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sábado, 17 de junio de 2017

6 CLAVES CON ADOLESCENTES

    

                      6 "PUNTOS CLAVE" CON ADOLESCENTES


     
Hemos visto en otras entradas las características y etapas de la adolescencia, la maduración cerebral, y 10 “tips" que pueden servir para ayudar a nuestros hijos. Ahora unas orientaciones que sirvan de guía en este momento que se puede hacer difícil si no sabemos manejar bien, comprendiendo los porqués de este crecimiento, y viendo primero lo positivo que tiene: cambiando el “chip” si uno no está acostumbrado.





         

Está claro que en cualquier relación personal es de gran importancia la comunicación. Y en esta etapa es fundamental haberla trabajado desde pequeños, porque si no es mucho más complicado, aunque siempre es posible.  

        
Para comunicar hace falta al menos dos personas. Si uno no quiere es imposible conectar. Además, hablar no es someter al otro a un interrogatorio, ni tampoco soltar un discurso… Primero es necesario escuchar, sobre todo con el corazón. Y si es una escucha empática, tanto mejor: es uno de los 7 hábitos de Stephen Covey. Ver más allá de lo que dicen, o no saben expresar, y esas conductas que pretenden llamar la atención, porque reclaman cariño… Como dice un amigo, “para un adolescente, más de tres palabras pueden ser excesivas…”




Algunas ideas a modo de “inventario”: 

  • Aunque parezca que tu hijo no te mira…, hay que seguir sonriendo.

  • Confiar en ellos, no criticar, no hablar mal. La confianza da paso a la empatía y a la sinceridad, muy necesaria para conectar.

  • Enseñarles a pensar, también con el arte de las buenas preguntas, y ponerles en situación de coherencia, especialmente con nuestro ejemplo.

  • En las comidas o tertulias, pensar qué tema tratar. No es el momento de sermones, correcciones, o tareas pendientes, sino de conversar, contar anécdotas, escuchar, y pasarlo bien juntos.

  • Comunicación empática: ver más allá de las palabras, teniendo en cuenta los sentimientos, ilusiones, anhelos... También contarles cómo nos sentimos, nuestras preocupaciones, abrirles el corazón. Son mayores de lo que pensamos, y les gusta que los tengamos en cuenta, que contemos con ellos.

  • Quererles de forma incondicional, a pesar de que en alguna circunstancia hayan fallado o no estén a la altura, como nos pasa a todos. No se chantajea con el cariño. Además, el tratarles un poquito mejor de lo que son en ese momento les ayuda a mejorar. Ya lo decía Goethe, Guitton.. etc.

  • Animar, motivar, estimular..., y luego dar confianza y libertad para que vayan aprendiendo a ser responsables.



  • Aumentar su autoestima haciéndole notar lo bueno que tiene, sus cualidades y puntos fuerte. Incluso elogiar algo que haya hecho bien. Nunca corregir en público, y si con un simple gesto o mirada es suficiente, no hace falta “rallarles”… Poner el énfasis en lo bueno y positivo, con optimismo.

  • Enseñarles a controlarse, con su inteligencia, a entrenar su voluntad, o retrasar gratificaciones. No depender de estímulos inmediatos tan frecuentes, especialmente con las pantallas. Por ejemplo, intentar controlar los cambios de humor, o los imprevistos. Todos tenemos preocupaciones y momentos difíciles, y hay que sobreponerse.

  • Con exigencia compresiva. Hablar con ellos de objetivos concretos y retos que se pueden ir recordando a los días… Incluso que se los planteen ellos mismos y piensen en qué quieren mejorar.


  • Ayudarles a luchar por adquirir hábitos saludables, no sólo para el cuerpo, sino también para el pensamiento, para el espíritu. Por ejemplo ser buenos amigos, sociables y empáticos, deportistas, resilientes, generosos, más íntegros y coherentes, ayudar a los demás o cooperar en voluntariados… 

  • Y luchar contra lo que no está bien, los hace peores personas, los despersonaliza, o los “cosifica”. Encauzar su rebeldía en una dirección que valga la pena.




  • Disculparnos cuando fallamos, porque lo ven todo, y no siempre con buenos ojos… También para que aprendan a hacerlo. Darles oportunidades de rectificar, porque todos nos equivocamos, y repetidas veces. Los padres ayudamos a forjar su personalidad más de lo que creemos. ¡¡Nada se pierde!! Que seamos su referente.

  • Su cerebro empieza a desarrollarse y madurar, a conquistar capacidades superiores del ser humano, y su afectividad sufre cambios bruscos por la reestructuración cerebral. Pasan de la exaltación a la depresión en un momento..., sin pensarlo mucho, y sin casi poder controlarlo. A veces, ante respuestas un poco impertinentes es bueno quedarse en silencio, y más tarde, dejar caer una buena pregunta para hacerles pensar. 



  • Buscar personas de su edad que les puedan ayudar, o clubes juveniles que vivan unos principios y valores importantes, para que puedan disfrutar y desarrollarse bien en un ambiente formativo y de amistad que no vaya en contra de los valores familiares.

  • Conocer a cada hijo, ver qué carácter o temperamento tiene para ayudarle mejor. Por ejemplo, los de carácter sensible sufren mucho en esta etapa, porque todo les influye, y si no lo hablan y se lo guardan en su interior, lo pasan peor. A los que son más tranquilos hay que estimularles en plantearse retos… etc. Y a cada uno según sus  cualidades y fortalezas, apoyándose en ellas, animarle a ponerse metas y objetivos concretos y luchar en ello para construir sus sueños…




Por otro lado, como decía, su cerebro no ha terminado de madurar, pues se está reestructurando, con lo que el pensamiento analítico y crítico, y el poder de decisión, no están totalmente operativos. Tampoco el autocontrol y autodominio personal, o el juicio y valoración de las acciones... Necesitan nuestra ayuda, aunque en un segundo plano, para enseñarles a pilotar su vida. 





  La adolescencia es un proceso de maduración de la persona, 
que descubre su identidad, su pensamiento, quién es, 
sus cualidades y singularidad, 

y así ir modelando su personalidad ¡única! 


     
Por eso tienen que aprender a reflexionar antes de actuar, o de dejarse llevar del impulso, y poner el filtro de la inteligencia a los sentimientos y emociones, para tener autodominio y señorío de sí mismos, y por tanto autogobierno personal. Te lo cuento en ese post.

       




      
Resumiendo y concretando...


                  “6 PUNTOS CLAVE en la adolescencia”


1.- Confiar y dar oportunidades de ser responsable. Delegar trabajos y cuestiones que puedan realizar es como decirles: “confío en ti, en que serás capaz de afrontar ese reto y lo lograrás…” Si falla, se intenta de nuevo… Quizá es una oportunidad de mejorar. Ayudarles a pensar y a decidir, a planificar…, ¡a priorizar lo realmente importante!






2.- Hacerlos partícipes de la vida familiar. No solo de unos encargos, que deben tener desde pequeños, sino de la marcha de la familia. Son también corresponsables de ello, y es una forma de involucrarles, y de que sientan que es algo suyo… Confiarles algunos problemas o situaciones dolorosas, y también las alegrías, por supuesto. No creerles más pequeños, o incapaces de asumir algunas cosas, incluso de colaborar, o de ayudar a solucionarlo. No hacerlos hijos blanditos. Que aprendan a pensar en los demás, y a mostrar empatía y cariño, ¡y la correspondiente ayuda!








3.- Contarles nuestras cosas, compartir sentimientos de forma prudente. El diálogo, que tanto queremos, se compone de dos elementos: para que nos cuenten hace falta abrir nuestro corazón primero. Que no nos vean como algo rígido que no sabe comprender, querer, o sufrir…, sino hacerles ver que tenemos un corazón sensible, pero intentamos que nuestra cabeza lo guíe… Y les servirá para entender lo que es el amor. Cuando nos conocen de esta forma, nos pueden querer mejor. Y, “solo de quien se quiere, se puede aprender algo”… Además, el cariño les ayuda a madurar y a mejorar como personas.









4.- Como decía aquel profesor, mostrar “exigencia comprensiva”: enseñarles a luchar. Exigir lo correcto, no pasar un mal comportamiento en algo realmente importante. Claro que, para eso debemos pensar qué es muy importante en la familia… Que se planteen metas. Cuando rectifiquen, saber perdonarles sin recordar todo el día el asunto. Para eso deben pedir perdón y, según las circunstancias, compensar lo que hayan hecho mal con alguna tarea añadida que favorezca ese comportamiento, y que ayude a los demás en casa.






5.- Un frente unido: “dos en uno”. Para todo esto debemos hablar antes los dos, y poner unas normas claras al respecto que señalen e iluminen un camino. Que sean pocas y claras, pero fundamentales. Por ejemplo, el trato a los padres, la hora de llegada a casa, su comportamiento con amigos…, o lo inadecuado de ciertas movidas… Porque, si un día “pasamos” unas cosas, y otro no, perdemos autoridad, y creen que es algo arbitrario que depende de la opinión del padre, o de la madre, o del momento en que nos pillen… 

      
en todo lo demás dar mucha libertad para que se puedan desarrollar y "construir" como las personas singulares que son. Hay que decir algunos “noes”, pero muchos “síes”…, aunque no nos resulten cómodos. Explicarles que la libertad, un gran don, conlleva responsabilidad.





6.- Por último, no dejarles solos con la tecnología. Guiarles en el mundo digital. Hace falta compartir ratos, hablar, "perder" el tiempo y “fuchiquear” con ellos, ayudarles… Teniendo unas normas claras que les señalen el camino: pocas, pero claras. Y viviendo los valores. Por ejemplo la prudencia, la moderación, la responsabilidad, la empatía y el autocontrol, la integridad, la fortaleza, la proactividad, para generar contenidos que aporten, no sólo consumir, etc.

Y saber “desconectar” para conectar de veras con las personas cercanas…

        




          
Fomentar tareas en "modo concentración” sin estar conectados a pantallas, y enseñarles a centrarse. Por ejemplo mediante la lectura con calma y el estudio, que además potencia la imaginación y creatividad... Entrenar la voluntad, saber esperar..., pensar en un largo plazo, ponerse retos que animen... y cuidar las relaciones personales y la amistad. Esto lo explico en: pantallas y dependencia, adolescentes y pantallas, o, pantallas y modo concentración.


        



          

         
Aquí dejo un corte de una película estupenda, sobre la educación de adolescentes, cómo estimular lo mejor de cada uno, los principios, la coherencia, y dejar una huella en los demás: "El club de los emperadores" dirigida por Michael Hoffman, de las productoras Beacon Pictures, LivePlanet, Fine Line Features. 


Un profesor apasionado de Historia Antigua, el profesor Hundert, les transmite claves e ideas del mundo Clásico y su legado para la humanidad.

Os la recomiendo.



Dejo un pequeño vídeo: enlace 
(https://youtu.be/fowOx86MN5c)






                                                                   Mª José Calvo
                                                                                                                                                                                                                                                                                                         optimistaseducando.blogspot.com
                                                                   @Mariajoseopt




URL:
https://optimistaseducando.blogspot.com/2017/06/6-claves-con-adolescentes.html
     
    

viernes, 9 de junio de 2017

PENSAMIENTOS SOBRE PANTALLAS

               
                                            PENSAMIENTOS SOBRE PANTALLAS


        Hoy tenemos un escritor invitado en el blog: Javier Vidal-Quadras, autor del blog "familiarmente", que nos habla sobre la influencia de la tecnología en la personalidad, especialmente en la de los hijos, que están por madurar, y todo les afecta con más intensidad, dejando una impronta en ellos.
     
 Sin más os dejo con él...

         "Uno de los efectos secundarios de la exposición excesiva a la tecnología es la pérdida de tolerancia al error. Es cierto que esta intolerancia se venía ya instalando progresivamente en las sociedades modernas como consecuencia de la tecnificación y de la especialización. En el ámbito profesional y político resulta llamativa. Sencillamente, el error no se admite, no entra dentro de las posibilidades de actuación, por lo que las demandas de responsabilidad se multiplican. La consecuencia es evidente: si no se admite el error, se repudia el ser humano. Naturalmente, me estoy refiriendo al error involuntario, no a la impericia negligente.
          Existe un derecho al error, un derecho a equivocarse, a hacer las cosas mal, a meter la pata: un derecho, en fin de cuentas, a ser humano.



         Cuando este derecho se desconoce, se cultiva una falta de sinceridad, muchas veces clandestina, furtiva, que consiste en intentar ocultar nuestros propios errores, no sea que los demás vayan a pensar que los cometemos. ¿Cuánto tiempo hace que no leen un email de un abogado a su cliente o de un médico a su paciente admitiendo un error? Si reconocerlo ya cuesta, ponerlo por escrito es un suicidio profesional. El destino final de este camino es un cierto artificio en las relaciones personales que desemboca en la falta de autenticidad.


       Pues bien, uno de los grandes problemas de la tecnología es que difícilmente admite el error. Es mucho más probable que nos hayamos equivocado nosotros que lo haya hecho ella. Otro grave problema es que no tiene iniciativa personal ni carácter propio. Como no es persona, no tiene personalidad y es incapaz de oponerse a nuestros deseos.




        Nuestros hijos viven cada día, y en algunos casos durante varias horas, esta experiencia de una relación unilateral en la que ellos mandan y la pantalla obedece. Una relación en la que uno sólo da y otro sólo recibe, y no cualquier cosa ni en cualquier momento, sino exactamente lo que pide y con inmediatez: una película, un juego, una respuesta, una imagen…



        Si no estamos atentos y no limitamos de alguna manera esta exposición, si no la contrarrestamos con otras actividades más humanizadas o no nos esforzamos en desarrollar en nuestros hijos un espíritu sanamente crítico, irán configurando su personalidad en la intolerancia y la impaciencia.


      Otra consecuencia evidente es la huida del esfuerzo y la omisión del respeto. Toda relación humana exige un esfuerzo de respeto, de adaptación al otro. Hay una tensión, porque el otro es real y se resiste a ser un títere de nuestro deseo. La pantalla, en cambio, no ofrece resistencia.
       Y quien rehuye ese esfuerzo de adaptación al otro pierde por el camino la capacidad de compromiso. Acostumbrados a que la tecnología y las cosas se ajusten constantemente a ellos, nuestros hijos corren el riesgo de hacerse incapaces, ineptos para el amor, que requiere necesariamente olvido de sí y entrega al otro. Quieren, pero no pueden, o no saben. 

        Por eso, muchos de ellos no se atreven a comprometerse en una relación de amor duradero y leal, capaz de afrontar el reto de una vida, de abrirse a la generación de nuevos seres y de mantenerse en la relación a pesar de los desengaños, errores y dificultades. El amor no admite espontáneos. Para amar a los demás hay que entrenarse continua y duramente. No bastan los ‘memes’ y los ‘youtubes’ cursis y lacrimosos, no sirven los ‘bloggers’ y las ‘influencers’. Y si uno no está dispuesto a negarse, es mejor que siga amándose a sí mismo y a las cosas que le rodean y siga viviendo esa quimera engañosa y, a la larga, lastimosamente feliz del propio yo.

        Explica Séneca en De la Ira que un abogado romano llamado Celio estaba cenando con un cliente suyo que le iba dando la razón en todo lo que decía, hasta que no pudo más y le increpó: ¡llévame la contraria en algo de una vez para que podamos ser dos!

      Un buen reto para nosotros como padres: que nuestros hijos vivan una biografía humanizada, que sean más tiempo dos que uno solo consigo mismo."

                                   


Javier Vidal-Quadras, 
javiervidalquadras.com/   



      ¡Gracias, Javier! Me recuerda algo que leí: "si quieres un hijo más inteligente y creativo, déjale jugar, que tenga conversaciones con otras personas y, ¡sustituye el móvil por una guitarra...!  

        Si nos centramos demasiado en pantallas podemos deteriorar las relaciones humanas, el pensar en el otro, la comprensión, y nos vamos forjando una personalidad más narcisista incapaz de ver a los demás… La interacción con otras personas, además de "humanizarnos", estimula el pensamiento, las ideas, la creatividad, la toma de decisiones, la empatía, el trabajo en equipo, y un sinfín de cosas más. No hay que perderlo de vista...

                            

        
Dejo unos enlaces relacionados sobre 


                                                                                                             
   Espero que te haya gustado, y harás bien en compartir con amigos... ¡Gracias!




                                                                                 Mª José Calvo
                                                                   optimistaseducando.blogspot.com
                                                                                 @Mariajoseopt


URL:
https://optimistaseducando.blogspot.com/2017/06/pensamientos-sobre-pantallas-y.htm