LAS HERIDAS DEL AMOR
En cualquier relación podemos herir a las personas, a veces casi sin darnos cuenta. Y el perdón es vital para restaurar la sana relación. Si no, todo se resquebraja...
En pareja, a veces herimos a la persona que más queremos por no pensar, o por dejarnos llevar del primer impulso. Es preciso dar al “botón de pausa” para reflexionar, y rectificar cuando nuestro comportamiento no ha estado a la altura deseada. "Rectificar es de sabios."
Porque todos somos más vulnerables de lo que puede parecer, y muchas veces necesitamos más cariño del que podamos merecer… Por eso existe el perdón y el amor: ¡para sanar heridas!
Con sentimientos de culpa en nuestro interior, propios o ajenos, no se puede amar. Es preciso perdonar. Si no, el rencor va horadando el cariño y la armonía entre los dos, y se va deteriorando el amor.
Pero hay que perdonar y olvidar. Sacar “la lista” de agravios, no olvidar lo perdonado, va desgastando y malogrando poco a poco el amor. Muchas cosas no se arreglan con el paso del tiempo: hay que hablarlas. No dejarlas “acantonadas” en lo profundo del ser, porque pueden resurgir en un momento inoportuno, o se pueden “gangrenar” por falta de oxígeno. Y todo eso va destruyendo la confianza y el cariño mutuos.
Perdonamos porque le queremos mucho más de lo que pueda fallar...
Por tanto hay que entrenarse en dos cosas, que son las dos caras de la misma “moneda”: pedir perdón y perdonar, y ambas necesarias en la relación de pareja.
Cara “A”: aprender a pedir perdón. Que sea como un acto reflejo ante pequeñas discusiones. Pero hay que poner empeño, porque a veces cuesta mucho: que no nos pueda el orgullo, que distancia. Un pequeño “truco” puede ser que pida perdón el que está más tranquilo, o el que crea que lleva razón… Poner sencillez.
Y acostumbrarse a olvidar lo perdonado. Si no, uno se hace frío y calculador. Se va guardando la lista de ofensas para “soltarla” cuando menos lo merezca… y nos convierte en rencorosos y amargados… Se destruye la confianza mutua.
Cuando no se perdona, se va formando una tensión en la pareja por acumular ofensas, sentimientos desagradables…, y van invadiendo la esfera afectiva y el subconsciente. Y horadan ese amor dese dentro. Algo muy peligroso.
Otro punto importante es darse cuenta de que, cuando haya que hablar, o incluso discutir por algo, nunca hacerlo delante de los hijos. Sufren mucho, se rompen por dentro, y les ponemos en situación de elegir entre uno u otro… Cuando, por lo que sea, nos han visto enfadarnos, es bueno decirles que ya está arreglado, que nos hemos pedido perdón y hemos hecho las paces. Si no, además de sufrir no ven un buen modelo de amor, del cual aprenderán para su vida futura. ¡Merece la pena el esfuerzo por tratarse bien, con cariño! Y lo ven en los muchos gestos cotidianos, y en el silencio. Todo habla del amor, o de la falta de él.
¡¡Nunca jugar con la felicidad!!
Cara B: disculpar, perdonar. Cuando nos pidan perdón, o incluso cuando no nos lo pidan… Ser receptivo, ponérselo fácil, no ser engreídos y pensar más en el otro. Dejarle una salida honrosa: un “hoy está cansado”, o “está un poco nervioso”… puede salvar la situación. Y poner una “pizca” de sentido del humor siempre ayuda.
Perdonamos porque le queremos más que cualquier fallo. Cuanto más se ama es más fácil el perdón. Y el que es perdonado se siente entrañablemente querido, y eso le ayuda a mejorar.
La libertad personal es algo muy valioso. Podemos responder con algo bueno ante los fallos o heridas causadas por otras personas, o incluso en la relación de pareja. Poner un perdón.
Y consecuencia del perdón es la curación de las heridas. Al perdonar liberamos al otro de los actos erróneos y de sus consecuencias, y nos liberamos a nosotros mismos de ellas. ¡Ponemos un punto final! Y de esa forma permitimos un nuevo comienzo.
Porque, es mucho más importante la unidad de los dos, que el tener o no razón, o quedarnos en el capricho de “ganar” esa pelea. Y para ello hay que entrenarse y ceder, teniendo un corazón grande, empático, generoso. Además nunca se tiene "toda" la razón.
El perdón restaura lo que está dividido, devuelve la concordia y la paz a los corazones. Sólo una "caricia" sana el amor herido.
Si no perdonamos le atamos a su pasado menos honorable. Es como decirle: no creo que seas capaz de hacer algo bueno, algo grandioso. Le cortamos las alas, no le dejamos ser él mismo, ser su mejor versión…
Y después de un enfado, y de hacer las “paces” aunque sea con un simple gesto, un beso, un guiño, un “te quiero”…, celebrarlo ¡con un abrazo bien “sabroso”!
Para acabar, con palabras de un gran sabio, el que perdona, y el que es perdonado se encuentran en un punto esencial que es la dignidad.
Un bonito ejemplo de perdón lo tenemos en “El Principito”. Es una carta maravillosa del autor a su esposa, por la vida que llevaba. Se va dando cuenta de que su libertinaje no le hace más libre, sino al contrario.
Por eso escribe: “Los hombres cultivan cinco mil rosas en un mismo jardín, y no encuentran lo que buscan… Y sin embargo, lo que buscan podría encontrase en una sola rosa, o en un poco de agua. Pero los ojos están ciegos. Es necesario buscar con el corazón.”
Los frutos del perdón son la paz interior y la confianza, la alegría y el optimismo, la ilusión y ¡la esperanza…! Creer que somos capaces de algo grande. Confiar en el otro, o en uno mismo, y dar otra oportunidad. Intentar sacar lo mejor de cada uno y ¡permitirlo! Te lo cuento en el post "confiar es dar alas para volar alto", o, en "descubrir lo bueno de los demás".
Dejo el artículo publicado en la revista Hacer Familia, que te recomiendo;)
Espero que te haya gustado, y lo puedes compartir con amigos... ¡Gracias!
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optimistas educando y amando
@Mariajoseopt
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URL:
https://optimistaseducando.blogspot.com/2017/04/el-amor-y-el-perdon.html
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