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lunes, 28 de octubre de 2024

HUMANOS: CONVERSACIÓN Y EMPATÍA I



                 GENUINAMENTE HUMANOS: CONVERSACIÓN Y EMPATÍA 


Te contaba en el post "flashes sobre la persona", que cada persona es única, singular, insustituible, un "chispazo" de amor, con sus cualidades y fortalezas, con anhelo de belleza y de sentido, capaz de iluminar un universo entero. Creada por amor, para algo grande.

Una persona no tiene "el mismo" valor o dignidad que cualquier otra, sino que cada una tiene un valor absoluto en sí misma, casi infinito, "por el sublime hecho de "ser" persona", como señala el gran humanista T. Melendo. 

Su dignidad es tan alta que, por sí misma, gracias a su libertad, puede alcanzar su plenitud como persona. Es un ser libre: tiene la capacidad de ser protagonista de su propia vida. Ha sido creada para tener señorío sobre sí misma, y sobre lo creado. Algo grandioso que agradecer infinito.

La persona es un misterio, y el misterio nos abre a lo infinito.


Y lo propio y específico de una persona son las relaciones con otras personas..., que se sustentan en la comunicación y la convivencia. Especialmente en la propia familia, esa institución natural tan antigua como la vida misma, origen y fuente de todo lo demás. 

Cada persona también teje relaciones en otros ámbitos: con amigos, en el trabajo... Y todos esos ambientes se unifican y cooperan en la armonía y mejora personal. Lo aprendido en uno se puede aplicar en otro y, viceversa.


Por tanto, es bueno "paladear" y mostrar la belleza de las relaciones personales, de las habilidades de la comprensión y empatía, pues en ellas ponemos el corazón. Volvamos a la calidez de los abrazos, de mirar a los ojos y ver el corazón, saber sonreír aunque uno esté dolorido... para hacer la vida agradable a los que tenemos cerca. 





Dejo unos puntos para comentar a modo de índice:

1) La comunicación
2) Conversar: el acto más humano

3) Encuentro y relaciones personales
4) ¿Y la tecnología?...        






1) Qué importante es la comunicación

Comunicar con otros, no estar aislado, es algo que todos anhelamos. Mediante la conversación conectamos con otros, ponemos lo propio en común. El mundo interior, de las ideas y sentimientos... Hablar es crear "algo vivo" entre dos, tres, o varias personas. Intercambiar pensamientos, vivencias, experiencias, alegrías e incertidumbres, anhelos y sueños. ¡Ilusiones!

Sin embargo, no todo se comparte con cualquiera, pensar con quién lo vamos a compartir.

Para ello podemos mejorar la calidad de lo propio para darlo a quienes queremos y nos relacionamos. Y otro modo es apreciar lo que nos aportan o entregan. Valorarlo y agradecerlo.


En este sentido, también es preciso cuidar las formas de comunicación, tanto verbal como no verbal, y los lugares para entablar conversaciones: crear ambientes propicios donde poder expresar pensamientos o aspectos que a uno le cuestan..., mostrar interés, mirar a los ojos, escuchar más allá de las palabras. Es decir, escuchar con el corazón, pensar qué tema es importante en esa situación... Hacer que la otra persona se encuentre a gusto, sienta confianza y pueda abrir su interior cuando lo necesite.

           
Por eso son necesarios los dos aspectos: saber aportar y saber recibir. En primer lugar acoger al otro, escucharle, para luego poder hablar. Es uno de "los siete hábitos" de S. Covey. No siempre hay que contestar y dar consejos. Quizá esa persona sólo quiera explayarse y volcar lo que preocupa. Escuchar para aliviar. E intentar empatizar, ponerse en su lugar: comprenderla, también sus sentimientos y dificultades, y "contagiarse" de alguna forma de ellos... Hacerse cargo de sus estados de ánimo y su afectividad, sus preocupaciones o necesidades concretas. Y ser oportunos, actuar en consecuencia.

Con otras palabras: aprender a escuchar antes de hablar, para comprender y acoger primero, y luego ser comprendidos. Poner el "foco" de atención en la otra persona.
 


                
La convivencia se alimenta de las conversaciones, que crean un clima cálido donde conectar con los demás. Gracias a ellas podemos intercambiar intimidades, con ese diálogo de pensamientos y afectos. 

Y no salen solas, hay que poner intencionalidad, mirar al otro, sus necesidades, y comunicar lo que tenemos en la cabeza y en el corazón. Principalmente en familia..., ese ámbito originario y entrañable donde se "construye" cada persona. Quizá la mesa pueda ser, o volver a ser, "el mueble de la comunicación", como decía aquel Profesor, si no la sustituimos por pantallas.




El dejarse llevar de las prisas y el estrés, que parecen instaurarse en nuestra vida, no favorece la comunicación, ni la empatía. Hace que tengamos un trato superficial, que no comprendamos los estados y anhelos de otra persona. Que no le atendamos, y mucho menos sintonicemos con ella. Y es una pena, porque esa delicadeza y confianza es lo que da fuerza en cualquier relación, y hace sentirse valorados, tenidos en cuenta, y en definitiva queridos. 

En las relaciones personales lo pequeño es siempre grande. Y la ternura, ese arte de sentir al ser humano en su grandeza y compleción..., con sus más y sus menos.


De ahí la importancia de permitir a los niños, y enseñarles, esa comprensión y empatía, esa cordialidad humana, los deseos del corazón de conectar con otras personas. Es algo que ya viene predispuesto en la naturaleza humana, en los genes, en la biología de cada persona... etc. Lo veremos.

Además, el cerebro y la mente "funcionan" mejor con las relaciones llenas de afecto. Especialmente en las primeras edades. Para su buen desarrollo necesitan también experiencias perceptivas vividas,el contacto asombrado y curioso con la naturaleza. 

Así el niño va aprendiendo, tomando sus propias decisiones, y disfrutando de un entorno hermoso y real. De ese modo se van formando y consolidando sinapsis y redes neuronales básicas que usará toda su vida, y sobre las cuales se asentarán nuevos aprendizajes. De ahí la relevancia de cuidar estas edades tan impresionables y frágiles... en las que se ponen las bases para el futuro de esa persona, y de las relaciones que "teja" con su libertad y buen hacer.






2) Conversar es tratarse, es "descubrirse" como personas     

El trato hace que surja el afecto y el cariñoPara conectar con los demás hace falta conversar, tratarse, convivir. Poner en juego la afectividad, que construye relaciones: te lo cuento en ese post. 
 



Conversar es crear una relación genuinamente personal: de persona a persona, de corazón a corazón. 

A la hora de conversar, pensar qué queremos comunicar. Transmitir a quienes queremos algo de nuestra persona, aspectos concretos, también de la afectividad. Para conocerse y conectar, aprender a contar cómo somos por dentro, cómo nos sentimos, qué cosas nos afectan, ilusiones y motivaciones, qué necesidades afectivas... Muy especialmente en la relación en pareja, de la que se despliegan todas las demás relaciones.

Sin quedarse en la superficie de las cosasProfundizar motivos, ver los porqués donde se sustentan. Usar el pensamiento profundo. Pasar de las anécdotas, a las ideas que les dan vida, y de las ideas a los hechos concretos en que se encarnan... Practicar "la respiración de la inteligencia". 

Todo esto ayuda a la introspección, a "estar" con uno mismo, a descubrir pensamientos, ideas y convicciones, quizá algo ocultas, y a conocerse. Así poder apuntar a metas atractivas y nobles que nos ilusionen a cada uno, partiendo de las propias cualidades personales regaladas.


La persona posee un espacio íntimo, con silencio interior, donde está en su propia “casa”, donde se “posee” en el origen, como apunta la gran filósofa y pedagoga Jutta Burggraf. Recuperemos esos espacios íntimos.


Ahí puede ser libre, pensar por cuenta propia, ser ella misma. No condicionada por los demás. Somos mucho más que lo que se pueda apreciar en el exterior.


 

           Lo exterior nos atrapa, pero lo interior nos construye y mejora,

                                                y da libertad.



Por eso, qué necesario es reflexionar, hacer islas de silencio en nuestro interior para pensar y conocerse. En ese espacio secreto se forjan las ideas y convicciones que dan forma a la personalidad, y a la vida interior. Y el proyecto de la propia mejora desde lo más singular y especial de cada uno. Ser a fondo quienes somos para ver hacia dónde poder mejorar.


También silencio para pensar cómo actuar, cómo responder. Ver si es bueno dejar llevarse de unas emociones, porque nos lleven a expresar en cariño, a construir relaciones, o uno debe filtrar mediante el pensamiento, y controlar con voluntad entrenada, porque se "desbocan"..., o no es el ámbito o el momento apropiado.




Ser capaces de tener paz y calma, pensar por cuenta propia, y enseñar a los hijos a hacerlo. También con el arte de las buenas preguntasque estimulan el pensamiento y la creatividad, y la comunicación con ellos a través de esas conversaciones entrañables que siempre les están educando.

Que aprendan a captar lo importante de las cosas, a saber lo que está bien o mal desde muy pequeños, a reflexionar y buscar lo correcto, lo que es bello, porque se lo "acercamos" con nuestro cariño y vida íntegra y coherente. Y siempre con pensamiento y espíritu crítico según su edad.


En familia, mediante las conversaciones y la resonancia con los padres, cada hijo se siente querido, y les formamos y damos criterios que le servirán para toda su vida. Y conectamos con ellos.





La buena convivencia precisa espacios de calma y silencio para que fluyan conversaciones, donde cada persona es importante, y donde se aprende a reflexionar, a ver las necesidades de los demás a la luz del cariño y la confianza.

Además, mediante esas conversaciones se crea ese ambiente familiar, ese "factor invisible" que une y conforta, donde sentirse agusto, donde hay alegría, libertad y confianza, y los hijos aprenden todo por inmersión. Te lo cuento en el post "crear ambiente de familia".



* Por otro lado, apelando a su corazón, es bueno enseñar pronto a los hijos a poner cariño en cada detalle, en cada conversación, en cada encargo, que a ellos les entusiasman, con cada persona. Es la forma de hacer de las pequeñas acciones hábitos y virtudes, pensando en los demás, y disfrutando cada vez más. Ya lo decía Aristóteles. Así van conformando y aportando fuerza a su voluntad. Lo cual les posibilitará llevar "las riendas" y acometer retos. 

Es decir, dar confianza y poner alas a su creciente libertad... Y oportunidades para entrenarse en mil cosas: hacer algo que cuesta, en valorar el esfuerzo, postponer recompensas, fortalecer esa voluntad con pequeños objetivos, pues aporta nuevas capacidades, pensando siempre en los demás. Aquí se aprende a querer de veras a las otras personas, porque el cariño pone "alas" para volar alto.        





En estas conversaciones es importante resaltar lo bueno y positivo de los otros. No quedarse atrapados en pequeñas faltas y descontentos... que saltan a la vista y todos tenemos, o en lo que nos disgusta personalmente por nuestra forma de ser. Te lo cuento en resaltar lo bueno de los demás.


Seducir con la belleza de vivir unos valores humanos nobles: ser comprensivo,  alegre y empático, trabajador, ordenado, responsable, generoso... Así como resaltar lo valioso de ayudar a los demás y la alegría que conlleva. Y todo esto se reflejará también en las conversaciones y anécdotas familiares que contamos con frecuencia, por ejemplo en tertulias animadas.


Descubrir la belleza de los gestos y atenciones de cariño en la convivencia: son "el pulso del amor"... De ese modo, como dijera aquel Profesor, nos descubrimos como personas, y también descubrimos a los demás en sus mejores actuaciones. Nos quedamos con lo mejor de cada uno, que es el modo de conocerlos a fondo, en su propia singularidad. 

Conocerse y conocer a los demás en las mejores actuaciones... Porque, en lo bueno hay que poner intencionalidad y esfuerzo, y las propias cualidades cultivadas. Lo más mediocre sale "solo" con dejarse llevar de la horizontal.      .

Es más, la persona se torna comprensiva y acogedora cuando hace suyas convicciones nobles, y da apoyo a quien se acerca a ella... señala Jutta Burggraf.





Se trata de lograr un ambiente alegre, optimista, con una comunicación empática y entrañabley una grata convivencia al tener en cuenta a los otros, al compartir vivencias, ilusiones, trabajo en equipo, detalles y atenciones concretas, hasta preocupaciones, que de ese modo se aligeran

Aprender a ceder, a ser flexible, a confiar, a mostrar cariño. Y se puede llegar al fondo del alma de las personas queridas, descubriendo la dicha de caminar juntos hacia una meta entusiasmante, que anhelamos, más allá de las fronteras del tiempo. 



La afectividad es muy rica, pues apela al corazón y aumenta la capacidad de amar de la persona: hace sentir la dicha de hacer felices a los demás.






* Conversar: el acto más humano

Para ello es tan importante saber escuchar de veras lo que el otro quiere decir, para que se sienta acogido. Con calma, sin prisas. Dejar espacios de silencio para que se pueda abrir.

Sherry Turkle, profesora del MIT, Instituto Tecnológico de Massachusetts, en su libro "En defensa de la conversación", apunta: "La conversación cara a cara es el acto más humano, y más humanizador, que podemos realizar". Sobre esta idea podemos profundizar un poco.


Cito de su libro:

"Cuando estamos plenamente presentes ante otro, aprendemos a escuchar. Es así como desarrollamos la capacidad de sentir empatía; este es el modo de experimentar el gozo de ser escuchados, de ser comprendidos. 

Además, la conversación impulsa la introspección, esa conversación con nosotros mismos que constituye la piedra angular de nuestro desarrollo temprano y que continúa durante toda nuestra vida."



Sin embargo, el uso tan frecuente de pantallas dificulta el pensamiento reposado, el sentir con el otro, el estar y conversar con calma, escuchando. Nos "roban" la atención y la sacan del ámbito real en el que uno está, a veces casi sin darnos cuenta..., a "golpes" de gratificaciones instantáneas de las que no somos conscientes.

Y acabamos como distraídos, sin capacidad de centrarnos, o de pensar o leer en profundidad... Y menos de comprender o aprender algo nuevo. Un tanto "anestesiados" por tanto bombardeo de información de todo tipo. Infoxicados literalmente... Con necesidad quizá de buscar nuevas sensaciones que nos hagan "sentir bien"... Sin ilusiones o proyectos concretos que seamos capaces de acometer, como atrapados y enganchados en estímulos que "secuestran" la mente..., y las energías. Porque, con esa intención han sido diseñadas, y hay muchos intereses por medio.


La empatía, como decía, se aprende desde pequeños en la convivencia familiar, en las miradas, sonrisas y conversaciones con quienes nos quieren y queremos. Donde uno se siente importante y querido.

Esa empatía, junto con la afectividad, ayudan en la capacidad de amar, tan relevante en el ser humano. Lo cual implica felicidad, pues ésta depende directamente de esa capacidad de amar de la persona. 

Quien ama de veras es muy feliz, aunque al principio cueste, pero quien se mira sólo a sí mismo acaba frustrado y desengañado, vacío... Y generalmente solo. Mirando pantallas.


Otra cita genial de S. Turkle de ese libro suyo: 

"En el trabajo, el amor y la amistad, las relaciones dependen de escuchar aquello que puede parecer aburrido, pero que es importante para otro". 

De este modo, "en las conversaciones familiares, los niños aprenden que lo más importante no es compartir información, sino nutrir la propia relación". 


Esa es la clave: ¡nutrir esa relación personal!


Por tanto, la conversación en familia o con amigos es el principal medio para conectar con los seres queridos, y para educar y formar a los hijos, y la presencia tan frecuente de pantallas y teléfonos "inteligentes" dificulta la conversación, corta el propio pensamiento, y cualquier acercamiento... Nos distrae y dispersa la mente de lo más relevante que tenemos entre manos, que son las personas cercanas, a quienes debemos mostrar ese cariño y atención de forma exquisita.





Porque, como comentaba, nuestra mente se desarrolla, y funciona en condiciones óptimas, con las buenas relaciones personales: uno se siente valorado y estimado, secretándose las sustancias mensajeras neuroplásticas del bienestar, que nutren el cerebro. Te lo explico en otros artículos.

Cuidemos esas relaciones, especialmente en familia, y con los hijos, que lo están aprendiendo todo en las vivencias cotidianas, -no en un manual de internet-, gracias a nuestro cariño de padres. Y en el encuentro con las demás personas queridas.






Dejamos el encuentro personal y las tecnologías para otra entrada...



Espero que te haya gustado, y lo puedes compartir con amigos. ¡¡Muchas gracias!!


                                                                      Mª José Calvo
                                                                      @Mariajoseopt
                                                            optimistas educando y amando




Pongo algunos enlaces relacionados:







 


                                                    


  

   * Motivar-en-familia  
                       

      
URL:
https://optimistaseducando.blogspot.com/2024/10/humanos-conversacion-y-empatia-i.html