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martes, 11 de diciembre de 2018

UN CORAZÓN GRANDE...




                          UN CORAZÓN GRANDE… PARA AMAR

 
Tenemos un corazón capaz de amar, y a todos nos gusta sentirnos queridos... A veces es bueno pararse un poco a pensar en los seres queridos, cómo hacer para que noten ese amor que les tenemos, qué es lo que de verdad necesitan, con qué son más felices... 


Sin duda lo que más nos llena a todos son las relaciones personales, el que nos comprendan y escuchen, que nos tengan en cuenta, el trato amable, sobre todo en familia, los detalles de cariño y afecto... etc. ¡Poner corazón, además de la cabeza, en las relaciones familiares!, para que todos notemos y sintamos ese cariño, artífice del buen desarrollo y plenitud de cada persona.





       
Y, respecto a la propia pareja, nos podemos preguntar: ¿cómo es nuestro amor…? ¿cómo cuidarlo y empeñarse en demostrarlo cada día, con gestos y atenciones para que el otro se sienta de veras querido? 

          
Porque, el amor es algo que permite volar, que nos da su energía y ayuda a superar las dificultades de la vida. Hace que todo se vuelva entusiasmante… Aunque a veces hace sufrir precisamente porque se ama. Pero, ¿qué sentido tendría una vida sin amor?




Amar de veras, con un amor auténtico, es como pasar de la belleza exterior a la interior; del “me gustas” al “te quiero”; del “yo” al “tú”, y al “nosotros”.




Amar es tener un solo corazón, vivir para la persona amada. Hay que aprender a amar con un amor fuerte y delicado, y eso necesita tiempo, mimo y esfuerzo, ilusión. Así entregar al ser querido el mejor “yo”, dilatar el propio corazón para acogerlo en lo más íntimo, tal como es... También cubrir sus limitaciones con delicadeza y elegancia, sin que se note. Que se sienta querido.


        
El corazón humano está creado para amar con un afecto puro y limpio, ¡noble!, en especial a esa persona tan especial... Que sepamos componer en nuestra vida "el poema" del amor verso a verso, de la comprensión, de la generosidad y la ayuda, con la música de fondo del cariño que nace de un corazón sencillo y enamorado... Es la clave para vivir feliz y hacer felices a los demás.


     
Y aprender perdonar, siempre, y pronto, para sanar heridas y permitir un nuevo comienzo... No sólo en la otra persona, sino también en uno mismo. Liberarnos de las “ataduras” del rencor, de la crítica, del "runruneo" negativo, y ser capaces de algo mejor apuntando más alto. El que sabe amar casi no necesita perdonar, pues el cariño lo supera todo. El perdón es para vivirlo juntos.

Por otra parte, el amor se concreta en cosas pequeñas, en detalles y delicadezas, en gestos frecuentes de atención y cariño. Pensar antes en el otro, en lo que necesita, en algo para que se sienta feliz, para hacerle la vida más agradable. Es preciso que la otra persona sea efectivamente una prioridad cada día de nuestra vida. Y saber disfrutar juntos, de lo bueno, y de lo menos bueno, superado.


Esos detalles y delicadezas van amontonando cariño, afecto, ternura, y consolidan en un amor más rico y estable, con raíces profundas que anclan el corazón.




El secreto de la felicidad está “escondido” en la vida cotidiana, en encontrar la alegría de volver a casa, en la relación con los demás en la propia familia, en el cariño de los hijos y en la participación de todos en las tareas de la casa... Y en tener una visión optimista y constructiva, con sentido del humor ante las dificultades, aceptando a los otros tal como son, sin intentar cambiarles según nuestra forma de ser…, aunque ayudándoles a mejorar con la fuerza del cariño que les entregamos.


Descubrir la riqueza del otro, y de los otros, cualidades y fortalezas, y hacérselas notar para que las desarrolle y las ponga al servicio de los demás. Ser "buscadores de tesoros escondidos", no cazadores de defectos... Apuntemos a lo positivo, que es el punto de partida para la mejora personal.



Para ello es preciso amar “con toda el alma”, con todo el corazón, a pesar de arriesgarse a sufrir en ocasiones, porque el amor nos torna más vulnerables. Pero esa flaqueza cobra fuerza en la otra persona, porque nos quiere, nos ayuda y anima, hacemos equipo, y nos da la energía de su cariño para luchar por mejorar. Es el "nombre" del camino de la propia mejora y por tanto de la felicidad.


Desde que uno se enamora ya no admite un universo donde esa persona esté ausente. El otro aporta un enfoque diferente de las cosas, pero complementario al nuestro. Valorar las diferencias, porque en ellas se ve la singularidad de cada persona. Además al hacer equipo resultan en una sinergia creciente. Cuando va pasando el tiempo, parece que esto se puede “empañar” un poco, y hace falta “sacar brillo” al amor. Cuidarlo. Trabajarlo. Desplazar el foco del yo, tan egótico muchas veces, y centrarse en el tú del ser querido. 


     
Cuando surjan dificultades, afrontarlas entre los dos. Y esto requiere una dosis suplementaria de ingenio, cariño y generosidad. Tener detalles de atención aunque pueda doler en ocasiones, ¡y agradecimiento! ante tanto regalado… Todo ello nos ayuda a ser sencillos, a crecer como personas, a entrenarse en adquirir virtudes, que facilitan el buen obrar, pues se pone cariño en esas acciones pensando en los otros.



Ante los problemas, o pequeñas crisis de la relación, cambiar el “chip” para transformarlas en retos. Entonces hay que ser, si cabe, más auténtico, más coherente y generoso, para pensar en la otra persona antes que en uno mismo. Y elegir enamorarse cada día un poquito más, y demostrarlo con hechos concretos, que se note: que la otra persona se sienta valorada y querida, única. 



El amor crece con lo bueno, y con lo "menos bueno", si se lleva entre los dos. Señala Gustave Thibon que el amor verdadero saca savia nueva de las realidades cotidianas, del cortejo de pequeños dolores, y crece con las dificultades... Ya que están ahí, habrá que aprovecharlas.





Estar dispuesto a dar amor, incluso, aunque el otro no respondiera bien de entrada... porque, como dijo un gran "sabio": "Donde no hay amor, pon amor y sacarás amor". 







Algunas veces es necesaria una crisis para que el amor madure y pase a una fase superior. En esas circunstancias, hay que echar más “leña” al fuego, quemar nuevos troncos… Es el momento de poner empeño, de ser fuertes y tener voluntad de querer, para “re-avivar” ese amor. Y eso precisamente hará que re-surjan los sentimientos positivos de cariño y ternura mutuos, tan propios del amor en pareja. Reenamorarse.






Para ello es vital poner el énfasis en lo bueno, en lo que une, en lo que nos enamoró, en lo positivo, y redescubrir sus buenas cualidades y talentos, dando un toque amable y optimista a cada situación. Es decir, aprender a amar con un amor más fuerte y recio, desprendido, con un corazón grande y generoso, sin esperar recompensas… Es el momento de reconstruir la relación con gestos y delicadezas…, ¡aunque pueda doler! Siempre compensa amar.





        

Por eso es bueno concretar algún gesto de atención y cariño, algo que le haga sentirse querido, y compartir tiempo juntos disfrutando. Usar la cabeza y la creatividad para pasar tiempo con quienes más queremos, y dejar que los afectos y el corazón se explayen. 











Dejo el artículo en la revista Hacer Familia..., que te recomiendo.




                    
Espero que te haya gustado, y ¡gracias por compartir!



      
Dejo enlaces relacionados: 




Nuestro-mejor-proyecto (amor de pareja)



* ¿Conciliar, o integrar?: "si-quieres-¡puedes!", y logras sinergia


Enamorarse  


Confianza en pareja


     


              

                                                              Mª José Calvo
                                                              @Mariajoseopt
                                                  optimistaseducando.blogspot.com



URL:
https://optimistaseducando.blogspot.com/2018/12/un-corazon-grande_11.html


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