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miércoles, 28 de noviembre de 2018

¿QUÉ HACER CON EL SUFRIMIENTO...?




                                   ¿QUÉ HACER CON EL SUFRIMIENTO...?


       
Toca un post un poco profundo... Es algo que he repensado mucho, y aprovecho esta ocasión para compartirlo. Los que me conocéis sabéis muy bien el porqué... Sin embargo debemos ser optimistas: al final ¡¡siempre vence el amor!!


      
El dolor es un misterio. No lo entendemos. Nuestra naturaleza nos impulsa a evitarlo, sin embargo, siempre aparece de alguna forma: la vida conlleva sufrimiento. Y el amor a las personas queridas a veces también nos hace sufrir… Cuanto más amamos nos hacemos más vulnerablesnos exponemos a sufrir más por amor. 



     
No se puede evadir siempre el dolor por tantas situaciones que no controlamos. Entonces, ¿cómo afrontarlo para que no nos desanime o destruya…?



       
Hay veces que nos permite hacer un alto en el camino, reflexionar sobre lo importante de nuestra vida, y no tanto sobre lo inmediato que nos reclama la atención. Porque solemos llevar una vida demasiado activa, y con frecuencia no nos paramos a pensar en los porqués, ni a priorizar bien las cosas. De esta forma, ante un dolor inesperado, lo trivial cede paso a lo importante y nos pone en predisposición de pensar.


      
Un gran escritor, C.S. Lewis, reflexionaba mucho sobre este tema, porque en su infancia tuvo mucho dolor. Usaba una metáfora muy gráfica: decía que somos como “bloques de piedra” en los que el escultor” trata de sacar una obra maestra, una persona humana singular. Única. Los golpes del cincel, que tanto daño nos hacen, también permiten que seamos más perfectos, y nos ayudan a crecer y madurar.
                             

     
Tuvo una experiencia de sufrimiento inmenso cuando era niño. Sus padres murieron de cáncer, y eso le dejó una huella muy marcada. Ya mayor, conoció a Joy Gresham, una escritora americana, poetisa y muy perspicaz, y pronto se enamoró de ella. Al poco tiempo a ella le diagnostican un cáncer avanzado.


        
Queda muy bien reflejado en “Tierras de penumbra”, de Richard Attenborough, con Debra Winger y Anthony Hopkins como el profesor Lewis. 

         
Ella irrumpe en su vida como algo inesperado, a la vez que alegre y desafiante. Le cuestiona todo lo que él daba por sentado, y repetía en sus conferencias. Le hace repensar su vida y sus convicciones.

          
Se ve muy bien cómo Joy le enseña a amar. Le ayuda a que se deje querer, porque se había creado una “máscara" de protección debido al dolor de su infancia. Había optado por la “seguridad”, por guardar su corazón, y no tanto por el amor hacia otras personas. Había organizado su vida para que nadie le afectara, sumergido en una existencia cómoda en la Universidad y concentrado en sus libros.

      
      
Se hacen muy amigos, conversan en profundidad, y se casan, al principio un poco por conveniencia, para facilitarle los papeles de inmigración. 

        
Ante el diagnóstico duro e inesperado pasan mucho tiempo juntos, y al final se unen ante Dios y ante el mundo. Ella le va hablando de multitud cosas. También de su muerte. Le dice que no le quita felicidad, sino que lo hace más “real”. Le explica que el dolor que le produciría entonces forma parte de la felicidad de ese momento en el que estaban disfrutando de la campiña inglesa. Que ambas realidades están unidas: “¡ese era el trato!” 

El dolor no viene solo, también forma parte de los momentos felices... Nos duele porque amamos. El dolor habla del amor, remite a él.

      
Él la acompañaba, y no podía soportar ver sufrir de ese modo a alguien a quien quería tanto. Entonces eligió el sufrimiento, no la seguridad. Supo que merecía la pena amar, sin endurecer el corazón, a pesar de poder sufrir lo inimaginable, "los tormentos del infierno".


     
Al poco tiempo ella murió, y él, sufriente, se hacía más preguntas: ¿por qué el amor, cuando lo pierdes, duele tanto? Ya no tenía respuestas como antes, ya las ideas no servían. Solo quedaba la pregunta esencial del sentido de la vida. Sólo tenía vivencias. Y la experiencia ¡es una dura maestra!




      
Más tarde, pensando sobre ello escribe: “Nunca se encuentra uno precisamente con el Cáncer, o la Guerra, o la Infelicidad. Solamente se encuentra uno con cada hora o cada momento que llegan. Con toda clase de altibajos: cantidad de manchas feas en nuestros mejores ratos y de manchas bonitas en los peores. No abarcamos nunca el impacto total de lo que llamamos “la cosa en sí misma”. Pero es que nos equivocamos en llamarla así…


     
Es increíble cuánta felicidad y hasta cuánta diversión vivimos a veces juntos… Qué largo y tendido, qué serenamente, con cuanto provecho llegamos a hablar aquella última noche estrechamente unidos”.



    
Forman las “dos caras” del amor: de ese binomio del amor y del dolor. No se puede amar verdaderamente sin sufrir, pero por otra parte, el amor se hace más patente en el sufrimiento. 

       


Por eso se dice que el dolor es la “piedra de toque del amor”, donde se nota más claramente que se ama. Como decía un gran pedagogo y amigo, "el amor y el dolor se unen en las fronteras de la misericordia". Pero, hay que saber unir esas dos realidades para que ese dolor cobre sentido y no destruya. Y para que el amor nos dé su fuerza y energía, aportando sentido. 


    
Porque, como señalara Viktor Frankl, cuando se tiene un porqué se soporta cualquier cómo...



      
Acabo de releer algunos libros impresionantes y profundos de C. S. Lewis: "Los cuatro amores", precioso, que por supuesto recomiendo, "Cautivado por la alegría", y “El problema del dolor”. Anoto alguna idea maravillosa de éste último que me llama la atención y nos puede ayudar en momentos dolorosos y grises.


      
La primera es que Dios nos susurra en nuestros placeres, nos habla en nuestra conciencia, pero grita en nuestro dolor. El dolor es su megáfono para despertar a un mundo sordo.






       
Muchas veces, ante un dolor que nos llega es necesario cambiar el “chip” para que no nos afecte de un modo que nos hunda en la más profunda sima. En vez de ver todo lo negativo que conlleva, que salta a la vista, saber descubrir lo bueno que nos puede aportar, si sabemos mirar con una mirada profunda, serena y optimista, aunque real. 

    
En lugar de quejarnos y lamentarnos de sentirnos desdichados, aprovechar lo que nos brinda para mejorar como personas. Ver todo lo positivo que subyace tras su velo oscuro o deprimente…





      
Algo bueno, por ejemplo, es que estimula la compasión en las personas cercanas, y les ayuda a pensar en los demás. A descentrar pensamientos y sentimientos del poderoso “yo”, que siempre nos atrae con fuerza una y otra vez… a modo de imán, pero que no nos engrandece como personas. Así, nos hace empáticos, y hace el mundo más comprensivo y humano.



      
Ante el sufrimiento, también podemos buscar un sentido y acudir a Dios para pedirle ayuda. Y muchas veces nos sentimos confortados. La espiritualidad y la trascendencia es como una "hoguera" que nos da su luz y calor en todas las circunstancias, muy en especial en los momentos duros... 


        
Señala Lewis, Dios quiere que seamos capaces de amar y ser amados, y para ello en ocasiones nos da el "don" del sufrimiento.


         
Pero, con frecuencia, cuando cede ese dolor volvemos a nuestros “juguetes rotos”… 

      

      
De todos es conocido que las personas que han tenido dificultades y han sufrido en la vida suelen tener gran belleza interior. Aunque otras se vuelven más rebeldes… El quid está en cada uno: en cómo afronta ese dolor, y en qué sentido le da. 


       
Muchas veces, “el dolor quita el velo de las apariencias y coloca la bandera de la verdad en la fortaleza del alma rebelde.” Y la verdad nos hace más humildes, nos atenemos a la realidad, damos importancia a lo realmente importante y nos dejamos de trivialidades, egoísmos y caprichos tontos…




     
Acabo con una metáfora... Como el buen vino, las personas podemos mejorar con el tiempo, si ponemos empeño en dar lo mejor de cada uno, si nos preocupamos de los demás y ponemos cariño en las personas que tenemos cerca. Muy en especial en la propia familia. Más en especial si están sufriendo... Y un dolor inesperado que nos encontramos en el camino nos puede ayudar. ¡Habrá que aprovecharlo!


Dejo un corte de la película "Tierras de penumbra", preciosa, de Richard Attenborough, de la productora Savoy Pictures, Spelling Films, y Price Entertainement, por "decine21", espectacular.






     
Espero que te haya resultado útil. No estamos acostumbrados a tocar estos temas, pero viene bien pensar en ello de vez en cuando... Aprenderemos a valorar más lo que tenemos, a ayudar a cuantos sufren por muchas causas.


Dejo la segunda parte para otra entrada. Puedes comentar y compartir.



Con estos temas relacionados con la Semana Santa, recomiendo la película de "El hombre que hacía milagros", de animación, pero preciosa y entrañable, con música encantadora. 

Y para adolescentes y adultos también "La Pasión de Cristo" de Mel Gibson, protagonizada por Jim Caviezel. La película fue rodada en Italia. Posee una peculiaridad: está en latín, hebreo y arameo, con subtítulos, para recrear mejor la realidad. Fue candidata a tres premios Óscar, y ganó veintidós premios cinematográficos.

   

                                                                                 
                                                                                   Mª José Calvo
                                                                       optimistas educando y amando
                                
                                                                                   @Mariajoseopt



Algunos enlaces relacionados: 


Alegria-y-buen-humor (con ideas de Lewis)



El-sufrimiento-II (segunda parte)



 
            
 * 7-tips-para-cuidar-el-amor 
                                                                                



URL:
https://optimistaseducando.blogspot.com/2018/11/que-hacer-con-el-sufrimiento.html


domingo, 18 de noviembre de 2018

¿NIÑOS EN LO VIRTUAL?




                                          ¿NIÑOS EN EL MUNDO DIGITAL?


          
Este post lo escribo partiendo de unas entradas sobre desarrollo y tecnología, porque me parece esencial percatarnos de este tema teniendo bastante conocimiento de la biología y fisiología, y la maduración cerebral. Usar pantallas en niños pequeños no es intrascendente ni banal... Se puede alterar el proceso de formación y maduración cerebral, y por tanto el pensamiento y aprendizaje a todos los niveles, especialmente si no se tienen en cuenta estas claves. 





       
La tecnología es un medio para la vida, pero hemos tenido la ventaja de educarnos en un mundo analógico y así poder descubrir sus posibilidades, limitaciones y peligros. 

      
Nuestros hijos son "nativos digitales”, y si no los orientamos en el mundo virtual, ellos no podrán hacerlo. Por eso hace falta guiarles, también en las tecnologías.

       
Hace tiempo leí un artículo de Manfred Spitzercientífico y neuropsiquiatra, que me gustó especialmente, pues tiene mucho sentido y hace reflexionar sobre el uso de estos medios. Habla de la importancia del aprendizaje de cada persona, de la figura de los padres y del maestro para estructurar su conocimiento, de la capacidad del pensamiento... etc. Y del retraso de la maduración y del aprendizaje que pueden producir las pantallas. Por eso, es preciso usarlas de un modo adecuado, cuidando sobre todo a niños pequeños, y también preadolescentes y adolescentes. 

Permitir la curiosidad y el asombro, el entusiasmo por lo que le gusta, el silencio interior, cultivar la imaginación y la creatividad tan propia de la persona, no darles todo solucionado... Así es como se estimula y se aprenden las cosas.




        
La educación de una persona siempre será de tipo analógico. Hace falta aprender en familia lo importante de la vida, interactuar con las demás personas, mirar a los ojos, atender a los sentimientos, sentirse querido, saber sorprender, imaginar, ayudar... etc. La afectividad es como un filtro de la realidad, y es vital en ese aprender a amar a los que tenemos cerca.



       
Poner inteligencia emocional en las relaciones humanas. Y de esta forma, con cariño, y atendiendo a los intereses del niño, se puede enseñar algunas cosas más, cuando su cerebro está preparado y mínimamente estructurado. Por ejemplo, a hacer tareas de la casa, encargos que les gustan, leer y escribir, tomar notas y hacer esquemas, trabajar en clase con el profesor, estudiar... Los niños aprenden con la experiencia sensible, con las relaciones personales llenas de cariño. Las emociones tiene mucho que ver, en especial el cariño de la familia. 








1- ¿INTRODUCIR AL NIÑO EN EL MUNDO DIGITAL? 


Las "pantallas" están diseñadas para atrapar la atención sin apenas darnos cuenta. Hay una industria detrás de ello, y se ha invertido mucho estudiando el cómo. Por ejemplo, la necesidad que todos tenemos de sentirnos aceptados y valorados. 

El cerebro de los hijos es muy sensible a todos los estímulos, pues no está desarrollado ni madurado. Muchas veces las pantallas dificultan el buen desarrollo, y lo pueden retrasar o alterar si no se usan de forma saludable. Y ¡nunca! en los más pequeños. Cuanto más tarde mejor.

Además, ese tiempo no lo dedican a vivencias y aprendizaje en el mundo real, en el que se da precisamente el primer aprendizaje experiencial y más básico, y la relación con los demás, fuente de formación personal y afectividad: un componente eminentemente humano. En ellas el cerebro está a gusto, y secreta las sustancias neuroplásticas que lo revitalizan.



* Investigación y estudios

Se ha visto en un estudio con un número importante de niños, avalado por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, que el cerebro en edades tempranas es diferente cuando pasan tiempo frente a pantallas. Aumentan las zonas que procesan estímulos visuales, pero, disminuye la capacidad lógica y del lenguaje, de veras importante para todo, porque el uso de esa tecnología impide que se desarrolle adecuadamente.

Se pierden el contacto humano, enriquecedor de por sí, donde se aprende a interactuar, a captar sentimientos y sentirse a gusto, incluso necesario para la formación de propia personalidad y la identidad. Y para una sana autoestima.


Señala un neurocientífico, Michel Desmurget, que se ha observado que el tiempo que se pasa ante una pantalla por motivos recreativos retrasa la maduración anatómica y funcional del cerebro, dentro de diversas redes cognitivas relacionadas con el lenguaje y la atención. Por eso, apunta este autor, los nativos digitales son los primeros niños con un coeficiente intelectual por debajo de sus padres. Algo realmente preocupante...







Las capacidades humanas, tan propias de las personas, como la sonrisa, la comprensión, unas palabras de aliento, la creatividad y la imaginación, la memoria tan relacionada, el propio pensamiento, las relaciones personales y la amistad, ¡los sueños...!, con el uso prolongado de pantallas se van perdiendo.






   
La Academia de Pediatría hizo unas recomendaciones sobre este punto, dirigidas a los gobiernos, colegios... etc. Y se supone que los padres debemos ser mucho más cautos en ello. Hace falta repensarlo con calma, y ante la duda ser muy prudentes.

Por ejemplo, aconseja no usar tabletas nunca en niños menores de dos años. Tampoco televisión. Posteriormente lo ha ampliado más, con algunas actividades específicas, pero recomienda atrasarlo lo más posible

Esto es debido, según la American Academy of Pediatrics, healthychildren.org, a que el cerebro del bebé tarda al menos 18 meses en desarrollarse para comprender que los símbolos de la pantalla tienen un equivalente en el mundo real. Si se usan antes interfieren en el desarrollo del idioma, en la lectura y en la memoria a corto plazo. También se relaciona con problemas del sueño y atención. 

Así mismo hay estudios que indican riesgo en el desarrollo del pensamiento, la imaginación, la integración de emociones y su desarrollo psicomotor.


Lo que los niños pequeños más necesitan para aprender es la interacción con las personas que lo rodean. Necesitan tocar, experimentar, ver los rostros y oír las voces de quienes más quieren, dice el Dr. David L. Hill. Y entusiasmarse con lo que hacen en sus juegos...






Y luego, si se usan pantallas, con algunas condiciones respecto al tiempo, respetando la vida familiar, las comidas, y cuidando el sueño. Es preocupante el tiempo que los niños están delante de alguna pantalla. Por eso es vital el pensamiento y el control de los padres. Y ser coherentes. 

       
Está comprobado que las pantallas dificultan la interacción social, el saber mirar a los ojos y comprender, la empatía, el lenguaje gestual, el manejarse bien con los demás... etc. Esto ya se está notando en adolescentes, que les resulta más fácil interactuar en lo digital que en relaciones personales, donde se "cuece" de veras la felicidad de cada uno...





        
Algún dato más... 

Hasta los 6 años es importante dar prioridad al movimiento y al juego real, sin pantallas. Siempre son los padres los que debemos guiarles y estar con ellos para hablarles o explicarles... Cuidando tiempos para que puedan jugar al aire libre, estudiar, tener aficiones, y descansar lo suficiente: el sueño reparador es vital.

      


Para los mayores de seis años también necesario un tiempo de ejercicio físico, de lectura con calma, y un cuidado del sueño. Por eso, cada familia debe usar el sentido común, estando muy atentos para respetar sus ritmos y etapas de crecimiento, su desarrollo cerebral y su sueño, en el que se asientan los aprendizajes y vivencias. Dar prioridad a las experiencias vividas y las relaciones con las personas.



     
Tener un proyecto educativo con cada hijo respecto a la adquisición de unos hábitos y un conocimiento, un atender a los sentimientos... También debemos pensar cómo y cuándo presentarle el mundo virtual, atendiendo al desarrollo cerebral, y luego guiarle y enseñarle a manejarse. Ayudarle a ser crítico con lo que se ve, se oye..., para lo cual se necesita formación, antes de. Como se deduce, estas capacidades requieren una madurez notable que no tienen los niños.


     
Los pediatras alertan por la frecuencia de “calmar” a los niños con pantallas. No es bueno para ellos, puesto que, insisto, interfiere con el buen desarrollo cerebral, se habitúan, y cada vez requieren mayores estímulos, porque lo sensorial sigue la ley de tolerancia y rendimientos decrecientes. Por este motivo pueden crear conductas adictivas..., muy relacionadas con la recompensa que producen y el efecto dopamina. Te lo cuento en el post "pantallas y dependencia", o en  "adolescentes y pantallas II".




2- CÓMO FUNCIONA EL CEREBRO


El cerebro no es como un ordenador, con una capacidad de almacenamiento concreta. No se trata de llenarlo de cosas sin más… Funciona de dentro afuera, como todo lo vivo. Aprende partiendo de los datos percibidos, del pensamiento, imaginación..., memoria, y estableciendo conexiones, circuitos y redes neuronales, relacionando las experiencias en distintas zonas cerebrales, sensoriales, visuales, del lenguaje, motoras, de asociación.... etc., en base a lo ya asimilado. Y tienen mucho que ver las emociones, las buenas relaciones personales, el sentirse a gusto y querido, y el disfrutar por aprender.





          
Por eso, cuanto más se sabe mejor se aprenden cosas nuevas, porque se tiene dónde asentarlo y relacionarlo.

         
El cerebro no es un almacén de datos, sino que los procesa, y se basa en la conexión de redes neuronales que relacionan la información que manejan. Por eso, ser inteligente es saber relacionar distintas cosas en el pensamiento. También hay distintos modos de usar la inteligencia y de talentos, aunque el cerebro siempre funciona como un “todo”.

        
Pero hace falta tener una base experiencial vivida para aprender y construir el propio conocimiento. Y los niños necesitan una persona que vaya guiando y estructurando su aprendizaje. Primero son los padres, luego los maestros y profesores, ayudados de los padres: un trabajo en equipo. Y dejarle libertad desde pequeño para que vaya explorando lo que más le atrae y adquiriendo las variadas funciones, cada vez más complejas.

       



Además, el cerebro no sólo maneja datos percibidos de la realidad, sino imágenes, recuerdos, pensamientos, sentimientos y emociones. Toda la realidad está inmersa en sentimientos y la conocemos a través de nuestra afectividad. Y las emociones surgen en el mundo real: en el trato personal, sobre todo en familia, primera y auténtica "escuela emocional" y de valores humanos.




3- ASÍ APRENDEN LOS NIÑOS...

       
Un niño aprende cuando lo nuevo lo interioriza sobre lo que ya sabe, cuando lo relaciona con ello y establece un vínculo afectivo. Si no, no puede aprender. Los padres y el profesor van dando estructuras sobre las cuales construir cosas nuevas. Y todo ello es posible gracias a la gran plasticidad neuronal.






Las emociones, el disfrute en los juegos con otros niños, con ese estado de "flow" tan genial, estimulan el aprendizaje.


Cuando su mente esté un mínimo estructurada se podría introducir en el mundo digital, con algunas premisas, pero esto lleva mucho tiempo. Antes, lo que puede hacer es retrasar el desarrollo y la maduración. Impedirle aprender de las percepciones y vivencias que forman una base de experiencias vividas, que son vitales para construir las primeras estructuras neuronales sinápticas, que le servirán durante toda su vida. 

      
Además, no todo vale, ni es saludable en la red... Para recibir información, procesarla y valorarla y luego gestionarla es preciso tener formación. Hay que saber ser críticos y filtrar. Por eso, los hijos estarán “desarmados” si no les formamos previamente. Y eso también conlleva mucho tiempo.


Inger Enkvist, experta sueca en educación, ya lo afirmaba hace muchos años antes del boom de la tecnología. Las habilidades digitales son más bien un tipo de aprendizaje profesional que se puede adquirir o perfeccionar en cualquier momento de la vida, pero, cuando la persona está formada, y no ayuda al desarrollo intelectual, ni a la capacidad de pensamiento del niño como algunos creen...






Debemos cuidar su uso con los más pequeños y ser coherentes con nuestro ejemplo… Bloquear tiempos familiares, guardar dispositivos, hacer un parking de móviles, disfrutar, jugar, pasarlo bien juntos, que además es lo que los hará más felices y dejará una huella en los corazones. Que los hijos no nos vean mirando al móvil a todas horas, pues creerán que es algo más importante que ellos... Pongamos todo el corazón en las relaciones familiares. Valoremos ese tesoro.

              



  

Mª José Calvo                                                                                               optimistaseducando.blogspot.com.es
@Mariajoseopt      
Optimistas Educando y Amando



Espero que te haya sido útil, y lo puedes compartir con amigos. Muchas gracias.



Dejo enlaces relacionados:



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