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sábado, 26 de noviembre de 2016

DESARROLLO PERSONAL Y TECNOLOGÍA I


                             
                     DESARROLLO PERSONAL Y TECNOLOGÍA


       
Al hilo de una charla sobre tecnología, dejo unas pinceladas sobre este tema tan actual, para reflexionar un poco sobre sus posibilidades y limitaciones, y poder hacer un uso saludable y responsable de la misma. También a la hora de educar y formar a los hijos en este sentido. 

         
Primero trataremos cómo es el desarrollo humano y el aprendizaje, en base a la maduración cerebral, para centrar el uso de las pantallas.

         
Es un poco largo, y lo divido en dos bloques, por si te interesa más alguno de ellos:

1- El desarrollo humano, y...
        a) Maduración cerebral
        b) Cómo aprenden los niños

2- La familia y el mundo digital
        a) Cómo funciona el cerebro
        b) ¿Niños en el mundo virtual?

        


     
1- EL DESARROLLO HUMANO

        
Este desarrollo se realiza especialmente en las primeras etapas de la vida, gracias a la maduración cerebral, y favorecido por la curiosidad, la capacidad de asombro de los niños, puesto que son, como señalara Tomás de Aquino, su "motor" interno de aprendizaje. Y la forma en que se "despierta" la atención, porque se sienten atraídos por algo. Ambas cosas, el aprendizaje, y la maduración, van estrechamente unidas.

        
Aristóteles ya señalaba que el saber empieza por la admiración, por hallarse ante algo que es, pero que uno no se sabe muy bien cómo ni porqué ha llegado a ser... Eso origina la contemplación, ese percibir con entusiasmo.




       
El buen desarrollo también precisa de los estímulos de la vida cotidiana, experiencias perceptivas en un ambiente rico y sereno, saturado de cariño, como es la familia. La persona "se hace", "se construye", y se re-construye, en la familia: ámbito propio del amor y de las relaciones verdaderamente humanas que nos forjan como personas.


         
A) MADURACIÓN CEREBRAL

La formación del cerebro se realiza desde la gestación, y es consecuencia de la multiplicación de neuronas y, a partir del nacimiento, de la formación de conexiones o sinapsis entre ellas. Los genes determinan el patrón y funcionamiento básico de circuitos cerebrales, pero también influye el ambiente, y las hormonas sexuales, sobre todo en la adolescencia, donde hay una elevación muy considerable en sangre por estímulo del eje hipotálamo-hipófisis-gonadal. 

     
Ya desde el embarazo aparecen cambios según el entorno, la relación con los demás, el sonido de la voz, las sonrisas, y más tarde por el ambiente, la familia, la alegría o la falta de ella, la impresión que causan las situaciones... También las acciones, vivencias, percepciones..., y las propias acciones más adelante. Todo ello va moldeando el cerebro de cada persona, gracias a su gran plasticidad. Nada es ajeno.



      
Cuando el niño ya está en la cuna, con los tiempos de sueño, comidas, higiene, paseos…, hay un crecimiento neuronal, pero sobre todo se forman múltiples ramificaciones y sinapsis en ellas. Hay momentos en los que al niño le gusta hacer determinada cosa..., porque está madurando eso en concreto. Y cuando va creciendo, con horarios, rutinas diarias, hábitos, situaciones familiares…, a base de ejecutar unas acciones, sucede lo mismo: hay una gran explosión de ramificaciones neuronales. 

                    



      
Por eso, hace falta acompañarles en su crecimiento, ir guiando su aprendizaje, respetando sus ritmos naturales de maduración, sus "periodos críticos" más sensibles, y ayudarles a descubrir el mundo, insisto, en un ambiente inmerso en cariño como es la familia. 

      
El periodo más importante para ello es desde el nacimiento, el primer año, y hasta los 6-8 aunque se puede prolongar hasta los 12. Es un periodo de formación de innumerables sinapsis, que van conformando el cerebro de cada niño de forma muy singular, con sus características personales, gustos, cualidades, fortalezas...


    
Para ello es necesario dejarles conocer las cosas, aprender desde su "interior", apoyarse en lo que es bueno y bello, contar con sus ritmos de crecimiento, su impresionabilidad e inocencia, sus tiempos de descanso, de juego en el que lo aprenden todo..., para que vayan ganando en autonomía y relacionándose con los demás. 

     
Siempre miran todo con "ojos nuevos"..., con asombro ante la realidad, como señala Chesterton. La ilusión de encontrar algo a la vuelta de la esquina. Es preciso no darles todo hecho, no interferir en su proceso natural de desarrollo, en sus periodos más sensibles en los cuales aprenden lo importante. Dejarles descubrir las cosas por ellos mismos, a su propio ritmo, a su modo, con cierta libertad de elección.




      
A nivel de lóbulos cerebrales, lo primero en madurar son las zonas sensoriomotoras con la coordinación del movimiento. Por eso les encanta moverse, y es muy necesario: vital para ellos. También las zonas sensoriales, con el conocimiento experiencial, áreas somatosensoriales, visuales, auditivas, del lenguaje... Más tarde la zona cognitiva y emocional, por el corex y el sistema límbico, donde se capta la realidad teñida de sentimientos. 


      
La maduración va como en una onda desde zonas posteriores y más básicas a anteriores y complejas. Lo último en madurar es la corteza frontal, y en especial la corteza prefrontal: lo más específico y cualificado de una persona, con sus conexiones a otras zonas. Es la base anatómica del pensamiento más analítico, control de impulsos, la voluntad, la toma de decisiones, el juicio, la planificación… etc. Y esto no se finaliza hasta los 25 o 30 años

    


                                  





            
Por tanto, el cerebro adolescente no ha terminado de madurar: están en pleno cambio y reestructuración cerebral. Son todo emociones, vividas con mucha fuerza, pero el control de ellas, la toma de decisiones…, es todavía inmadura. No podemos dejarles solos ante algunas situaciones que les desbordan, aunque ellos crean ser "mayores". Debemos ser su "freno", y ayudarles a pensar alternativas.




    
Podemos aprovechar este conocimiento del desarrollo neurológico en la educación de los hijos, en su maduración, para favorecer situaciones que permitan sinapsis adecuadas que le van a ayudar durante toda su vida. Porque, las acciones del día a día crean hábitos, con sus correspondientes sinapsis, y estos hábitos modelan el carácter de la persona, con sus singulares cualidades y fortalezas también, si las sabemos descubrir y estimular. Y todo ello irá forjando su identidad.

       


                                     
             
B) CÓMO APRENDEN LOS NIÑOS
        
De forma experiencial. Se trata de dejar que puedan conocer las cosas que ven, que oyen, que tocan, que perciben..., la realidad que les rodea. Y no sólo lo tangible, lo medible, lo cuantificable..., sino también las realidades inmateriales, sentimientos, la espiritualidad... etc.

        
Es necesario permitir su curiosidad por todo ello, dar paso a la admiración, dejar volar la imaginación y la creatividad tan propias de la persona.

       
Y es fundamental enseñarles lo que está bien o mal desde bien pequeños, y a tener en cuenta a los demás..., de acuerdo con cada edad, en un ambiente inmerso en cariño. Siempre guiados por ese sentimiento de saberse queridos. "Sumergidos" en el amor recíproco de los padres, auténtica fuente para el buen desarrollo personal y una sana autoestima.





La "edad de oro” para el aprendizaje sucede en las primeras etapas. Lo que más le gusta a un niño es explorar y moverse libremente. Cuantas más oportunidades tenga de movimiento, de conocimiento experiencial, de ejercicio físico, mejor. Y cuantos más sentidos emplee, mejor conocerá el mundo que le rodea y así desarrollará sus capacidades gracias a esa fase sensoriomotora de la maduración cerebral. Todo el aprendizaje requiere formación de nuevas sinapsis, y en el niño es algo muy fácil debido a su gran plasticidad cerebral. Lo que van aprendiendo se guarda, primero en la memoria de corto plazo, y luego se fija en la de largo plazo por un proceso de consolidación, relacionando las distintas zonas cerebrales que se encargan de cada aspecto concreto. Por ejemplo, la corteza visual, la auditiva, lo sensorial, el lenguaje... etc.



                           


          
También es bueno enseñarles a lograr hábitos saludables, porque en estas edades existen esos periodos más sensibles en los cuales es muy fácil adquirir unas funciones innatas, como la deambulación o el habla, o unos valores humanos, como el orden, la sinceridad, la generosidad, el pensar en los demás, la empatía, atender a los sentimientos, el valor del esfuerzo, de la voluntad. Y más tarde la responsabilidad, el trabajo bien hecho, etc. 

     
la relación con otras personas es muy necesaria: no sólo de la familia, sino también con amigos. Un amigo es mucho más enriquecedor que cualquier juguete, y mucho más que una pantalla... Siempre, insisto, sabiéndose muy queridos. El cariño que les demostremos es el artífice de su buen desarrollo, de su maduración, y base de su afectividad. Y por tanto de su carácter y futura personalidad.



                           
        
Por otra parte, desde que nace, el juego es muy importante en su vida. Todo lo aprende por vía afectiva, mediante el juego

Para él todo es juego, o se transforma en juego: aprende jugando, juega aprendiendo. Juega con su madre, con la luz de su sonrisa, con sus propias manos, con su boca, emite sonidos, ensaya... y disfruta jugando. Incluso con ese disfrute en el que se sumergen los niños, olvidando lo que sucede alrededor: en modo "flow", en el que se secretan sustancias neuroplásticas que alimentan el cerebro. La vida es juego, y mediante él conoce todo. 

     
Además, el juego estimula el desarrollo cerebral, el pensamiento y la imaginación, la creatividad. Por ejemplo, mediante el juego simbólico el niño aprende muchas habilidades, relaciona distintas cosas en su cerebro, aprende por distintas vías, sensoriales y motoras, también resolución de problemas, comprensión y empatía con otros niños, aprende a ayudarles, acepta reglas... etc. 

     



2- LA FAMILIA Y EL MUNDO DIGITAL

       
Estamos en un momento en el que la tecnología es un medio frecuente en la vida. Pero, hemos tenido la suerte de educarnos en un mundo analógico y así poder descubrir sus posibilidades y limitaciones. Nuestros hijos parecen "nativos digitales", que no significa que tengan superpoderes, y si no les orientamos en el mundo virtual, ellos no podrán hacerlo. Por eso hace falta conocerlo, para primero protegerles y luego guiarles, dependiendo de edades. 

        
Hace tiempo leí un artículo de un científico y psiquiatra, Manfred Spitzer, que me gustó especialmente porque tiene mucho sentido común y hace reflexionar sobre el uso de los medios tecnológicos.
         
Habla de la importancia del aprendizaje personal, de la figura de los padres y el maestro para estructurar el conocimiento, de la capacidad de la inteligencia y del pensamiento, y del retraso de la maduración y del aprendizaje que pueden producir las pantallas especialmente en niños, incluso preadolescentes. Y el empobrecimiento del lenguaje y del pensamiento. Te lo cuento en otras entradas.

        
La educación de una persona siempre será de tipo analógico. Hace falta aprender en familia lo importante de la vida, interactuar con los demás, atender a los sentimientos, mirar a los ojos, sentirse querido, saber sorprender, imaginar, ayudar, aprender a querer...

       
Hay que poner inteligencia emocional en las relaciones humanas. Y de esta forma, con cariño, y atendiendo a los intereses del niño, se puede enseñar algunas cosas más, cuando su cerebro está preparado. Por ejemplo, a leer, escribir, tomar notas, trabajar en clase con el profesor, estudiar, pensar de forma lógica y luego analítica… etc. 

Los niños aprenden con las relaciones personales, envueltas en afecto. Aprenden del trato de los padres entre sí, con los amigos... Las emociones influyen en el aprendizaje, y muy especialmente el cariño que reciben en la familia. Sentirse querido lo es todo. Una pantalla no transmite nada en ese sentido, ni sentimientos, ni ayuda a mostrar empatía, o a leer el lenguaje corporal... etc. 

     



               
a) CÓMO FUNCIONA EL CEREBRO

El cerebro no funciona como un ordenador, con una capacidad de almacenamiento concreta en distintos archivos. No se trata de llenarlo de cosas sin más… 
   
Aprende con los datos que provienen del exterior o interior, sensaciones, percepciones, o del propio pensamiento y creatividad, o de la imaginación y memoria..., estableciendo conexiones y relaciones entre distintas zonas, en base a lo ya asimilado. Y tienen mucho que ver las emociones. Por ejemplo, la alegría y la sorpresa, el asombro, estimulan la atención, y ayudan a centrarse en algo concreto. 

     
Por tanto, cuanto más se sabe mejor se aprenden cosas nuevas, porque se tiene dónde asentarlas y con qué relacionarlas. Y si algo gusta o emociona, mucho mejor: capta toda la atención y se disfruta aprendiendo. Apenas supone esfuerzo. Aquí es relevante el estado de "flow" en el que se trabaja muy a gusto, el disfrute es máximo, y el aprendizaje óptimo. El tiempo vuela... En él se estimulan las sustancias mensajeras neuroplásticas, e incluso neurogénesis: es decir, se pueden crear nuevas neuronas.



         
El cerebro no es un almacén de datos, sino que los procesa, y se basa en la conexión de circuitos y redes neuronales que relacionan la información que manejan. Por ejemplo, la interconexión entre las distintas zonas sensoriales, cognitivas, emocionales, motoras y premotoras... 

Por eso, ser inteligente es saber relacionar distintas cosas en el pensamiento. Y de ahí surge la creatividad. También hay diferentes tipos de talentos, como señala H. Gardner, además de las diferencias personales. Sin embargo, el cerebro siempre actúa como un "todo", y cada persona es un mundo diferente: no se la puede reducir, archivar o etiquetar. Siempre está aprendiendo y cambiando su cerebro, "esculpiéndolo", como señalara el gran Santiago Ramón y Cajal. ¡Sorprendiendo!

    
La memoria no es un archivo polvoriento de datos, sino que está modificándose constantemente, adaptándose, gracias a esa plasticidad cerebral. Asimismo, está teñida de sentimientos, motivaciones y emociones, muy ligada al sistema límbico.

      
Para aprender y construir el propio conocimiento, es necesaria una base experiencial. Y los niños necesitan una persona que vaya guiando y estructurando su aprendizaje. Primero son los padres, luego los maestros y profesores, ayudados de los padres también. Un trabajo en equipo. Y no se trata sólo de "enseñar" materias o contenidos, sino de conectar con el niño, con sus intereses, lo que le ilusiona, para darle lo que necesite. Que se sienta a gusto y valorado. Saber hacerlo atractivo, que le motive desde su interior porque le gusta y disfruta. También para guiar su conocimiento y aprendizajes. De esta manera no le costará esfuerzo, y asimilará lo que le entusiasma. Aquí son relevantes los periodos críticos del desarrollo neurológico, que son más sensibles para determinadas capacidades, y cierta libertad para que pueda hacer lo que anhela y necesita para su desarrollo.



        
Además, el cerebro no sólo maneja datos de la realidad, sino imágenes, recuerdos, y sobre todo sentimientos y emociones. Toda la realidad está inmersa en sentimientos, y la conocemos a través de nuestra sensibilidad y afectividad. Las emociones surgen en el mundo real, en el trato personal, tan rico en matices, sobre todo en familia, primera y auténtica "escuela emocional".

        
Es lo que facilita el aprendizaje y la relación con los demás. La sensibilidad de la madre, del padre, y el cariño que se tienen es lo que aporta seguridad y confianza al niño. Y ese cariño se desborda eficaz hacia ellos permitiendo su buen desarrollo. Se sienten muy queridos y de ese modo pueden ser ellos mismos, descubrir su intimidad, con sus cualidades y talentos tan singulares, que debemos conocer y ayudarles a desarrollar. Lo cual les ayuda a madurar y crecer como personas.
      
                                             


         
El niño aprende cuando lo nuevo lo interioriza sobre lo que ya sabe, cuando lo relaciona con ello, y establece un vínculo afectivo. Si no, no puede aprender. Y los padres, o el profesor, van dando estructuras sobre las cuales construir lo nuevo. También es necesario observarle, como decía la doctora María Montessori: descubrir lo que le atrae más, lo que le gusta repetir, y dejarle cierta autonomía para hacer tareas que le ayuden en la vida, a decidir y elegir actividades y juegos. 

       
Más adelante, cuando son algo mayores, es vital ayudarles a que utilicen su cerebro de forma proactiva. Que aprendan a pensar por cuenta propia, que realicen un trabajo intelectual a fondo, a concentrarse en algo. Aprender es conectar neuronas. De ese modo aprender a seleccionar buenas lecturas, pensar sobre lo leído, escribir historias o pequeños ensayos... Y todo ello es posible gracias a esa plasticidad neuronal, por la cual se forman nuevas sinapsis e incluso neuronas.

        
Cuanto mejor se trabaja un tema, en los distintos aspectos, más zonas se relacionan y conectan entre ellas, y mejor quedará consolidado en la memoria de largo plazo. Las sinapsis que más se usan, acaban reforzadas, formando circuitos y redes neuronales, y las que no, desaparecen o se atrofian.
         




      
Volviendo a la tecnología, cuando la mente está ya un mínimo estructurada, y esto lleva bastantes años, se puede introducir el mundo digital, con algunas premisas. Sin embargo, antes, lo que puede hacer es retrasar el desarrollo y la maduración del niño o no tan niño. Impedirle aprender de las percepciones y vivencias, vitales para construir las primeras estructuras neuronales y sinápticas cerebrales, que necesitará durante toda su vida. 

        
A través de los medios digitales, parece que se pueden abarcar muchas cosas, pero se hace de forma más superficial, con lo que no quedará consolidado. Y la mente se puede bloquear por exceso de información, que no se retiene, ni se discierne o aprende por lo tanto. Es lo que se denomina infoxicación. Además, los tiempos atencionales de una persona, y en especial de un niño, son cortos y lentos, y en las pantallas todo va demasiado deprisa. 

        
Si nos sucede esto a los adultos, ya formados, con el cerebro estructurado, ¿cómo será en un cerebro sin apenas madurar...?

      
Para recibir información, procesarla y valorarla, y luego gestionarla, es preciso tener formación. No todo es cierto ni saludable en la red..., ni mucho menos. Hay que aprender a ser críticos, a filtrar.


        
Inger Enkvist, experta sueca en educación, ya lo afirmaba hace muchos años, antes del boom de la tecnología. Las habilidades digitales son más bien un tipo de aprendizaje profesional que se puede adquirir o perfeccionar en cualquier momento de la vida, cuando la persona está formada. Y no ayudan al desarrollo intelectual, ni a la capacidad de pensamiento del niño, ni a la imaginación, como a veces se piensa. Al contrario: corta el propio pensamiento y creatividad...



     
b) ¿INTRODUCIR AL NIÑO EN EL MUNDO DIGITAL?

      
La Academia Americana de Pediatría hizo unas recomendaciones sobre este punto, dirigidas a los gobiernos, colegios... etc. Y se supone que los padres debemos ser más cautos en ello. 

Por ejemplo aconsejaba no usar tabletas en niños menores de dos años, y posteriormente lo ha ampliado. Luego, con algunas condiciones respecto al tiempo, respetando la vida familiar, las comidas y cuidando el sueño. Es preocupante el tiempo que los niños están delante de alguna pantalla. 

          
Se ha comprobado que las pantallas también dificultan la interacción social, el saber mirar a los ojos y comprender, el lenguaje no verbal, las relaciones de veras humanas, la amistad.


Los pediatras alertan por la frecuencia de “calmar” a los niños con pantallas para que dejen tranquilos a los padres...


No es bueno puesto que interfiere con el buen desarrollo cerebral, se habitúan, y cada vez requieren estímulos mayores, porque lo sensorial siguen una ley de tolerancia y rendimientos decrecientes. Por eso pueden crear conductas adictivas..., que con ese fin han sido creadas, muy relacionadas con la recompensa que producen: con ese flash de dopamina y cambios en otros neurotransmisores, como la serotonina. Y esto nos sucede a los adultos, pero muy en especial a los niños, o incluso a chicos mayores, cuyo cerebro está aún por formar. 

Por tanto tener cuidado, prevenir, y ser buenos referentes para ellos, como en todo.
                               

Además el juego con otros niños es mucho más enriquecedor que el digital, y fuente de adquisición de habilidades y destrezas, de creatividad, además de interacción personal, con el consiguiente aprendizaje emocional y empatía. ¡Cuánto enriquece un amigo...! Las personas se desarrollan y mejoran con el trato personal.


Dejo aquí este punto más desarrollado: ¿niños-en-lo-virtual?


Resumiendo, retrasar lo máximo la edad de comienzo, y nunca dejarles solos con dispositivos. Más tarde lo agradecerá, y serán capaces de usar el cerebro de forma proactiva y ser más creativos. 

                                  

                   
       
 

Dejo algunos enlaces relacionados: 



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                                                                Mª José Calvo
                                                  Optimistas Educando y Amando                                                                                                                                                                                                                                                              
                                                               @Mariajoseopt      



URL:
https://optimistaseducando.blogspot.com/2016/11/las-nuevas-tecnologias-y-la-familia-iii.html

martes, 8 de noviembre de 2016

EL ARTE DE LA CONVIVENCIA EN FAMILIA




                               EL ARTE DE LA CONVIVENCIA EN FAMILIA



         
La familia es el lugar por excelencia de la persona, y de su formación en cuanto persona, porque nace del amor y manifiesta el amor. Algo intrínseco a la persona. Es la "escuela" del más rico humanismo, donde cada uno se siente de veras querido por ser quien es, y donde se aprende a querer a los demás logrando una plenitud personal cada vez mayor. Y así se es feliz.


         
Una cita con gran calado del genial G.K. Chesterton: “El lugar donde nacen los niños y mueren los hombres, donde la libertad y el amor florecen… no es una oficina ni un comercio ni una fábrica. Ahí veo yo la importancia de la familia”.





        
La familia es lo mejor que podemos tener y lo más valioso. El ámbito donde cada uno se realiza como persona en ese entramado de las relaciones auténticamente personales inmersas en cariño. Un padre y una madre valen más que cualquier universidad...


       
Por eso es necesario hacer buen ambiente, adquirir buen tono humano, alegre y optimista, con sentido del humor, que lleva a ver todo lo bueno de los demás, incluso en las circunstancias más adversas. Es uno de los puntos clave para que los problemas no desanimen, cobre su verdadero valor, o se relativicen, y propicia una buena convivencia donde es fácil luchar por dar lo mejor de sí pensando en los demás.




        
En ella cobra sentido cada persona, y su afectividad, el que se sienta muy querida, porque se intenta que las personas sean lo más importante. Ponemos el corazón en esas relaciones.






           
Y surge de su núcleo, del amor de los esposos, que se desborda eficaz hacia los hijos. Origen de ellos, y lo que precisan para crecer y desarrollarse como personas. Ese amor se concreta y se plasma en mil detalles a lo largo del día y de los días.





       
Para ello, es necesario priorizar la relación de pareja: hacer que el otro sea lo más importante, porque lo llevamos en lo más íntimo del corazón. Por eso hay que mimar la relación, cuidarla, protegerla, custodiarla, para que pueda mejorar con el tiempo como el buen vino. Nos casamos para querernos, para ayudarnos mutuamente a lograr lo mejor de cada uno, a la luz del cariño, con la fuerza de ese cariño. 


       
La convivencia es difícil si no concretamos ese querer, si no lo trabajamos, si nos dejamos seducir por el "yo", tan egótico muchas veces... Querer significa pensar en el otro, mirarle a los ojos, buscar tiempo para hablar, para divertirse, para hacer cosas juntos…, ver lo que necesita, lo que le alegra, sonriendo aunque no apetezca mucho... Desplazando el centro de atención del yo al tú del otro, como apunta J.B. Torelló, la madurez del amor. Trabajar los pequeños detalles que hacen la vida entusiasmante.

             
Se trata de poner al ser querido en el centro de nuestra vida y de nuestros afectos, teniendo un alma generosa, cediendo, aprendiendo a contemplarlo… Buscando su bien, como ya señalara Aristóteles. Es decir, que sea bueno, que sea mejor, partiendo y haciendo énfasis en sus buenas cualidades y fortalezas. Y no tanto en lo que sale mal...


       
Muchas veces la alegría hunde sus raíces en forma de sacrificio gustoso por quienes amamos. Priorizar a los otros, hacerles la vida agradable. Es lo que nos hace felices y lo que convierte una casa en un “hogar” cálido donde todos están a gusto, donde se tienen ganas de volver, porque se respira paz y alegría. Como decía Oliveros F. Otero, la mesa es el mueble de la comunicación…, donde se aprende lo importante de la vida.





De ese modo, intentamos sacar tiempo para estar juntos, para comprender y sintonizar, para compartir pensamientos, sentimientos, que es lo que más nos enriquece la vida. Intentando seleccionar los mejores y más finos, fomentándolos con agradecimiento, y desechando lo que no merece la pena o nos hacen peores personas.

       
Así, al ser querido le hacemos partícipe de nuestra vida, y se convierte en ese amigo incondicional con el que queremos compartir la existencia entera, con sus más y sus menos, porque le queremos infinito. Y es precisamente el que nos colorea todo el universo...







      
La convivencia se alimenta de las conversaciones, que son la forma de intercambiar intimidades, porque son un diálogo de pensamientos y afectos. Y no salen solas, hay que poner intencionalidad, pensar qué tema o asunto se habla en cada situación, mirando las necesidades del otro, compartiendo lo que tenemos en la cabeza y en el corazón. Escuchando con el corazón... 


        
El dejarse llevar de las prisas no favorece la comunicación, ni la empatía. Hace que tengamos un trato superficial, que no comprendamos los estados del alma del otro. Y es una pena, porque esa ternura es lo que da fuerza en el amor y hace sentirse entrañablemente querido, querida. Para dos que se aman ¡lo pequeño es siempre grande!


         
Descubrir la importancia de los detalles en la convivencia. De esa forma nos descubrimos como personas, y también descubrimos a los demás en sus mejores actuaciones. Nos quedamos con lo mejor de cada uno, que es el modo de conocerlos de veras. Te lo contaba en el post: "Descubriendo a Mr. Banks".







          
Además el amor es muy agudo y clarividente: permite ver esas cualidades del otro en las que es especial, y toda esa grandeza a la que puede llegar si le ayudamos a desarrollar con buen ánimo y cariño. Por eso, debemos descubrir sus fortalezas, sus cualidades especiales y singulares, para que las pueda fomentar. Así poder tener una actitud optimista, esperanzada, agradecida con la vida.





Y aprender a perdonar lo que sea preciso, porque, como señala una gran pedagoga y filósofa, Jutta Burggraf, todos somos más vulnerables de lo que parece y muchas veces necesitamos más cariño del que podemos merecer… Hay que liberar esos rencores, culpas y prejuicios. Como dijera Walt Disney: “La vida es demasiado corta como para no perdonar…” No acabar enredados en discusiones tontas, ni carcomidos por el rencor.






Se puede lograr una comunicación empática y entrañable, y una grata convivencia, al tener en cuenta al ser querido, al compartir ideas, sentimientos, ilusión, trabajo en equipo…, preocupaciones, detalles concretos. Aprender a ceder, ser flexible. Y se puede llegar al fondo del alma de la persona que nos ilumina el mundo, descubriendo la dicha de caminar juntos hacia una meta noble y bella, más allá de las fronteras del tiempo. 

      
Aquí es importante la empatía para comprender sus estados afectivos, más o menos oportunos, y ponernos a su disposición en lo que pueda necesitar teniendo un alma grande y generosa, libre, capaz de querer, sobre todo a esa persona tan especial con la que soñamos juntos. 







Espero que te haya gustado, y lo puedes compartir con amigos. ¡¡Muchas gracias!!


                                                                      Mª José Calvo
                                                                      @Mariajoseopt
                                                            optimistas educando y amando




Pongo algunos enlaces relacionados:

 El-carino-consruye-familia  



  *¿conciliar, integrar?: "¡si-quieres-puedes!, y logras sinergia

  *"Reforzar-el-cariño

 

                                                    




                           

 Dejo el artículo publicado en la revista "Hacer Familia": 






URL del post: 
https://optimistaseducando.blogspot.com/2016/11/el-arte-de-la-convivencia-en-familia.html