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sábado, 2 de junio de 2018

PLASTICIDAD CEREBRAL Y EDUCACIÓN I




                           PLASTICIDAD CEREBRAL Y APRENDIZAJE


        
Os dejo uno de los temas que he escrito recientemente para la revista Hacer Familia. Es algo que me encanta, y espero que os sea útil a la hora de entender un poco los porqués de la educación, de respetar los ritmos naturales de los niños, de permitir y fomentar su curiosidad y entusiasmo, su pensamiento, de ayudarles a forjar buenos hábitos desde que nacen. Todo va modelando y marcando una "huella" en su cerebro, y va conformando su singular personalidad, anclada en sus cualidades personales, únicas en el mundo..., que debemos descubrir y potenciar.


           
Algo que nos preocupa a los padres es cómo ayudar a nuestros hijos en su formación como personas. El conocimiento del cerebro y su maduración, con sus funciones concretas, nos puede ayudar, puesto que es el sustrato anatómico para ir construyendo su personalidad. Partiendo de sus talentos y cualidades, su modo de ser, heredados y temperamentales. Pero, sabiendo que no todo se reduce a materia y neuronas; la persona tiene algo más que la trasciende..., junto con anhelos de belleza y felicidad.


            
El desarrollo humano se realiza especialmente en las primeras etapas de la vida, favorecido e impulsado por la curiosidad y la capacidad de asombro de los niños, puesto que, como ya señalaran los clásicos griegos, y Tomás de Aquino, son su "motor" de aprendizaje. 


La admiración y emoción que el mundo despierta en ellos es como la “chispa” que enciende la atención y la mantiene viva. 







        
También con los estímulos de la vida cotidiana, en un ambiente saturado de cariño y relaciones personales como es la familia. Necesita interactuar con los demás, especialmente con la madre, el padre, para formar su identidad. Porque, como señala el profesor Tomás Melendo, la persona "se hace" y se "re-hace", "se construye" y “se re-construye” en la familia, ámbito propio de la persona y del amor, y de las relaciones verdaderamente humanas.





Pongo a modo de índice unos puntos a desarrollar en ésta y en otras entradas:



 1- ¿CÓMO ES EL DESARRROLLO CEREBRAL? 
 2- FASES DE MADURACIÓN  

 3- En otro artículo: ¿MO APRENDEN LOS NIÑOS?, ¿CÓMO SE FORMAN COMO PERSONAS SINGULARES QUE SON...?

  4- HÁBITOS Y CARÁCTER




 1- CÓMO ES EL DESARRROLLO CEREBRAL
        
El cerebro es un órgano de extraordinaria complejidad que capta la información y la procesa e integra en distintas áreas. Pero no está "acabado" al nacimiento, ni mucho menos, sino que tarda muchos años en "formarse" y madurar. Y siempre está en constante formación, adaptándose al entorno, a nuestra actividad personal, pensamiento y afectos..., y rehaciéndose. Es decir, cada uno modela y conforma su propio cerebro, como ya señalara Ramón y Cajal, según lo que haga en ese momento.
            

Su estructuración se realiza desde la gestación, y es consecuencia de la multiplicación de neuronas y la formación de conexiones o sinapsis entre ellas, especialmente en el primer año de vida. También de células gliales. Los genes determinan el patrón y funcionamiento básico de circuitos cerebrales, pero en interacción con el ambiente, que le permite experiencias perceptivas, y las hormonas. Sobre todo en el periodo embrionario, y en la adolescencia, donde se produce una elevación muy considerable en sangre de esas hormonas. Así, varios factores ayudan a su maduración. 


           
Respecto al desarrollo embriológico, el cerebro y el sistema nervioso se desarrollan gracias al estímulo de las hormonas placentarias. En las primeras 8 semanas, se realiza en "femenino". Luego, si los genes son XY, es decir, si se trata de un varón, se diferencia en este sentido. Si no, sigue su curso. Cada célula del cerebro, como de todo el organismo, está dotada con esa herencia genética: XX o XY. Posteriormente, cuando ya está más formado, el sistema nervioso controlará el sistema hormonal placentario.





           
Ya desde el embarazo aparecen cambios según el entorno, la relación con los demás, el sonido de la voz de la madre…y más tarde por el ambiente de familia, las miradas cálidas, la atención e interés de los padres, el cariño, y por la impresión que causan las distintas situaciones y relaciones personales. También por las propias acciones, que van moldeando el cerebro de cada uno, gracias a la plasticidad neuronal y sináptica tan grande que posee. Especialmente en estas edades.

        
Dicha plasticidad es mayor en las primeras etapas, luego va disminuyendo, y presenta otro pico en la adolescencia. En ese momento se precisa una reestructuración cerebral para fundamentar unas capacidades superiores, como el propio pensamiento, analítico y crítico, la concentración, el control de impulsos, el juicio, la toma de decisiones... etc.






      
En un niño pequeño, desde que está en la cuna, con los tiempos de sueño, comidas, higiene, paseos por el parque, sonidos de los pájaros, del viento, el sol que acaricia su piel, olores de las flores, de la naturaleza, de la lluvia, sensaciones de frío o calor, humedad…, hay un crecimiento neuronal, y sobre todo se forman múltiples ramificaciones y sinapsis. Es un periodo de gran “explosión” sináptica… También de neurogénesis, especialmente cuando el niño está entusiasmado en algo. Es el estado de "flow" en el que está inmerso en una actividad, y disfruta tanto que aprende sin ningún esfuerzo.

         
Cuando va creciendo, con horarios, actividades cotidianas, el ambiente familiar, pequeños encargos y responsabilidades…, a base de ejecutar unas acciones y de repetirlas, sucede lo mismo: hay una gran formación y reforzamiento de sinapsis existentes, y se van consolidando hábitos.

          

La curiosidad del niño, el asombro, la ilusión por conocer, hacen que le entusiasme todo. La admiración y la emoción que el mundo despierta en ellos enciende la atención y la mantiene viva. Sus ganas de explorar y experimentar alimentan ese entusiasmo… Entonces su cerebro va secretando sustancias neuroplásticas que lo nutren y remodelan. 






          

Además los niños vienen a este planeta con ansias de desarrollar su talento, su creatividad, algo ya inscrito en los genes, como la comunicación y la cooperación, que refiere Carl Woese, un microbiólogo que estudiaba este tema. Los genes son capaces de ayudarnos a ser originales y creativos, a establecer lazos... Es el modo de actuar de la naturaleza humana. 




            
Siempre nos observa atentamente, y aprende jugando. Con su cuerpo, con el rostro de su madre, con los objetos que le damos, midiendo distancias, calculando fuerzas, controlando la postura…, e intentando imitarnos en todo. Le gusta repetir una acción hasta asimilarla y hacerla suya. Por eso es necesario darle cierta libertad de acción, que tenga un buen modelo, seducir con la belleza de unos valores nobles, hechos vida.

Tenemos en nuestras manos el poder ayudar a formar el cerebro de nuestros niños, partiendo de su singularidad y cualidades personales específicas. Y esa formación básica le servirá toda su vida.





            
En esta etapa, hace falta acompañarles en su crecimiento, ir guiando su aprendizaje, respetando sus ritmos naturales, sus tiempos atencionales lentos. Esos periodos más sensibles, que son como ventanasen las que está preparado para adquirir unas funciones innatas, como la percepción de los sentidos, la deambulación, el lenguaje, o unas capacidades superiores y valores del ser humano.

Conocer los ritmos habituales en los que desarrollan determinadas destrezas es vital para ayudarles a crecer. Sin perder de vista la singularidad de cada uno.




            
Es preciso ayudarles a descubrir el mundo, insisto, en un ambiente inmerso en cariño como es la familia. Teniendo en cuenta que, el cariño, la mirada nueva, las emociones, son vitales en su vida y en todo aprendizaje.

            
El periodo más importante de formación de innumerables sinapsis es los primeros años, y luego hasta los 6-8. 

            
En estas fases del desarrollo es necesario dejarles conocer las cosas, aprender desde su "interior", contar con sus ritmos de crecimiento, sus periodos más sensibles, su tranquilidad, sus tiempos de descanso y calma, de juegos, de imaginación, de inventar cosas, situaciones, disfraces… Proporcionándoles un buen ambiente, amable, tranquilo y rico, incluso con material adecuado para que vayan conociendo las cosas, interiorizándolas, ejecutando, aprendiendo habilidades y relacionándose con los demás. 



            
Los niños necesitan experiencias, fomentar el movimiento, las percepciones sensoriales, crear orden en sus cosas, desarrollar el lenguaje, relacionarse con otras personas… Necesitan escoger, tomar decisiones y hacer sus elecciones. Que alguien les guíe e interactúe con ellos, que les ayude a diferenciar entre el yo y el tú. Es la capacidad de captar una reciprocidad, el estado de ánimo del otro..., que se denomina resonancia. 

Que vaya aprendiendo a ser autónomo cuanto antes, adquiriendo habilidades y destrezas, teniendo en cuenta sus intereses, dejándole elegir, tomar pequeñas decisiones, y relacionándose con los demás. "El primer instinto del niño es actuar por sí solo, sin ayuda de nadie, y su primer acto de independencia es defenderse de los que intentan ayudarlo", dice la doctora M. Montessori.




        
También podemos apoyarnos en la belleza: de las personas, de una sonrisa, del afecto, acercarnos a la naturaleza, contemplarla con ellos, porque siempre miran todo con "ojos nuevos” y ven mucho más de lo que nos parece... De hecho, es la mejor forma de que puedan aprender, en especial a edades tempranas, con ese periodo de exploración y percepción de todo lo que le llama la atención. 

          
Por eso es fundamental la sencillez, no darles todo resuelto ni interferir en su proceso de desarrollo con “hiperactividades” que no les dejan estar reposadamente para que puedan tener introspección y silencio interior, pensar las cosas, integrar esas percepciones y sensaciones concretas. Y, partiendo de eso, relacionar cosas, aprender y "construirse" a sí mismos.






   
2- FASES DE MADURACIÓN CEREBRAL
           
Esta maduración se realiza progresivamente desde zonas más primarias y posteriores, a zonas anteriores y más complejas. Las más primarias, e internas, permiten funciones vitales para la persona, como la respiración o la función cardíaca, el sueño...

            
A nivel de lóbulos cerebrales, y cerebelo, lo primero en madurar son las áreas que coordinan el movimiento y la percepción sensorial. Por eso les encanta moverse, y es muy necesario. Necesitan hacer cálculos motores, posturales, sensibilidad gruesa y fina…, cinestésica, y repetir esas acciones hasta dominarlas. Así se graban programas premotores que usarán toda su vida. El movimiento ayuda a formar circuitos neuronales.
            
Las áreas sensoriales, con el conocimiento sensorial perceptivo, experiencial, captado por sus sentidos. Luego pasa por el sistema límbico, donde adquiere una connotación agradable o desagradable, y se integrará en distintas zonas de la corteza. Por eso es necesario que usen todos sus sentidos para entender y comprender mejor cada realidad. Es la etapa sensorio-motora con un momento crítico para su desarrollo.






            
Más adelante surge el periodo crítico del habla y el lenguaje, que permite relacionarse con los demás, estimula el pensamiento, y aumenta el conocimiento del medio en que se encuentra. Necesitan esa interactuación. Es casi un milagro que un niño pequeño aprenda a hablar al oír a sus padres. Es algo innato en todas las personas, a no ser que haya una alteración concreta del desarrollo.

            
Posteriormente la zona cognitiva y emocional, gracias a algunas zonas de la corteza y al sistema límbico, muy relacionado con la afectividad, donde se capta la realidad teñida de sentimientos, y se valoran las emociones. 

            
Los sentimientos son más bien estados de conciencia, más que contenidos, situados entre dos polos: agradables o desagradables, buenos o malos, positivos o negativos... Cada persona percibe la realidad de una forma singular y concreta, personal, según su modo de ser y su afectividad.

           
Por otro lado la afectividad es un refuerzo de nuestras capacidades. Nos recompensa por el bien logrado..., pues hace experimentar la dicha de hacer lo correcto, de ayudar a los demás.




            
Y lo último en madurar, que se inicia desde etapas anteriores, y se potencia en la adolescencia, es la corteza prefrontal. Lo más específico de una persona, con sus conexiones a otras áreas, base anatómica del pensamiento analítico y funciones cognitivas superiores, control de impulsos, atención, toma de decisiones, el juicio, la planificación, la voluntadetc. Y esto no se finaliza hasta los 30-35 años. Aunque el cerebro siempre está en continuo cambio...





            
En la etapa de la adolescencia se produce un remodelado del estrato cerebral. Se forman zonas específicas para adquirir unas funciones cognitivas superiores, con una poda selectiva de neuronas y circuitos que no se usan, para dar cabida a dichas funciones. Y se refuerzan las zonas más utilizadas. El cerebro, muy en especial en este momento, está en constante construcción y maduración.

            
Por tanto, el cerebro adolescente no ha terminado de madurar: es más, está en pleno proceso de cambio. Se están cuestionando las grandes preguntas y se descubren a sí mismos, y sus cambios tan grandes, aunque no se reconocen. Son todo emociones vividas al máximo, pero el control de ellas, y la toma de decisiones, es todavía inmadura. No tienen el sustrato neurológico formado para ello, pues está en proceso de maduración. Debemos estar pendientes de ellos, aunque en un segundo plano, y guiarles muchas veces. No dejarles solos ante algunas situaciones que les desbordan, o que no pueden controlar…



     
Resumiendo, podemos aprovechar este conocimiento del desarrollo neurológico en la educación de los hijos, en su maduración, para permitir su curiosidad, atención y aprendizaje, y reforzar las sinapsis adecuadas que le van a ayudar durante toda su vida. Y es vital usar el cerebro, porque lo que no se usa ¡se pierde!


      
Siempre contando con su libertad, con su capacidad de elección en una dirección valiosa, y enseñándoles a ser responsables de sus decisiones. Porque, las acciones del día a día crean hábitos, con sus correspondientes sinapsis y conexiones entre zonas cerebrales, incluso van formando redes neuronales, y estos hábitos van modelando el carácter de cada persona, con sus específicas cualidades y fortalezas, si las sabemos descubrir y estimular.



                              


       
En próximas entradas veremos cómo aprende una persona, y en concreto los niños..., y cómo seducir con unos valores humanos nobles, que dan más sentido, para que nuestros hijos los aprendan y puedan hacerlos vida gracias a nuestro cariño y coherencia.

     

        
                                                                             Mª José Calvo
                                                                            @Mariajoseopt
                                                                        
                                                               Optimistas Educando y Amando



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