CÓMO FUNCIONA EL CEREBRO PARA EL APRENDIZAJE

Hemos visto alguna entrada sobre el desarrollo del sistema nervioso y cómo apoyarnos en él en la educación de nuestros hijos. También el proceso y etapas del neurodesarrollo. Ahora vamos con alguna noción del funcionamiento cerebral, enfocada en el aprendizaje.
El cerebro está organizado mediante redes neuronales, gracias a las múltiples sinapsis que se pueden crear en base a las percepciones, sensaciones, vivencias, pensamientos, acciones, experiencias afectivas en un ambiente cálido... Su eficacia deriva de su gran conectividad, porque permite relacionar la información que se procesa en las distintas zonas, y unificarla. Y es la base del aprendizaje: las conexiones sinápticas tan plásticas, que ya Cajal atisbó
* APRENDIZAJE
Es bueno saber que hay varios tipos de aprendizaje, grosso modo. Uno es el aprendizaje de funciones innatas al ser humano, como pueden ser: conocer el medio, la deambulación o la marcha, más tarde el habla y la relación con los demás..., y posteriormente el propio pensamiento facilitado por el lenguaje. Todo esto depende de la maduración del sistema nervioso, además del ambiente apropiado. Estas funciones innatas se adquieren solas, aunque se precisa un buen ambiente, y un modelo y referente.
Y hay otro tipo de aprendizajes específicos de cada persona, que precisan un aprendizaje concreto y específico, y una guía para adquirirlas. Pueden ser por ejemplo, vivir algunos valores como la generosidad, la amistad, la empatía, la comprensión, la responsabilidad, el esfuerzo, la resiliencia, el pensar en los demás y ayudarles... Sin embargo, esto ya está inscrito en los genes. Los niños tienden a hacer por sí mismos muchas cosas, a desarrollar su creatividad, y son, por naturaleza, empáticos: tienden a ayudar al que tienen cerca, aunque no lo conozcan...
Y otros aprendizajes relacionados con la cultura en que se encuentre esa persona
El desarrollo cerebral tiene unas etapas evolutivas, parecidas en todas las personas, para adquirir algunas funciones. Por ejemplo, la etapa sensorio-motora, con el gateo y la marcha, la etapa del lenguaje y conocimiento del medio, y luego la adquisición del razonamiento, entorno a los 7 años, y el propio pensamiento analítico, más tarde, que permitirá las funciones superiores.
Y existe un lapso de tiempo en el que es más fácil su aprendizaje, porque el estrato cerebral está preparado. Este tiempo es el "periodo crítico" para esa función concreta del neurodesarrollo. De ahí la importancia de los primeros años de la vida, y luego hasta los 6-8 años, para asentar esas funciones primordiales. Y cada una se basa en las anteriores: no se pueden "saltar" etapas.
Ahora nos vamos a centrar en las más específicas de la educación, y basadas en unos valores humanos nobles, centrados en principios, que por tanto no pasan de moda.
Al ver el neurodesarrollo, queda claro que el cerebro no funciona como un ordenador, con una capacidad de almacenamiento concreta. No se trata de llenarlo de datos, sino que aprende gracias a su maduración y experiencias, estableciendo relaciones entre las distintas zonas y redes, en base a lo ya asimilado. Y tienen mucho que ver las emociones. Guían la atención muchas veces, así como los gustos e intereses, la centran en algo que interesa, y como consecuencia se aprende. Por ejemplo la alegría, tan importante, produce confianza; la sorpresa a su vez aumenta la atención y la motivación... etc.
Y todo ello estimula y fomenta el aprendizaje, además de la curiosidad y la admiración que ya hemos señalado... Y muy en especial la motivación, que tiene un mecanismo de recompensa positiva. A veces, mediante un aporte extra de energía para el cerebro: glucosa y oxígeno; otras, mediante neurotransmisores como la dopamina, la serotonina, o los opiáceos endógenos como las endorfinas.
Pero, ¿qué nos motiva a aprender...? En los niños el juego es vital, la sorpresa, la curiosidad y el asombro, el optimismo y la alegría..., la admiración por cualquier cosa que sale al encuentro... etc. Y todo esto se puede permitir y desarrollar con nuestros hijos.
Además, cuanto más se sabe, mejor se aprende algo nuevo, porque se tiene dónde asentarlo y relacionarlo. Ya no son ideas sueltas sin conectar, sino que se asientan en otras ya conocidas y se van formando estructuras.
El cerebro no es un almacén de datos, sino que los procesa. Y se basa en la conexión de redes neuronales, que relacionan la información que manejan. Cuando se trabaja algo se usa la memoria de trabajo, o de corto plazo. Permite pensar lo que queremos hacer, ejecutarlo, hacer un esquema mental, retener algo de información... Pero, para afianzar el aprendizaje se precisa que esos datos se integren y consoliden en la memoria de largo plazo. Y eso no tiene un lugar concreto en el cerebro, sino que cada aspecto de esa realidad se integra en su zona correspondiente de la corteza. Luego, para recordarlo, hace falta reintegrar todos ellos. Este proceso se denomina consolidación.

Por eso, ser inteligente es saber relacionar distintas cosas en el pensamiento. También hay diferentes formas de inteligencia, aunque el cerebro siempre funciona como un "todo", y cada persona es un mundo diferente que no podemos "encasillar"...
Sin embargo hace falta tener una base experiencial para aprender y construir el propio conocimiento. Y los niños necesitan una persona que vaya estructurando su aprendizaje. Primero son los padres, y luego los maestros y profesores, ayudados de los padres también, trabajando en equipo.
Y no solo se trata de "enseñar" cosas, sino saber hacerlo atractivo, que el niño quiera aprender, que le motive desde su interior porque le interesa y disfruta. Por eso es bueno dejar cierta libertad para que decida qué quiere aprender en ese momento, también de habilidades cotidianas, tan importantes. De esta manera no le cuesta ningún esfuerzo, y asimila lo que le entusiasma.
Asimismo, el cerebro no sólo maneja datos de la realidad, sino imágenes, recuerdos, y sobre todo sentimientos y emociones. Toda la realidad está teñida de sentimientos, y la conocemos a través de nuestra sensibilidad y afectividad. Y eso facilita el aprendizaje.
Por otro lado, la sensibilidad de la madre o del padre es lo que establece un vínculo de unión y apego con los hijos mediante el cual se sienten aceptados y queridos... De este modo, notan seguridad y confianza para desarrollarse, para madurar, para ser ellos mismos. Por eso saber descubrir sus cualidades singulares, hacérselas notar, para fomentarlas, y que las pueda utilizar en servicio de otros.
La persona aprende cuando siente curiosidad, porque abre la atención sobre ello. Cuando lo nuevo lo interioriza y relaciona con lo que ya sabe, y cuando establece un vínculo afectivo con ello. Si no, es muy difícil aprender. Y los padres, o el profesor, van dando estructuras sobre las cuales construir lo que se debe aprender. Haciéndolo ilusionante, captar su atención, y así podrá asimilarlo porque le entusiasma.
Por eso la educación siempre será analógica. Las pantallas no pueden sustituir a una persona en el guiado de la formación de un niño..., puesto que, para empezar, no tienen sentimientos. Requiere la interactuación con otras personas, que además sirven de modelo y referente. Por tanto, cuidar el uso de pantallas: no usarlas de "niñeras"... Y cuanto más tarde mejor. Se ha visto que frenan el desarrollo cerebral: el lenguaje, la atención, el pensamiento, la empatía... etc.
Respetar la naturaleza del niño, su calma y su desarrollo, sus tiempos lentos de desarrollo, sus juegos imaginativos, su pensamiento mágico… Permitir su curiosidad, lo que le gusta. Poseen una necesidad grande de conocimiento y de aprender cosas. El silencio, el pensamiento, su autonomía..., son importantes.
También es necesario estimular el propio pensamiento, y el de cada hijo, desde su interior, para que "utilice" de forma pro-activa su cerebro, y de esa forma pueda aprender.
Se necesita un trabajo intelectual profundo de las distintas zonas cerebrales para un buen aprendizaje. Además, de ese modo incluso se puede estimular la neurogénesis, y la formación de nuevas sinapsis en esas zonas. En eso consiste la plasticidad neuronal sináptica, base del aprendizaje. También ayuda a la consolidación en la memoria de largo plazo.
* EDUCAR: HÁBITOS, PENSAMIENTO, Y CARIÑO
Para que los niños puedan aprender es necesario apoyarnos en su curiosidad, en su capacidad de sorprenderse, porque es la forma en que mejor lo hacen: desde su interior. Presentar las cosas motivando, mediante el juego, que es como lo captan mejor. Y todo inmerso en cariño: necesitan sentirse queridos para madurar y aprender.
Desde pequeños pueden aprender a vivir unos valores humanos universales, basados en principios, porque los ven personificados en sus padres.
Así podemos hacer atractiva la generosidad, el optimismo, la fortaleza, la confianza, el ayudar a los demás, la responsabilidad, el esfuerzo, la veracidad, el agradecimiento, la amistad, la empatía...
Al vivir estos valores se van formando hábitos que ayudan en el comportamiento personal. Permiten hacer las cosas mejor, con más facilidad. Te lo cuento en "plasticidad cerebral I, II..."
Y siempre explicando las razones, según la edad, para que lo hagan con libertad, porque ellos quieren, que es la mejor razón. Así se transforman en virtudes. Además disfrutando cada vez más de ello. Porque sólo se aprende lo que realmente atrae, o tiene una recompensa afectiva. Lo que produce malestar no suele ayudar.
Un pensamiento de William Bennett, cuando era ministro de educación en EEUU, ante numerosos problemas de conducta con adolescentes y jóvenes: "No hay nada que determine la conducta de un niño, como sus pautas interiores, sus creencias, su sentido de lo bueno y de lo malo."
Podemos aprovechar este conocimiento neurológico para ayudarles en su maduración, para favorecer las sinapsis que le van a servir durante toda la vida. Seducir con lo valioso y noble...
Porque, las acciones van creando hábitos y virtudes, con sus correspondientes sinapsis, circuitos y redes neuronales, que modelan el carácter, y acabarán forjando su identidad y personalidad.
Por tanto ayudarles a desarrollar hábitos operativos buenos desde pequeños. Además crean sinapsis neuronales en el cerebro, y se refuerzan las ya existentes. Y cuando van creciendo, con las acciones diarias, algunos trabajos y encargos, que les ayudan a desarrollar habilidades, adquieren fuerza de voluntad y responsabilidades.

Lograr hábitos supone fortalecer las facultades correspondientes. No se trata de repetir por repetir, sino de potenciar esas facultades. La ventaja de los hábitos y virtudes que cultivamos es que cada vez que se realiza la acción, se ejecuta mejor, con mayor rapidez, y disfrutando de ello. Y es la forma de educar la voluntad, porque se va entrenando en pequeñas cosas y de ese modo serán capaces de acometer nuevos retos, y de querer a los demás: lo más propio de la libertad personal.
Respecto a la relación con los demás, cuidar las relaciones personales y la convivencia en familia: mirar a los ojos, conversar, poner comprensión y empatía…, escuchar y ayudar. Además es fuente de plenitud personal y dicha. La persona se construye en el trato con los demás. "Yo me hago gracias al tú del otro", anota M. Buber.
Un pensamiento de CS Lewis:

Y enseñarles a pensar por cuenta propia, a tener espíritu crítico cuando son algo mayores y tienen la capacidad de pensamiento lógico primero, entorno a los 7 años, y analítico después, sin esperar demasiado. Esto se puede hacer por medio de buenas preguntas, que estimulan el pensamiento y la creatividad.
Espero que te haya gustado y lo puedes compartir con amigos. ¡Muchas gracias!
Mª José Calvo
optimistas educando y amando
@Mariajoseopt
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