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jueves, 18 de diciembre de 2025

LA LUZ DE LA NAVIDAD



                                         LA LUZ DE LA NAVIDAD  

        


Se acercan días grandes y luminosos. Estas fechas de espera para la Navidad son un momento de tal belleza que cautiva y da esperanza para vivir con ilusión.

Podemos parar nuestra vida ajetreada para repensar la Navidad, para mirar con calma, con perspectiva y hondura, y sorprendernos de ese misterio. Con mirada "nueva", como los niños, que saben descubrir lo bello que nos sale al encuentro. ¿Qué nos querrá decir a nosotros?


Navidad es el misterio del "nacimiento" del Niño Dios en una familia: la Familia de Nazaret. Nada hay más bello y sorprendente que todo un Dios hecho un Niño... Es el espíritu de la Navidad. Algo enternecedor, el misterio del amor de Dios que se descubre desde la humildad de Belén. Poniendo el corazón, acercándose al portal, quizá como uno de los personajes, vislumbrando y percibiendo ese amor de Dios por los hombres. Sintiéndonos cada uno muy queridos.

Y nos pone de relieve la grandeza de la Familia, de cada familia, dando vida y cariño a todos los que se acercan... 



 
                    

* Preparar el corazón

Lo propio de esta espera es ir preparando el corazón, como los niños,  montando el Belén. 

Podemos aprovechar esa fuerza del belén para estar pendientes de los demás, para mejorar las relaciones en familia, para las conversaciones con ellos. 

Es un tiempo especial dedicado a pensar en los otros, en alegrarles la vida con detalles de cariño. No es necesario gastar mucho, sino tener ilusión, sorprender con imaginación y creatividad, con pequeños detalles cotidianos, especialmente a los que más queremos. También con los que sufren en muchos sitios, o están solos, tristes, agobiados, o carecen de lo más esencial... Regalar tiempo y cariño.
                  
Nuestros hijos nos están mirando todo el día. Vamos dejando una huella, y marcando la senda por donde ellos podrán pasar… Vamos a enseñarles algo trascendente y valioso que no pasa con las modas ni con los tiempos, y que siempre recordarán en su corazón, y les dará fuerza y propósito en su vida. Y pasará de generación en generación como el tesoro que es.

          

Para empezar, podemos aprender de ellos a ver las cosas con asombro y entusiasmo, sabiendo descubrir lo bonito, lo bello. Intentar poner el Belén entre toda la familia, contando con las ideas de cada hijo. Buscar un lugar importante de la casa, y ponerlo acogedor. Es algo divertido, estimulante, enriquecedor y creativo. Traer unas piedrecitas, un poco de hierba, unas ramas, unas hojas secas, pajas, cortezas de árbol... Y unas figuritas. Recortar estrellas de cartulina o de papel charol, ríos de plata, poner caminitos de arena, unos animalillos... Así pasar un rato entrañable haciendo algo de veras cautivador.


Cuando ya esté montado, podemos hacer un “juego” de imaginación con nuestros hijos y transformarnos en un personaje de aquella época. O disfrazarnos incluso. Escondernos en el Portal, ir con los pastores a ver al Niño, llevarle un queso, un tarro de miel, algo de ropita, o cantarle una canción. Imaginar que podemos estar con su Madre, María, o que hablamos con San José. ¿Cómo les miraríamos?, ¿qué nos transmitirían?..., ¿qué les diríamos?... Cada uno puede escuchar en su corazón.





Con nuestra inteligencia e imaginación podemos traspasar los límites del tiempo y del espacio, y acudir a su encuentro. De eso se trata, de acercarnos al Niño. Crear nuestra propia historia. Ir toda la familia visitar al Niño Jesús y contemplar la mirada de nuestros hijos. Podemos hablar con él, contarle nuestras ilusiones, alegrías, proyectos, sueños, preocupaciones... Y escucharle, pues habla directo al interior, si le dejamos, si hacemos un poco de silencio. Él está deseándolo...


Ver cómo se tratarían María y José, con qué cariño y detalles aunque no tuvieran apenas nada material... pero sí un espíritu entregado, enamorado, agradecido, generoso, alegre. Con mucho cariño. 

¡Con cuánto amor cuidarían a ese Niño, nada menos que el Hijo de Dios! Le prepararían el lugar con mimo y cuidado, con paja harían una cunita confortable en el pesebre frío y duro, le besarían, le mirarían, le sonreirían, le cantarían, le bailarían, y ¡no saldrían de su asombro! 


                   
Podemos hablar con ellos, en la imaginación, en la realidad, pues ambas se complementan. El Belén nos enseña a rezar con sólo mirarlo: es como una "máquina del tiempo" que nos transporta a otro mundo..., y nos ayuda a meternos en la escena, a inspirarnos con sus vidas llenas de sencillez, atentas a lo que Dios les va diciendo...
                
Y aprendemos de ellos un sinfín de cosas: a valorar lo importante, a no ser caprichosos, a pensar en los demás, a regalar cariño y atención, y a disfrutar de la alegría del Recién Nacido. ¡Cuán derroche de cariño supieron poner en ese pequeño lugar de la Tierra, tan "escondido", donde todas las cosas se irían haciendo "nuevas"!
      
Incluso enseñar a nuestros hijos a esconderse en el Belén y hablar con esos Personajes... Ayudarles a cuidar al Niño, a tener detalles con Él, a ser muy amigos suyos, a decirle cosas cariñosas, a pedirle ayuda y darle gracias, a cantarle villancicos... Por vía afectiva, con el corazón, es como mejor se vive y ellos lo entienden de maravilla. 


Por otro lado, allí tenemos hecho uno de nosotros al mismo Dios. Con su grandeza y esplendor, todo el Amor concretado en algo tan pequeño. Toda la belleza y bondad que nos podamos imaginar, condensada en un Niñito indefenso... con los brazos abiertos, esperando nuestra acogida y cariño.







* Un referente...

La Sagrada Familia nos sirve de modelo para intentar mejorar como personas, y como familia, para parecernos un poco más a ellos. Aprender a amar y ser mejores esposos..., y buenos referentes de nuestros hijos. También pedirles ayuda ante nuestra "poquedad", a su Madre, nuestra Madre la Virgen, y a nuestro padre el querido San José, el de la sonrisa permanente...

                    
Es el Belén que puso Dios. Y también es el título de un libro de Enrique Monasterio, de Ed. Palabra, que comienza con el Big-Bang..., y nos cuenta la historia viva de cada personaje del belén. Puede ser bonito para hacer ambiente en familia, y leer estos días. O para regalar a los abuelos..., que tanto les gustará. Dejo una cita: "Al principio Dios quiso poner un belén y creó el universo para adornar la cuna. Y empezó su trabajo. Hizo mares y océanos de papel de plata, y grandes desiertos de arena dorada para los camellos de los Reyes Magos”... Una maravilla.



Po tanto, en la espera del Niño, podemos hacer ambiente de hogar alegre y optimista, lleno de ilusión. Él nos espera en cada aventura cotidiana, en cada reto que nos cuesta. Podemos regalarle esos detalles concretos de lucha, de cariño, de agradecimiento...


Dirigir nuestra mirada al pesebre ayuda a olvidar diferencias y problemas, a quitar obstáculos que separan de los demás y centrarse en lo que nos une. Poner comprensión y perdón, y ser más amables con quienes más queremos, especialmente en familia. Siempre merece la pena, pues nos necesitan alegres. Ahí encontramos la fuerza y la alegría para vivir.

Pensar qué palabras decimos, hacerse cargo de los sentimientos y estados de los demás, cuidar las amistades, poner intención en metas nobles... Son retos que nos mejoran cada día. Cada pequeña victoria nos acerca al belén.


Así será una "espera" con ilusión y esperanza, no con agobios, pesares o ansiedad. Preparar el corazón para el encuentro con Jesús. Además, eso nos hace más dichosos. 


Y disfrutar de la alegría inmensa de estar juntos en familia en estos días tan entrañables, donde Dios mismo quiere nacer en cada corazón, en cada familia. Teniendo más presentes a los que ya nos han dejado..., pero velan por nosotros. Sin que la tristeza haga "nido" en nuestro interior, sino velando también por ellos.

Como decía Viktor Frankl, "que el dolor de haberlos perdido no empañe la alegría de haberlos tenido".


Cuidemos la familia, cada familia: "el corazón" de la humanidad. Te lo cuento en ese artículo...

Cuánto asombro y ternura podemos mostrar ante semejante "Regalo" lleno de significado y trascendencia. Aprender a saborear tanta belleza que se nos da, tanto cariño atesorado... Contemplar el Misterio con ojos y corazón de niño. Y así poder sembrar esa paz y esa alegría que rebosa a nuestro alrededor, en un mundo muy necesitado de paz, de luz, de cariño y perdón, de esperanza. 


Os deseamos de todo corazón una ¡MUY FELIZ NAVIDAD!

   
                                                                       
                                                                 

Espero que te haya gustado, y puedes compartir en familia y con amigos. Muchas gracias. 

                                      

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                                                                            Mª José Calvo
                                                                  optimistas educando y amando
                                                                            @Mjoseeopt
                   
      

                                                                          

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