Son palabras fuertes que nos hacen pensar... sobre el uso que hacemos de la tecnología.
Porque, todos experimentamos que el tiempo se nos va..., que perdemos capacidad de atención..., de pensamiento y reflexión, y además se va conformando nuestra mente de ese modo, haciéndola más dispersa y hasta débil. Vamos a ver esos cambios cerebrales y otras consecuencias.
2) Cambios cerebrales
Te contaba hace tiempo en otro artículo, que se hizo un estudio con un número importante de niños, avalado por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, y se vio que el cerebro en edades tempranas es diferente cuando pasan tiempo frente a pantallas.
Aumentan las zonas que procesan estímulos visuales, pero, disminuye la capacidad lógica, cognitiva, y del lenguaje, de veras importante para todo, y los procesos de mielinización de esas zonas, que mejoran la conducción, se entorpecen, pues el uso de pantallas impide que se desarrollen adecuadamente.
Y con el lenguaje, también disminuye el vocabulario y la comprensión, el conocimiento y la capacidad de comunicación con otros... etc. Así como la resolución de problemas y manejo de situaciones cotidianas.
Se pierde contacto humano, enriquecedor de por sí, donde se aprende a interactuar, a conversar, a captar sentimientos y desarrollar la afectividad, a ser empático, y a sentirse a gusto con otras personas. Incluso muy necesario para la formación de propia personalidad. Recordemos el pensamiento que acuñó Martin Buber: "yo me hago gracias al tú", y la necesidad que apunta del encuentro.
Y todos esos cambios no se suelen constatar en el momento, sino que se perciben a más largo plazo...
Para que el cerebro funcione adecuadamente necesita realizar un trabajo autónomo profundo, apunta el neurocientífico y médico psiquiatra Manfred Spitzer, del que te he hablado muchas veces. De este modo se activan diferentes áreas, y se conectan entre sí, y lleva al aprendizaje y al conocimiento, tan relacionados con el pensamiento, la memoria a largo plazo y el poso que deja de sabiduría.
Sin embargo, las pantallas digitales, a golpe de "flashes", impiden el trabajo cerebral a fondo. Con ellas se usa sólo la memoria de corto plazo, y de forma muy superficial. Y cuanto menos se usan las capacidades personales, más se van atrofiando.
Otro neurocientífico, Michel Desmurget, señala que el tiempo que se pasa ante una pantalla por motivos recreativos retrasa la maduración anatómica y funcional del cerebro, en diversas redes cognitivas relacionadas con el lenguaje y la atención.
Es decir, los cambios cerebrales no sólo suceden funcionalmente, sino estructuralmente. Neurobiológicamente cambia el estrato cerebral.
Por eso apunta tristemente este autor, que los llamados "nativos digitales" son los primeros niños con un coeficiente intelectual por debajo de sus padres. Y se va constatando...
Estas alteraciones ya son algo con evidencias científicas. La asociación española de Pediatría apunta que hay problemas de sueño, de desarrollo... Creen que de 0 a 6 años los niños no deberían ver ninguna pantalla digital.
Por lo tanto, ante esa sobrecarga de estímulos, la capacidad de atención y concentración, relacionadas con la corteza prefrontal, lo más específico del ser humano, se debilitan. Uno no es capaz de centrarse en un tema, o incluso es más difícil reflexionar y plantearse metas valiosas, planear tiempos, actividades y retos, haciendo que lo importante que uno piensa o quiere, suceda, como señalara Stephen Covey.
3) Las capacidades humanas
Te hablaba en el post anterior sobre la belleza de las relaciones personales, de las habilidades de la comprensión y empatía, pues en ellas ponemos el corazón, la calidez de los abrazos, el mirar a los ojos y saber sonreír aunque uno esté dolorido... para hacer la vida agradable a los que tenemos cerca.
No se puede entender al ser humano sin su capacidad de amar y ser amado. "Tener un corazón capaz de amar, de afligirse y conmoverse, es la característica más específica de la naturaleza humana", sostiene D. von Hildebrand.
Las capacidades humanas, tan propias de la persona, como la sonrisa, el corazón, decir unas palabras de aliento, la imaginación y creatividad, la regulación emocional, junto con la memoria y el propio pensamiento, con el uso frecuente de dispositivos virtuales se van deteriorando sin apenas percibirlo. Así como las relaciones personales, la amistad, la capacidad de soñar por ideales...
Porque, a más pantallas, el cerebro, y las capacidades de la corteza prefrontal, no maduran adecuadamente; o, si se trata de un adulto, se van debilitando las conexiones o sinapsis que no se usan. Y las emociones, que necesitan ser filtradas por el pensamiento, se convierten en ciclones que arrasan, o en directoras supremas de una conducta a impulsos, en busca sensaciones, sin un rumbo al que dirigirse.
Aumenta la dependencia a estímulos y deseos inmediatos, a golpe de clic, y por tanto se debilita el autocontrol y la voluntad: ese pequeño componente que uno debe entrenar cada día, postponiendo recompensas, pensando en un largo plazo, para poder acometer planes y metas, y por tanto llevar riendas de la propia vida.
Por este motivo, la voluntad se va quedando más endeble y quizá irrelevante..., no pudiendo auxiliarnos cuando las cosas se ponen difíciles, o cuestan más. Y esta capacidad no viene con la herencia, como algunas cualidades innatas, sino que es una conquista personal constante, que nos posibilita ser más libres.
En el trabajo, en familia, en las relaciones sociales, hay que luchar por metas ilusionantes, con esfuerzo y empeño. Y estos medios digitales fomentan la huída del esfuerzo y del compromiso..., fundamentales en la vida. Todo lo valioso, como la amistad o el amor, ocurre en el mundo real con las personas reales, y requiere intencionalidad y esfuerzo, e interactuar con ellas. Y es lo que nos hace de veras felices.
Por tanto, es bueno aprovechar las situaciones cotidianas para entrenarse en las mil y una capacidades y virtualidades que posee cada persona. Únicas. Singulares. Propias. Lograr un desarrollo armónico de todas las facultades y potencialidades. Mucho más si se trata de niños o adolescentes, que lo están conquistando y aprendiendo todo, pues su cerebro no está "formado", por decirlo de algún modo. Es la edad propicia para asentar lo mejor.
En las relaciones con otras personas se ponen en juego las neuronas espejo y la empatía, y muchas otras funciones cerebrales. Estas neuronas son importantes en todo aprendizaje y en el trato con los demás. Uno se siente bien, a gusto, y valorado. Los amigos ayudan a potenciar talentos y cualidades, a ser mejores personas pensando en ellos. Lo cual produce secreción de sustancias neuroplásticas y factores de crecimiento tan ricos para la plasticidad y desarrollo cerebral.
Es más, cuando uno se acostumbra al uso de pantallas, a la interacción en digital, ya no se siente tan seguro en las relaciones personales, y da pereza fomentarlas. Se va a lo fácil, como la comida rápida..., perdiendo esas habilidades propiamente humanas tan necesarias y relevantes que nos configuran como personas.
Me viene a la cabeza Hannah Arendt con su aguda capacidad de observar y comprender, con ese ¡párate y piensa! que nos interpela. Te lo cuento en ese post. Esta autora apunta que la muerte de la empatía humana es uno de los primeros y más reveladores signos de una cultura a punto de caer en la barbarie. Más para pensar... Cuidémoslo.
4) Tecnología y efecto pantalla
A través de estos medios parece que se pueden hacer muchas cosas: acceder a ingente información, conectar con personas de cualquier punto del mundo..., pero se hace de forma muy superficial, como decía, sólo con la memoria de corto plazo. Incluso la mente se puede saturar y bloquear por exceso de información y datos, muchas veces sin comprenderlo, sin ver su contexto, ni mucho menos aprenderlo. Es lo que se ha denominado infoxicación.
Hay que pensar, y tener entrenada la voluntad para hacer un uso de los dispositivos tecnológicos de forma un tanto saludable y responsable, controlando tiempos, modos, ambientes... etc., y protegiendo a los más pequeños, indefensos, pues están diseñados con la intención de enganchar.
Si no, se acaba siendo adicto a lo irrelevante, por esa búsqueda continua de novedad y sensaciones a flor de piel. Y producen un efecto en nuestro cerebro que te explico en otros artículos, y sintetizo en esta infografía: lo denomino el "efecto pantalla".
Toda esa vorágine potencia la ansiedad y el estrés, con la consiguiente elevación de cortisol, que mantenido daña al organismo.
Las pantallas están creadas para atraparnos el mayor tiempo posible: hay muchos intereses y una industria tras ello. Presentan una inmensidad de estímulos a los que atender, que nunca cesan. Estamos "distraídos de la distracción por la distracción", decía T. S. Eliot, pero ahora en un sentido más hondo y peligroso.
Como vamos viendo, interfieren con la atención, el pensamiento profundo y reflexivo, y otras capacidades de nuestra corteza prefrontal como el control de impulsos, la planificación y toma de decisiones, o la voluntad. Es decir, las funciones superiores del ser humano.
Además de entorpecer la comprensión y el aprendizaje, la memoria de largo plazo y el conocimiento, y por tanto la imaginación y creatividad, basadas en dichas habilidades.
Muchas veces impiden tener calma para hacer una pausa y tomar las decisiones adecuadas en cada momento, propiciando a actuar de forma refleja, sin pensarlo.
E interfieren con las capacidades relacionales, tan propiamente humanas, en las que es importante la comunicación con los otros, la empatía, las conversaciones y el intercambio de pensamientos y afectos que tejen la convivencia.
En contraste, en el mundo digital las interacciones se hacen "con filtro", elevando expectativas en lo físico, y mostrando versiones utópicas y "mejoradas"; es decir, no reales. Lo cual desconcierta a los jóvenes, que se ven abocados a elevar el listón... y pretender lo imposible. Además en la red se siguen otras reglas.
Y las empresas tecnológicas lo tienen bien estudiado, pues sólo ven datos y beneficios a costa de nuestra persona, de nuestro tiempo, de emociones excitantes "a golpe de likes", presentando información "nueva", tantas veces no verídica, o con falta de análisis o rigor científico.
Hay equipos de personas, con psicólogos especializados detrás de ese mundo virtual, estudiando constantemente el modo de engancharnos con lo que nos "gusta"... y percibiendo el grado de control de cada usuario. Y pretenden aumentar esa "realidad ficticia" con avatares... etc., despersonalizando y degradando cualquier relación HUMANA, de persona a persona.
La tecnología no es "gratis": intenta captar nuestra atención el mayor tiempo posible mediante descargas de dopamina que suceden ante todo lo nuevo, ante la "información", y ante los "like" de supuestos "amigos" virtuales. Y a medio plazo va erosionando el propio pensamiento, como ya señalara hace tiempo Nicholas Carr.
Y con la pérdida de habilidades cognitivas, de la comprensión y la reflexión, además de la voluntad, se acaba cercenando la propia libertad, con el autodominio personal y el autogobierno para pensar y acometer objetivos y metas, sueños e ideales que anhelamos, y dirigir la propia vida. Esto te lo cuento en el post autogobierno personal.
Porque, este neurotransmisor de la dopamina proporciona cierta calma y alivio ante el estrés y el cortisol elevado. Nuestro cerebro lo encuentra reconfortante y tiende a repetir ese comportamiento casi sin danos cuenta. Te lo explico mejor en pantallas y dependencia. Y nos va enganchando...
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Por lo tanto, debemos recuperar el "timón" de la vida, no dejarnos seducir pasivamente por las pantallas, que hacen el propio trabajo mental, atrofiando capacidades. Porque, lo que no se usa, se va perdiendo. De ahí el término de "demencia digital" que acuñó el doctor Manfred Spitzer, que en su tiempo sonó un poco fuerte, pero tan real.
Es necesario usar el pensamiento, plantearse las preguntas esenciales de la vida que a todos nos "llaman"... y nos abren al asombro ante la realidad, al sentido. Busquemos lo que da paz al alma, y no tanto nuevas sensaciones que consumir. No nos "distraigamos" de lo más relevante por no pararnos a pensar...
Además, las personas tenemos un cerebro empático y social, con esas neuronas espejo, claves en la empatía. Toda la naturaleza humana, la biología, hasta los genes, tienden a ayudarnos a la cooperación y comunicación con otros seres humanos, como hemos visto.
Nos hacen personas genuinamente humanas, comprensivas con los demás. Si estamos volcados en el teléfono móvil no se pueden cuidar las relaciones personales, dice la experta Sherry Turkle, donde el ser humano se encuentra en su ambiente más propicio, y se desarrolla de su mejor forma: relacionándose con los demás.
Por el contrario, la tecnología fomenta comportamientos individualistas, narcisistas y antisociales que lesionan a la persona..., también neurobiológicamente. La soledad y el narcisismo enferman.
Continuará...
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Mª José Calvo
@Mariajoseopt
optimistas educando y amando
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