* Enmarcarla en su adecuado ambiente y contexto es fundamental: un amor auténtico, comprometido, para siempre, entre dos personas que comparten un proyecto de vida conjunto, diseñado entre los dos, y buscan de veras quererse, ayudarse a lograr lo mejor de cada uno.
Y somos seres trascendentes, capaces de mirar más allá y asombrarnos de la realidad, de tantas cosas espectaculares plenas de significado que nos salen al encuentro. Nuestra meta y sueños no están aquí abajo: ya lo apuntaba C.S. Lewis. Nuestro corazón anhela algo más alto, más grande, una belleza casi infinita...
* Por otro lado, la persona se manifiesta con el cuerpo. Es algo constitutivo de ella. Se podría decir que es un ser muy valioso con un cuerpo espiritualizado, en una sola unidad inseparable. El alma vivifica y da categoría personal, y el cuerpo expresa su dignidad de persona. Lo más visible manifiesta lo invisible y personal, lo arcano y misterioso que forma parte de esa persona.
Por lo tanto, dos personas que se quieren con un amor verdadero comparten toda su vida: sus ilusiones y proyectos, sus luchas, sus alegrías y sus penas y dificultades… llegando hasta el fondo del ser de cada una de ellas. Tienen ansias y anhelos de unión, de darse, de ser uno solo, con un solo corazón.
Y esos deseos se manifiestan a través del cuerpo, con la expresión tan fuerte y fascinante de "hacerse uno”… lo cual conlleva toda la interioridad personal, porque el cuerpo guarda, protege, refleja y transmite esa interioridad, y es mucho más que cuerpo.
El querer se continúa con los afectos, y se hace operativo con actos que lo muestran, que lo reafirman, y realimentan la unión de dos y la llevan a su compleción. Se ama con todo el ser, a lo largo del tiempo.
Con ideas del doctor J.B. Torelló, el abrazo expresa el deseo de los que se aman, de ser uno sólo, de crear una "nueva unidad" de dos. Una unión viva, una fusión de dos personas. Por tanto, la sexualidad es la encarnación física del amor de pareja. No sólo es una expresión de amor, sino que "es" amor encarnado..., completado e intensificado con ese gesto propio suyo que los trasciende.
3) Una pincelada más...
Algunas pinceladas muy básicas para fundamentar una sexualidad sana, acorde con la dignidad y valía de la persona:
* La relación íntima es amor: esa es su esencia, su materia prima; no búsqueda de sensaciones vibrantes superficiales y efímeras de gustirrinín, sino don de sí.
Requiere un compromiso de libertad con esa persona. El "sí quiero" inicial es el punto de partida de la aventura, es como energía concentrada que ayuda a luchar por amarse cada día mejor.
* Comunica un mensaje íntimo profundo y trascendente, natural, especial y secreto. Algo que no se comparte con nadie más. Y abarca todos los aspectos de la persona, como decía, no sólo el cuerpo, sino toda la interioridad personal: afectos, pensamientos, sueños...
* Se necesita una voluntad entrenada para, en un acto supremo de libertad poder decir "sí", y entregarse a la persona elegida. Con toda el alma, en todos los aspectos y facetas personales. Y uno se entrega con autodominio personal, con "señorío" sobre sí mismo, a diferencia de los animales en los que sólo hay instinto y supervivencia.
* Procurando el bien del otro: ayudándole a lograr lo mejor de él, de ella, con la "fuerza" de ese cariño. Eso es precisamente amar. Es decir, que pueda a su vez querer, y de ese modo sea más feliz. Con palabras del doctor J. B. Torelló, la madurez afectiva consiste en "salir del vivir para mí, y alcanzar el vivir para ti".
* La felicidad en el amor no depende del placer momentáneo, sino de construir una base sólida de amor, con sentido, y crecer juntos. Como refiere el gran Viktor Frankl, la felicidad es como una mariposa: si la persigues, ¡se escapa!
* * *
Resumiendo, la sexualidad es muy valiosa en sí misma, pues ¡es amor! entre dos personas, él y ella, en ese marco tan propio y específico. No es un juego ni un pasatiempo, sino entrega personal hacia el encuentro. Algo grandioso, y por eso es capaz de mejorar a la persona: a la que ama, y también a la que es amada... Vivifica la relación: le da vida. De ahí su grandeza y significado, que no debemos rebajar, empequeñecer, y menos alterar o manipular...

La sexualidad es amor,
por eso tiene gran poder de mejorar a la persona
al centrarse en el tú del ser querido.
En el amplio abanico de las relaciones que tanto se prodigan por ahí, en un extremo se puede dar el sexo sin amor, "cuerpo a cuerpo", como bien de consumo: de usar y tirar, pero eso ¡no es amor!, más bien lo destroza. Y pasa factura.
Y en el otro lado, un amor autentico entre un varón y una mujer, que se deciden a quererse en “cuerpo y alma”, persona a persona, en el que se unen todos los aspectos de la donación personal: tanto lo físico como lo afectivo y espiritual, proyectos e ilusiones, gustos, lecturas, tiempo, con ese proyecto de vida compartido, diseñado entre los dos. Es lo que da "consistencia" al amor, e ilumina y alegra la vida entera.
En definitiva, la relación íntima amorosa está muy por encima del solo sexo, a una distancia enorme, colosal, aportando sentido y coherencia de vida, solidez y firmeza, que rezuma una felicidad honda, no superficial ni epidérmica, ayudando a conquistar lo mejor de cada uno. Es decir, una vida lograda, con "poso" y contenido. Digna de una persona.

Mª José Calvo
optimistas educando y amando
@Mjoseeopt







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