PLASTICIDAD CEREBRAL III
Os dejo esto que escribí para la revista Hacer Familia, sobre desarrollo y plasticidad cerebral en niños pequeños. Algo a tener en cuenta para su buen desarrollo...
Hemos visto en otras entradas el desarrollo, maduración y aprendizaje. Dejo enlaces abajo. Ahora vamos con las acciones y los hábitos.
1- ¿CÓMO ES EL DESARRROLLO CEREBRAL?
2- FASES DE MADURACIÓN
3- ¿CÓMO APRENDEN LOS NIÑOS?, ¿CÓMO SE FORMAN COMO PERSONAS?
4- EDUCACIÓN, HÁBITOS, Y PLASTICIDAD CEREBRAL
5- FORMACIÓN DEL CARÁCTER
4- HÁBITOS Y PLASTICIDAD SINÁPTICA
Los padres, cuando traemos un hijo a este mundo, nos convertimos en sus primeros y principales educadores. Les queremos de forma incondicional, y ese cariño es el artífice de su creación y posterior maduración. Te lo cuento en el marco antropológico de desarrollo infantil.
Educar a una persona es, como dijera Platón, “sacar a la luz” toda su belleza, su potencialidad, sus cualidades y talentos singulares, en los que destaca, con los que puede alegrar y mejorar el mundo...
Al final, todos tenemos que aprender a pensar con claridad, armonizar cabeza y corazón, y hacer buen uso de la libertad personal. ¡Cada uno partiendo de nuestros talentos...!
Todo esto es necesario para aprender a amar: la principal asignatura de la vida. Y requiere entrenarse en conquistar buenos hábitos, que al crecer se transformen en virtudes, y consoliden y formen el carácter y la personalidad. De este modo facilitan obrar en esa línea.
Vimos que el mayor aprendizaje se realiza en los primeros años de la vida, mediante la curiosidad del niño y la capacidad de sorprenderse, de admirar: su principal motor que guía el conocimiento. Aprende ¡porque disfruta! Por la experiencia perceptiva sensorial, que es la forma en que conoce mejor las cosas, envuelta en afecto. De ahí la importancia de las salidas y paseos en la naturaleza, de concretar el conocimiento... etc. También por la relación con los padres, fuente de seguridad y cariño confiado.
Ese ambiente entrañale le permite captar sus mensajes, emitir otros, ver cómo le responden, y responder a su vez… Así, va aprendiendo muchas cosas. Es la resonancia con esas personas la que permite un buen desarrollo y aprendizaje. Como este patrón se repite muchas veces, va formando una estructura sólida de cariño y seguridad donde asentar habilidades y conocimientos en el futuro. Es como el entramado para construir su personalidad.
También aprende a través de sus propias elecciones y acciones. Al principio son más básicas: tratan de conocer el entorno y de controlar los movimientos de su mano, de su cuerpo. Luego, por el desarrollo de hábitos operativos desde muy pequeños. Desde recién nacidos, con los horarios de sueño, las comidas, la higiene, los paseos… etc., y cuando van creciendo, con otras actividades, la relación con otras personas, se van formando hábitos que facilitan esas acciones. Y siempre se fijan en los padres y tratan de imitarlos en todo. Es algo innato: son su modelo, porque se sienten queridos por ellos.
En esta línea, es vital explicarles y reflexionar sobre lo que está bien o mal, para que vayan interiorizando esos criterios y tengan un referente claro a la hora de actuar. De este modo van aprendiendo a usar su libertad.
Como señala una gran pedagoga y médico, María Montessori, ¡sembrad buenas ideas!, aunque parezca que no las entienden del todo... ¡Los años se encargarán de hacerlas florecer!
También son muy necesarios unos encargos, con los que ellos disfrutan, y les ayudan a adquirir habilidades y destrezas, autonomía, fortalecen la voluntad, y aprenden a pensar en los demás, desarrollando la comprensión y empatía, tan importantes en las relaciones personales. También adquieren responsabilidad y madurez.
* Aprendizaje y hábitos
Un niño lo tiene que aprender todo. Su cerebro está por conformarse, que no es almacenar datos, sino aprender desde su interior, sacar a la luz su potencialidad.
Entonces, ¿en qué consiste el aprendizaje?
El niño aprende cuando percibe, siente, admira, se sorprende de miles de cosas. Básicamente establece conexiones neuronales a través de sinapsis, y va relacionando todo. Cuantas más conexiones o sinapsis tenga, tanto mejor. Esto permite captar y transferir información de todo tipo, de unas zonas a otras del sistema nervioso. Relacionar. Son como pequeños centros de decisión, subordinados y conectados con conexiones a otras neuronas. Y a su vez forman circuitos y redes, que facilitan elaborar respuestas y actuaciones.
También es el modo de aprender buenos hábitos y formar circuitos neuronales que le pueden servir toda su vida. Y es bueno que disfruten de aprender, el entusiasmo y asombro permiten ese aprendizaje hondo en la memoria de largo plazo.
Los hábitos operativos que van adquiriendo, con cierto grado de libertad según su edad, se transformarán en virtudes, y crean uniones entre neuronas que hacen más estable y fácil ese comportamiento. Esto es posible gracias a la espectacular plasticidad cerebral, base de todo aprendizaje.
Las uniones van formando circuitos neuronales que, con el uso frecuente, se hacen más eficientes y rápidas, conectando diversas zonas.
Por otro lado, cualquier tipo de habilidades se apoya en otras: todo está interconectado formando redes neuronales. Desde zonas aferentes sensitivas, emocionales, de asociación, motoras, premotoras, de memoria a corto plazo, pensamiento... etc.
En estas etapas, un factor muy importante es el juego, porque todo lo aprenden a través de él, pues disfrutan. La vida es juego. Juegan con la mirada de su madre, con pequeños objetos a su alcance, experimentan con ellos, y van ensayando multitud de cosas… Con el juego lo pasan bien y se emocionan, y su cerebro produce neurotransmisores, como la dopamina, oxitocina, y opiáceos endógenos, que se liberan en las sinapsis y hacen que el niño se sienta a gusto, disfrutando. Hasta pueden logra con frecuencia ese estado de flow, en el que el aprendizaje es óptimo, y su concentración muy elevada. Y el tiempo vuela... Así lo puede interiorizar mejor.
A los niños les emocionan muchas realidades, y saben entusiasmarse con cualquier pequeña cosa. Y les ayuda a desarrollar su imaginación y su pensamiento mágico, el cual, hacia los 6-7 años, se hace más lógico.
Por tanto es necesario crear un ambiente saturado de cariño, y disfrutar para aprender: las emociones estimulan la atención y la concentración, e influyen en todos los aspectos. Permitir su curiosidad y admiración por la belleza de lo que les rodea.
Asimismo es fundamental descubrir sus cualidades y fortalezas, lo que hace bien, y hacérselo notar para que lo desarrolle. Partir de su temperamento, de sus cualidades y gustos, de sus respuestas más temperamentales, enseñándoles a modularlas. También desarrollando hábitos que conformen su carácter y personalidad, aprendiendo a pararse y pensar antes de actuar, a tener en cuenta los sentimientos de los demás... etc.
* Varias etapas
En las primeras etapas de la vida se va modelando su cerebro. Todo está por “grabar” en él: por eso se forman innumerables sinapsis gracias a dicha plasticidad. Este periodo vital comprende de 0 a 3 años, y luego hasta los 6-8. Todo esto le ayuda a construirse como la persona singular que es.
Cada vez que repite una acción con intención y progresiva libertad, se va haciendo un hábito que consolida esas sinapsis. Y se van formando circuitos simples, que albergan funciones concretas, y luego más complejos, reafirmándose y potenciándose cada vez más con su uso. Y relacionando ideas y áreas cerebrales.
Al principio, necesita tener margen de movimiento y experiencias sensoriales perceptivas. Usar todos los sentidos para conocer el mundo que le rodea. La falta de estímulos de ambientes carenciales, y en especial de afecto, impide su buen desarrollo, pero, tampoco es bueno que los haya en exceso, ni querer adelantar etapas. Es la etapa sensoriomotora, en la cual el movimiento también es muy necesario.
Su cerebro está preparado para formar muchísimas sinapsis y redes, en función de ese conocimiento experiencial, de las vivencias en el seno de la familia. El ambiente inmerso en cariño y la interactuación con sus padres son imprescindibles para su buen desarrollo.
Más tarde, a partir de esas experiencias y vivencias, se van construyendo nociones más abstractas, conceptos e ideas. Para luego relacionarlas y construir un razonamiento engarzando dichas ideas. Es la base del pensamiento lógico, que se desarrollará más a los 6-7 años, y luego en la adolescencia, que se hace más analítico.
* * *
* Ritmos naturales
Es preciso respetar sus ritmos naturales de crecimiento, dejándole conocer las cosas sin cortar su imaginación y creatividad por darles todo ya solucionado…, o no dejarles tiempo para experimentar, manipular, percibir, ensayar, estar en silencio, pensar y disfrutar.
Porque, la naturaleza dota a las personas de unos "periodos críticos del neurodesarrollo", con una predisposición a un aprendizaje de diversas funciones. El niño, y su estrato cerebral, están preparados para ello. Y ese aprendizaje en ese momento no cuesta apenas esfuerzo y disfruta haciéndolo. La naturaleza le guía en esa dirección, y le da unos puntos o características más sensibles que lo favorecen.
Conocer los ritmos habituales en los que desarrollan determinadas capacidades es bueno para ayudarles a crecer. Sin perder de vista la singularidad de cada uno, sus cualidades y talentos.
Estas funciones son innatas, como la percepción por los sentidos, la deambulación, el control de esfínteres, el habla y el lenguaje, el conocimiento de la naturaleza y del entorno, y más tarde las capacidades superiores.
Por ejemplo, la empatía y amabilidad, la confianza, la sinceridad, el optimismo…, por naturaleza se pueden desarrollar, porque son connaturales a todas las personas. Y se aprenden en el trato en familia.
También otras de adquisición de valores humanos que ven personificados en sus padres, como la amabilidad, la generosidad, la responsabilidad, la resiliencia y perseverancia... etc.
Otras funciones son más culturales, no innatas, como la lectura y escritura que requieren un aprendizaje concreto y cierta capacidad de abstracción, que madura en cada niño a su ritmo.
Cada característica o valor humano tiene un periodo más sensible, y se nota porque el niño se concentra en algo, y le gusta repetirlo hasta que lo interioriza. Para ello es bueno crear un ambiente donde esté a gusto, sereno, con posibilidad de elegir y hacer lo que más le interese, con libertad de movimiento. Y una persona que dirija su aprendizaje. Facilitarle tareas de la vida misma, que puede ir aprendiendo. Por ejemplo, hacer encargos, cuidar una planta, doblar la ropa, juegos, usar utensilios de cocina a su medida... etc. Todo ello estimula habilidades que desarrollará y le ayudarán siempre en su autonomía y en su vida.
La maduración y el aprendizaje requieren calma y ritmos atencionales lentos. Es necesario dejarles ver el mundo con su mirada “nueva” y penetrante…, que sabe captar la belleza y sorprenderse de ella.
Entre estas funciones innatas, y alguna cultural, están:
* la capacidad sensoriomotora hasta los 4 años
* la marcha o deambulación, al año
* el orden, desde que nacen hasta los 3-6 años, con esos hábitos antropológicos de sueño, comidas, paseos, higiene…
* el habla y el lenguaje hasta los 5-6 años
* la sensibilidad fina y manejo se pequeños objetos hasta los 4-5 años
* el control de esfínteres a los 2-3 años
* la socialización de 3 a 6 años, aunque siempre necesitan esas buenas relaciones
* la música hasta los 6 años, muy relacionada con la afectividad
* las matemáticas de 4 a 6 años con el surgir del pensamiento más lógico
* el conocimiento de la naturaleza y la belleza a cualquier edad…
Otras, como la lectura y escritura que señalaba, requieren un aprendizaje y algo de abstracción, a diferencia del habla que es innata. Y suele aprenderse a los 4-5 años, dependiendo de cada niño.
Estas edades son un tanto orientativas, y en cada uno pueden variar, aunque es necesario ir controlando el buen neurodesarrollo desde que nacen, con el perímetro craneal... etc.
Por otro lado, es necesaria la adquisición de unos valores y hábitos desde pequeños, base de la personalidad, como son la sinceridad, la gratitud, la alegría, la generosidad…, que además están inscritos en la biología y en los genes. No era cierto que fueran "egoístas", sino que ayudan en la comunicación y la creatividad.
Nacemos para confiar, para mostrar empatía y ayudar a los demás, a no ser que haya un problema de neurodesarrollo concreto. Esto lo investigó M. Tomasello, estudioso de antropología evolutiva. Estamos diseñados para el trato con los demás y las relaciones humanas, poseemos un cerebro social y empático capaz de tener en cuenta los sentimientos de los que tenemos cerca. Y lo sabemos con certeza gracias a la neurobiología.
Otro tipo de valores, que se concretan en virtudes, como el trabajo bien hecho, la fortaleza, la lealtad, el estudio, la resiliencia, la responsabilidad, la justicia y la integridad, la coherencia, el valor moral de las acciones…, se van adquiriendo poco a poco, en especial al final de esa etapa hasta los 12 años.
Por eso es necesario trabajar los distintos hábitos en esas edades, y darles muchas oportunidades de realizarlos. Entrenarse en ello y desarrollar la voluntad. Más adelante, al poner intencionalidad y libertad, se transformarán en virtudes. Además, podemos permitir esos puntos más “sensibles” como son la imaginación y la creatividad, tan propios de la persona, las relaciones personales, y la cultura, que encamina, favorece y desarrolla muchas cualidades y habilidades.
Al hilo una idea de T. S. Eliot:
Pensad cosas bellas y buenas, porque los dedos de vuestros pensamientos
modelan sin tregua vuestro rostro.
Mucho más el cerebro, su base anatómica, que se "esculpe" con ellos
en cada momento...
Dejo parte del artículo publicado en la revista Hacer Familia:
URL:
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