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sábado, 20 de diciembre de 2014

EL BELÉN QUE PUSO DIOS...

                                        

                                        EL BELÉN QUE PUSO DIOS...

                         

Ya queda menos para la Navidad. Lo propio de esta espera es ir montando el Belén. Podemos aprovechar su fuerza para estar pendientes de los demás para mejorar las relaciones familiares. Es un tiempo especial dedicado a ello, para pensar en los otros y alegrarles la vida, para tener detalles de cariño con todos. No hace falta gastar mucho, sino poner ilusión, sorprender con imaginación y cariño sobe todo con los que más queremos. También con los que carecen de lo necesario, con los que sufren...

                  
Pensar que siempre estamos formando a nuestros hijos: nos están mirando todo el día. Vamos dejando una huella y marcando la senda por donde ellos podrán caminar… Podemos enseñarles algo trascendente y valioso que no pasa con las modas ni con los tiempos, y que siempre recordarán. Y pasará de generación en generación.



          
Podemos  aprender de ellos a ver las cosas con mirada nueva, sabiendo sorprendernos de lo importante, de lo bello. 

Intentar poner el Belén entre toda la familia es algo divertido, estimulante, enriquecedor y creativo, que suscita ilusión. Hace falta traer unas piedrecitas, un poco de hierba, unas ramas, unas hojas secas, pajas, corteza de árbol, o lo que se te ocurra. Y unas figuritas. O hacerlas de plastilina, de arcilla, de lanas, de cartón… Podemos recortar estrellas de cartulina, o de papel charol, ríos de plata, caminitos con serrín o arena… Así pasar un rato entrañable y divertido haciendo algo muy importante.






                          
Cuando ya esté montado se puede hacer un “juego” con los hijos: transformarnos en un personaje de aquella época. Escondernos en el Portal, ir con los pastores a ver al Niño, llevarle un queso, un tarro de miel, algo de ropita, o cantarle una canción. Imaginarnos que podemos estar con la Virgen, o que hablamos con San José…, que les traemos leña. ¿Qué les diríamos?

                   
Con nuestra inteligencia, creatividad, e imaginación, podemos traspasar los límites del tiempo y del espacio y crear nuestra propia historia. Cada uno la nuestra, o ir toda la familia visitar al Niño y cantarle. Podemos hablar con él, contarle nuestras preocupaciones y alegrías, darle gracias por hacerse uno de nosotros, tan chiquito y entrañable..., tan indefenso, que es tan fácil quererle. Inspira ternura. Recuerdo el cuento de Bartolo, de nuestra familia, que te cuento en otro post, para contar a los pequeños...

                   
Pensar cómo se tratarían María y José, con qué cariño, con cuantos detalles y atenciones aunque no tuvieran nada material... Pero sí un espíritu alegre y entregado, generoso, animante. Con cuánto amor cuidarían al Hijo de Dios hecho niño… Le prepararían una cuna confortable, calentita, le besarían, le mirarían, le sonreirían, le cantarían y le bailarían, se lo comerían a besos y ¡no saldrían de su asombro…!



                    
Por un lado, podemos hablar con ellos. En la imaginación, en la realidad, ¿qué diferencia hay? Para Dios todo es posible. Porque el Belén es como una “app" que enseña a rezar con solo mirarlo. Es como una "máquina especial" que nos transporta a otro mundo... y ayuda a imaginarnos en el Portal con la Sagrada Familia.

Aprendemos de ellos un sinfín de cosas: a valorar lo importante, a no ser caprichosos, a pensar en los demás, a disfrutar de la alegría del Recién Nacido... y agradecer tanto.



        
Jugar con nuestros hijos a esconderse en el Belén, que tanto les gusta, y hablar con esos personajes. También por vía afectiva, que es como mejor lo entienden, enseñarles a querer al Niño, a ser sus amigos, a pedirle cosas, a darle las gracias, a echarle piropos, a cantarle..., ¡a ser amigos de verdad!


                  
Por otro lado, allí tenemos hecho hombre al mismo Dios. Toda la grandeza hecha algo tan pequeño, un Niño indefenso y entrañable, arropado en un pesebre. Toda la belleza y esplendor que nos podamos imaginar son poco.

             
Nos puede servir de modelo, y de espejo, para mejorar cada uno como persona, para intentar parecernos a Él, para aprender a amar, a ser buenos esposos. Y buenos modelos y referentes para nuestros hijos. También podemos pedirle su ayuda; y a su Madre la Virgen, y a su padre San José. 







                    
También es el título de un fantástico libro: “El belén que puso Dios”, de Enrique Monasterio, de Editorial Palabra. ¡Precioso! Comienza con la creación y narra la historia de los personajes del Belén en primera persona. La bonita historia de María la cuenta el Arcángel san Gabriel..., y la estrella de Belén...





                    
Además podemos poner en valor la familia y disfrutar de la alegría inmensa de estar juntos en esos días tan entrañables.



                      
                      Os deseamos con todo cariño… ¡¡FELIZ NAVIDAD!! 😍

                 
                       Aquí os dejo un Niño con una historia familiar especial.








                                                                          
          Espero que te haya gustado, y lo puedes compartir. ¡Muchas gracias!



                                                                                  Mª José Calvo
                                                                             optimistas educando
                                                                                 @Mariajoseopt



Dejo algunos enlaces relacionados:





URL:
https:
//optimistaseducando.blogspot.com/2014/12/el-belen-que-puso-dios.html

miércoles, 17 de diciembre de 2014

DESCUBRIR A LOS DEMÁS EN SUS MEJORES ACTUACIONES


        
      
         DESCUBRIR A LOS DEMÁS... ¡EN SUS MEJORES ACTUACIONES!


 ¡Qué gratificante y eficaz es 
 descubrir lo bueno de los demás...! 





           Cuando las personas sufren, sobre todo en su infancia, se forjan unas capas protectoras para no volver a sufrir, y tener mayor seguridad. Prefieren no poner el corazón en otras personas, o en otras situaciones, para no sufrir. Pero de esta manera es como si se quedasen atrapadas en el pasado y no pudieran liberarse de esas acciones y sus consecuencias. 


             Y de esa forma no se puede vivir feliz. Hay que procurar liberarse del sufrimiento acumulado... Tenemos el poder de quedarnos con lo mejor que vivimos, perdonar, imaginarlo de otra forma poniendo un punto y final a esas acciones. Así liberamos al otro de su culpa, y de las consecuencias de sus acciones, y nos liberamos a nosotros mismos de esas ataduras, malentendidos, y heridas que nos han causado, rencores... ¡de ese sufrimiento…!




              A la luz del cariño que nos brindan los demás, podemos perdonar y sanar heridas. Dejarse querer, y poner el corazón en las personas queridas, que tenemos cerca, aunque a veces nos hagan sufrir. Merece la pena el esfuerzo en amar más y mejor. De esta forma vamos dando pequeños pasos, y se madura luchando por ser mejores personas. ¡Más plenas!, y por tanto más felices.





              Es lo que le sucede a la “Señorita Travers" en el film de Disney, “Al encuentro de Mr. Banks”. Ella es la protagonista de la historia. 

             Comienza en el pasado, con la vida de familia junto a sus padres. Viven en Australia. Ella tiene una relación especial con su padre, porque tiene mucha imaginación y es muy creativo, y le transmite ilusión y fantasía… Entre ellos hay una empatía que les hace compartir un mundo fantástico e ideal. Ella quiere ser como su padre. Pero estaba un poco enfermo…


            Luego pasa al momento actual, en Los Angeles, en el que Walt Disney intenta conseguir los derechos de autor, para adaptar al cine el libro de P. L. Travers: "Mary Poppins".



             Lleva persiguiéndola 20 años, tras una promesa hecha a sus hijas. Pero todavía le va a costar… Ella se muestra inflexible y poco receptiva para ceder su obra. ¡Son "su familia"! Y está atada al pasado. Además, resulta un poco huraña, antipática, conflictiva... y pone miles de condiciones para acceder a su obra. Unas, más razonables y otras, muy absurdas aparentemente.


             En su estancia en Los Angeles, le acerca a las instalaciones de Disney un chofer, por encargo del “Señor Disney”, como ella le llama. Con él entabla una incipiente relación de amistad, que le enseña a ver lo positivo de la vida: el sol, los paseos, el pensar en los demás… Él le cuenta que tiene una hija minusválida, que no puede andar…




            Comienzan los ensayos con el guionista y los hermanos Sherman, que ponen la música y letra. Aunque ella es la que quiere dictar el guión, ¡y no le gusta en absoluto que sea un musical...! Intentan adaptar su historia de Mary Poppins. Parece que ella accede con unas condiciones innumerables. No le gusta el rojo, no quiere ver peras, no soporta los dibujos de animación…

          Parece que va bien la cosa, hasta que se percata que los pingüinos son dibujos, y, siguiendo su línea, se enfada. Llama tramposo y embaucador al Señor Disney y corta con ellos. 


       Se va a su casa en Inglaterra, confirmando que era inapropiado y estúpido pensar que la podrían satisfacer. Que podría resultar...


            Se despide de su chofer. Le dice que es el único estadounidense que le ha caído bien. Le da una notita sobre algunas personas con dificultades que han logrado tener éxito en la vida, a pesar de ellas. Le dice: “¡tu hija podrá hacer todo lo que hagan los demás...!” Él le mira con cara de sorpresa. Se ve que ya va pensando algo más en los demás, no solo en ella misma.



           Llega a su casa en Inglaterra. Pero ¡oh! sorpresa, que el Señor Disney toma otro avión y se presenta allí. Le pide un té inglés, y habla con ella para hacerla pensar. “Todos tenemos algún recuerdo que nos duele…”


          Le cuenta aspectos algo negativos de su infancia. Del trabajo que tuvo que hacer para su padre, siendo niño, repartiendo periódicos con su hermano… Y que estaba cansado de verlo de esa forma. Le interpela diciendo: “¿No está usted cansada también de verlo así, Srta. Travers?”


         Tiene que liberar esos miedos, odios, culpas… Hay que poner el énfasis en lo bueno. “La vida es demasiado corta como para no perdonar…” Le enseña a ver lo mejor de los demás, y a pasar por alto pequeños defectos que el sufrimiento agranda.








        Es preciso conocer a los demás en sus mejores actuaciones. Quedarnos con lo mejor de ellos. Ver sus cualidades únicas resplandeciendo, y sus talentos al servicio de los demás, para poder tener una actitud de esperanza y optimismo, ¡de agradecimiento! Y perdonar lo que sea preciso. Todos somos más vulnerables de lo que pueda parecer…, y a veces necesitamos más cariño de lo que merecemos.


         Entonces, la Srta. Travers exclama: “¡No tengo que perdonar a mi padre!, ¡era una persona maravillosa!” Pero Walt le contesta que, a quien tiene que perdonar es a Helen Goff, ¡a ella misma! Su tía, Mary Poppins, fue para ayudar a su padre, no a las niñas… 



      El perdón permite poner un punto y final a esas acciones menos honorables, y a sus consecuencias. Nos libera de las ataduras del pasado, y liberamos al otro de ellas. Es la única acción que no reacciona. Así, permitimos un nuevo comienzo, y esperamos lo mejor del otro, de los otros, les creemos capaces de algo grande, viendo todo lo bueno…






         Walt le explica que los narradores de historias tienen el poder de cambiar la historia. Aunque no siempre en la vida real, sí en la imaginación. “Podemos contarlas de la mejor forma, para infundir esperanza, una y otra vez... a las nuevas generaciones, no solo a los niños.”

             Con la imaginación podemos remodelar las historias, perdonar, permitir un nuevo comienzo. Para así alegrar a los demás, para animarles, para dar optimismo y esperanza.


           Quedarnos con lo mejor que hicieron,
       porque es la forma en que mejor se les conoce



             Lo bueno requiere poner inteligencia, imaginación, intención, esfuerzo, lucha…, y deja la huella de su autor. Las acciones menos honorables salen solas con dejarse llevar. 


               Al final de la conversación, o más bien del monólogo, Walt le sugiere: “Déjeme a su Mary Poppins, y no le defraudaré! Verá cómo se convierte en algo maravilloso, espectacular… 

          "Mr. Banks será honrado, será redimido, y todo lo que representa se salvará. Cada persona que entre en un cine querrá a Mr. Banks y a sus hijos. Y cuando pierda el empleo, se retorcerá las manos… Pero cuando vuele la cometa…, ¡oh! cuando vuele la cometa… ¡disfrutará y cantará!" Y le dedica una mirada entusiasmada y una gran sonrisa.





             La ventaja de ver lo mejor de los demás, y de tratarles un poquito mejor de lo que son en ese momento, como señalara Goethe, es que les estimula a ser mejores, a cultivar su mejor personalidad, ¡a mejorar! 


            Llega el día del estreno, después de trabajar mucho tiempo. Ella decide ir, a pesar de que no la han invitado… Su chofer intuye que estará, y va a prestarle su servicio y a saludarla. Ella se alegra mucho: reconoce a un amigo, ve cariño. 

           Luego se queda sola y parece que se siente algo paralizada, pero aparece el ratón Mikey para llevarla de la mano. Los hermanos Sherman, que tantas veces la han animado con sus canciones, se sientan a ambos lados de ella. Detrás está Walt y su esposa, con sus muchas atenciones. Y es el que la tranquiliza en un momento en el que está muy impresionada, y emocionada…, al ver la grandiosidad de su historia, el nuevo toque que le han dado, y el cariño que han puesto al llevarla a la gran pantalla.


              Con el tiempo, aprende a dejarse querer por todos. Ha contactado con las personas adecuadas que le han escuchado, comprendido, conocido, querido…, a pesar de los pesares, desde un ensayo en el que les dijo muy afectada: ¡Mr. Banks no es cruel!, ¡no, no lo hagan...! Y rápidamente la comprendieron, y cambiaron unas escenas.




                Además, la conversación con Walt le hace reflexionar. Le hace liberarse del pasado, del sufrimiento y del miedo, perdonando. Le hace dar un paso en la vida y le permite madurar, mirar de frente.

               A la luz del cariño se deja querer y se "derriten" todas esas capas protectoras que se había forjado, como si fueran de cera. Mejora, madura, se vuelve más amable, más confiada y alegre, más optimista y generosa, menos egocéntrica y maníaca, menos cascarrabias…



             En el fondo es lo que nos pasa cuando nos sentimos queridos. Más en  familia, donde el amor es lo que da vida y nos hace mejorar. Es como el “horno” donde se cuece la mejor personalidad de cada uno: su mejor versión de sí mismo. 


           Todos necesitamos que crean en nosotros, que confíen, que nos traten de esa forma para poder dar lo mejor que somos y llevamos en nuestro interior.







      Espero que te haya gustado el post, y lo puedes compartir con amigos. 



       Pongo aquí un corte de esta gran película de Walt Disney Pictures...

(https://youtu.be/UjFHLBoPWog)







                                                                                Mª José Calvo
                                                                               @Mariajoseopt
                                                                   optimistaseducando.blogspot.com



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