¿QUIÉN EDUCA A NUESTROS HIJOS?
Podemos repensar muchas preguntas y profundizar un poco en el sentido de la educación de los hijos... ¿Somos los padres de veras los primeros y principales educadores de nuestros hijos?, ¿seleccionamos y colaboramos con el colegio?
¿Por qué y para qué educarlos...? ¿Cómo llevarlo a cabo? ¿Qué ayudas podemos tener?
Queremos que crezcan como personas, que tengan una buena personalidad, que sean capaces de relacionarse con los demás, que desarrollen sus cualidades y talentos, que tengan amigos, que sepan querer... etc.
Educar es formar a una persona para que se construya a sí misma, y alcance su plenitud. Es hacerla
libre y responsable para que sea capaz de pilotar su vida, de "abrir caminos y de
transitarlos"... Hace falta que tengan autodominio y control sobre ellos mismos para que se enfoquen hacia una meta valiosa... Es necesario que sean autónomos cuanto antes, y libres, para que puedan amar y ser amados. Y, como consecuencia de esa plenitud personal, de ser mejores personas, ¡serán felices...! Porque, la felicidad depende en gran medida de la capacidad de amar, de pensar en los demás, y de concretarlo en hechos.
También es preciso conocer a cada hijo, descubrir sus cualidades singulares, sus gustos y fortalezas, ver qué necesita, en qué destaca, qué le atrae, cómo motivarle, cómo hacerle atractiva la exigencia en algún punto que le cuesta... E ir por delante nosotros, porque nos están mirando todo el día.
Antes se educaba por intuición o corrigiendo... Ahora se está fuera de casa mucho tiempo, y los niños están influenciados por un ambiente en el que hay crisis de valores y de coherencia personal. Debemos adelantarnos a los acontecimientos, en positivo, sabiendo los avances de la neurobiolología y la pediatría. Y cambiar el "chip": hace falta ser "buscadores de talentos escondidos", para desarrollarlos y potenciarlos, y no tanto cazadores de defectos... Además es mucho más eficaz y gratificante, y es mejor fomentar lo más específico y singular de esa persona.
Es preciso hacer educación preventiva mucho antes de que aparezcan los problemas. Y debemos ser optimistas: tenemos a nuestro favor nuevos conocimientos en pedagogía, neurociencias, y también en relación con el desarrollo del niño.
Además, la educación la llevamos a cabo en la familia, ámbito natural donde se forma cada persona, cada hijo, gracias al amor incondicional de los padres. Y surge de ese "generador" del amor de los esposos, que da su luz y su calor en todas las circunstancias de la vida. La persona aprende a querer por inmersión, cuando se siente de veras querida. Así se construye a sí misma, y aprende a querer a su vez.
La familia es la escuela del más rico humanismo, donde se acepta a cada persona por lo que es, sin tener que demostrar nada. Donde se aprende lo importante de la vida con el enfoque adecuado, de las personas que nos quieren, por ese motivo. Donde se aprende a pensar en los demás, a amar.
El amor y la confianza, que nacen de la aceptación incondicional, hacen que cada hijo se sienta muy querido, y permiten que salga a la luz su mejor personalidad, con sus talentos específicos. Por eso, el cariño y la confianza son como el "horno" donde se cuece la mejor personalidad de cada uno. Y es en la familia donde se forjan personas cabales capaces de pensar en los demás y ayudarles.
La familia es la escuela del más rico humanismo, donde se acepta a cada persona por lo que es, sin tener que demostrar nada. Donde se aprende lo importante de la vida con el enfoque adecuado, de las personas que nos quieren, por ese motivo. Donde se aprende a pensar en los demás, a amar.
El amor y la confianza, que nacen de la aceptación incondicional, hacen que cada hijo se sienta muy querido, y permiten que salga a la luz su mejor personalidad, con sus talentos específicos. Por eso, el cariño y la confianza son como el "horno" donde se cuece la mejor personalidad de cada uno. Y es en la familia donde se forjan personas cabales capaces de pensar en los demás y ayudarles.
Para ello, nos apoyamos en la autoridad, que es un servicio de guía que prestamos los padres a la hora de ayudar a nuestros hijos para que crezcan fuertes, con su naciente libertad. Necesitan que les guiemos en su formación, que les enseñemos lo que está bien o mal cuanto antes, y precisan unas pocas normas que vayan orientando su conducta. Como esos palos pintados en los puertos de montaña... Pocas, pero esenciales.
También tenemos la libertad de pensar y decidir entre los dos qué valores humanos nobles son importantes según la edad de los hijos para poner "de moda". Esos valores estarán centrados en principios, y los intentamos vivir en familia, porque, sólo se aprende lo que se ve hecho vida en los padres.
De esa forma, cuando los hijos crecen y lo van razonando mejor, entorno a los 7 años, lo harán porque ellos quieren: con libertad interior. Así los hábitos adquiridos se transforman en virtudes personales que conforman el carácter y la propia personalidad, tejiendo la propia cultura familiar.
Las virtudes, término griego que significa fuerza, son refuerzos de nuestras capacidades. Por eso es necesario educar en libertad, para la libertad de los hijos, que se concreta y madura en responsabilidad: la otra cara de la libertad... Es necesario ir dando libertad para que aprendan a ser responsables.
La formación de cada persona incluye la educación de varias facultades o aspectos centrales como pueden ser la inteligencia, la voluntad y la afectividad. También con armonía entre esas facultades.
En el desarrollo personal interviene la transmisión genética, pero, también es muy importante el entorno y el ambiente de cariño y educación de cada familia. A través de los procesos de desarrollo, de la inteligencia, la formación de la voluntad, y la afectividad, se va cultivando cada aspecto personal. Así se unificarán en el corazón, centro de la persona.
La influencia genética es mucho mayor en lo referente al cuerpo, a la herencia somática, mientras que el aprendizaje es mayor en la educación de la persona, con sus facultades superiores, como la inteligencia y la voluntad libre. De ese modo poder plantearse y acometer metas altas y retos nobles, con la fuerza del corazón.
El gran papel de los padres en la formación de los hijos corresponde sobre todo al nivel superior: su voluntad y afectividad, en armonía. Cabeza y corazón, como ya señalaran los clásicos. Para que, conociendo lo que está bien, deseen llevarlo a la acción, y además disfruten por ello. Que sean felices descubriendo la belleza de hacer lo correcto, ¡pensando en los demás! Se trata de seducir con la belleza de los valores auténticos, nobles, hechos vida. De este modo aprenderán a luchar por dar lo mejor de sí, a relacionarse pensando en los demás..., a tener amigos y ayudarles.
Por eso es vital tener en cuenta su afectividad y su corazón. Es necesario educar los sentimientos, cultivar la imaginación. Explicarles que nuestras acciones repercuten en los demás, y hay que pensar antes de hacer algo si conviene o no, si ayudamos o no..., o cómo haremos sentirse a esas personas. Empatía y cariño.
Así serán capaces de pensar en los otros, de comprender, de ser amables y de querer a las personas cercanas. Además siempre nos observan con atención, y copiarán nuestra conducta. Que no nos pille en off, o mirando una pantalla...
Con estos factores se realiza todo aprendizaje, gracias a la plasticidad neuronal que permite establecer nuevas conexiones o sinapsis entre neuronas, y reforzar
las ya existentes según el propio conocimiento, experiencia y aprendizaje. Las emociones muchas veces guían el aprendizaje, el entusiasmo por lo que le llama la atención, los juegos en los que disfruta y se explaya, la educación desde pequeños, los hábitos que se van consiguiendo...
También influye el modelo que les presentamos, cómo tratamos a los demás, la formación que les proporcionemos, la curiosidad y motivación, o la capacidad de fantasía y de imaginar mundos posibles o alternativas, y de reaccionar ante las situaciones... etc.
Como resultado obtenemos un aprendizaje, no medible, porque tiene muchos aspectos y matices, que se traduce en aptitudes, capacidades y actitudes que podemos alentar o motivar. Entre
ellas la empatía, para comprender y conectar con los demás y establecer lazos afectivos, o la creatividad, tan propia y específica de los niños y de la persona humana en general. Que nos "importen" de veras los demás, sus estados, logros y dificultades, y actuemos en consecuencia.
Además hay muchos tipos de talentos, y lo importante es descubrir en qué es bueno cada hijo, qué le gusta, sus fortalezas y sus anhelos más profundos para fomentarlos. Así, disfrutar siendo esa persona singularísima que es. Y tendrá mucho que ver el corazón y su capacidad de querer.
Porque, al fin y al cabo, educar es seducir con la belleza de los valores auténticos, preservar la mirada de los niños. Y todos necesitamos pensar con claridad, desarrollar hábitos y virtudes que nos faciliten la vida y nos orienten en buena dirección. Es decir, que nos mejoren como personas. También fomentar sentimientos más finos y nobles, cultivar lo mejor de cada uno y poder relacionarse de forma auténticamente humana.
A la hora de hacer real todo esto, tan importante es el ambiente de familia, como el poder elegir un colegio adecuado a nuestros
ideales. Porque si no, el trabajo que se realiza en casa se vería destruido por un colegio que no coincidiera en lo importante con nuestro ideario. Y los niños soportan muy mal las incoherencias: es preciso trabajar en equipo en la misma dirección. Está en juego su formación y su plenitud personal, y por tanto su felicidad.
Dejo un poema de la Madre Teresa de Calcuta, muy significativo:
Espero que te haya gustado el post, y que lo compartas con amigos. ¡Gracias!
Dejo enlaces relacionados con el tema:
Mª José Calvo
optimistas educando y amando
URL:
https://optimistaseducando.blogspot.com/2013/04/los-padres-primeros-y-principales.html
https://optimistaseducando.blogspot.com/2013/04/los-padres-primeros-y-principales.html
Hola, me encanta esta iniciativa que puede ayudar mucho alos padres... espero que cuelgues nuevos artículos. Animo!! y muchas gracias. Te seguimos desde Moscú, nada menos!. piluca
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