SE AMA... ¡CON TODO EL SER!
Qué importante es cuidar el amor como un buen jardinero. Cuidar la "rosa" de cada uno, como dijera el Principito. Otras flores son bellas, pero no han sido domesticadas. Domesticar significa "crear lazos"... Hay que ver y buscar "con el corazón". El tiempo que inviertes con tu rosa la convierte en única, y eres responsable de lo que has "domesticado".
El amor se alimenta de muchas cosas: de pasión y admiración, de ternura y asombro, de delicadeza, de servicio atento, y también de amistad. La amistad lo hace más consistente y duradero, reafirma y prolonga la pasión inicial, concretando la unión de los dos, estableciendo "lazos" fuertes y duraderos.
Hace falta poner ilusión y empeño en hacer realidad ese sueño, ese proyecto, a lo largo de la vida. Y la ilusión deriva del amor: del sentirnos queridos y querer a esa persona tan especial.
Amar es pensar en el ser querido, es darse, gratuidad, es querer regalarle nuestra persona, lo que somos y tenemos, hasta lo más profundo del ser: la propia intimidad, el corazón.
Así, descentrarse del poderoso yo para construir "lo nuestro", hacer equipo con esa persona con la que queremos compartir la vida entera.
Pero, para que esa "ecuación" funcione, hay que aprender a comunicar y construir el amor, con delicadeza, buscando buenos momentos. Comprendiendo los estados del alma, mostrando empatía y ternura, usando las "neuronas espejo"..., teniendo detalles cotidianos.
Amar es un diálogo entre el dar y el recibir. Una corriente de ida y vuelta de pensamientos, afectos, sentimientos, ilusiones, anhelos... Todo entra en ese diálogo. Sin secretos con quien más se quiere. Amar con todo el ser.
Es necesario mantener la admiración viva, por sus cualidades, por esos talentos que hemos descubierto en la otra persona, por sus virtudes y esfuerzo por ser amable. Percibir sus fortalezas, porque le miramos con cariño, y ese cariño descubre lo mejor del otro.
De esa forma poder agradecerlas y fomentarlas. Ademas, son el camino hacia su perfección como persona, ¡única y singular! Aquí entra en juego la cabeza, además del corazón.
El amor no es tan sólo sentimientos... Hay que aprender a amar con todo el ser: con el cuerpo, con la cabeza y el corazón. Con sentimientos y pensamientos hacia la otra persona, con la libertad de querer. Porque, el para qué de la libertad, donde alcanza su mejor despliegue, es ser capaces de amar. En concreto a esa persona con la que nos comprometemos, y entregamos en cuerpo y alma.
Amar ¡con todas las capacidades y facultades personales! No sólo con el cuerpo, como puede pasar en ocasiones..., que es lo que salta a la vista, pero no suficiente si queremos un amor auténtico, genuino, un amor que perdure y sortee dificultades del camino...
¿Y la voluntad?, ¿qué papel tiene en el amor?
El sí de la boda se concreta en el compromiso de quererse. Y ese sí se compone de muchos síes a lo largo del día y de los días que van construyendo ese amor. Aquí la voluntad libre es la que pone ese punto de ilusión y lucha, de empeño por lograr esa meta tan apasionante, que además nos hace más felices al poner en primer lugar del corazón al ser querido.
Es la capacidad de "querer querer" y demostrarlo con hechos concretos. La voluntad de querer, en primera persona, es el anclaje que da más fuerza al amor, que lo consolida y hace crecer. Cuando todo es fácil, y cuando cuesta mucho más. Incluso en las pequeñas crisis que se puedan tener... Siempre se puede querer-querer a la otra persona, hacer algo grande de lo cotidiano. Convertir cualquier momento en algo mágico.
Por otra parte, también es importante aprender a amar con el cuerpo. Aunque no sólo con el cuerpo. La maravilla de la sexualidad es un diálogo entre los dos. Hay que saber entregar, y aprender a recibir y acoger al otro. Y es la forma específica de expresar y demostrar el amor, ¡y de hacerlo crecer!, de aquilatarlo, de mejorarlo pensando en la otra persona, en hacerla feliz, en que se sepa querida.
Con muestras de afecto a lo largo del día, y de los días..., con sentimientos exuberantes, o no tanto... Porque, la delicadeza por parte de él ayuda a ella a ser más comprensiva con él; y la generosidad de ella le ayuda a él a ser más delicado y atento. De manera que todo esto estimula los sentimientos de ternura y cariño mutuos que llegan al corazón.
Pero, hace falta comunicar el amor. Los sentimientos son para compartirlos. Se comunica con todo: con palabras, modos, detalles, miradas, caricias..., notitas, esfuerzo y amabilidad.
Tener en cuenta el lenguaje verbal y el no verbal, que es más claro e instantáneo, y se capta al momento. Asimismo los tipos de lenguaje más frecuentes, que tratamos en otro post, como detalles, regalos, actos de servicio, intimidad... etc. Cada uno valora más un tipo u otro, y se siente más querido de determinadas formas. Hay que conocerle, estudiarlo e intentar usar su lenguaje preferido para que le llegue el mensaje y lo perciba de forma adecuada. Y así se sienta querido, querida.
Aprender a contemplarse, que es mirarse con cariño. Ver primero lo bueno, lo que une, hablar en positivo. Comunicar con calma, disfrutar de su presencia. Escuchar con el corazón, no sólo con los oídos. Comprender sus estados y mostrar empatía. Así, descubrir los valores y talentos invisibles, inmateriales, de la otra persona. Sorprendernos de ellos y ser capaces de admirarla. Y, al hacérselos notar, podrá desarrollarlos y lograr su plenitud como persona.
Por eso, qué importante es pensar en el otro, y ¡hacer equipo! Guerra al individualismo, que despersonaliza y ¡mata al amor! Evitar enfados por naderías, pues erosionan la convivencia y la buena relación. Si uno está cansado, o tenso por algo, el otro pone un poco de calma, y salva la situación. ¡Nunca enfadarse los dos, y menos, al mismo tiempo!
Si se presentara un conflicto, es bueno ver si lo que predomina son sentimientos de estar herido, contrariado, o simplemente cansado, o si son pensamientos negativos que delatan un problema real que subyace... Así poder abordarlo en un momento de calma, bueno para los dos, desde el cariño y la comprensión.
Y siempre, ¡siempre!, acabar con un perdón. Aunque parezca que uno no "tiene la culpa". Cuanto más se quiere a la otra persona, más fácil resulta el perdón. Perdonar denota un corazón grande, capaz de conmoverse con los fallos de la otra persona, y de uno mismo. Incluso aunque no nos lo pidan...: ¡adelantarse!
Perdonamos porque le queremos más de lo que pueda fallar. El perdón restaura lo que estaba dañado. Hay que vencer el orgullo, mostrarse comprensivo, disculpando, pero siempre compensa. Porque, ¡también se ama con el perdón! Te lo cuento en otro post. Y permite sanar la relación, salvar todo lo que une, comenzar y recomenzar con ilusión y esperanza.
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Dejo enlaces relacionados:
*"¿Conciliar...?": "si quieres ¡puedes!", y ¡logras sinergia!
Mª José Calvo
Optimistas Educando y Amando optimistaseducando.blogspot.com
@Mariajoseopt
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Muy hermoso ,me conmovió mucho la verdad muchas gracias por compartir cosas tan maravillosas muchas bendiciones María José desde Perú un abrazo muy fuerte
ResponderEliminarMuchas gracias, Rossy, perdona que no lo había visto... Me alegra mucho que te haya gustado.
EliminarUn abrazo también para vosotros,
Mª José