanos nobles, basados en principios, que intentamos hacer vida. Y ellos tratarán de imitar.





Valorando mucho la libertad personal, puesto que es uno de los mayores dones que hemos recibido, y la facultad que nos permite construirnos como personas. La libertad es la facultad raíz que tenemos, que posibilita pensar y actuar de ese modo tan personal. Dirigirnos hacia lo que estamos llamados a ser cada uno...

         
Los padres debemos ayudar a fomentar la libertad de cada hijo, para que sepa conducirse por él mismo. Sin libertad no se puede amar

Y esa libertad debe ser una libertad responsable. Son las dos caras de la misma moneda. Tienen que ir entrenándose en pequeñas cosas. Como señalara el profesor Oliveros F. Otero, la responsabilidad es "la maduración de la libertad". Se trata de ir dando la libertad que creamos que puede asumir según edad y capacidades. La persona responde con sus propias decisiones y acciones... Conforme van creciendo tienen que asumir consecuencias de sus acciones, y la responsabilidad en sus decisiones... Incluso, aunque falle, podrá rectificar, como nos sucede a todos. Y esa libertad posibilita que pueda querer a los demás: de ahí su importancia.

          
Por tanto, es necesario que desde bien pequeños aprendan a pensar y a decidir. Entrenarse en pensar antes de actuar: cómo responder, cómo comportarse, y en las consecuencias y repercusiones de sus acciones, sobre todo en los demás. Lo trato en el post "respuestas emocionales".


Qué importante es pensar en los otros, poniendo el corazón, en especial en la propia familia. Porque, como dijera el Principito, "solo se ve bien con el corazón..., lo importante es invisible a los ojos".

      
Los padres debemos poner nuestras fortalezas, ilusiones y habilidades en ayudar a nuestros hijos a lograr su mejor personalidad. En este sentido, los padres "son" para los hijos, pero, los hijos ¡no son para los padres...! Son un regalo que nos ha sido dado para que, a través de nuestro cariño, y de todas nuestras cualidades cultivadas, les ayudemos a ser las personas maravillosas que pueden llegar a ser. Estamos diseñados con anhelos de belleza y eternidad, ¿será que estamos predispuestos a algo grande...?

             


*Un norte... que nos ilumine a modo de "estrella polar"

          
Para su crecimiento como personas, podemos pensar cuál es su bien, lo mejor para ellos, para ayudarles a desarrollarlo, y aprender a transmitirlo en familia. Por ejemplo, qué tipo de personas queremos que sean nuestros hijos, o nosotros mismos, con qué cualidades, buenos amigos de sus amigos... para luchar en ello. Ver dónde ponemos "el norte", hacia donde nos queremos dirigir, para intentar vivirlo con empeño y coherencia personal en el día a día. Partiendo de las cualidades singulares de cada uno, que apuntan a su mejor versión.

           
Porque, no todas las luces que brillan merecen la pena, ni son nuestra meta concreta. Algunas brillan mucho, pero quizá se desvanecen pronto si no tienen un fundamento sólido. Y no nos llenan. 






         
Pensar qué valores permanentes son importantes, que no cambien con las modas ni los tiempos, para anclar en ellos nuestra vida. Ya vimos que los pequeños valores están relacionados con ese "trinomio" de los grandes "valores existenciales", que ya conocían los filósofos clásicos, con Aristóteles en vanguardia, que nos pueden servir de guía: la Belleza, la Verdad, la Bondad o el Amor. Son distintos aspectos que van estrechamente unidos. 

          
Cada uno de ellos comprende, por así decir, parte de los otros dos. Y se arrastran entre sí. Por ejemplo la verdad, que es la realidad objetiva de las cosas, y de las personas, a la que se accede a través del pensamiento y la razón, aunque también por vía de la belleza. Y la verdad apunta al bien, al amor, que es la mejor forma de esa realidad, la más plena. Y ambas rezuman belleza. 

            
La belleza es como el esplendor de la verdad y de la bondad, porque nos deslumbran y lo captamos también a través de la afectividad y los sentimientos. De ahí que Platón señalara que educar es "enseñar a amar la belleza…" 








* Cada persona

           
Con todo esto, tenemos una guía, un norte que nos puede orientar en la vida. Ahora miramos a la persona, a cada hijo que debemos ayudar a lograr su mejor personalidad. Para ello tenemos dos "vertientes" en las que ayudarle: su intimidad y formación personal, y su apertura a los demás. 

                
*La primera: su intimidad

Ayudarles a ser ellos mismos, a construirse como personas, a ser su mejor "yo". Descubrir su identidad, cultivar su intimidad y desarrollarse bien. Descubrir sus cualidades especiales para desarrollarlas... Y todo inmerso en un ambiente de cariño y libertad confiada, donde pueden luchar por dar lo mejor de sí porque se sienten muy queridos.

            
*La otra vertiente: la relación con los demás
 
Ayudarles a relacionarse, puesto que una persona es un ser relacional, "un ser de aportaciones”: se realiza dando, y sobre todo dando cariño. En especial en familia. La misión insustituible de los padres es enseñarles a querer de veras, sin sucedáneos. Pensando en los demás, antes que en sí mismo..., en ayudarles. Señala Tomás Melendo que, "la persona es tan grande que puede darse el lujo de "desatenderse" para atender a los demás". Hay que apuntar alto para movilizar energías, poniendo el corazón. Y así seremos felices.








         
Dejo a modo de índice tres apartados, por si quieres elegir:

1) Crecimiento personal (más amplio en otro post)

2) El secreto de la educación

3) El derecho de los hijos (más amplio en otro post)



1) CRECIMIENTO PERSONAL

            
Cada persona, para crecer y desarrollarse bien, necesita unos factores de crecimiento. Te lo cuento en el post "factores de crecimiento", pero dejo aquí algunas pinceladas.

            
1- Confianza

Posibilita que se desarrolle como persona. Sin ella no puede ser ella misma, ni dar lo mejor de sus posibilidades. Confiar es permitírselo.




               
2- Libertad

Si no se es libre, no se puede volar. Aunque el primer día no lo vamos a lanzar donde se puede hacer daño... Es un proceso gradual de autonomía y libertad, que conlleva ir aprendiendo a ser responsable.   
             
Para ello se van dando pequeños encargos, gestiones, colaboraciones, para luego ir confiando más en ellos, con mayor libertad, y otras responsabilidades mayores.

              
Es decir: a mayor confianza, mayor responsabilidad por parte de ellos. De alguna forma estimulamos su comportamiento responsable cuando los creemos capaces de algo grande. Y a mayor responsabilidad, mayor libertad para que puedan apostar por grandes retos e ideales nobles. Siempre esperar lo mejor de ellos y animarles a que vuelen alto.


             
3- Amor

El otro factor, imprescindible para crecer y madurar, es el amor recíproco de los padres, que se desborda eficaz hacia los hijos, y es el artífice de su crecimiento como personas.

              
La confianza y el cariño son como “el horno” donde se "cuece" su mejor personalidad. Le damos nuestro "calor" del bueno, y ese amor les ayuda a lograr lo mejor de ellos al sentirse de veras queridos. Les permite crecer como personas. Incluso, imaginándolos un poco mejor de lo que son en ese momento, para animarles a ello.


           


Y, ¿cómo conseguir esto? 

Fundamentalmente con nuestro ejemplo y cariño. Con la huella que vamos dejando con nuestro actuar: somos su modelo y referente continuamente, cansados o no, preocupados o no... Nos miran todo el día, y nos copiarán.

Si enlazamos estos factores de crecimiento, tenemos: 
una libertad confiada, 
inmersa en cariño, 
necesaria para aprender a querer 

 

Así, poner el corazón en lo que vale la pena, en quienes tenemos que amar.


 
2) EL SECRETO DE LA EDUCACIÓN

               
Lo que necesita un niño es ver a sus padres que se aman. El amor recíproco de los padres es como una hoguera que da su calor y su luz a todo el que se acerca a ella, en especial en familia. Es un desbordarse eficaz hacia los hijos. Y ese cariño es el artífice de su crecimiento y desarrollo personal.




                 
"El secreto" de la educación no es tanto las miles de ideas que podamos tener, los encargos, los planes de acción, enseñarles a estudiar, ayudarles a esforzarse, a entrenar la voluntad, que aprendan actividades, educar su corazón…, aunque también. Más bien, el cariño de los padres entre sí: que nos queramos de veras, y que ese amor se derrame y trascienda más allá de la propia pareja, hacia los hijos. Como señalara Tomás de Aquino, la misma causa que da origen a una realidad es la que le ayuda a desarrollarse con toda su potencialidad. Ellos necesitan nuestro cariño recíproco mucho más que cualquier otra cosa.

               
Por eso es vital luchar por conquistar un amor auténtico en pareja, un amor del bueno que alimente y dé su energía a todos, en especial a nuestros hijos. 
     
E incluirles en ese amor, acogerles, no provocarles una vida fría e independiente por nuestro actuar, por no tener tiempo para ellos, o, por no atenderles de la forma que necesitan: dándonos personalmente. Tiempo y cariño.


   El secreto de la educación está 
en una armonía sincera y alegre entre los padres,
 por el amor recíproco que se tienen
que se despliega hacia ellos,
y es su referente

 Hace buen ambiente, 
transmite belleza y calor de hogar
 a la familia entera



              
Es como decirles: ¡vale la pena esforzarse! ¡Es una aventura maravillosa!, ¡ánimo! Siempre os querremos y os apoyamos en vuestro navegar...


                
Esa armonía está anclada en un amor de la mejor textura: un amor desinteresado, incondicional, hacia el otro. Pone a la otra persona en el centro del corazón. Es más bien un dar con alegría, y no tanto un recibir egoísta... Ya decía Aristóteles que querer a alguien es procurar su bien, lo que le hace mejor persona. Para ello es preciso cambiar la perspectiva desde el yo hacia el tú del otro.

             
Requiere lucha por conquistar un amor de calidad. Mejorar cada día un poco, subir cada día un escalón. Concretar algún detalle hacia el otro cada día…, pensar en él, en ella, con frecuencia y hacérselo notar. Admirarle. Agradecerle todo. También con sentido del humor ante las dificultades, procurando que los pensamientos y sentimientos negativos no ahoguen los positivos.


                 
Hace falta soñar y apuntar alto, tener ideales nobles. Luego, saber agradecer lo que sale bien, poner un perdón cuando se falla, y volver a intentarlo. Así desbrozar "un sendero" claro por donde los hijos podrán marchar: dejar huellas con nuestro caminar para que tengan un buen referente en su vida. Marcamos una senda: la “senda de los exploradores”. Nos miran y nos imitan...

           
Si queremos hacer felices a nuestros hijos tenemos que hacerles partícipes de nuestro amor, que se sientan queridos, inmersos en él. Es la riqueza y la belleza del amor y de la familia.







                 
Por eso, cuando se tienen puntos de vista distintos o no se está de acuerdo, y ellos estén delante, una palabra, un guiño, una contraseña, y luego se habla o se "discute" si hace falta, pero sin que lo vean ni lo oigan… Para después acabar con un abrazo más entrañable que compense.

                
No hacerles sufrir, no quitarles esa seguridad de nuestro cariño. Que sepan que estamos unidos por un amor fuerte, a pesar de las diferencias. Si nos ven divididos sufren lo indecible, se "rompen" por dentro, y pierden la confianza en lo que se les dice. Se hacen inseguros y se les priva de lo más esencial para ellos y su buen desarrollo.



*Preparando la adolescencia

Cuando van creciendo sufren grandes cambios, su cerebro se reestructura, y van descubriendo su identidad. Necesitan nuestro apoyo de forma distinta. Te lo cuento en "8 ideas sobre adolescentes". Intentan llamar la atención, porque se sienten inseguros, y apenas se reconocen. Gritan con sus piercings, con sus modos de vestir, con la música estridente…, con su indiferencia y agresividad a veces.

Entonces necesitan un cariño de mayor calidad, un amor desinteresado, ¡incondicional!, donde solo cuenten ellos, y no esos detalles que no nos gustan, esas notas, ese desorden… Hace falta que les queramos por quienes son, no por lo que hacen. Quieren que les prestemos atención, aunque no les comprendamos de entrada. Nos reclaman.





             
Cuando se sienten de veras queridos y valorados, mejoran, con paciencia. Hay que confiar en ellos, ver más allá de su conducta de ese momento para estimularles a sacar lo mejor que llevan dentro. Una persona que se siente querida es capaz de darlo todo, y lograr lo mejor de sí.

                 
También debemos mostrarles lo que es el amor auténtico desde pequeños, y de forma gradual, porque tienen una imagen deformada con lo que puedan ver en películas, internet… Y sobre todo lo aprenden por la forma en cómo nos tratamos los padres, y por nuestra conducta coherente. Aunque no seamos perfectos, que vean que luchamos por mejorar, y sobre todo ¡que nos queremos! 


Porque, al final es el amor de los padres lo que ejerce una poderosa atracción sobre los hijos. Es ese cariño recíproco, y ese volcarse con ellos lo que evitará que sucumban ante actuaciones absurdas, quizá en la pandilla, que les destruyan como personas. 

En resumidas cuentas, es preciso aumentar la calidad del amor por ellos, atendiendo sus demandas razonables, escuchando con el corazón, leyendo en su mirada, considerándoles importantes..., abriéndoles el propio corazón, y apoyándonos en ellos en las distintas situaciones. 

Y siempre con sentido del humor en momentos tensos, cansancios, limitaciones, nerviosismos, fallos… Es lo que verán cuando "otras luces" se apaguen… 

               


3) ¿EL DERECHO DE LOS HIJOS?

         
Por tanto, podemos vislumbrar cuál es el principal "derecho" de nuestros hijos: tener un hogar atractivo, donde los padres se amen de veras. Dando lo mejor de cada uno y esperando lo mejor del otro, sin exigirlo. Teniendo en cuenta la gratuidad del amor y creando el clima apropiado para que la otra persona se sienta querida, valorada, admirada. De esa forma crecer juntos como personas, madurar, sin pretender que el otro sea perfecto...


             
Lo que realmente necesitan es nuestra unidad y nuestro cariño, para formar parte de él. Y nuestro pedir perdón cuando fallemos... Esto marcará una huella en su alma, y aprenderán a querer. Así se encaminarán hacia su plenitud personal, y como consecuencia serán más felices. Y nosotros también, a pesar del esfuerzo que supone, pero se hace gustoso por quienes queremos. ¡Vale la pena ayudarles en esa tarea de ser personas, de aprender a amar!

Lo desarrollo más en el post: "El "derecho" de los hijos", por si quieres leer.



Y aquí un corte de una película clásica, entrañable, con mucho sentido del humor: "Míos, tuyos y nuestros"... de la productora  Paramount Pictures, Columbia Pictures, Metro-Goldwyn-Mayer, de 2005, dirigida por Raja Gosnell, con Dennis Quaid y René Russo.






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                                                  Mª José Calvo
                                   optimistaseducando.blogspot.com
                                                  @Mariajoseop
                                                                                                                                                                                  


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