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martes, 8 de noviembre de 2016

EL ARTE DE LA CONVIVENCIA EN FAMILIA




                               EL ARTE DE LA CONVIVENCIA EN FAMILIA



         
La familia es el lugar por excelencia de la persona, y de su formación en cuanto persona, porque nace del amor y manifiesta el amor. Algo intrínseco a la persona. Es la "escuela" del más rico humanismo, donde cada uno se siente de veras querido por ser quien es, y donde se aprende a querer a los demás logrando una plenitud personal cada vez mayor. Y así se es feliz.


         
Una cita con gran calado del genial G.K. Chesterton: “El lugar donde nacen los niños y mueren los hombres, donde la libertad y el amor florecen… no es una oficina ni un comercio ni una fábrica. Ahí veo yo la importancia de la familia”.





        
La familia es lo mejor que podemos tener y lo más valioso. El ámbito donde cada uno se realiza como persona en ese entramado de las relaciones auténticamente personales inmersas en cariño. Un padre y una madre valen más que cualquier universidad...


       
Por eso es necesario hacer buen ambiente, adquirir buen tono humano, alegre y optimista, con sentido del humor, que lleva a ver todo lo bueno de los demás, incluso en las circunstancias más adversas. Es uno de los puntos clave para que los problemas no desanimen, cobre su verdadero valor, o se relativicen, y propicia una buena convivencia donde es fácil luchar por dar lo mejor de sí pensando en los demás.




        
En ella cobra sentido cada persona, y su afectividad, el que se sienta muy querida, porque se intenta que las personas sean lo más importante. Ponemos el corazón en esas relaciones.






           
Y surge de su núcleo, del amor de los esposos, que se desborda eficaz hacia los hijos. Origen de ellos, y lo que precisan para crecer y desarrollarse como personas. Ese amor se concreta y se plasma en mil detalles a lo largo del día y de los días.





       
Para ello, es necesario priorizar la relación de pareja: hacer que el otro sea lo más importante, porque lo llevamos en lo más íntimo del corazón. Por eso hay que mimar la relación, cuidarla, protegerla, custodiarla, para que pueda mejorar con el tiempo como el buen vino. Nos casamos para querernos, para ayudarnos mutuamente a lograr lo mejor de cada uno, a la luz del cariño, con la fuerza de ese cariño. 


       
La convivencia es difícil si no concretamos ese querer, si no lo trabajamos, si nos dejamos seducir por el "yo", tan egótico muchas veces... Querer significa pensar en el otro, mirarle a los ojos, buscar tiempo para hablar, para divertirse, para hacer cosas juntos…, ver lo que necesita, lo que le alegra, sonriendo aunque no apetezca mucho... Desplazando el centro de atención del yo al tú del otro, como apunta J.B. Torelló, la madurez del amor. Trabajar los pequeños detalles que hacen la vida entusiasmante.

             
Se trata de poner al ser querido en el centro de nuestra vida y de nuestros afectos, teniendo un alma generosa, cediendo, aprendiendo a contemplarlo… Buscando su bien, como ya señalara Aristóteles. Es decir, que sea bueno, que sea mejor, partiendo y haciendo énfasis en sus buenas cualidades y fortalezas. Y no tanto en lo que sale mal...


       
Muchas veces la alegría hunde sus raíces en forma de sacrificio gustoso por quienes amamos. Priorizar a los otros, hacerles la vida agradable. Es lo que nos hace felices y lo que convierte una casa en un “hogar” cálido donde todos están a gusto, donde se tienen ganas de volver, porque se respira paz y alegría. Como decía Oliveros F. Otero, la mesa es el mueble de la comunicación…, donde se aprende lo importante de la vida.





De ese modo, intentamos sacar tiempo para estar juntos, para comprender y sintonizar, para compartir pensamientos, sentimientos, que es lo que más nos enriquece la vida. Intentando seleccionar los mejores y más finos, fomentándolos con agradecimiento, y desechando lo que no merece la pena o nos hacen peores personas.

       
Así, al ser querido le hacemos partícipe de nuestra vida, y se convierte en ese amigo incondicional con el que queremos compartir la existencia entera, con sus más y sus menos, porque le queremos infinito. Y es precisamente el que nos colorea todo el universo...







      
La convivencia se alimenta de las conversaciones, que son la forma de intercambiar intimidades, porque son un diálogo de pensamientos y afectos. Y no salen solas, hay que poner intencionalidad, pensar qué tema o asunto se habla en cada situación, mirando las necesidades del otro, compartiendo lo que tenemos en la cabeza y en el corazón. Escuchando con el corazón... 


        
El dejarse llevar de las prisas no favorece la comunicación, ni la empatía. Hace que tengamos un trato superficial, que no comprendamos los estados del alma del otro. Y es una pena, porque esa ternura es lo que da fuerza en el amor y hace sentirse entrañablemente querido, querida. Para dos que se aman ¡lo pequeño es siempre grande!


         
Descubrir la importancia de los detalles en la convivencia. De esa forma nos descubrimos como personas, y también descubrimos a los demás en sus mejores actuaciones. Nos quedamos con lo mejor de cada uno, que es el modo de conocerlos de veras. Te lo contaba en el post: "Descubriendo a Mr. Banks".







          
Además el amor es muy agudo y clarividente: permite ver esas cualidades del otro en las que es especial, y toda esa grandeza a la que puede llegar si le ayudamos a desarrollar con buen ánimo y cariño. Por eso, debemos descubrir sus fortalezas, sus cualidades especiales y singulares, para que las pueda fomentar. Así poder tener una actitud optimista, esperanzada, agradecida con la vida.





Y aprender a perdonar lo que sea preciso, porque, como señala una gran pedagoga y filósofa, Jutta Burggraf, todos somos más vulnerables de lo que parece y muchas veces necesitamos más cariño del que podemos merecer… Hay que liberar esos rencores, culpas y prejuicios. Como dijera Walt Disney: “La vida es demasiado corta como para no perdonar…” No acabar enredados en discusiones tontas, ni carcomidos por el rencor.






Se puede lograr una comunicación empática y entrañable, y una grata convivencia, al tener en cuenta al ser querido, al compartir ideas, sentimientos, ilusión, trabajo en equipo…, preocupaciones, detalles concretos. Aprender a ceder, ser flexible. Y se puede llegar al fondo del alma de la persona que nos ilumina el mundo, descubriendo la dicha de caminar juntos hacia una meta noble y bella, más allá de las fronteras del tiempo. 

      
Aquí es importante la empatía para comprender sus estados afectivos, más o menos oportunos, y ponernos a su disposición en lo que pueda necesitar teniendo un alma grande y generosa, libre, capaz de querer, sobre todo a esa persona tan especial con la que soñamos juntos. 







Espero que te haya gustado, y lo puedes compartir con amigos. ¡¡Muchas gracias!!


                                                                      Mª José Calvo
                                                                      @Mariajoseopt
                                                            optimistas educando y amando




Pongo algunos enlaces relacionados:

 El-carino-consruye-familia  



  *¿conciliar, integrar?: "¡si-quieres-puedes!, y logras sinergia

  *"Reforzar-el-cariño

 

                                                    




                           

 Dejo el artículo publicado en la revista "Hacer Familia": 






URL del post: 
https://optimistaseducando.blogspot.com/2016/11/el-arte-de-la-convivencia-en-familia.html

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