LAS MADRES, ARTISTAS DE LA FAMILIA
Una originalidad de la familia, la institución natural más amable y antigua, es que tiene dos líderes al mismo nivel. Para dirigir una familia necesitamos un padre y una madre que se quieren, bien unidos, formando equipo.
Cada cual aporta su forma de ser, de dirigir, de relacionarse, de querer... Somos muy diferentes, y de eso se trata. Cada uno tiene unas capacidades y cualidades distintas, que las pone al servicio del amor y de la familia. Y tenemos formas de educar a los hijos, un poco diferentes, que se complementan en beneficio de ellos. Los hijos necesitan ver esa diferencia, en la cual cada uno está diseñado para el otro, mostrando cariño y unión, siendo un buen referente para ellos.
La madre puede ser la directora del hogar, y el padre el líder de la familia. Mientras uno, principalmente, pone "de moda” unos valores humanos nobles, personificándolos, el otro, o la otra generalmente, se encarga más de crear un ambiente de hogar confiado y alegre, saturado de cariño, atendiendo a los sentimientos y la afectividad de cada uno.

En ese ambiente entrañable es donde crecen las personas, gracias a la libertad y al cariño. La mujer disfruta y se le da bien estar en los detalles, manejar sentimientos, pues su ser está diseñado de ese modo, hacia el cuidado de los otros. Es acogedora de por sí, y afectiva.
** Algunas características de la madre, en el trato con los hijos:
1) La madre enseñan a comunicar lo que cada uno lleva dentro, para compartirlo y conectar con los demás, a expresar sentimientos y estados interiores… Y eso ayuda a nutrir las relaciones familiares y hacer ese ambiente cálido, donde todos quieren estar...
Ella cuida el trato personal y la convivencia, fijándose y fomentando lo bueno, con su amabilidad, mediante pequeñas conversaciones, quizá entorno a la mesa, donde se disfruta de la vida en familia, y los niños lo aprenden todo. Sabe mirar a los ojos y llegar al corazón.
La mujer es como un refugio para los otros: comprensiva y acogedora. Esto se ve especialmente en la maternidad. Traer un hijo a este mundo la transforma, la hace “casa habitada", despliega sus talentos y acoge a las personas.
2) También anima a los hijos a participar de la vida en familia, gracias a ese aspecto del liderazgo de los padres que es la autoridad: una guía en su autonomía y crecimiento como personas.
- Primero les enseña cómo hacer las cosas, para que lo hagan por sí mismos. A ellos les encanta aprender algo nuevo, y les posibilita desarrollarse y crecer.
- Los hijos aprenden todo de los padres: somos sus modelos y referente, porque se sienten queridos. Les enseñamos con el ejemplo y buen hacer, con nuestro trato recíproco en pareja, con las vivencias sumergidas en cariño, explicándoles las cosas según su edad. Les ayudamos a reflexionar sobre lo que está bien, o mal, para que vayan interiorizando los criterios de actuación. Que sepan cómo comportarse, y actúen con libertad. Aquí c aprenden a tratar a las personas como tales, con delicadeza y consideración...
3) Les enseñan a querer...
Educa el corazón al calor del ambiente de familia tan entrañable y alegre, lleno de libertad, para que puedan aprender a querer... Es algo que les dará plenitud personal, porque estamos creador para amar y ser amados, y además les hará felices.
Atiende a los sentimientos, tiene momentos de confidencia con cada hijo, mira a los ojos, conversa..., acaricia con la mirada. Les hace pensar con buenas preguntas: ¿cómo crees que se encuentra tu hermano, tu abuela?, ¿cómo se habrá sentido con lo que has dicho, hecho?... Aprenden el trato amable, y la empatía, para comprender de veras y actuar en consecuencia.
** Aprovechar estas características de la mujer-madre para:
- Descubrir cualidades y fortalezas de los hijos: aquello que hacen bien, y les gusta, y hacérselo notar. Así lo podrán desarrollar.
- Dar autonomía bien pronto; enseñarles a elegir y a tomar pequeñas decisiones.
- Construir sobre los puntos fuertes y la singularidad de cada uno. Conocerlos.
- Educar el corazón y la afectividad, clave para amar.
- Valorar su esfuerzo, y sobre todo el cariño, no sólo los logros.
- Pensar objetivos y metas con cada hijo, único, con sus cualidades propias.
- Con encargos específicos, que les encantan y hacen crecer.
Los padres necesitamos tener clara la meta de la familia, esa misión propia, para saber hacia dónde encaminarnos. Y la madre en especial acerca esas ilusiones a los hijos. Ella tiene todo relacionado en su pensamiento y su corazón. Y actúa de ese modo en la convivencia en familia: uniendo, relacionando, poniendo cariño. Revitalizando.
Y luego anima a los hijos a conquistar unas metas nobles que les reten y ayuden a desplegar su personalidad, partiendo de esas cualidades suyas. Con el referente del padre.
Poner nuestras mejores ideas y recursos en ello, los dos en equipo. Hablarlo, usar la imaginación y la creatividad, y transmitirlo por ejemplo en una tertulia familiar…, en una merienda en el campo, e intentar llevarlo a la acción.
Dedicar tiempo a pensar qué tipo de personas queremos ser, cómo formar a nuestros hijos, qué valores importantes transmitirles… Es decir, cuál va a ser nuestro "norte" para orientarnos. Y aquí las madres tienen un gran papel para concretar todo eso. Por ejemplo, en un lema familiar, en el que cada uno contribuye con sus ideas o preferencias, en un plan de acción, o como creas mejor...
Apoyarnos en las situaciones de cada día, ver qué encargos y tareas del hogar les podemos proponer, que les gusten y también les reten, desde pequeños. Como traer los pañales para el hermanito, cuidarle o leerle cuentos, poner la mesa, regar las plantas, atender a los abuelos, arreglos de la casa... Según la edad, gustos, talentos y madurez.
Así van adquiriendo capacidades, habilidades, libertad y responsabilidad. Sabiendo que "toda ayuda innecesaria es una limitación para quien la recibe". Ellos necesitan hacer por sí mismos todo lo que pueden hacer. De este modo crecen, mejoran, y hacemos familia.
Con esas vivencias adquieren hábitos y virtudes, y así van aprendiendo y se van haciendo responsables de sus pequeños encargos. Y se acostumbran a pensar en los demás: algo de veras muy relevante en la vida. Por eso es bueno contar con los sentimientos y la empatía, enseñarles a pensar cómo hacen sentir a los otros… para que aprendan a querer. Te lo cuento en ese artículo.
Poniendo cariño en cada tarea, en cada conversación, cuidando los detalles, y preocupándose de los que tiene cerca para alegrarles la vida. De nuevo, la madre es especial para esto…, y una forma de acercarse a los hijos y conectar con ellos. Abrir canales de comunicación que persistan en el tiempo. Luego será más fácil “escucharles” cuando no sepan o no quieran expresarlo…
Y preparando la adolescencia, apoyarse más en su colaboración e ideas: darles más libertad, la que puedan asumir por su madurez concreta, y responsabilidades. Tratarlos un poquito mejor de lo que son en ese momento. Y confiar siempre: sin confianza no pueden crecer, ni mejorar. La confianza les da alas para usar su libertad, para aprender a manejarse. Y tienen que salir, tienen que construir su vida y volar.
La mujer enseña el arte de amar, el arte de vivir… Decía Chesterton que, si la educación es la cosa más grande del mundo, y la madre tiene un papel importante, no la podemos relegar de eso que la hace imprescindible, y además feliz. Debemos tenerlo presente y agradecerlo más.
Algunos "tips" para pensar y llevar a la ación, estimulando lo mejor de cada hijo:
-Mirar a los ojos y decir un ¡te quiero!
-Tienes un corazón grande
-Eres muy alegre y…
-Estamos orgullosos de ti
-Ya veo que te esfuerzas...
-Hacer una llamada a lo mejor de cada uno
-¿Qué te ilusiona?, ¿qué te preocupa?, ¿cómo te puedo ayudar?
- Cuéntame...
-Ánimo, ¡sé que mejorarás!

La mujer es muy creativa, puede apuntar a metas altas y transformar el mundo con su amor por lo concreto. Da sentido y alegría donde se encuentra. Mucho más las madres: es uno de sus talentos y privilegios, que puede usar y potenciar en la relación en pareja primero, y con los hijos. Uno a uno. Dedicar a cada uno el tiempo y la intimidad que necesitan: que puedan abrir su corazón, o contar lo que anhelan, les emociona o preocupa…
Y ese trabajo del hogar, tan escondido a veces, con miras de eternidad, que rebosa trascendencia. Posee brillos que trascienden el aquí y el ahora. Forma personas libres, con criterio, capaces de amar. ¿Qué más se puede pedir?
El padre también tiene sus talentos, muy distintos, que pone al servicio del amor mutuo y de la familia, y hay que valorarlo siempre, haciendo equipo. Las diferencias suman y unen. Lo veremos. No es prescindible, como a veces se hace creer… Cada uno potencia y prestigia al otro, porque le quiere de veras. Y el resultado es una sinergia creciente entre los dos. Siempre en beneficio de los hijos, que se sienten inmersos en ese cariño recíproco que les da vida, y les ayudará a desarrollar su personalidad.
La familia es una maravilla, porque todos nos podemos querer, comprender y ayudar, a pesar de cansancios y dificultades, contando siempre con el perdón, que sana heridas y acrecienta el cariño. La familia es sanadora en sí misma.

Mª José Calvo
@Mjoseeopt
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