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domingo, 31 de mayo de 2015

SINERGIA EN PAREJA...

                                       


                              LOGRAR SINERGIA CRECIENTE EN PAREJA

El día del "sí quiero", nos comprometemos por amor, para amar a la persona elegida, todos los días de nuestra vida. Prometer es decir que uno estará siempre ahí para el otro, a pesar de las dificultades... Y así, se funda una familia única, ¡singularísima! Por eso, como alguien dijo, “la fidelidad a lo largo del tiempo es el nombre del amor”.




Desde ese momento, surge un nueva realidad: ya no somos solo un “yo” y un “tú”, sino un “nosotros”, un nuevo-ser-con-el-otro, que cobra vida. Con un entretejerse de ilusiones, proyectos, sentimientos y emociones, amistad, actividades compartidas…, y todo sumergido en cariño del bueno. Dos corazones en uno. 




La consecuencia de ese amor es ¡la familia!, que es la única institución, natural que tiene dos jefes o líderes al mismo nivel. La más amable de ellas, que ha pervivido a lo largo de la humanidad. 



       Por eso, su dirección y liderazgo es muy original, y cada uno aporta su forma de ver la realidad, de gestionarla, de dirigir, y de querer al otro. También de educar a los hijos... Porque somos diferentes y recíprocos: el hombre tiende a lo general, le gustan los ideales, quiere "arreglar" el mundo, y también posee más fortaleza. La mujer, en cambio, va más a lo concreto, le gustan los detalles, es más delicada y afectuosa…, le gustan los sentimientos, pensar en los demás, acogerles, pero también es fuerte y perseverante en otro sentido más hondo. 

        El hombre está diseñado para la mujer, y ella para el hombre. Y en su unión más profunda alcanzan su plenitud más personal. En esto consiste la reciprocidad y la sinergia.


Somos seres recíprocos: estamos diseñados el uno para el otro. Y por eso nos complementamos: cada uno aporta su forma de amar, de dirigir, o de educar…, y entre ambos se logra un efecto y eficacia mucho mayor, porque no solo se suman, sino que se potencian. Cada uno aporta al otro algo característico suyo, de lo cual el otro carece. Y así, se logra una sinergia positiva creciente, cada vez de mayor alcance.


Por tanto, es preciso ver las diferencias para valorarlas, hacer equipo, y crear sinergia con ellas. Aunque no nos gusten de entrada... Y no para menospreciar al otro, porque no tiene la misma visión que nosotros…, lo cual sería un poco lamentable. Porque, las diferencias son más específicas de cada uno, nos complementan y enriquecen, y nos pueden unir más. Y hacen sinergia.






De esta forma, la familia tiene dos “líderes”, que se complementan. Uno, por su forma de ser, se puede encargar más de poner de moda unos valores, centrados en principios universales, y el otro, generalmente la otra, de crear un ambiente de hogar cálido, donde cada persona es importante, y se siente de veras querida. También manejar tensiones, y poner delicadeza y ternura en las relaciones personales. 

      En cada familia habrá que hablarlo, y cada pareja se organiza como le parece mejor, pero hablando siempre, comentando, trabajando en equipo, valorando las diferencias para ponerlas al servicio del otro, de los otros, y lograr multiplicarlas.




Trabajar en equipo es formar “un solo equipo”, sobre todo ante los hijos. Porque muchas veces no estaremos de acuerdo: es imposible, dadas las diferencias de cada uno, pero hay que dedicar tiempo, esfuerzo, energía, e ilusión, para ponerse de acuerdo en lo esencial. Y tratar de vivirlo y transmitirlo a nuestros hijos, porque nos están mirando todo el día…, ¡y nos copiarán! Además, necesitan ver el cariño recíproco entre los padres, y un frente unido ante cualquier tema que les pidamos. Eso les da seguridad para crecer, para apuntar a lo mejor de ellos y afrontar la vida con optimismo.


Si en algún momento no sabemos cómo actuar, o qué contestarles, un “ya lo pensaremos”, nos da una buena salida. Y hablarlo los dos, hacer un frente único y unido… Muy especialmente cuando son adolescentes, porque lo necesitan mucho más claro, y nos ponen a prueba para ver en qué creemos de veras: nuestra coherencia.




1- El primero...

Pero, es bueno tener en mente que la primera persona a la que tenemos que cuidar, querer y mimar, es nuestra propia pareja. Porque a los hijos se les quiere sin más, por instinto maternal o paternal: llevan nuestra sangre. Pero el esposo o la esposa no. Es como cuidar "una planta delicada", salvando la distancia: hay que regarla, abonarla, que le dé la luz adecuada… Y por eso hay que esmerarse en cuidar la relación como pareja: es lo más importante, y nadie lo hará por nosotros. Si quieres querer mejor a tus hijos, ¡quiere primero a tu esposo, esposa!



       El anteponer los hijos al cariño mutuo pasa factura, puesto que ellos son el fruto, la consecuencia del amor, y no el origen de él.


Amar significa que el otro es lo primero en la cabeza y en el corazón, y hacer que así suceda. Saber priorizar, porque ¡obras son amores…! Y no estar pendientes de mirar los defectos del otro con lupa, ni echárselos en cara, ni mucho menos comentarlos con nadie… Saber comprender y excusar, para así amarlo como necesita cada uno ser amado. Es decir, viviendo en su corazón, siendo parte de él, porque ya no soy solo “yo”: me he comprometido a quererle… Somos dos en “un solo corazón”.






2- Los hijos...

Por eso, el “secreto de la educación” está en la armonía sincera de los padres, que nace del amor, de formar equipo los dos. Somos  “el núcleo” de la familia, de donde nace el amor y la armonía, para desbordarse eficaz hacia los hijos. Esa es la forma en que se sentirán muy queridos, lo cual es el motor de su formación y educación. Te lo cuento en otro post.


Y armonía es buscar la unidad en la diversidad. Saber unificar nuestros distintos puntos de vista, "saltar" de las pequeñas discrepancias, ponerlas entre paréntesis, para conseguir la “unidad” de mente y de corazón.
Si no sabemos ponernos de acuerdo, los hijos se decantarán por uno u otro, según lo que les “convenga”, y puede ser origen de trifulcas y desavenencias en la propia pareja. O, mucho peor, que crean que uno es “el bueno”, y el otro “el malo” de la película… 


Esto se puede evitar hablando antes, poniéndose de acuerdo en los puntos importantes o, cediendo algo en nuestra forma de verlo, para unificar criterios. Y siempre apoyar al otro delante de los hijos. Prestigiarse el uno al otro.




Por eso es tan importante la armonía entre los dos, porque de esa forma se desborda el cariño hacia los hijos, se sienten queridos, se desarrollan bien: logran lo mejor de ellos. Además les presentamos un buen modelo de amor, y luego tendrán mejores recursos para aprender a amar a la persona que elijan, para quererla todos los días de su vida.









           Dejo el artículo que elaboré para la revista #HacerFamilia









Espero que te haya gustado, que comentes y compartas con tu familia y amigos. ¡¡Muchas gracias!!



Dejo algunos enlaces relacionados con el tema:


La confianza    

* "¿Conciliar, o integrar?: si quieres ¡puedes!  





                                                                                                                                                                          
                                                                   Mª José Calvo
                                           Optimistas Educando y Amando 
                                           optimistaseducando.blogspot.com
                                                        @mariajoseopt    

                                                                 



URL:
https://optimistaseducando.blogspot.com/2015/05/sinergia-en-pareja.html

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