HOJA, DE NIGGLE
Seguimos con el universo de J.R.R. Tolkien. En entradas anteriores hemos visto un poco los avatares de su vida, su amor eterno por Edith, cuidado cada día, su trabajo y su familia, y unas pinceladas de "El Señor de los Anillos", atisbando lo que nos sugiere a cada uno... según nuestra experiencia y pensamiento, para animar a profundizar y disfrutar de su maravilloso legado lleno de belleza y esperanza, donde poder descansar.
Ahora este pequeño relato que nos acerca un poco a su persona, a su visión y su creación, a la naturaleza de su fantasía, a la obra de arte, y a su forma de trabajar ese gran Legendarium que "descubrió" para su querida Inglaterra, que ha pasado a los confines del mundo y tocado muchos corazones.
Una auténtica "subcreación"..., como él la llama, de mundos secundarios verosímiles y deseables. Sin embargo, tenía la impresión de no inventar nada, sino que era algo que ya estaba ahí... que iba descubriendo y se desvelaba poco a poco partiendo de las palabras y su significado, de las historias que esconden, evocan, iluminan y despliegan, que revelan los infinitos matices de la realidad.
Mientras estaba escribiendo El Señor de los Anillos, que se extendió muchos años, doce en concreto, una mañana se levantó con un cuento en mente. Y lo llamó Hoja..., de Niggle. Lo escribiría "de un plumazo", algo muy raro en él.
Niggle es un pintor muy detallista que dedica mucho tiempo a pintar una hoja en el viento con todo detalle. Sin embargo, cuando iba avanzando se da cuenta de que hay más hojas, y luego una rama, y más ramas, y luego un árbol, y más tarde un gran paisaje con pájaros, sol y nubes, y al fondo unas Montañas... que no había imaginado ni llega a ver bien. Inconmensurable.
Lo dejo con sus palabras, del libro Árbol y Hoja.
HOJA, DE NIGGLE
"Niggle era de esa clase de pintores que hacen mejor las hojas que los árboles. Solía pasarse infinidad de tiempo con una sola hoja, intentando captar su forma, su brillo y los reflejos del rocío en sus bordes. Pero su afán era pintar un árbol completo, con todas las hojas de un mismo estilo y todas distintas.
Había un cuadro en especial que le preocupaba. Había comenzado como una hoja arrastrada por el viento y se había convertido en un árbol. Y el árbol creció, dando numerosas ramas y echando las más fantásticas raíces.
Se le acaba el tiempo y debe emprender un viaje... Además se da cuenta que ha desatendido otras cosas y le preocupa. Pero llega un momento en el que algo le permite pararse y repensar qué hacer con su vida. Ver qué es importante, pensar en sus vecinos, en el Sr. Parish y su esposa, que necesitan su ayuda, y cuál es el fin de su cuadro... y de ese don que tiene.
Ya no puede retroceder en el tiempo, pero lo que sí puede hacer es pensar "qué hacer con el tiempo que se le había dado"... Y su respuesta está en el presente. Como nos puede suceder a nosotros. Entonces un pensamiento le "salva": le gustaría ver a su vecino. Y quizá tendría que pintar una comarca donde ellos pudieran descansar y disfrutar... Se da cuenta de que el cuadro no es solo suyo..., sino también para otras personas... como "el jardín de Parish".
Además, el Profesor hacía diversas versiones de cada historia, y lo repensaba muchas veces hasta que escogía unas u otras. También porque era algo que cobraba vida en su imaginación y no dejaba de expandirse, a partir de las sonoras palabras que evocan historias y mundos míticos, como escribe en la metáfora del cuadro. O, cuando Bárbol, el Pastor de Árboles, el árbol "barbado", dice que llevaría mucho tiempo pronunciar su nombre, pues está vivo y siempre creciendo. Para él, el Universo está vivo, realmente vivo, y usa mucho una figura retórica que es la personificación, además de los adjetivos que colorean universos.
También por su coherencia de vida, por vivir eso que cuenta en sus historias, y viceversa, como el romance de Beren y Luthien, historia central en el Silmarillion, en la que plasma su propio amor por Edith. Te lo contaré en otro post. Y todo escrito desde el corazón y refrendado "con la sangre de su vida".
Había dedicado toda la vida a pintar "una hoja" en el viento, perfilando con detalle cada nervio, el contorno, los relieves... con paciencia y cariño como un buen jardinero. Pero se da cuenta de que su obra no es "todo". Que ese no es el sentido de su vida..., porque todo está destinado a pasar y desvanecerse. Ve que hay más cosas importantes que quizá ha descuidado. Y, en lo que respecta a él, el cuadro ya está "terminado"...
El arte es eterno: tiene ecos más allá de "los círculos de este mundo", conecta con los anhelos del corazón humano. Y ofrece descanso y consuelo para sus vecinos y todos sus lectores.
Debe partir, no puede terminar su mitología, pero, como cuenta en el Herrero de Wootton Mayor, entregaría "la estrella" de la inspiración a otros aprendices. En este otro "cuento", el último que escribe, muestra un poco el legado que quiere transmitir..., pues es consciente de que es un don, un "regalo" no merecido, pero asombroso. Aunque él se muestra sencillo, se siente poca cosa, e incapaz de pensar algo tan sublime y elevado; y dice: "ridículo" -pensar eso-. En este sentido también puedes leer algo en el post "los Puertos Grises".
La Tierra Media es como un espejo donde asomarse al infinito que entraña, que conecta con los anhelos del corazón. Ilumina y da ánimo y energía para descubrir y apostar por lo bello desde una mirada de asombro. Nos muestra una maravillosa mitología henchida de significado y sentido, descompuesta en mil matices "que van de mente en mente", como dice en Mitopoeia.
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Este relato de Hoja, de Niggle, junto con el Herrero de Wootton Mayor, que cuenta un poco su vida en metáforas, son un tanto alegóricos en Tolkien, si es que lo son... No le gustaba ese género literario porque recorta la imaginación del lector. Él prefería narrar historias, reales o inventadas, en las que cada lector se "asomara" como en un espejo, y viera lo que le sugiriera a él según su experiencia y pensamiento, y no tanto con un mensaje ya dado. Dejar libre al lector de su aplicabilidad personal. Esto te lo intento explicar en "el espejo de Galadriel".
Al final de su vida estaba repensando muchos detalles internos de su legendarium... Nos dice su hijo Christopher: “había quedado absorto en la especulación analítica sobre sus postulados subyacentes. Antes de preparar un nuevo y definitivo Silmarillion debía satisfacer los requisitos de un sistema coherente, teológico y metafísico, que ahora exigía una presentación más compleja debido a la suposición de elementos oscuros y conflictivos en sus raíces y tradición.”
Tarea ingente a la que su hijo se unió, porque lo llevaba muy "dentro", recopilando, seleccionando y editando muchas cosas más, iniciadas por su padre y muchas veces inconclusas... Y lo agradecemos infinito. Su "don" y su arte para el consuelo de muchos.
No quiero acabar sin recordar que en toda su obra siempre brilla la esperanza: algo que contagia y difunde, a pesar de las dificultades y problemas, de la muerte y las Guerras que le tocó vivir, que truncaron en parte su gran talento creador. Siempre esperanza aunque parezca que está a punto de desvanecerse: en ese momento sucede algo inesperado que lo cambia todo.