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viernes, 24 de marzo de 2017

MADURACIÓN CEREBRAL Y ADOLESCENTES II



                            MADURACIÓN CEREBRAL Y ADOLESCENTES



El desarrollo y maduración del sistema nervioso se realiza desde la concepción y gestación, y se prolonga hasta los 20-25 años, o incluso hasta los 30, con la adquisición de las funciones superiores, personalidad y la propia identidad. 

Todo el desarrollo neurológico se hace de forma armónica y progresiva, pero en cada etapa es más específico algo concreto. Y esa maduración neurológica posibilita unas funciones determinadas en cada edad.

Desde la concepción y gestación se va formando el estrato anatómico del cerebro. Las capas más profundas y primarias, con funciones vitales. Luego otras áreas más especializadas, como zonas sensoriales, motoras, emocionales, de asociación, memoria... Otras de control postural y equilibrio, y más tarde cognitivas... etc. Apareciendo redes de conexión entre ellas, formando el conectoma, que son vitales para valorar, procesar y manejar información.


La corteza cerebral, que es muy extensa y recubre todo, adquiere capacidades más específicas de la persona humana, como el sentido consciente de las percepciones, el conocimiento, junto con la capacidad de pensamiento, de integrar percepciones y sensaciones con movimiento, con capacidad afectiva... etc. Y finalmente, el pensamiento analítico para poder decidir, el juicio, el pensamiento crítico, control de impulsos, empatía, planificación y organización, gracias a la corteza frontal y especialmente la zona prefrontal. La última en madurar.







             
1) EL CEREBRO ADOLESCENTE


En esta etapa se produce una poda selectiva y un remodelado de la estructura cerebral, con una reorganización de circuitos y redes neuronales. Se pone en marcha por el ascenso de las hormonas sexuales en sangre, por estímulo de la adenohipófisis. Este proceso provoca la maduración cerebral, que se puede prolongar hasta los 25-30 años.


Es típica de esta edad la gran variabilidad afectiva y emocional de los jóvenes. Eso significa que el sistema límbico, y en concreto la amígdala, están en pleno desarrollo, y por tanto muy activos: exaltados. Los adolescentes son muy impresionables, y ven las emociones con gran fuerza y con miles de colores. Y tienen que aprender a estabilizarse, a la par que va madurando su cerebro. Para ello es bueno hablar con ellos, y sobre todo escucharles, comprenderles, estimular y fomentar conductas exploradoras y comportamientos adecuados para que vayan aprendiendo a pensar, a controlarse, a reflexionar. A visualizar con la imaginación un posible comportamiento en situaciones que se les puedan plantear por ejemplo.


Lo más característico de la adolescencia es lpoda selectiva de ramificaciones que no se utilizan, y el reforzamiento de algunos circuitos y sinapsis ya establecidos, que se usan más, resultando mucho más eficaces. En ello ayuda el recubrimiento de los axones con las bandas de mielina. De ahí la "sustancia blanca".

Y la creación de nuevos circuitos para asentar unas funciones superiores, como el pensamiento analítico, el control de impulsos, las funciones ejecutivas..., la organización, la comprensión y la empatía. Y esto, dependiendo de las cualidades y gustos personales, de la afectividad y emociones, de los intereses y motivaciones… En definitiva, según la libertad y características singulares de cada persona.


La gran ventaja de esta etapa es que poseen enorme plasticidad sináptica, que es lo que posibilita todo tipo de aprendizaje. Y hay que aprovecharla. Nunca tendrán esa capacidad tan grande, aunque siempre se pueden aprender cosas nuevas con ilusión renovada y entusiasmo. Hasta en edades muy avanzadas... Te lo cuento en el post "entusiasmo".

 
Todos esos circuitos límbicos y corticales, junto con la experiencia  vivida, la capacidad analítica y de decisión, los gustos, la memoria biográfica, emociones, intervienen en la formación de su identidad personal.

       






El mayor desarrollo y maduración neuronal se realiza en estas etapas, acabando con el cortex prefrontal, y las funciones específicas que hemos comentado, que en el adolescente todavía están sin madurar totalmente.

Esta maduración sucede como en una onda, desde zonas más primarias y posteriores, a anteriores, y desde abajo hacia arriba..., acabando en la corteza prefrontal.


Sin embargo, todos necesitamos madurar:

 pensar con claridad, 
 armonizar cabeza y corazón, 
y aprender a querer a los demás.




Madurar es forjar una buena personalidad. En la infancia hay mucha afectividad, todo está sumergido en cariño, y según van creciendo los hijos hay que potenciar el propio pensamiento, sin olvidar nunca el corazón. Desarrollar la razón para reflexionar por cuenta propia, y la voluntad libre, que nos distinguen como personas. Al final de la etapa adolescente, integrar cabeza y corazón, pensamiento y emociones. Que sea el pensamiento quien guíe al corazón y a las emociones, y sea un referente en el actuar de cada uno. "En tu interior pensarás lo que te dice el corazón"...








* Algunas características más...

En este momento de la adolescencia se hiperreacciona a cualquier estímulo. Por eso les gusta tanto el riesgo, pues valoran mucho la recompensa... No perciben tanto los peligros, sobre todo los chicos, ni se saben autocontrolar eficazmente

Hay que hacerles ver que muchas veces les falta pensamiento, y animarles a entrenarse en poner un poco de ponderación y autocontrol. Es necesario guiarles desde un segundo plano. Ayudarles a pensar antes de...       

     




Necesitan espacios de silencio, de pensamiento, de reflexionar las cosas, de estar consigo mismos, de música y sueño reparador... que ayudan a estabilizar todo ese sistema exaltado.


Y el gusto por las relaciones sociales y la amistad, sobre todo en las chicas. También según las cualidades y preferencias personales. Porque la persona es un ser relacional, y necesita la interactuación con otras personas para construirse a sí misma. Por eso amplían amistades y les gusta relacionarse con la pandilla. A los chicos les gusta más el deporte, y no tanto las relaciones sociales.






Lo último en madurar será la corteza prefrontal y sus conexiones con otras áreas, con la adquisición de funciones superiores, control de impulsos, toma de decisiones, funciones ejecutivas, la voluntad... etc. 

Es lo más característico de una persona, y no se logra quizá hasta los 25-30 años. Una vez madurado, se integra pensamiento y emociones... Porque las emociones y la empatía son necesarias para tomar decisiones, para relacionarse, para prever un comportamiento de los demás, o visualizar el impacto que tienen nuestras propias actuaciones... 

Atender al corazón y los sentimientos. Es lo que determina ser emocionalmente inteligentes, aprovechando las emociones para guiar un esfuerzo, un aprendizaje, una relación... Tenerlas en cuenta a la hora de tomar un rumbo, ayudar a alguien, planificar una estrategia, o querer a una persona, con voluntad libre y entrenada, con perseverancia...





       
Además, todas las células cerebrales tienen la dotación genética de XY, o XX, según se trate de un varón o una mujer. Por eso, cualquier estímulo hormonal, en concreto de los estrógenos, o la testosterona, influye de manera específica en ello. De hecho, desde el embarazo temprano, a nivel fetal, ya aparecen cambios cerebrales según el sexo de esa persona. Y en la adolescencia se hacen más patentes por el mayor influjo hormonal y desarrollo de los caracteres sexuales, primarios y secundarios, (internos y externos), estimulados a su vez por ese ascenso de niveles hormonales en sangre.
       

* Diferencias por sexo

El nivel de hormonas asciende de forma distinta en chicas y chicos. En ellas el ascenso es más precoz y de carácter cíclico. En ellos sucede más tarde, y es más constante. Esto influye mucho en la maduración diferente entre ambos.

Una característica especial dependiendo del sexo es que en las chicas se suele desarrollar y madurar antes la zona cerebral del lenguaje con sus dos zonas, motora y sensitiva, con frecuencia en el hemisferio izquierdo. Y en los chicos cobra más relevancia la zona visuoespacial, situada en lóbulo temporoparietal, generalmente del hemisferio derecho. Aunque puede haber excepciones.


Otra característica: en las chicas, los estrógenos estimulan neurotransmisores como la dopamina y la oxitocina, además de los opiáceos endógenos, que aportan bienestar y confianza. Esto está relacionado con su gusto por la amistad, la empatía, las relaciones sociales.

En cambio en los chicos, la testosterona estimula la serotonina, que regula la agresividad y hace que les guste la competitividad y la independencia, y no tanto las relaciones sociales. También les atrae el riesgo, porque conceden mucha importancia a la recompensa emocional. 




2) ¿CÓMO AYUDAR A LOS ADOLESCENTES?


El cerebro adolescente no ha terminado de madurar. El sistema límbico está hiperreactivo, pero la corteza prefrontal no ha madurado. Son todo emociones, vividas al máximo, sin el necesario pensamiento y autocontrol de impulsos. 

No podemos pedirles que se comporten como un adulto, que puede integrar emociones con pensamiento. Y por otra parte no podemos dejarles solos frente a situaciones que les desborden. Debemos seguir acompañándoles, aunque en un segundo plano, en algunos momentos, y ser el "freno" que necesitan en ocasiones. Saber decir "no" a determinados comportamientos o pretensiones que les dañan. 

Necesitan nuestra guía, aunque no lo crean, o crean ser "mayores"... Más tarde lo agradecerán. Que vayamos encauzando oportunidades para que crezcan en libertad en un ambiente adecuado que les permita aprender a ser responsables, e ir construyendo su propia vida.






       
Por eso es bueno pensar cómo somos, cómo queremos ser, y cómo queremos que sean nuestros hijos..., porque nos miran con actitud crítica tantas veces. Se están planteando las mismas preguntas esenciales de la vida. Y debemos mostrar un referente claro que les guíe y ayude a madurar y pilotar su propia vida. 


Las acciones van dejando una huella, establecen sinapsis, se hacen hábitos, y reestructuran el cerebro. Así se va forjando el carácter de cada uno. Y los hijos tienden a imitarnos sin darse cuenta: debemos ser ese buen referente para ellos. Hacer vida los valores nobles que todo ser humano anhela, y quererles incondicionalmente.





     
Además de estimular y fomentar comportamientos adecuados, el tratarles un poco mejor de lo que son en ese momento, como apuntan tantos humanistas sabios, les ayuda a madurar y a conseguir lo mejor de sí mismos. Les presentamos ese ideal para que lo puedan lograr. 

Si no, es como si no confiáramos en ellos, como si no los creyéramos capaces de colaborar, de tener iniciativa, de pensar, de ayudar o darse a los demás. Hay que saber motivarles con ilusión y cariño, apuntando a lo mejor, para estimular sus cualidades y personalidad, y luego confiar en ellos. Es como darles "alas" para volar alto..., con libertad para que lo desarrollen. Y eso es lo que les capacitará para pensar en los demás, para poner el corazón y aprender a querer, y los hará más felices.


Sin olvidar eoptimismo, tan importante para descubrir y apuntar a lo óptimo, que da fuerza, ánimo y motivación para luchar por metas altas y nobles. Y ¡cambia nuestro cerebro!: estimula sustancias neuroplásticas, aumenta el flujo sanguíneo en la corteza prefrontal, cambia la epigenética o expresión de los genes… Poner ilusión y entusiasmo en la vida siempre es necesario.


De todas formas, los hijos son como los barcos: tienen que salir fuera, y en esto el padre es muy relevante, aprender a manejarse, hacer uso de su libertad... Pero deben saber que siempre podrán volver a puerto seguro para recargar, y seguir bregando...








Dejo algunos enlaces relacionados:





     
Espero que te haya sido útil, y lo puedes compartir. ¡Muchas gracias!




                                                                             Mª José Calvo
                                                                                                                                                                                                                        optimistaseducando.blogspot.com
                                                                             @Mariajoseopt




URL:
https://optimistaseducando.blogspot.com/2017/03/proceso-de-maduracion-cerebral-ii.html

viernes, 17 de marzo de 2017

DESARROLLO CEREBRAL Y EDUCACIÓN I/III

  

           
                            DESARROLLO CEREBRAL Y EDUCACIÓN I
                                       
                                     

El conocimiento de la maduración cerebral nos puede ayudar en la formación de nuestros hijos, puesto que es el sustrato anatómico para el aprendizaje, y por tanto para ir construyendo su carácter y personalidad, partiendo de sus cualidades singulares y temperamento. El cerebro es un órgano que no está "acabado" en el nacimiento, sino que tarda muchos años en "formarse" y madurar, y siempre está adaptándose, remodelándose, aprendiendo. 




Desde la gestación, el desarrollo del cerebro es consecuencia de la formación de tejido nervioso, sobre todo de neuronas y células gliales. Y posteriormente, también de conexiones o sinapsis entre las neuronas. Se formarán muy especialmente en el primer año de vida, y en años sucesivos. En la adolescencia hay un aumento muy notable de plasticidad y nuevas sinapsis, junto con una reestructuración del tejido nervioso para albergar unas funciones superiores de la persona. 



En las primeras etapas el cerebro aumenta de forma anatómica, en especial el tamaño y el grosor de la corteza cerebral. Más adelante se siguen formando muchas sinapsis, aunque de forma menos notable, y esas conexiones forman redes neuronales. Las mayores posibilidades del aprendizaje se realizan gracias a estas conexiones. Ya lo intuyó Ramón y Cajal.

A partir de la pubertad hay una reestructuración de circuitos neuronales, y crece el número de sinapsis y redes, que permitirán las funciones superiores, como son el pensamiento analítico, la toma de decisiones, el autocontrol, el juicio, la empatía... etc.



Los genes determinan el patrón y funcionamiento básico de circuitos cerebrales, pero influyen muchos factores como el estilo de vida, o las hormonas, sobre todo en la adolescencia, debido al súbito ascenso en sangre estimulado por la adenohipófisis. El entorno y el ambiente de familia tienen mucha influencia en el desarrollo de cada persona, en especial en estas fases tan tempranas necesitadas de cariño. Lo cual interactúa con la base genética, pudiendo reforzar la maduración o retrasarla...





Desde el embarazo aparecen cambios según el ambiente, 
el cariño de los padres, su sonrisa, su amabilidad, el vínculo de apego, la relación con los demás... Y posteriormente por las propias acciones, con un componente sensitivo, experiencial, perceptivo, motor, propioceptivo... etc., que van moldeando el cerebro gracias a la gran plasticidad neuronal que posee.

Esta plasticidad es máxima en las primeras etapas, luego va disminuyendo con la edad, excepto en la adolescencia, que se hace mucho más notable, y posibilita la maduración cerebral, el aprendizaje, y la formación de la identidad de cada persona, con su singularidad tan característica. Cada cerebro es único, como la persona, anclado en sus cualidades, gustos, anhelos...




*Aprendizaje

        
El desarrollo humano se realiza especialmente en las primeras etapas de la vida, gracias a la maduración cerebral, y favorecido por la curiosidad y la capacidad de asombro de los niños.




Como señalaran los clásicos griegos, junto con Tomás de Aquino, son su "motor" interno de aprendizaje. Y la forma en que se "despierta" la atención y aprende. El aprendizaje y la maduración van estrechamente unidos.

 
Aristóteles señalaba que el saber empieza por la admiración, por hallarse ante algo que es, pero que uno no sabe muy bien cómo ni porqué ha llegado a ser... Eso origina la contemplación, ese percibir la belleza de la realidad.


La admiración en los niños es como la "chispa" que enciende la atención, para enfocarse en lo que le atrae, y así aprende. También es vital para descubrir y comprender conocimientos en fases posteriores.
       
     







* Desarrollo

Lo primero que se desarrolla es la percepción de los sentidos: la vista, que todavía tiene que madurar, el oído, el gusto, los olores, en especial el de su madre... Junto con la capacidad de motora, que irá perfeccionando poco a poco, mediante la repetición de movimientos, experimentos, como tirar un juguete para ver qué pasa, mover una silla, coger un objeto, jugar con la boca para hacer "sonidos"... etc.

Desde que nace, el niño nos observa atentamente, y aprende intentando imitarnos en todo. Además, le gusta repetir una acción hasta asimilarla y hacerla suya. Por eso es necesario que tenga un buen modelo en quien fijarse. 

En estas etapas necesita mucho cariño: sentirse querido de veras... Ese sentirse querido lo es todo: su desarrollo depende de ello. Se ha visto que en ambientes carenciales no se puede desarrollar, ni siquiera físicamente. 

También es importante que vean la belleza de los valores auténticos, hechos vida. 

         



Sinapsis

Cuando está en la cuna, con los tiempos de sueño, comidas, higiene, paseos…, y cuando va creciendo, con horarios, rutinas, encargos, tareas..., a base de ejecutar unas acciones, se forman múltiples ramificaciones, creando sinapsis entre ellas a una gran velocidad... Y éstas se ven reforzadas con los estímulos adecuados, según sus ritmos naturales, y con sus propios movimientos, con las percepciones sensoriales, la capacidad de comunicarse y el lenguaje, y con la relación con los demás..., especialmente guiada por el cariño y la afectividad.






1) Primeros años

El periodo más importante en relación con las sinapsis neuronales es desde el nacimiento a los 3 años. Y luego hasta los 7-8 años. Es un periodo de “explosión” o de formación de innumerables sinapsis.

Más tarde, también se forman más sinapsis, dependiendo de lo que el niño ve, experimenta, percibe, hace, y aprende, especialmente en su familia y entorno. Y luego en el colegio.

Es el momento de desarrollar unas habilidades innatas, en esos periodos críticos del neurodesarrollo, como la percepción sensorial, la deambulación, el habla, y otras más culturales, como buenos hábitos, gracias a vivir en familia unos valores humanos nobles, como el orden, la empatía, el cariño, la alegría, la sinceridad, el esfuerzo, la responsabilidad..., el pensar en los demás. Algo tan específico de las personas.





También ayuda a la maduración la envoltura de las fibras nerviosas, en concreto de los axones, con vainas de mielina, que aíslan esas terminaciones. De esta manera, el impulso nervioso se transmite con mucha más eficacia. Y la sustancia gris inicial pasa a ser sustancia blanca, mucho más  rápida en conducir los impulsos, y por tanto la información, de una zonas a otras.


En estos primeros años es vital dejarle desarrollar esa capacidad de la curiosidad y la admiración por la vida, y un ambiente de familia sereno y rico en afectividad. No querer adelantar etapas, pues su cerebro no estará preparado para ello. 

Respetar sus ritmos naturales de maduración y crecimiento, esas ventanas o periodos más sensibles en los que se aprende algo de forma natural, porque el cerebro está preparado. Apoyarnos en el cariño, en la belleza de la familia, de las personas, de la naturaleza. 


Por tanto es importante en edades tempranas cuidar el uso de pantallas..., porque los tiempos atenciones del niño son muy lentos, y su cerebro debe desarrollarse desde su interior, no al revés. 

La tecnología atrapa. Y suele haber un exceso de luz, movimiento y sonido que desconcierta a los pequeños, secuestrando su atención y anulando la capacidad de pensar y conocer desde su interior. Así como poder interactuar con las personas descubriendo afectos y emociones. El cerebro emocional en los niños es muy relevante, y captan todo inmerso en afecto.

         




También es fundamental que vaya aprendiendo a ser autónomo cuanto antes, adquiriendo habilidades y destrezas, teniendo en cuenta sus intereses, dejándole elegir algo que le atrae, tomar pequeñas decisiones, y relacionándose con los demás. 

            "El primer instinto del niño es actuar por sí solo, sin ayuda de nadie
 y su primer acto de independencia es defenderse de los que intentan ayudarlo",                                          dice la doctora M. Montessori.






2) Etapa infantil

Se van formando nuevas sinapsis, y se refuerzan las que más se usan. La edad de oro para el aprendizaje sucede antes de los 6-8 años. Lo que más le gusta a un niño es moverse libremente, ver, tocar, sentir. Cuantas más oportunidades de movimiento, vivencias y conocimiento experiencial tenga, mejor. Cuantos más sentidos emplee, mejor conocerá el mundo que le rodea y mejor desarrollará sus capacidades, gracias a la fase sensitiva y motora de la maduración cerebral. 

Algo necesario e imprescindible es el juego. Mediante él puede ensayar cosas, ver lo que funciona, aprender y percibir sensaciones, ver cómo se mueven los objetos, cuánto pesan, cómo trepar y moverse... Dirigir su aprendizaje en cosas que le gustan más, en sus habilidades, que es lo más específico suyo, y lo que le motiva a seguir aprendiendo cosas nuevas. También actitudes y aptitudes..., cosas prácticas para la vida, no sólo conocimientos. 

Además del ejercicio físico y las salidas a la naturaleza, la música, también favorece el buen desarrollo de las distintas zonas cerebrales.







Dejo una idea del gran doctor Santiago Ramón y Cajal, padre de la neurología, muy motivadora. Infundir nobles y elevadas inquietudes...






        

Más tarde, gracias a la adquisición del lenguaje, hasta los 4-6 años, puede relacionarse mejor con los demás y conocer el ambiente que le rodea.

Porque captamos la realidad por los sentidos, pero cada uno la percibe de una forma un tanto singular, según su afectividad. El sustrato anatómico es el sistema límbico y sus conexiones. Éste recibe la información desde vías aferentes de los sentidos externos, o internos, y procesa esa información. También conecta con otras áreas sensoriales, de asociación, premotoras y motoras de la corteza cerebral, para dar una respuesta, bien de aprendizaje o motora.



       
*Un inciso: procesamiento de percepciones, base del conocimiento


Los estímulos que recibimos del exterior llegan al cerebro por vías aferentes, se procesan, y pasan por el tálamo, centro sensitivo primario, hacia el sistema límbico (limbus), donde se captan con una tonalidad positiva o negativa; agradable o desagradable. Se tiñe de sentimientos.

En esto consiste la afectividad de cada persona: la forma específica de ser afectado por los acontecimientos. Por eso, los sentimientos y emociones son muy importantes: nos personifican, nos hacen singulares y también humanos.

De ahí, se forman conexiones sinápicas con zonas superiores corticales más específicas. Esto permite procesar la información para elaborar respuestas personales adaptadas a cada circunstancia. 

Posteriormente, a partir de esas experiencias perceptivas, se van formando las ideas y conceptos. Y al engarzarlos, se va construyendo el pensamiento y el razonamiento. Por eso la importancia de las percepciones y de la imaginación en el propio pensamiento y aprendizaje. La imaginación es vital, fuente de conocimiento de la realidad, y base de la creatividad.




3) Pubertad y adolescencia

Posteriormente se produce una poda selectiva y un remodelado de la estructura cerebral, con una reorganización de circuitos y redes neuronales. Se pone en marcha por el ascenso de las hormonas sexuales en sangre, por estímulo de la adenohipófisis. Este proceso estimula la maduración cerebral, que se prolonga hasta los 25-30 años.


Es típica de esta edad la gran variabilidad afectiva y emocional. Eso significa que el sistema límbico, y en concreto la amígdala, están en pleno desarrollo y muy activos. Los adolescentes son muy impresionables, y ven las emociones con gran fuerza y con miles de colores. Y tienen que aprender a estabilizarse a la par que va madurando la corteza frontal. Para ello es bueno hablar con ellos, sobre todo escucharles, comprenderles, estimular y fomentar conductas exploradoras y comportamientos adecuados para que vayan aprendiendo a pensar, a controlarse, a reflexionar. A visualizar con la imaginación un posible comportamiento en situaciones que se les puedan plantear por ejemplo.


Lo más característico de la adolescencia es lpoda selectiva de ramificaciones que no se utilizan, y el reforzamiento de algunos circuitos y sinapsis ya establecidos, que se usan más, resultando mucho más eficaces. En ello ayuda el recubrimiento de los axones con esas bandas de mielina. 

Y la creación de nuevos circuitos para asentar unas funciones superiores, como el pensamiento analítico, el control de impulsos, las funciones ejecutivas..., la comprensión y la empatía. Y dependiendo de las cualidades y gustos personales, de la afectividad y emociones, de los intereses y motivaciones… En definitiva, según la libertad y características singulares de cada persona.


La gran ventaja de esta etapa es que poseen gran plasticidad sináptica, que es lo que posibilita todo tipo de aprendizaje. Y hay que aprovecharla. Nunca tendrán esa capacidad tan grande, aunque siempre se pueden aprender cosas nuevas con ilusión renovada y entusiasmo. Hasta en edades muy avanzadas... Te lo cuento en ese post.

 
Todos esos circuitos límbicos y corticales, junto con su experiencia, su capacidad analítica y de decisión, memoria biográfica, emociones, intervienen en la formación de su identidad personal.

       







            
4) Marudez

El mayor desarrollo y maduración neuronal se realiza en estas etapas, acabando con el cortex prefrontal, y las funciones específicas que hemos comentado, que en el adolescente todavía están sin madurar totalmente.

Dejo una infografía sobre las distintas zonas, a grandes rasgos, con sus respectivas funciones. Teniendo en cuenta que la maduración sucede como en una onda, desde zonas posteriores a anteriores, y desde abajo hacia arriba..., acabando en la corteza prefrontal.







Sin embargo, además de las cualidades y fortalezas de cada uno,
 todos necesitamos madurar para:

 pensar con claridad, 
 armonizar cabeza y corazón, 
y aprender a querer a los demás.




Madurar es forjar una buena personalidad. En la infancia hay mucha afectividad, todo está sumergido en cariño, y según van creciendo los hijos hay que potenciar el propio pensamiento, sin olvidar nunca el corazón. Desarrollar la razón para reflexionar por cuenta propia, y la voluntad libre, que nos distinguen como personas. Al final de la etapa adolescente, integrar cabeza y corazón, pensamiento y emociones. Que sea el pensamiento quien guíe al corazón y a las emociones, y sea un referente en el actuar de cada uno. "En tu interior pensarás lo que te dice el corazón".








             
                                                           

                                                                         

                                                                              Mª José Calvo
                                                               Optimistas Educando y Amando
                                                                             @Mariajoseopt




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