EL "SECRETO" DE LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS
Los padres queremos ayudar a crecer a nuestros hijos en un ambiente de cariño y confianza, para que puedan construirse como las personas singulares que son. Con sus características específicas y talentos. Y darles alas para volar... Sacar a la luz su belleza y potencial, encaminarles a lo que están llamados a ser.
Mediante esas tertulias y conversaciones distendidas de persona a persona, se crea un ambiente atractivo y confiado, con libertad personal, donde es más fácil educar a los hijos. Es el modo de que la familia esté bien unida, forme "una piña", y pueda ser optimista y alegre. Y en ese ambiente de alegría y libertad, con un corazón grande, apuntar a lo mejor de cada uno.
Para ello es vital descubrir sus cualidades y talentos, lo que hacen muy bien..., sus anhelos más profundos, para así ayudarles a fomentar en ese sentido.
También es importante ser buenos referentes, seducir con la belleza de unos valores humanos nobles, basados en principios, que intentamos hacer vida. Y ellos tratarán de imitar.
Valorando mucho la libertad personal, puesto que es uno de los mayores dones que hemos recibido, y la facultad que nos permite construirnos como personas. La libertad es la facultad raíz que tenemos, que posibilita pensar y actuar de ese modo tan personal. Dirigirnos hacia lo que estamos llamados a ser cada uno...
Los padres debemos ayudar a fomentar la libertad de cada hijo, para que sepa conducirse por él mismo. Sin libertad no se puede amar.
Y esa libertad debe ser una libertad responsable. Son las dos caras de la misma moneda. Tienen que ir entrenándose en pequeñas cosas. Como señalara el profesor Oliveros F. Otero, la responsabilidad es "la maduración de la libertad". Se trata de ir dando la libertad que creamos que puede asumir según edad y capacidades. La persona responde con sus propias decisiones y acciones... Conforme van creciendo tienen que asumir consecuencias de sus acciones, y la responsabilidad en sus decisiones... Incluso, aunque falle, podrá rectificar, como nos sucede a todos. Y esa libertad posibilita que pueda querer a los demás: de ahí su importancia.
Por tanto, es necesario que desde bien pequeños aprendan a pensar y a decidir. Entrenarse en pensar antes de actuar: cómo responder, cómo comportarse, y en las consecuencias y repercusiones de sus acciones, sobre todo en los demás. Lo trato en el post "respuestas emocionales".
Qué importante es pensar en los otros, poniendo el corazón, en especial en la propia familia. Porque, como dijera el Principito, "solo se ve bien con el corazón..., lo importante es invisible a los ojos".
Los padres debemos poner nuestras fortalezas, ilusiones y habilidades en ayudar a nuestros hijos a lograr su mejor personalidad. En este sentido, los padres "son" para los hijos, pero, los hijos ¡no son para los padres...! Son un regalo que nos ha sido dado para que, a través de nuestro cariño, y de todas nuestras cualidades cultivadas, les ayudemos a ser las personas maravillosas que pueden llegar a ser. Estamos diseñados con anhelos de belleza y eternidad, ¿será que estamos predispuestos a algo grande...?
*Un norte... que nos ilumine a modo de "estrella polar"
Para su crecimiento como personas, podemos pensar cuál es su bien, lo mejor para ellos, para ayudarles a desarrollarlo, y aprender a transmitirlo en familia. Por ejemplo, qué tipo de personas queremos que sean nuestros hijos, o nosotros mismos, con qué cualidades, buenos amigos de sus amigos... para luchar en ello. Ver dónde ponemos "el norte", hacia donde nos queremos dirigir, para intentar vivirlo con empeño y coherencia personal en el día a día. Partiendo de las cualidades singulares de cada uno, que apuntan a su mejor versión.
Porque, no todas las luces que brillan merecen la pena, ni son nuestra meta concreta. Algunas brillan mucho, pero quizá se desvanecen pronto si no tienen un fundamento sólido. Y no nos llenan.
Pensar qué valores permanentes son importantes, que no cambien con las modas ni los tiempos, para anclar en ellos nuestra vida. Ya vimos que los pequeños valores están relacionados con ese "trinomio" de los grandes "valores existenciales", que ya conocían los filósofos clásicos, con Aristóteles en vanguardia, que nos pueden servir de guía: la Belleza, la Verdad, la Bondad o el Amor. Son distintos aspectos que van estrechamente unidos.
Cada uno de ellos comprende, por así decir, parte de los otros dos. Y se arrastran entre sí. Por ejemplo la verdad, que es la realidad objetiva de las cosas, y de las personas, a la que se accede a través del pensamiento y la razón, aunque también por vía de la belleza. Y la verdad apunta al bien, al amor, que es la mejor forma de esa realidad, la más plena. Y ambas rezuman belleza.
La belleza es como el esplendor de la verdad y de la bondad, porque nos deslumbran y lo captamos también a través de la afectividad y los sentimientos. De ahí que Platón señalara que educar es "enseñar a amar la belleza…"
* Cada persona
Con todo esto, tenemos una guía, un norte que nos puede orientar en la vida. Ahora miramos a la persona, a cada hijo que debemos ayudar a lograr su mejor personalidad. Para ello tenemos dos "vertientes" en las que ayudarle: su intimidad y formación personal, y su apertura a los demás.
*La primera: su intimidad
Ayudarles a ser ellos mismos, a construirse como personas, a ser su mejor "yo". Descubrir su identidad, cultivar su intimidad y desarrollarse bien. Descubrir sus cualidades especiales para desarrollarlas... Y todo inmerso en un ambiente de cariño y libertad confiada, donde pueden luchar por dar lo mejor de sí porque se sienten muy queridos.
*La otra vertiente: la relación con los demás
Ayudarles a relacionarse, puesto que una persona es un ser relacional, "un ser de aportaciones”: se realiza dando, y sobre todo dando cariño. En especial en familia. La misión insustituible de los padres es enseñarles a querer de veras, sin sucedáneos. Pensando en los demás, antes que en sí mismo..., en ayudarles. Señala Tomás Melendo que, "la persona es tan grande que puede darse el lujo de "desatenderse" para atender a los demás". Hay que apuntar alto para movilizar energías, poniendo el corazón. Y así seremos felices.
Dejo a modo de índice tres apartados, por si quieres elegir:
1) Crecimiento personal (más amplio en otro post)
2) El secreto de la educación
3) El derecho de los hijos (más amplio en otro post)
1) CRECIMIENTO PERSONAL
Cada persona, para crecer y desarrollarse bien, necesita unos factores de crecimiento. Te lo cuento en el post "factores de crecimiento", pero dejo aquí algunas pinceladas.
1- Confianza
Posibilita que se desarrolle como persona. Sin ella no puede ser ella misma, ni dar lo mejor de sus posibilidades. Confiar es permitírselo.
2- Libertad
Si no se es libre, no se puede volar. Aunque el primer día no lo vamos a lanzar donde se puede hacer daño... Es un proceso gradual de autonomía y libertad, que conlleva ir aprendiendo a ser responsable.
Para ello se van dando pequeños encargos, gestiones, colaboraciones, para luego ir confiando más en ellos, con mayor libertad, y otras responsabilidades mayores.
Es decir: a mayor confianza, mayor responsabilidad por parte de ellos. De alguna forma estimulamos su comportamiento responsable cuando los creemos capaces de algo grande. Y a mayor responsabilidad, mayor libertad para que puedan apostar por grandes retos e ideales nobles. Siempre esperar lo mejor de ellos y animarles a que vuelen alto.
3- Amor
El otro factor, imprescindible para crecer y madurar, es el amor recíproco de los padres, que se desborda eficaz hacia los hijos, y es el artífice de su crecimiento como personas.
La confianza y el cariño son como “el horno” donde se "cuece" su mejor personalidad. Le damos nuestro "calor" del bueno, y ese amor les ayuda a lograr lo mejor de ellos al sentirse de veras queridos. Les permite crecer como personas. Incluso, imaginándolos un poco mejor de lo que son en ese momento, para animarles a ello.
Y, ¿cómo conseguir esto?
Fundamentalmente con nuestro ejemplo y cariño. Con la huella que vamos dejando con nuestro actuar: somos su modelo y referente continuamente, cansados o no, preocupados o no... Nos miran todo el día, y nos copiarán.
Si enlazamos estos factores de crecimiento, tenemos:
una libertad confiada,
inmersa en cariño,
necesaria para aprender a querer
Así, poner el corazón en lo que vale la pena, en quienes tenemos que amar.
2) EL SECRETO DE LA EDUCACIÓN
Lo que necesita un niño es ver a sus padres que se aman. El amor recíproco de los padres es como una hoguera que da su calor y su luz a todo el que se acerca a ella, en especial en familia. Es un desbordarse eficaz hacia los hijos. Y ese cariño es el artífice de su crecimiento y desarrollo personal.
"El secreto" de la educación no es tanto las miles de ideas que podamos tener, los encargos, los planes de acción, enseñarles a estudiar, ayudarles a esforzarse, a entrenar la voluntad, que aprendan actividades, educar su corazón…, aunque también. Más bien, el cariño de los padres entre sí: que nos queramos de veras, y que ese amor se derrame y trascienda más allá de la propia pareja, hacia los hijos. Como señalara Tomás de Aquino, la misma causa que da origen a una realidad es la que le ayuda a desarrollarse con toda su potencialidad. Ellos necesitan nuestro cariño recíproco mucho más que cualquier otra cosa.
Por eso es vital luchar por conquistar un amor auténtico en pareja, un amor del bueno que alimente y dé su energía a todos, en especial a nuestros hijos.
E incluirles en ese amor, acogerles, no provocarles una vida fría e independiente por nuestro actuar, por no tener tiempo para ellos, o, por no atenderles de la forma que necesitan: dándonos personalmente. Tiempo y cariño.
El secreto de la educación está
en una armonía sincera y alegre entre los padres,
por el amor recíproco que se tienen
que se despliega hacia ellos,
y es su referente
Hace buen ambiente,
y transmite belleza y calor de hogar
a la familia entera
Es como decirles: ¡vale la pena esforzarse! ¡Es una aventura maravillosa!, ¡ánimo! Siempre os querremos y os apoyamos en vuestro navegar...
Esa armonía está anclada en un amor de la mejor textura: un amor desinteresado, incondicional, hacia el otro. Pone a la otra persona en el centro del corazón. Es más bien un dar con alegría, y no tanto un recibir egoísta... Ya decía Aristóteles que querer a alguien es procurar su bien, lo que le hace mejor persona. Para ello es preciso cambiar la perspectiva desde el yo hacia el tú del otro.
Requiere lucha por conquistar un amor de calidad. Mejorar cada día un poco, subir cada día un escalón. Concretar algún detalle hacia el otro cada día…, pensar en él, en ella, con frecuencia y hacérselo notar. Admirarle. Agradecerle todo. También con sentido del humor ante las dificultades, procurando que los pensamientos y sentimientos negativos no ahoguen los positivos.
Hace falta soñar y apuntar alto, tener ideales nobles. Luego, saber agradecer lo que sale bien, poner un perdón cuando se falla, y volver a intentarlo. Así desbrozar "un sendero" claro por donde los hijos podrán marchar: dejar huellas con nuestro caminar para que tengan un buen referente en su vida. Marcamos una senda: la “senda de los exploradores”. Nos miran y nos imitan...
Si queremos hacer felices a nuestros hijos tenemos que hacerles partícipes de nuestro amor, que se sientan queridos, inmersos en él. Es la riqueza y la belleza del amor y de la familia.
Por eso, cuando se tienen puntos de vista distintos o no se está de acuerdo, y ellos estén delante, una palabra, un guiño, una contraseña, y luego se habla o se "discute" si hace falta, pero sin que lo vean ni lo oigan… Para después acabar con un abrazo más entrañable, que compense.
No hacerles sufrir, no quitarles esa seguridad de nuestro cariño mutuo. Que sepan que estamos unidos por un amor fuerte, a pesar de las diferencias. Si nos ven divididos sufren lo indecible, se "rompen" por dentro, y pierden la confianza en lo que se les dice. Se hacen inseguros y se les priva de lo más esencial para ellos y su buen desarrollo.
*Preparando la adolescencia
Cuando van creciendo sufren grandes cambios, su cerebro se reestructura, y van descubriendo su identidad. Necesitan nuestro apoyo de forma distinta. Te lo cuento en "8 ideas sobre adolescentes". Intentan llamar la atención, porque se sienten inseguros, y apenas se reconocen. Gritan con sus piercings, con sus modos de vestir, con la música estridente…, con su indiferencia y agresividad a veces.
Entonces necesitan un cariño de mayor calidad, un amor desinteresado, ¡incondicional!, donde sólo cuenten ellos, y no esos detalles que no nos gustan, esas notas, ese desorden… Hace falta que les queramos por quienes son, no por lo que hacen. Quieren que les prestemos atención, aunque no les comprendamos de entrada. Nos reclaman con sus llamadas de atención...
Cuando se sienten de veras queridos y valorados, con paciencia, mejoran. Es importante confiar en ellos, ver más allá de su conducta de ese momento para estimularles a sacar lo mejor que llevan dentro. Una mirada de cariño es portentosa. La persona que se siente querida es capaz de apuntar alto, y lograr lo mejor de sí.
También debemos mostrarles lo que es el amor auténtico, desde pequeños, de forma gradual, porque a veces tienen una imagen deformada por lo que puedan ver en películas, internet… Y sobre todo lo aprenden por la forma en cómo nos tratamos los padres, y por nuestro cariño y conducta coherente. Aunque no seamos perfectos, que vean que luchamos por mejorar, y sobre todo ¡que nos queremos!
Porque, al final, es el amor de los padres lo que ejerce una poderosa atracción sobre los hijos. Es ese cariño recíproco, y ese volcarse con ellos lo que evitará que sucumban ante actuaciones absurdas, o que les dañen, quizá en la pandilla o con conocidos....
En resumidas cuentas, es preciso aumentar la calidad del amor por ellos, atendiendo sus demandas razonables, abriendo el corazón y escuchando, leyendo en su mirada, considerándoles importantes..., y apoyándose en ellos en las distintas situaciones.
Y siempre con sentido del humor en momentos tensos, cansancios, limitaciones, nerviosismos, fallos… Es lo que verán cuando "otras luces" se apaguen…
3) Y, ¿EL DERECHO DE LOS HIJOS?
Por tanto, podemos vislumbrar cuál es el principal "derecho" de nuestros hijos: a tener un hogar atractivo, donde los padres se amen de veras. Dando lo mejor de cada uno y esperando lo mejor del otro, sin exigirlo. Teniendo en cuenta la gratuidad del amor y creando el clima apropiado para que la otra persona se sienta querida, valorada, admirada. De esa forma crecer juntos como personas, madurar, sin pretender que el otro sea perfecto...
Lo que realmente necesitan es nuestra unidad y nuestro cariño, para formar parte de él. Y nuestro pedir perdón cuando fallemos... Esto marcará una huella en su alma, y aprenderán a querer. Así se encaminarán hacia su plenitud personal, y como consecuencia serán más felices. Y nosotros también, a pesar del esfuerzo que supone, pero se hace gustoso por quienes queremos. ¡Vale la pena ayudarles en esa tarea de ser personas, de aprender a amar!
Y aquí un corte de una película clásica, entrañable, con mucho sentido del humor: "Míos, tuyos y nuestros"... de la productora Paramount Pictures, Columbia Pictures, Metro-Goldwyn-Mayer, de 2005, dirigida por Raja Gosnell, con Dennis Quaid y René Russo.
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Dejo enlaces relacionados por si te interesa algún tema:
* Crear ambiente de hogar II
Mª José Calvo
optimistaseducando.blogspot.com
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