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domingo, 14 de abril de 2019

EL SUFRIMIENTO... II


   
                        

                                        AFRONTAR EL SUFRIMIENTO II


        
Un post un poco profundo... Quizá este tiempo nos ayude a comprenderlo un poco.

          
Como vemos, el dolor es un misterio. No lo entendemos. Nuestra naturaleza nos impulsa a evitarlo, pero, por otro lado, siempre aparece de alguna forma: la vida conlleva sufrimiento. Y el amor a las personas queridas a veces también nos hace sufrir… Cuanto más se ama, uno se hace más vulnerable: se expone a sufrir más por amor.

          
El dolor no es algo contrario del amor, sino que forma parte de él. Lo contrario del amor es el egoísmo, el narcisismo, "el yo, me, mi, conmigo...", que nos tira con fuerza en ocasiones, pero no nos engrandece. El amor y el dolor forman parte de la misma realidad, como las dos caras de una moneda.

         
No se puede evadir siempre el dolor y el sufrimiento. Entonces, ¿cómo afrontarlo para que no nos hunda o destruya…?





          
Sigo el post de Tierras de penumbra, comentando algunas ideas geniales de “El problema del dolor” de C.S. Lewis... 

        
* En la naturaleza a veces se presentan ciertas paradojas. Está en nuestra naturaleza humana evitar el dolor. Es algo desagradable. Pero, por otra parte, un dolor inesperado nos puede ayudar a hacer un parón en la vida, a ser mejores, más comprensivos y empáticos, más humildes, y menos autosuficientes o quizá engreídos… Hay que saber aprovechar lo bueno de cada circunstancia. Y, como señala Elisabet Lukas, continuadora del legado del doctor Viktor Frankl, es fundamental nuestra actitud al respecto. Con una buena actitud podremos superar cualquier circunstancia, pero, con una mala actitud, "hasta una estancia en el paraíso resultaría insoportable". 




       
La escritora inglesa Virginia Wolf nos dice algo curioso sobre el dolor. “La enfermedad es como remover la tierra donde está plantado un árbol: quedan al descubierto las raíces, y se ve lo profundas y fuertes que son.”



           
Se ve lo que de verdad somos, lo que de verdad nos importa en la vida, y lo que llevamos en el corazón. Porque ya uno no intenta aparentar y se muestra tal cual es, sin máscaras ni protección, sin intentar parecer lo que no es… 

Muchas veces, el dolor purifica el amor, lo hace más generoso, más noble, porque se demuestra a pesar de que duele. Se torna incondicional, con mayor libertad.


          
* Otra idea que apunta Lewis. Parece que Dios nos niega la felicidad estable en la vida, quizá por nuestro bien, pero nos reconforta en el camino con pequeñas alegrías, placer, regocijo, buenas amistades… 

Es nuestra tarea no confundir todos estos placeres con la felicidad plena que podemos alcanzar, consecuencia de la plenitud personal, gracias a saber querer a los que tenemos cerca. Poner las miras en la meta más importante de nuestra vida: el sentido, único y específico para cada uno. La misión concreta.




        
* Además, tenemos la misión de dejar el mundo un poquito mejor de como nos lo encontramos, pensando en los demás. Utilizando nuestros talentos y fortalezas. Nadie se perfecciona como persona en soledad, sino con los demás, teniéndolos en cuenta, comprendiendo, mostrando empatía y ayuda. 
    
No estamos creados para el individualismo, sino para las relaciones personales auténticamente humanas. Muy en especial en la propia familia. Único ámbito donde se puede desarrollar la persona, gracias al cariño que recibe y a la aceptación incondicional... Y, donde puede desplegar todo su potencial, correspondiendo a ese amor: ¡dando con creces ese cariño que nos conforma como personas cabales!




          
Y, para mejorar el mundo en el que vivimos, cada uno debemos ser mejores. La única persona en la que puedo actuar soy yo mismo. La de los otros no se puede exigir, sino solo crear un clima favorable, positivo y amable, de cariño y libertad, para que puedan logarlo.

      
Mejorar como personas implica lograr buenos hábitos que ayuden obrar de ese modo. Al hacerlos con libertad, porque se quiere, y por amor, se transforman en virtudes. Virtus significa fuerza: facilitan el obrar bien, y van formando una buena personalidad. 




           
Además, siendo mejores podremos hacer el bien. Como dice Tolkien en boca de Sam en "El Señor de los Anillos": las "grandes historias...", en las que se tiene algo por qué luchar, y uno no se rinde. Te lo cuento en ese post. 

Mejorar el ambiente en el que nos movemos requiere intencionalidad y esfuerzo: no sale solo. Hay que luchar por ser íntegros y coherentes, actuar conforme a unos principios, que sirven de guía a modo de estrella polar. 

         
Como ya señalara Aristóteles, la persona con buenos hábitos y virtudes disfruta haciendo el bien. Lo bueno no tiene por qué ser desagradable…, o difícil, sino todo lo contrario. Da facilidad al obrar en esa línea.




     
* Volviendo al dolor, Dios puede sacar un bien mayor del sufrimiento. Por ejemplo, en la persona que lo padece, haciéndola más humilde y comprensiva... En los demás, invitándolos a la compasión, a tener gestos y detalles de cariño y servicio para con ella.


     
* Pero, a diferencia del mal y del error, el dolor no tiene unas consecuencias negativas en la propia persona, ni engendra más dolor. Es lo único “aséptico” de estas realidades. Una vez que se ha acabado ya no prosigue. 

Tampoco enturbia o debilita la inteligencia, como sucede con el mal y el error. Y no se han de corregir las consecuencias de esos males. Es más, produce algo bueno en sí mismo, como la compasión o la sencillez.


         
Al hilo, una anécdota real que relata el profesor José Manuel Mañú, en su libroLa educación afectivo-sexual en Primaria, de Editorial Desclée de Brouwer. 2012. ¡Gracias, profesor! 


“Edith Zirer es judía y en 1995, cuando contaba este relato, tenía 66 años. En 1945 fue liberada por los soldados rusos después de pasar tres años en campos de concentración y haber perdido a su familia. Dos días después llegó a una pequeña estación ferroviaria. “Me eché en un rincón de una gran sala donde había docenas de prófugos. Wojtyla me vio. Vino con una gran taza de té, la primera taza caliente que probaba en unas semanas. Después me trajo un bocadillo de queso. No quería comer, pero me forzó levemente a hacerlo. Luego me dijo que tenía que caminar para poder subir al tren. Lo intenté, pero caí al suelo. Entonces me tomó en sus brazos y me llevó durante mucho tiempo, kilómetros, a cuestas, mientras caía la nieve. Recuerdo su chaqueta marrón y su voz tranquila que me contaba la muerte de sus padres, de su hermano, y me decía que él también sufría, pero que era necesario no dejarse vencer por el dolor y combatir para vivir con esperanza. Su nombre se me quedó grabado para siempre: Karol Wojtyla”. 


   
De esta forma, y de muchas otras, Dios saca un bien superior de situaciones aparentemente negativas que no comprendemos bien. Son un misterioso arcano para nosotros. Está claro que no alcanzamos a conocer las cosas con su trasfondo… Quizá en algún momento veamos el tapiz completo. 



      
El efecto positivo del dolor es que nos puede ayudar a ser mejores, a pensar en los demás, a salir de nuestros "juegos", a pesar de que no lo comprendamos, o nos  “duela”. Por eso, como señala C.S. Lewis, “el mundo es un valle donde se forman las almas…” 


       
Podemos aprovechar cada circunstancia para ver lo bueno que nos ofrece. Porque, al fin y al cabo, esa plenitud personal es lo que nos hará más felices. 

La experiencia es una dura maestra… Y el amor sana heridas. Cuando se acepta ese dolor que nos llega, se torna en sacrificio gustoso por quienes queremos, e incluso retorna la paz y la esperanza al corazón. 





       
Para acabar, un pensamiento profundo y alentador del "gran" Juan Pablo II para repensar:


      “EL amor hace fecundo el dolor,
 
      y el dolor hace profundo el amor"



    

      
Con estos temas relacionados con la Semana Santa, recomiendo la película de "El hombre que hacía milagros", de animación, pero preciosa y entrañable, con música encantadora. 

Y para adolescentes y adultos también "La Pasión de Cristo" de Mel Gibson, protagonizada por Jim Caviezel. La película fue rodada en Italia. Posee una peculiaridad: está en latín, hebreo y arameo, con subtítulos, para recrear mejor la realidad. Fue candidata a tres premios Óscar, y ganó veintidós premios cinematográficos.



Espero que te haya gustado, y lo puedes compartir.
   

                                                                               
  
                                                                             Mª José Calvo
                                                                 optimistas educando y amando
                                                                             @Mariajoseopt



Dejo enlaces relacionados:


 * ¿Que-hacer-con-el-sufrimiento...? I (primera parte con "Tierras de penumbra")



 * Nuestro-mejor-proyecto 
           
 * Los 4 pilares del amor 
                                               

                                           
URL del post:
https://optimistaseducando.blogspot.com/2019/04/el-sufrimiento-ii.html


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