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martes, 29 de octubre de 2013

LAS RAÍCES, LAS SINAPSIS Y LOS HÁBITOS III


                                 EDUCACIÓN, HÁBITOS Y SINAPSIS

          
Los padres somos los principales educadores de nuestros hijos. En cada familia se les quiere de forma incondicional, y ese amor es el artífice de la maduración de cada uno. El sentirse entrañablemente queridos permite su buen desarrollo.

       
Pero, ¿cómo se concreta o se hace real la educación de nuestros hijos? ¿Cómo vemos que se va logrando algo..., que vamos por buen camino? 

      
El niño aprende viendo la realidad, guiado por su curiosidad, experimentando e imitando a quienes mas quiere: sus padres. Necesita un buen modelo en quien fijarse. Y es vital explicarles lo que está bien o mal para que lo vayan interiorizando, y sea un referente a la hora de actuar. 


         
Ese modelo que somos los padres le ayuda a desarrollar buenos hábitos operativos, desde bien pequeño. Insisto, porque se siente querido. Desde que está en la cuna, con los horarios de sueño, comidas, higiene, paseos… etc., y cuando va creciendo, con rutinas diarias, algunos encargos, que le ayudan a adquirir habilidades y destrezas, y fortalecen la voluntad, la relación empática con los demás..., se van formando hábitos que facilitan la vida. 

           

          
Estos hábitos, al interiorizar esas acciones, potencian las respectivas facultades. Y, con un grado de libertad, según la edad, crean nuevas conexiones o sinapsis neuronales en el cerebro. Éstas se ven reforzadas con los estímulos pertinentes, el ambiente que le rodea, y las acciones de la vida diaria, gracias a la plasticidad neuronal: base del desarrollo cerebral y de todo aprendizaje. Como señalara Santiago Ramón y Cajal, cada persona puede ser "escultor" de su propio cerebro... 






             
Pero, es necesario apoyarse en su curiosidad, en su capacidad de sorprenderse, porque es la forma en que mejor aprenden. La sorpresa estimula el centro de atención, lo cual ayuda a aprender desde su interior. Hacer las cosas atractivas, motivando, con ilusión, jugando, y todo inmerso en cariño. El juego es el gran medio de aprendizaje, de forma instintiva, donde pueden ensayar equivocarse, y no pasa nada, afianzar... etc.  Y necesitan disfrutar para aprender: las emociones dirigen la atención, e influyen no solo en el aprendizaje sino en todos los aspectos. Por ejemplo la alegría, la confianza...





            
El periodo más importante en relación con las sinapsis neuronales es desde el nacimiento a los primeros 2-3 años. Y luego, hasta los 7-8 años. Es un periodo de “explosión” o de formación de innumerables sinapsis. 

Hay que cuidar la sobreestimulación, tan frecuente, que satura los receptores de los sentidos y no deja funcionar su cerebro, y su "hambre" por conocer lo que le rodea. Tampoco es bueno, como es lógico, un ambiente carencial de afecto. Respetando los ritmos lentos de crecimiento de los niños, dejándoles que admiren las cosas, sin cortar su imaginación y creatividad por darles todo hecho o solucionado. Para que, de esta forma, surja desde su interior el querer conocer las cosas, experimentar, y el gusto por el aprendizaje y el conocimiento, porque disfrutan con ello.

Existen unos periodos naturales, más sensibles, con una predisposición al aprendizaje de determinadas funciones y comportamientos, porque el niño está preparado para ello. Disfrutando, y como sin esfuerzo.

Por ejemplo el movimiento, desde los primeros meses a los 4 años, la deambulación y el habla, de 0 a 6 años, algo innato, el orden, prácticamente desde que nacen hasta los 3-4 años, con esos hábitos antropológicos de sueño, comidas, paseos, higiene... La sensibilidad fina, hasta los 4-5 años, el control de esfínteres a los 2-3 años, la socialización de 3 a 6 años, el conocimiento de la naturaleza... que siempre encanta. Estas edades son un poco orientativas, y en cada niño pueden variar algo.

Más adelante, hasta los 9 años más o menos, es buen momento para trabajar la sinceridad, la generosidad, la fortaleza, la amistad... Luego lresponsabilidad, el esfuerzo... hasta los 12 años. Por eso es bueno estimular esos hábitos, y que disfruten con ellos en estas edades tan provechosas.



Se percibe que el niño está en un periodo crítico del desarrollo, porque se concentra en algo y le gusta repetirlo hasta que lo hace suyo. Para ello es bueno crear un ambiente donde esté a gusto, con calma y serenidad, con libertad de elegir y hacer algo que le interese.

         



          
Por eso hay que cuidar el uso de la tecnología, pantallas y videojuegos… Necesitan experiencias vividas. Dejarles ver el mundo con su mirada tranquila, con ojos "nuevos"..., apreciando lo bueno y bello de las cosas reales que perciben, sienten, escuchan...

Las pantallas están diseñadas para enganchar. Y en estas edades que su cerebro está por formar, mucho más. No ayudan a concentrarse en una tarea concreta, ni a usar el pensamiento.la maduración y el aprendizaje requieren calma y tiempos atencionales lentos. Pongo un enlace sobre "tecnología cerebro y familia" por si quieres leer más.



          
Volviendo al tema que nos ocupa, en estas edades pueden aprender a vivir unos valores humanos nobles, basados en principios, porque los ven personificados en los padres. Así podemos hacer atractiva la alegría y la generosidad en la familia, porque lo vivimos, el optimismo, la fortaleza, la confianza, el ayudar a los demás, la responsabilidad y el esfuerzo, la resiliencia, el agradecimiento, la sinceridad, la empatía...







           
Posteriormente, en la adolescencia, se produce una reorganización de circuitos neuronales, con una “poda selectiva" de sinapsis que no se usan, quedando las que más se utilizan, según las cualidades de cada uno, los gustos, lo que les emociona, los intereses, el aprendizaje… En definitiva según la libertad de cada persona. Y se crean y maduran estructuras nuevas para adquirir funciones superiores. También aparece un reforzamiento de sinapsis, resultando mucho más rápidas y eficaces, por el recubrimiento y aislamiento de axones con vainas de mielina. Se cambia la materia gris en materia blanca por esos recubrimientos.








             
La ventaja de estos hábitos es que, cada vez que se realiza esa acción, se ejecuta mejor, a la vez que con más facilidad, con cierta inclinación a hacerlo... Y se disfruta más. Se va logrando de forma más automática, de manera que la corteza cerebral se “desentiende” un poco y puede ocuparse de otros asuntos, como el pensamiento, la capacidad de decidir... Los buenos hábitos dan una facilidad permanente: es como poner el "piloto automático".







         
A veces se piensa que, a base de repetir muchas veces se adquiere un hábito. Pero, no siempre es tan necesario. Lo importante es interiorizar y aprehender su esencia, el bien que conlleva, y querer hacerlo poniendo el corazón: por amor. Así hacerlo vida. 

       
Todas las acciones van conformando la personalidad. Todo buen acto va formando hábitos, nos mejora como personas y nos permite obrar en esa línea. También sucede lo mismo con los que no son correctos, o nos hacen peores personas. Y luego son muy difíciles de erradicar.

        
Es preciso cuidar dichos hábitos, porque generan conductas, y nos influyen de gran manera en nuestra vida. Modelan el carácter y la personalidad de cada uno. Y, al final, dice Aristoteles que en gran parte somos lo que hacemos cada día...




         
Cuando van creciendo los hijos van comprendiendo los porqués de esos hábitos. Y al vivirlos con libertad, porque ellos quieren, se transforman en virtudes. 



Una virtud es un valor personificado: 

hecho vida, 

que da fuerza para realizar esa acción 

del mejor modo, y con un disfrute mayor






Las virtudes son refuerzos de nuestras capacidades,
las líneas maestras de la conducta humana.







            
En este punto, podemos hacer un inciso. En la naturaleza hay unos principios universales, que no cambian con las modas ni con los tiempos. Estos principios afectan a nuestra conducta y a sus consecuencias. Son los que nos indican un “norte” en nuestra actuación. Es lo que podemos llamar el sentido de la trascendencia. 


        
Y están relacionados con los grandes valores existenciales: la BELLEZA, el BIEN, la VERDADLa belleza es el esplendor de la verdad y del bien. Es lo que capta nuestra inteligencia y nuestra afectividad, y nos hace ilusionarnos, disfrutar y sorprendernos de lo que es hermoso: lo bueno de las personas, de la amistad, las relaciones personales. Y el bien está muy relacionado con el amor. Y todo lo bueno es bello.







           
Por eso es importante apoyarse en la belleza. Descubrir la belleza de las situaciones cotidianas, que muchas veces nos pasa desapercibida. La belleza no solo está relacionada con la naturaleza o el arte, sino también en las relaciones familiares, en el cariño que se pone en hacer la vida agradable a los demás, en la sonrisa al que la necesita, aunque duela el alma, en la comprensión y la empatía, en la generosidad...


          
Estos principios universales, que nos indican "el norte", nos pueden servir de guía. Pero, a veces se considera importante algo, que en realidad no lo es tanto, y uno se desvía del rumbo. O nuestra conducta no está a la altura que deseamos, por falta de pensamiento, de voluntad, o por miles de motivos... 







        
Entonces la dirección del "viaje" puede no coincidir con el “norte” verdadero..., sino por un "norte magnético" que desorienta y confunde. Sin embargo, siempre podemos detenernos, reflexionar, usar la cabeza y rectificar el rumbo: realinear la trayectoria. La vida consiste en comenzar y recomenzar con ilusión y nuevos bríos. Te lo cuento en el post "comenzar y recomenzar".


       
Estos principios se rigen y se concretan en leyes naturales que están inscritas en nuestro corazón. Pero, la persona, como es libre, puede actuar conforme a esos principios, a esa ley natural, o puede guiarse por otros puntos luminosos que atrapan, pero se desvanecen pronto. Y uno puede acabar desilusionado, triste, vacío, incluso sin un sentido profundo de la vida... Porque, todo acto sin sentido, o en contra de la naturaleza, nos quita parte del sentido de la vida. Y la naturaleza nunca perdona.


       
Entonces nos damos cuenta que, cuando las valoraciones y la conducta coinciden con ese “norte” real, somos más felices que cuando giramos en torno a otros puntos que deslumbran, pero que se desvanecen.
         
Que la felicidad es consecuencia de respetar y seguir esos principios universales, aunque no los entendiéramos a la primera, y de luchar por lograr cada uno su mejor personalidad. Y tiene mucho que ver con los demás. La persona es tan grande que se trasciende a sí misma... Ya lo decía el doctor Frankl. Y esa plenitud personal da contenido y sentido en la vida.

         
Aquí nos es de mucha ayuda nuestra conciencia, que es luz de la inteligencia, como apuntara Sócrates, y una conexión con el “bien” que nos ha sido regalada. (Dejo enlace sobre "pilotar" la propia nave)




          
Por eso es necesario formarse para "hacer un correcta lectura de la realidad", que dice Ayllón, y realimentar el pensamiento con buenas lecturas, saturas de valores nobles... que sean luz para el pensamiento y alimento para el corazón. Contar con las personas adecuadas que puedan aconsejar o guiar en las dificultades cuando se ve todo más "oscuro".




Para acabar, dejo dos puntos de reflexión: ¿cómo hacer esta tarea?, y la motivación.


1) ¿Cómo hacer esta tarea?  

           
Para desarrollar todo esto necesitamos la autoridad que tenemos los padres. Ya vimos que es un servicio para orientar y guiar a los hijos, para ayudarles en su crecimiento y autonomía. Para orientar su creciente libertad... Siempre con cariño y confianza, buscando el bien para ellos. Y sin dejar de exigir lo necesario: firmes en los objetivos y flexibles en las formas de conseguirlos.




         
También es bueno lograr la participación de nuestros hijos en la familia: todos pueden contribuir en sacarla adelante; ellos, como segundos responsables. De esta forma, se sentirán valorados, útiles, además de queridos.

            
Señalar unas pocas normas, claras, desde pequeños, que iluminen un camino y les digan lo que es correcto o no. De esta forma les damos la seguridad y el referente que necesitan. Y siempre contando con la libertad personal en todos los demás aspectos, adecuada a su edad.






         
Los padres tenemos la responsabilidad de dirigir la familia, de estimular su crecimiento como personas singulares, con toda la grandeza que supone. Y ellos tienen el deber de obedecer, para ir aprendiendo y lograr su mejor personalidad. Aunque, de forma inteligente, usando la cabeza, según la edad, porque se les explican los motivos y razones, y se les enseña a pensar por cuenta propia. Asimismo, ven la coherencia de los padres, que es lo que más les atrae, e intentarán imitarles.

             
También contamos con el prestigio que tenemos con respecto a los hijos. Por eso es importante prestigiarnos el uno al otro, haciendo notar como de pasada en las conversaciones con los hijos, aquel detalle que hemos visto en el otro, esa ayuda a los amigos, ese esfuerzo por atenderlos...



                 Al hilo, una idea de William Bennett que enlaza con el tema:



"No hay nada que determine la conducta de un niño, 
como sus pautas interiores, sus creencias, 
su sentido de lo bueno y de lo malo"






         
Por otra parte, la adquisición de buenos hábitos requiere algo de esfuerzo, pero, fortalece y fomenta su voluntad, para que se vayan entrenando en pequeñas cosas, y más tarde sean capaces de acometer grandes retos, poniendo el corazón en ello.

     
También favorece el autodominio personal y el control de impulsos... Algo muy necesario con vistas a la adolescencia. De esta forma, serán más autónomos y responsables, intentarán pensar antes de actuar..., sin perezas ni procrastinar tareas. Por eso, la necesidad de la motivación.


               
      
2) La motivación

           
Para todo ello hace falta tener motivos y saber motivar. ¿Qué es un motivo? El efecto del descubrimiento de un valor. Algo que nos deslumbra. Por ejemplo aquello que nos llama la atención de una persona porque personifica algún valor, como la simpatía, la generosidad, los buenos modales, la empatía... etc.

            
Motiva lo positivo, la ilusión, la sorpresa, la belleza, el no estar de “vuelta” de las cosas.  También motiva el optimismo, el cariño, la esperanza. Te lo cuento en "motivos y motivaciones en familia."




            
Es preciso hacer atractiva cualquier meta que les propongamos, o por la forma en que se la planteamos. Ver los objetivos como retos a conseguir... La motivación estimula al cerebro, y se concreta en un aporte extra de glucosa, que es lo que necesita para trabajar mejor.

          
           
En definitiva, como decía Goethe, aprender a tratar a cada uno como si fuera un poquito mejor de lo que es en ese momento. Mostrarle cariño de forma incondicional, por ser quien es, y no por su comportamiento, o por lo que haga...


Siempre se puede mejorar. Nunca darnos por satisfechos del nivel alcanzado, puesto que si nos paramos, o nos conformamos, nos estancamos y no crecemos.



       
Luchar para crecer juntos como familia, buscando la excelencia, el optimismo de óptimos. Porque, lo mejor es lo más propio de la persona: apuntar alto para movilizar energías, poniendo el corazón.



           
También sabiendo que la familia es, en frase de Oliveros F. Otero, un "centro de intimidad" y "un centro de apertura". Atendemos a cada persona, y crecemos juntos como familia, cuidando esa intimidad familiar. Pero, también podemos hacer partícipes a familias amigas de un proyecto familiar, de la valoración de la familia, de algunos objetivos y retos. En definitiva, de la alegría de “vivir juntos una aventura en las fuentes de la vida”como expresa Gilbert K. Chesterton.






           
Espero que te haya gustado y que lo compartas con tus amigos. ¡Muchas gracias!


           
Dejo algunos enlaces relacionados:


 




                                                                           Mª José Calvo
                                                                          @Mariajoseopt 
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                 optimistaseducando.blogspot.com






URL:
https://optimistaseducando.blogspot.com/2013/10/las-raices-de-la-educacion-iiiiii.html

jueves, 17 de octubre de 2013

LAS RAíCES... Y LAS GAFAS II


                      
                             LAS RAÍCES DE LA EDUCACIÓN II Y LAS "GAFAS"


            Seguimos al hilo de otra entrada, sobre los "porqués" y "para qués de la educación. Se podría decir que educar es ayudar a cada hijo a crecer como persona singular... Ser capaces de pensar por cuenta propia, de amar con libertad, es lo más propio de la persona. Hemos visto cómo orientarnos con una brújula que señale el norte verdadero para no acabar a la deriva... Ahora nos podemos hacer otras preguntas: ¿en qué consiste educar?, ¿cómo lo podemos hacer en el día a día?, ¿de dónde partimos?

        Hesíodo, un poeta de la antigua Grecia, ya decía que la educación ayuda a la persona a ser, lo que es capaz de ser. Educar es ayudar a ser esa persona, con sus características singulares, con esos puntos luminosos de cada uno. Para lo cual se necesita descubrirlos y luchar por hacerlos más "reales".


      Para esto es preciso ver esas cualidades especiales de cada uno, partiendo del temperamento que posee, para modelarlo en un buen carácter, forjándolo al calor del cariño. 




         Pero, ¿cómo concretarlo?

          1) En primer lugar, desarrollar posibilidades personales

        Primero lo positivo, así compensar limitaciones. Fijarse especialmente en las cualidades y puntos fuertes de los hijos para potenciarlos. Que los pongan al servicio de los demás... Ver esas cualidades específicas que tienen, aquello en lo que sobresalen, y ayudarles a desarrollarlas.

            Cada persona que viene a este mundo tiene algo único, específico, que le otorga una singularidad especial. Es preciso poner el énfasis esos aspectos, y no fijarse tanto en los defectos, que muchas veces es lo que salta a la vista. Aunque, es bueno conocerlos, para fomentar las virtudes opuestas.


          Pensar siempre en positivo, desarrollar lo bueno, estimularlo, valorarlo, agradecerlo, y apoyarnos en ello para compensar debilidades, sin estar recordándolo todo el día. 








         De esta forma, es como ponerse unas "gafas especiales" que permitieran ver lo bueno de los hijos, de la pareja, de los demás, para tratar de descubrir lo característico y especial de cada uno, que les aporta belleza interior. Es la forma de conocerlos de veras, y lo más propio suyo. Y el camino para su plenitud como personas.






             De ese modo intentar fomentarlo, para lograr su mejor personalidad. Así enriquecer las relaciones familiares, y mejorar el mundo en el que nos movemos, hacerlo más bello. 


          Esas cualidades son un don, un regalo, y en parte una tarea a desarrollar. Y su desarrollo está encomendado, primero a los padres, sabiendo animarles y motivarles, seduciendo con unos valores humanos nobles hechos vida. Y también a los propios hijos, para que sigan desarrollando esos “talentos” y fortalezas, con pensamiento y libertad personal, con perseverancia.

            Y esto durante toda la vida: nunca dejamos de ser padres, aunque sí varían las circunstancias y los modos de actuar.

             Es indudable que esto requiere interés y cariño por nuestra parte. Y tiempo. Está en juego el bien de nuestros hijos, y no debemos confundirlo con el bienestar, que eso sí que no requiere mucho esfuerzo: basta con dejarnos llevar de la comodidad, tanto nuestra, como de ellos. Y todo va influyendo en su autoestima: en especial el cariño con que los tratamos.




         2) En segundo lugar, educar es enseñar a pensar por sí mismos, a tomar decisiones desde pequeños. Usando su libertad personal, según la edad. 

            Primero en cosas más fáciles, sin mucha trascendencia, y enseñándoles a hacerlo. Cuando son algo mayores, explicarles que una buena decisión precisa varios pasos: hace falta primero pensar, informarse, decidir, y posteriormente llevarlo a la acción.




            Es preciso que se vayan entrenando en cosas más complejas, siempre ayudándoles, desde un segundo plano, hasta que cojan más soltura. Así, van estrenando su libertad...  Y para ello hace falta enseñarles a pensar de forma crítica, y a tamizar la información que cae en sus manos, puesto que con la tecnología cada vez es mucho mayor. 


             También se puede hacer un "plan de acción" concreto para fomentar algún aspecto. 

           De esta forma aprenden a ser autónomos y valerse por sí mismos, algo muy necesario en la educación. Si los sobreprotegemos, si solucionamos sus problemas, si "allanamos" el camino, no les dejamos ser ellos mismos, ni usar sus capacidades. Y se formarán niños inmaduros, tengan la edad que tengan..., incapaces de afrontar retos.

        Si hacemos lo que les corresponde a ellos, si les facilitamos demasiado la vida, sucede lo mismo: no les dejamos crecer, ni luchar, ni tener iniciativa... Porque, "toda ayuda innecesaria limita a quien la recibe". Y ahora hay muchos jóvenes inmaduros viviendo con sus padres y muchos síndromes de Peter Pan que no saben despegar.







         Además, cada decisión que se toma en la vida influye, porque va conformando la personalidad. Todo acto bien hecho nos mejora como personas, porque va formando hábitos, actitudes, y virtudes en cada uno. Pero, todo acto que no sea correcto nos hace peores, pues va formando hábitos poco saludables que nos perjudican y nos "rompen". Una frase que se puede repetir, y poner en un lugar visible: "hacer el bien conlleva el premio".





         De todas formas siempre podemos pararnos a pensar, hacer un alto en nuestra vida, para reiniciarse y volver a empezar. El perdón, a uno mismo, y a los demás, permite volver a la lucha, porque sana las heridas, tanto en nosotros como en los demás. Pone un punto y final en las acciones menos honorables, y nos libera de las consecuencias. También es necesario aprender a perdonar, sobre todo en familia, donde nos quieren infinito. Además cuanto más se ama, mucho más fácil resulta el perdón.


        





             3) En tercer lugar, en esa etapa llamada adolescencia, permitir que florezca su intimidad, sus cualidades y características más singulares, que descubran y forjen su carácter e identidad personal. 

               Es preciso mostrarles el cariño, aunque de otra forma; explicarles lo que les pasa, porque pueden estar un tanto desconcertados y no se gustan. También conectar con ellos, hacerles atractivos los valores, seducir con su belleza, y nuestra coherencia, con integridad personal, porque los intentamos vivir, y ellos nos están mirando todo el día...

           Sufren una serie de cambios, no sólo fisiológicos, sino también afectivos, psicológicos, anímicos…, hormonales, que no se reconocen. Su cerebro está con cambios estructurales, remodelándose. Y necesitan buscar unos valores donde anclarse: se cuestionan todo con su pensamiento más analítico. Y por estos grandes cambios se sienten muy inseguros.


               Hay que apoyarles y animarles a dar lo mejor de ellos, y ayudarles en el proceso de maduración de esa intimidad personal. Y es preciso resaltar las cualidades positivas y fortalezas que poseen que, a veces, ni las conocen. Por eso pueden tener la autoestima baja. Hay que sonreírles con frecuencia, y demostrar que les queremos, con detalles concretos que ellos valoren..., aunque no lo quieran reconocer. ¡Nos necesitan!


            También aclararles el concepto de libertad. Ellos la quieren entender como independencia, pero no se dan cuenta que conlleva responsabilidad. La persona responde con sus actuaciones. Son las dos caras de una moneda: a mayor libertad, mayor responsabilidad. Una gran libertad conlleva una gran responsabilidad...

         Como expresara el profesor Oliveros F. Otero, la responsabilidad es la maduración de la libertad. Hace falta confiar e ir dándoles libertad para que aprendan a ser responsables. Presentarles pequeños retos que alcanzar. Ir soltando amarras... Se trata de conseguir una libertad responsable. 





           Y enseñarles a asumir las consecuencias de sus acciones desde muy pequeños. Considerarles "segundos responsables" de la familia: apoyarse en ellos, según sus fortalezas, y su edad. Preguntarles con frecuencia qué opinan, cómo nos organizamos, sus gustos, tenerles en cuenta, que resuelvan problemas, que tengan iniciativa... En definitiva, que piensen en los demás.

               

            Asimismo, algo importante es aclararles que el amor no es solo cosa de sentimientos, sino una decisión firme de la voluntad, de querer querer a la persona elegida. Y un compromiso de hacerlo real. Tienen mucha información en materia sexual, reducida a conexiones anatómicas, pero nadie les enseña lo que es el verdadero amor, que abarca a toda la persona, desde el centro del corazón, con su capacidad intelectual y volitiva, ¡libre!, además de afectiva. Debemos ser los padres quienes les ayudemos en todo esto desde pequeños. También por el modelo de amor que les presentamos: somos su referente.






                   
El amor está más en dar que en recibir; en pensar en el otro, más que en uno mismo. Tiene mucho que ver con la generosidad y la empatía..., con ser felices haciendo felices a los demás. Y el marco en el que la sexualidad cobra todo su sentido es un amor auténtico, comprometido, para siempre. Te lo cuento en adolescente sy sexualidad.



          Darnos cuenta que muchas veces necesitan más amor del que merecen, como nos sucede a todos. Otras, intentan llamar la atención con conductas inadecuadas. Entonces hay que saber escuchar, incluso lo que quieren decir y no saben expresar, o se ve en esa conducta, ese piercing, etc. Frecuentemente, lo que reclaman es atención y cariño, aunque no lo saben muy bien, o no lo quieren reconocer. Si redoblamos nuestro interés y cariño hacia ellos, sin agobiarles, seguro que mejora el ambiente.


           Se trata de favorecer desde pequeños un clima de amistad entre padres e hijos, alegre y confiado, donde es fácil luchar por dar lo mejor de cada uno. Confiando siempre en ellos, para que intenten ser mejores, y lograr lo mejor de ellos. Que puedan confiar en nosotros, para compartir conversaciones, ayudas, opiniones, consejos... en el momento adecuado, sin machacar.

                 Ensañarles a valorar la verdadera amistad, que tanto les gusta, y el trabajo en equipo, especialmente en la propia familia.








              Y fomentar las formas positivas de rebeldía: ayudarle a luchar contra lo que despersonaliza, empequeñece, masifica, o cosifica, canalizando las negativas. Es bueno que quieran luchar, pero a veces no saben cómo hacerlo, o contra qué luchar: debemos orientarlos, enseñándoles a usar la cabeza, a poner el filtro del pensamiento ante las fluctuaciones emocionales tan grandes que tienen.





         
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Dejo enlaces sobre:

                                                                                 Mª José Calvo
                                                                   optimistaseducando.blogspot.com





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https://optimistaseducando.blogspot.com/2013/10/las-raices-y-las-gafas-ii.html