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viernes, 8 de abril de 2016

CARÁCTER Y PERSONALIDAD



                           FORMACIÓN DE LA PERSONALIDAD


        ¡Qué importante es la personalidad de cada uno...! Cultivar la nuestra, y la de nuestros hijos. Educar tiene algo de ciencia, que se debe aprender, pero también es un arte: un trabajo de artesanía, porque cada persona es única y singular. ¡Singularísima! 

       Educar es ayudar a formar su personalidad, hacer una obra de arte, porque consiste en descubrir sus cualidades y talentos específicos, y seducir con valores auténticos hechos vida.  


        La personalidad es el modo de percibir, pensar, sentir, y actuar propios de cada persona. En otras épocas estaban más de moda los sentimientos, o la razón, pero ahora ya se habla de personalismo, intentando integrar todas las facultades personales para lograr una personalidad armónica. 




         Para Aristóteles y Platón, educar significa enseñar a tener buen gusto por lo bello, es decir, reforzar las acciones nobles de cada uno. Se trata de descubrir y potenciar todo lo bueno, extraer y sacar a la luz todas las riquezas ocultas en cada persona.

          Para ello hace falta pensar, dedicar tiempo entre los dos, poner nuestras mejores ideas y capacidades para hacerlo vida y concretarlo. Animarle a que se esfuerce, señalarle sus fortalezas, que adquiera hábitos y virtudes que le den mayor autonomía y le ayuden a ser más y mejor persona… Es decir, que sea bueno. Y un sinfín de cosas más que podemos ir descubriendo. 

         No es algo trivial, ni que se consiga a la primera; requiere esfuerzo y lucha constante, teniendo a cada persona como protagonista. ¡Merece la pena!






            
1. EL TEMPERAMENTO
      
      Partimos de lo heredado, de lo biológico: de la naturaleza. El temperamento de cada hijo, para ir desarrollando y formando su carácter y personalidad. Carácter significa "acuñar". 

                                                  
      Hay que descubrir sus cualidades, fortalezas y talentos, que se vislumbran desde muy pequeños. Aquellas características suyas en las que sobresale, para hacérselo saber, apoyarnos en ellas, y que las desarrolle. También para para que, contando con nuestro cariño, tenga una saludable autoestima. Además, al desarrollarse mejor, compensan debilidades... Sin remacharlas todo el día.


    La singularidad que nos diferencia de los demás es lo que hay que desarrollar, pulir, mejorar... Es la explicación más íntima de nuestro ser, singular e irrepetible, y la razón de nuestra vida... Nos acerca al sentido más profundo, a nuestra "vocación" específica. Apunta a lo mejor de cada uno. Y todo eso hay que trabajarlo.





2. EL CARÁCTER: trabajar hábitos y virtudes

      En base al temperamento heredado, con la experiencia personal y la educación, se forja el carácter personal. Es algo que hay que trabajar, pero nos confiere autonomía, control para pilotar la propia vida con optimismo, y aprender a superar retos y dificultades con esperanza. 





      Y se basa en la adquisición de hábitos operativos buenos, que dejan su impronta en el cerebro, y se transforman en virtudes, al hacerlo con libertad, porque se quiere, que es el mejor motivo, con una facilidad y un disfrute cada vez mayor. Y nos facilitan enormemente la vida.

    A veces se piensa que, a base de repetir muchas veces, se adquiere un hábito. Pero, no siempre es tan necesario. Lo importante es interiorizar y aprehender su esencia, el bien que conlleva, y querer hacerlo poniendo el corazón: por amor. Así, hacerlo vida. Algo muy sencillo, aunque requiere ilusión y lucha.




          Tipos de carácter

         Hay tres rasgos clásicos que definen un poco el carácter. Son la emotividad, la actividad y la resonancia. Cada persona puede ser más emotiva, o menos; y puede ser más activa o no... Y, desde la perspectiva de la resonancia de los acontecimientos, hay dos formas extremas: “primarios”, en los que las impresiones producen un efecto inmediato pero duran poco tiempo, y “secundarios”, en los que las impresiones tardan más en afectarles, pero consiguen más permanencia en ellos.



        De todas estas combinaciones surgen ocho caracteres primarios, en la clasificación francesa de Le Senne. Cada uno tiene sus puntos positivos, y sus puntos débiles. Conocerlos nos ayuda a gestionar mejor cada uno y desarrollar lo mejor de cada cual.


       De todas formas, cada persona es un mundo y no se la debe encasillar, pero sí nos pueden servir para orientarnos un poco, para ver en qué destaca, qué podemos estimular, si contamos con un corazón como gran aliado, o si tenemos que apelar a la inteligencia porque es poco emotivo... 

       También pensar si su actividad es una fortaleza, o si le tenemos que animar y estimular con el deporte, organizando excursiones…, etc., porque es menos activo.

         Por eso, para sacar partido a cada carácter, es importante conocerse mejor, y pensar en el tipo de carácter que se tiene, para aprovechar sus puntos fuertes. Y ver qué carácter tienen los demás, en especial los hijos, para partir de ahí, de la realidad de cómo son, e ir construyendo hacia arriba. 


           Hay que saber que las personas cuya emotividad está por encima de la media, tienen una mayor sensibilidad por los estados afectivos. Estas personas, según la clasificación de Le Senne, son los llamados apasionados, sentimentales, nerviosos, y coléricos. En ellos el corazón es nuestro gran aliado, y las relaciones con los demás le serán más fáciles.




           En cambio, en las personas cuya emotividad es menor que la media, hay que apelar más a la inteligencia, para que, a base de razón y voluntad, pongan más ilusión en las relaciones personales, consigan ser más afectivos, o incluso poder motivarles para que realicen cualquier objetivo.


       Por eso, las personas más emotivas suelen establecer relaciones personales con facilidad, son más "hacia fuera". En cambio, las menos emotivas suelen ser más "hacia el interior": pueden ser más organizadas, laboriosas, ordenadas… Cada carácter tiene sus puntos fuertes, y hay que saber aprovecharlos, centrándonos en lo bueno de cada uno: de cada persona.


       Pero independientemente de las fortalezas de cada cual, que ayudan a guiar su singular desarrollo, y del tipo de carácter, 



todos necesitamos llegar a pensar con claridad, 
 armonizar cabeza con corazón, 

y aprender a querer a los demás.

Y es muy importante la empatía,
usando las "neuronas espejo" desde pequeños,

y la inteligencia emocional








         Y esto se adquiere en familia. En la infancia hay mucha afectividad, pero según van creciendo hay que potenciar el propio pensamiento, sin olvidar el corazón. 

           Los padres vamos contribuyendo al desarrollo de la razón y de la voluntad, que nos distinguen como personas, y les permita hacer lo razonable y correcto. Es decir, ser libres. Y se logra adquiriendo hábitos y virtudes que faciliten el actuar de ese modo. La cabeza es la que debe guiar a los sentimientos para madurar. Esto es vital en la adolescencia, puesto que tienen superexaltados los sentimientos, por el proceso de desarrollo cerebral, pero, el pensamiento y autocontrol todavía debe madurar y establecer los circuitos y sinapsis adecuadas. Te lo cuento en otros post.


        Con solo los sentimientos, y los puntos fuerte sin desarrollar, no podemos conseguirlo. Hace falta trabajarlo, adquirir hábitos y virtudes, entrenarse, encontrar oportunidades de plasmarlo en la vida cotidiana, y aprovecharlas una y otra vez, hasta que salen casi solas. Con menos esfuerzo cada vez, incluso disfrutando con ello. Por eso, la etapa infantil y la preadolescencia son vitales para educar el carácter de los hijos. Esa armonía entre cabeza, con voluntad libre, y corazón.







      
         3. PERSONALIDAD Y MADUREZ

        Posteriormente, en la base del carácter, se va formando la personalidad de cada uno, según los valores vividos en familia, hechos virtudes. Y, la preferencia que demos a cada uno. Es decir, con un sentido de la vida, que nos aporta dichos valores, junto con buenos motivos a la hora de actuar. Que pueden ser de distintos niveles... Desde los más básicos o extrínsecos: el "tener", a los intrínsecos: el "ser", retos y objetivos más personales, a, los más altos y trascendentes: teniendo en cuenta a los demás, trascendiendo a ellos. Te lo cuento en otro post sobre motivaciones.

     La persona no es un verso suelto, tenemos un cerebro empático, estamos diseñados para los demás. Ahí encontramos la mejor realización como personas. Cuanto más altos son los motivos, mejor nos motivan, y aportan mayor solidez de argumentos, creando relaciones personales más estables y duraderas, puesto que se aporta algo a los demás.

        

        El otro ingrediente fundamental de la madurez personal, además de tener un sentido en nuestra vida, es la armonía entre las distintas facultades de cada uno: la inteligencia, que es luz, la voluntad libre, que guían la personalidad, y la rica afectividad. Apoyándose y complementándose unas en otras, en armonía, para que ninguna invada terreno que no le corresponda: que no haya atrofias o hipertrofias de una u otra. 

      Porque, cada persona tiene distintas facultades que están interrelacionadas. Al educar a los hijos, debemos conseguir que haya armonía entre ellas. Por ejemplo, tener en cuenta percepciones, sensaciones y estados afectivos, el pensamiento y la imaginación, la memoria, y también la voluntad libre, con la motivación, la ilusión… 

    Es decir, integrar pensamiento con afectividad, y con la capacidad de obrar en libertad. Y es el pensamiento, junto con la voluntad, los que guían el comportamiento. Pero, aprovechando los sentimientos en esa dirección, que nos dan una energía adicional, y hacen experimentar la dicha de hacer lo correcto... Controlando la afectividad. Si quieres ampliar, en el post "respuestas emocionales".


       Debemos empeñarnos en dar forma a nuestra personalidad, poniendo en el centro los valores trascendentes, con sentido, y, entorno a ellos, la energía de nuestras facultades cultivadas. Todo ello nos dará más autonomía y libertad para actuar con unos fines que aporten un sentido más pleno a la vida.



      Tener madurez personal se traduce en actuar de acuerdo a la razón, controlando con voluntad entrenada, y, afinando la capacidad de amar a los demás. 

     La persona es tan grande, que puede "olvidarse" un poco de sí misma, y enfocarse en los demás. Y ahí encuentra su mayor plenitud como persona. Y como consecuencia, es feliz. Como señala Kierkegaard, y se ha repetido tantas veces, "la puerta de la felicidad se abre hacia fuera"..., hacia los demás.




     Por eso, educar es una obra de arte..., y hay que atender a los distintos aspectos personales. 
Dejo abajo enlace sobre "las facultades personales". Es lo que aporta belleza interior y madurez a cada persona. Y logra lo mejor de ella, al darse a los demás, en especial en la propia familia.


     





       Todo esto se puede llevar a cabo mediante un proyecto personal, cultivando todas esas facultades a lo largo de las distintas etapas de la vida. Y se hace operativo y más asequible, en pequeños "planes de acción", encaminados hacia un objetivo concreto cada vez, que con el tiempo van perfilando una trayectoria y forman ese proyecto vital para esa persona.

         La grandeza de la persona hace de ella algo singular y muy valioso. A una distancia infinita del resto de realidades. Por naturaleza, es creatividad, abundancia, exceso de ser, fecundidad, generosidad. Es tan grande, que puede mirar más allá de ella misma para ayudar a los demás. Y en ello encuentra su mejor versión, su plenitud, y también su felicidad.



                      

 MADUREZ PERSONAL 

       Resumiendo, la madurez es el resultado de integrar unos factores, externos e internos, en el impacto que tienen los acontecimientos en nuestra esfera afectiva. Estos factores influyen en nuestro temperamento, que es heredado en un alto porcentaje, que más tarde se modela en carácter, según nuestras experiencias, la educación, y los hábitos y virtudes que consigamos. Todo va dejando su huella y su impronta en cada persona. 

    Por eso hay que educar el carácter, adquirir buenos hábitos que se transformen en virtudes y nos faciliten la vida, fomentando especialmente lo bueno de cada uno: sus cualidades y fortalezas.



      Y para ello necesitamos la inteligencia, para pensar con claridad qué es bueno o no, y, la voluntad libre, para tener el control de nuestra vida y acometer lo que nos proponemos. Pero, contando con la afectividad, motor cálido de nuestras actuaciones, en esa dirección.




       Por ejemplo, necesitamos poner voluntad para saber canalizar los impulsos, retrasar una gratificación, tener motivaciones más elevadas que trasciendan lo inmediato, o para fomentar buenos hábitos y virtudes, relacionados con los grandes valores existenciales

     Estos valores están basados en principios universales que no cambian con las modas ni los tiempos... Es decir, guiados por un norte, a modo de estrella polar, como puede ser "la verdad", que es la conexión con la realidad de las cosas y de las personas, "el bien", su mejor forma de ser, y, la belleza, esplendor de ambas. Lo que capta nuestra atención, porque encierra algo maravilloso. Y todo esto se puede trabajar. Te lo cuento en otro post: "una estrella polar".


    Y, tercero, educar la afectividad y el corazón, (enlace abajo), que es un motor de nuestras acciones. Aprender poner el corazón en lo que realmente merece la pena, al calor del cariño en familia. Integrando cabeza y corazón, para querer a los demás. Y es lo propio de una persona, pensar en los demás, puesto que es un "ser de aportaciones", un ser efusivo y creativo, y lo que le aporta más plenitud y mayor realización personal.








       Ir madurando implica autocontrol personal para tener la capacidad de hacer lo que nos hemos propuesto, que la razón ve como bueno, y no depender de estímulos y gratificaciones inmediatas o, de los sentimientos, que "soplan" cuando quieren... También tener motivos importantes que muevan la voluntad, con libertad responsable, y, controlar respuestas emocionales: poner cabeza antes de reaccionar ante una situación.







        Todo influye en la formación personal, y conforma nuestra singular y concreta personalidad, según el sentido que demos a nuestra vida, en especial por los valores trascendentes, que aportan un sistema interno de guiado bueno, eficaz y seguro, y, por la armonía entre las distintas facultades personales. De ahí la importancia de formar el carácter desde pequeños...







       Y es lo que en definitiva nos hará felices, porque, si luchamos, tendremos un estado afectivo habitual positivo, alegre, optimista, que facilita el pensamiento y la búsqueda de lo bueno, de lo auténtico, de lo bello, de lo noble. Aunque luego hace falta “hacerlo”, y exige esfuerzo y voluntad entrenada, pero se disfruta con ello. Acabo con un pensamiento de León Tolstói sobre el secreto de la felicidad...






                                                                     Mª José Calvo
                                                                  optimistas educando
                                                                                                 @Mariajoseopt



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Dejo enlaces variados relacionados con el tema, por si quieres elegir:


* Plasticidad cerebral IV: los hábitos en los niños












                                                  

                                                           


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