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martes, 31 de marzo de 2015

EL AMOR Y EL DOLOR: LAS DOS CARAS DE LA REALIDAD

                

                                EL AMOR Y EL DOLOR: LAS DOS CARAS


          
En familia es importante que enseñemos a nuestros hijos el valor del amor. Que aprendan a querer, al calor del cariño del hogarY lo captarán a través de nuestro comportamiento: somos sus modelos. El ejemplo arrastra más que las palabras. Y el amor es lo que les aportará más plenitud personal, y mayor felicidad.





            
Enseñar a querer es enseñar a pensar en los demás. Es enseñar a dar y a recibir, con generosidad y agradecimiento. Que se acostumbren desde muy pequeños a pensar en los demás, a regalar sus cosas, y que vean la alegría del que lo recibe: que se pongan en su lugar, que aprendan a captar sentimientos y a mostrar empatía y ayuda.

            
Cuando son algo mayores, pueden hacer pequeños servicios en casa o en el colegio con amigos, con delicadeza, sin que se note. También a aceptarlos con agradecimiento. Que no se acostumbren a tener de todo, o a recibir todo lo que pidan: que se lo ganen con esfuerzo. No hacer niños blanditos...

         
Y que aprendan el valor de la espera, para poder aplazar una gratificación inmediata y tener autocontrol y voluntad entrenada a lo largo de su vida. Que aprendan a moverse por fines a más largo plazo. Que sean personas que piensen antes de reaccionar, que ponderen lo valioso y o correcto. 

         
Para enseñarles a pensar en los demás, podemos usar el arte de las buenas preguntas: ¿qué tal está tu amigo?, ¿le puedes ayudar?, ¿cómo se sentirán con eso que acabas de hacer?, o ¿qué esperan los demás de mí?, ¿qué puedo aportar?… Y, ¿necesito realmente eso..., o es un capricho? Descentrarles de ellos mismos. Y muchas más que podemos hacer y enseñarles a pensar.




       
Junto al amor siempre está el dolor, porque la vida conlleva sufrimiento, soledad, dificultades… Son las dos caras del binomio amor-dolor. No se puede amar verdaderamente sin sufrir, y, por otra parte, el amor se hace más patente en el dolor. Cuando, por cariño, se permanece a su lado...




             
Pero hay que saber unir el sufrimiento al amor, para que cobre sentido y no nos destruya. Para descubrir un sentido, porque el dolor no impide la felicidad si lo unimos al amor. Si tenemos un corazón empático y comprensivo, si nos conmovemos con los demás.

           
El dolor a veces nos permite hacer un alto en el camino, y dedicar tiempo y energía para reflexionar sobre lo importante de nuestra vida, y no tanto sobre lo inmediato o urgente que nos llama la atención. Ir a los porqués, ver motivos trascendentes.


          
Habitualmente se lleva una vida acelerada, y uno se mueve más en la superficie de las cosas. No vamos a las raíces de las cuestiones, nos dejamos llevar de las prisas...

           
El dolor es un misterio, y a veces pone en predisposición de pensar, de reflexionar. Estamos acostumbrados a pensar en la resolución de problemas, pero no tanto respecto a los misterios, como son la persona, la felicidad, el amor y el dolor…

       
Así, lo trivial cede paso a lo importante, y nos pone en situación de pensar, de usar la inteligencia. Y nos puede ayudar a ver el sentido más profundo de la vida...



        
Por eso es bueno enseñar a nuestros hijos las “dos caras” del amor, porque lo aprenderán sobre todo al ver cómo nos manejamos en esas circunstancias. Y de ello depende en gran parte su felicidad.

       
Además, podemos aprender a transformar el dolor de los demás, en condolencia, en un amor “más sabroso”. Comprender, sintonizar, mostrar empatía y poder ayudar. Eso los aliviará. 


Y saber unir el dolor al amor, 

para que nos dé su fuerza, 

       y un sentido para luchar        





                    
           
La experiencia del dolor nos hace más humildes, aceptamos nuestras posibilidades y nos abrimos a la realidad de las cosas y a los demás.

           
Cuanto más amamos somos más vulnerables, nos exponemos a sufrir más por amor. Las personas de carácter más afectivo ponen mucho corazón en las relaciones familiares, en la amistad…, y suelen sufrir más. Pero siempre merece la pena querer, aunque se sufra por ello. El amor compensa.

          
A veces hay situaciones traumáticas que provocan rupturas familiares. Otras veces sirven para unir más a las personas. Depende de cómo las afrontemos: si nos ayudamos y apoyamos en la familia, y en pareja, haciendo acopio de generosidad, es una oportunidad para madurar y querernos más. El secreto está en compartirlo, en llevarlo juntos, en ayudarse.

         

Escribe Jesús Urteaga: “Aquí todos los acontecimientos luminosos tienen sombras. Y no hay dolor que no encierre un contento en sus entrañas…” Van muy entremezclados. 



         
De todas las maneras, es un misterio insondable. Como solía decir C. S. Lewis, Dios habla al hombre a través de la conciencia, pero nos grita con el dolor: “es el megáfono que usa para despertar un mundo sordo”. 

         
Él tuvo una experiencia muy dura: fallecieron sus padres cuando era pequeño, y quedó profundamente dolido. Le costó mucho remontar... Más tarde, ya mayor, escritor y profesor en Oxford, conoció a una escritora americana, poetisa, muy perspicaz, y se enamoraron. 

Al poco tiempo ella enfermó de cáncer. Pasaban mucho tiempo juntos hablando... Eligió amar, a pesar de poder sufrir lo inimaginable... Prono murió. Y ante el dolor inmenso por su muerte prematura pensaba: “la vida nos enseña, pero es una dura maestra…” Ya no tenía respuestas, sólo la experiencia vivida. Te lo cuento en el post "Tierras de penumbra".





          
Otra muestra de amor incondicional, también en la enfermedad, se recoge en “Señora de rojo sobre fondo gris” de Miguel Delibes. “Desde su delicada capacidad para iluminar las vidas de los demás, Ana supo contagiar alegría y plenitud, también en la enfermedad.” Se preocupaba de alegrar el día a los suyos… Cada mañana pensaba en los motivos de estar alegre.



           
Vemos que, la familia es la solución para todo, también para el sufrimiento... La esencia y cometido de la familia es custodiar y acrecentar el amor. Y además, encontramos nuestra realización más personal. Cuando hay sintonía afectiva y cariño, las alegrías compartidas se hacen mayores y las penas disminuyen...


           Por eso, se trata de 

educar para el amor, con amor, 

sin miedo a lo que puedan sufrir 

si saben amar de veras…


           
Es la tarea más importante y emocionante que tenemos entre manos. Y por otra parte, lo estamos enseñando sin querer: somos sus modelos, y nos copiarán. ¿Sabremos ser buenos modelos? Por lo menos podemos luchar en ello, porque también lo verán…, ¡¡con optimismo y esperanza!!





     

En Semana Santa, nos podemos ayudar de alguna película para pensar en ello. Por ejemplo, para toda la familia “El Hombre que hacía milagros” de la productora Naomi Jones, y dirigida por Mel Gibson. Es la historia de amor de Jesús de Nazaret, narrada desde la perspectiva de una niña: Tamar. Tiene una música alegre, una animación muy conseguida, y una dirección espectacular. Dejo un corte... 





                                            
      
Y con adolescentes se puede ver “La Pasión de Cristo”, de Icon production, dirigida por Mel Gibson. Como él dice, es "la mayor historia de amor y de perdón de todos los tiempos..." Pero desde la perspectiva de un amor sin medida, de un derroche de amor infinito, más que desde el sufrimiento tan impresionante… 

Porque Dios elige la cruz para manifestar su amor hacia nosotros, para que nos “entre por los ojos”. Y al morir, ennoblece también el dolor: hace nuevas todas las cosas… Les da sentido y eternidad.




       


Espero que te haya gustado, y lo puedes compartir. ¡Gracias!




Dejo enlaces relacionados:

 *Enfocar-el-dolor, con ideas de Lewis 









            
7-tips-para-cuidar-el-amor 

                                               

                                         

                                                                  Mª José Calvo
                                                              optimistas educando    
                                                                  @Mariajoseopt    





URL:
https://optimistaseducando.blogspot.com/2015/03/el-amor-y-el-dolor-las-dos-caras-de-la.html

miércoles, 25 de marzo de 2015

PREADOLESCENTES IV: LA AFECTIVIDAD con película



PREADOLESCENTES IV: 

AFECTIVIDAD, AMISTAD, AMOR


         
En estas edades que preceden a la adolescencia hemos visto en entradas anteriores cómo dar criterios claros para la inteligencia, cómo motivar y seducir con la fuerza de los valores hechos vida, para que puedan desarrollar bien su voluntad, con libertad interior, a base de adquirir buenos hábitos y virtudes que faciliten el obrar bien, con inteligencia, y pensar en los demás. 



            
Ahora vamos a tratar su afectividad, que es lo más sensible y tierno de cada persona, sobre todo en esta fase que prepara el descubrimiento de su intimidad e identidad personal. 








* FORMANDO SU PERSONALIDAD

     
Educar en estas edades es sacar a la luz todas sus cualidades y talentos, a través del cariño, forjar el carácter, en base al temperamento heredado. La palabra carácter significa acuñar, y se logra creando hábitos saludables desde pequeños, que se transformen en virtudes, que conforman la personalidad. Así tener autodominio y acometer retos. Se requiere control sobre impulsos, respuestas emocionales, estados sentimentales… No "saltar" sin pensar, no bloquearse con las dificultades, manejar sus emociones. Sabiendo lo que está bien, o mal, porque lo aprenden desde bien pequeños, para ser más libres.


         
Por otra parte, debemos saber que nuestro cariño como padres, y nuestro trato, son el motor de su educación. De cómo seamos y nos tratemos los padres, de cómo actuemos, de nuestro criterio, de nuestra empatía y cariño, de nuestro manejo emocional, depende lo que vean, lo que aprendan, y lo que hagan, porque somos sus modelos y referente, y nos copiarán sin darse cuenta. Vamos marcando una "senda" y dejando una huella profunda en ellos.


        
Pero ellos son los protagonistas: podemos ayudarles, motivarles, y sobre todo quererles tal como son, con un cariño incondicional de padres. También demostrárselo con hechos: saber mirarles a los ojos, escuchar más allá de las palabras, animar, aceptarlos, acogerlos, y dedicarles nuestro “valioso” tiempo… Es el mejor regalo que les podemos hacer. 


      
Es preciso que aprendan a actuar en libertad. Es decir, con autodominio de sí, para enfocarse en metas valiosas... Abrirles nuevos y amplios horizontes, insisto, sabiendo lo que está bien o no, porque lo razonamos, y la razón tiende a la verdad: la busca. Pero luego hay que "hacerlo", y a veces cuesta. Hacer "lo bueno": y ahí interviene la voluntad libre. Con pequeñas responsabilidades que les hagan crecer como personas.






        
Pronto podemos incluirlos en la tertulia familiar, donde se habla de las cosas importantes de la vida. De lo que nos pasa, de detalles de cariño que vemos, dificultades, de cómo nos sentimos, de cómo interpretar hechos de la vida, de por qué una película no transmite una realidad con buen criterio, de las trifulcas entre hermanos o amigos, que se arreglan con cariño, de que el bien conlleva el premio... etc.

        
También sobre el valor del trabajo, en el que se hace pensando en los demás, por eso es "el incógnito del amor". Y en esta etapa su trabajo es estudiar con ilusión, y encargarse de sus tareas y encargos con responsabilidad. También de la alegría de hacer bien las cosas, con arte, o de pensar en los demás…,  y de miles de cosas, que si no es de este modo no las oyen, o no las ven, y no las aprenden. Y con todo ello van construyendo su naciente personalidad.









* LA AFECTIVIDAD

        
Percibimos la realidad a través de los sentidos, sentimientos y emociones, que tiñen toda nuestra vida. Las situaciones de cada día nos dejan una impresión interior y nos afectan de una determinada manera a cada uno: en esto consiste la afectividad de cada persona. Y es lo que nos hace más humanos y nos distingue de los demás. 

      
La afectividad compone una serie de elementos subjetivos que nos ayudan a experimentar sensaciones y posibilidades, emociones y pasiones, a la vez que son fundamentales en el trato con las personas. Y muy en especial en el amor. Por eso comprende sentimientos y afectos, emociones y pasiones. También motivaciones de distinto tipo o nivel. Te lo cuento en "motivar en familia".

    
Pero, los afectos son muy cambiantes, y no tienen pensamiento. A veces pueden ser como ciclones que arrasan todo, o dejarnos helados en situaciones en las que hay que comprender a otra persona. Por eso la necesidad de educarlos, de pasarlos por el filtro del pensamiento, como hacemos en otras capacidades y ámbitos. Y no se trata tanto de acallarlos o controlarlos, sino que muchas veces es necesario modularlos o fomentarlos, aquilatarlos, para poner el corazón en las personas que tenemos cerca, en especial en la propia familia. 

    
Para ello necesitamos poner en juego la voluntad, para que guíe esas respuestas, además del pensamiento. Por tanto la afectividad debe estar integrada en la personalidad de cada uno de forma equilibrada y armónica, sin atrofias o hipertrofias de uno u otro aspecto. Y estas edades son fundamentales para asentar todo esto e ir construyendo su carácter y  personalidad.


       
Por otra parte cuando ayudamos a alguien, notamos que nos sentimos más dichosos. La afectividad nos recompensa por el bien conseguido, y aumenta la capacidad de amar, porque hace experimentar la dicha de querer a los demás. Así mismo nos permite dolernos con las actuaciones menos correctas... Es como un marcador de la dirección de nuestra personalidad, y nos ayuda a estar pendientes de los demás.




    
En la vida cotidiana, cada situación nos puede "afectar" de forma intensa o no, profunda o más superficial, según el temperamento heredado de cada uno, y el carácter que se va forjando en cada persona. A cada uno le afecta de forma singular, peculiar. 




           
1) Carácter y emotividad

          
Hay varios rasgos que definen el carácter según Le Senne, como son la resonancia, la emotividad y la actividad de cada persona. 

           
Un rasgo es la actividad de esa persona: si tiene mucha energía, si le gusta hacer muchas cosas, o es más pausada y reflexiva...
        
Otro es la impresionabilidad o resonancia de cada uno: cómo le afectan las cosas. Se puede ser más primario, o más secundario. Normalmente, se considera una persona de carácter más “primario” cuando la impresión deja su huella rápidamente, pero permanece poco tiempo. Y "secundario" cuando tarda algo más, pero su duración es mucho mayor. 

Este rasgo del carácter se puede ir modelando un poco, con voluntad entrenada y experiencia, para no ser demasiado sensibles a todo, y también para ir controlando las respuestas que uno da. Por ejemplo, pensando antes de hacer o decir algo. Entre un estímulo y la respuesta está la libertad de cada uno para elegir cómo responder. Y es fundamental hacérselo ver a nuestros hijos en esta etapa.

       
El tercero, que ahora nos interesa más es la emotividad, muy relacionada con la afectividad de cada persona. Se puede ser más emotivo o menos. Las personas muy emotivas son más sensibles a todo, tienen los sentimientos "a flor de piel", y les afectan las cosas de una forma más profunda. Por eso hay que tener más cuidado con lo que les decimos, hacemos, y en enfoque, para no herirles. La ventaja es que, si tienen un gran corazón les es más fácil contactar con la gente, hacer amigos, y poder relacionarse. Las relaciones humanas serán una fortaleza suya.



La emotividad "mide" este rasgo, pero no significa emotivismo, que es una hipertrofia de las emociones, que ocupa el espacio que deben ocupar el pensamiento o la voluntad.





       
2) Sustrato cerebral de la afectividad

       
Los afectos y emociones tienen mucho que ver con el sistema límbico, que se está desarrollando en estas edades, y empieza a estar exaltado debido al ascenso de hormonas sexuales en sangre, especialmente en la pubertad, y también en la adolescencia. Lo veremos de forma más extensa en esa etapa. 

Tiene dos partes importantes a grosso modo. la amígdala y el hipocampo. La amígdala en especial es la que maneja el mundo emocional, y valora mucho la recompensa afectiva en las actuaciones. Pero, no tiene pensamiento..., y todavía no puede conectar bien con la corteza frontal.

El hipocampo tiene que ver con el aprendizaje y la memoria, también teñida de sentimientos...




          
3) Aprender a querer 

       
Toda esta capacidad que vamos viendo nos ayuda a querer a los demás. Nuestros hijos están en la edad ideal para aprender a querer, que significa poner el corazón en lo que vale la pena; forjarlo al calor del cariño, para llenar de sentido la vida. Están en ese periodo más sensible en el que pueden lograrlo del mejor modo, y disfrutando, porque lo anhelan.

    
Es necesario explicar los “porqués" de las cosas…, ir a las raíces, mediante pequeñas conversaciones en las que abrimos también nuestro corazón. Y empapando todo de afecto, que se sientan de veras queridos. 



      


           
Vamos a desglosar unos pasos necesarios en este proyecto de formación, que se concretan en conocerles, desarrollar hábitos y virtudes, y ser buenos referentes.



a) Conocer a los hijos: ¡sus cualidades!


         
Es vital pensar cómo son nuestros hijos, si son muy sensibles, si son cariñosos, si tienen un gran corazón..., si son más "fríos" o reflexivos..., si tímidos, activos o tranquilos, para descubrir y potenciar sus rasgos más específicos, sus cualidades y puntos fuertes. Lo que se les da bien...

        
A veces les impresiona algo que viven en el colegio, y hay que cuidarlo, hablarlo con ellos, con los profesores... Incluso paliar en lo posible sus efectos hablándolo, dándoles todo nuestro apoyo y cariño, que no significa sobreprotegerles.


         
Porque son como “barro fresco”... No tanto en el sentido de moldearlos a nuestro gusto, sino porque todo les deja una huella profunda..., aunque aparentemente no se trasluzca al exterior.

      
Y se van moldeando por el sentimiento de saberse queridos con un amor auténtico, incondicional, con gestos concretos cada día. Regalándoles nuestro tiempo, nuestro interés, nuestra amabilidad, nuestra persona, y también con nuestra exigencia necesaria en los puntos clave, pero con confianza y una sonrisa. 





         
        
Por eso, en esta etapa en que preparamos el nacimiento de su intimidad, debemos ser más finos y delicados, confiar más, dar alas, sustituir el mandar de etapas anteriores por el sugerir…, para que aprendan a actuar por sí mismos, con criterio, y vayan entrenando su libertad en buena dirección. Ser libres no significa dejarse seducir por el primer impulso que se presente, sino pensar primero hacia dónde se quiere dirigir, orientarse hacia una meta que merezca la pena teniendo en cuenta las consecuencias de las actuaciones, también en un largo plazo. Es decir, conducirse con libertad, con inteligencia y responsabilidad.


        
Para ello nos podemos apoyar en la belleza: en la belleza de una sonrisa, de un mirar los ojos, de un escuchar empático, en la belleza del cariño, en la belleza de unos valores basados en principios, que los tratamos de hacer vida. 

            
La belleza es el esplendor de la verdad y del bien: lo que capta nuestra atención por su gran atractivo, y está muy relacionada con la afectividad. Todo lo bueno es bello, y nos gusta aunque a veces no lo entendamos del todo, pero nos sentimos atraídos por ello. Cuando hacemos lo correcto sentimos alegría, que es un indicador de que estamos en el buen camino... 






b) Ser un buen modelo y referente
          
Los padres tenemos la oportunidad de hacernos muy amigos de los hijos, si no lo somos todavía, sin dejar de ser padres, para hablar de todo con ellos. No hace falta grandes discursos, sino primero escuchar lo que nos quieren decir, o lo que no saben expresar. Lo que hacen en el colegio, sus amigos, conversaciones, la música que les gusta, cómo lo pasan allí… Interesarse por sus cosas y dar ideas claras de los aspectos más importantes de la vida. Ver más allá de las palabras. También sembrar buenas ideas desde bien pequeños que irán comprendiendo con el tiempo, y floreciendo en su corazón, como señala la doctora María Montessori.

      
Con coherencia entre lo que pensamos, lo que decimos y lo que vivimos. Es decir, viviendo esos valores que sabemos que son importantes. Acercándoselos.

           
En esta etapa, y en todas, es bueno ser líderes de nuestros hijos, que personifiquemos esos valores basados en principios que no pasan de moda. Estando atentos a lo importante, sin descuidar los detalles. Teniendo en cuenta a cada persona, a cada hijo, haciendo una llamada a lo mejor de cada unoVimos unas cualidades del liderazgo en un post sobre "dirección familiar", que podemos trabajar. (Enlace abajo). Y siendo proactivos, dirigiendo la vida, haciendo que las cosas importantes sucedan.


         
Algo vital para que maduren y se desarrollen bien es el cariño mutuo de los padres entre sí, que se derrama eficaz hacia los hijos. Es preciso que nos queramos de veras, que pensemos antes en el otro que en nosotros mismos: en lo que le ayuda, en hacerle feliz, en tener detalles de cariño frecuentes. Porque eso lo ven, lo notan, y necesitan sentirse inmersos en ese cariño que les da su energía vital.

           
Este cariño, y ese modelo de él,  es lo mejor que les puede suceder: les da seguridad y confianza, y así aprenden a querer, poner su corazón en algo valioso.




         
          
Se trata de ayudar a cada hijo a ser "dueño de sí", y pueda usar la libertad que le ha sido dada. Es decir, el para qué de la libertad no es poder tener todo tipo de caprichos personales, ni hacer lo que apetece, ni siquiera la propia autonomía, sino la capacidad de amar a alguienY esto es en último término el fin de la educación de cada hijo.



c) Confiar y desarrollar virtudes

     
Este enseñarles a querer es fundamental en esta etapa para forjar su carácter y su corazón. Es el momento de adquirir hábitos, que se hagan virtudes que conformen su personalidad y les faciliten el obrar bien. Todo acto bien hecho nos mejora como personas: nos hace más y mejores personas. Mucho más si logramos hacerlo hábito y virtud.




       
Y es preciso tener en cuenta los puntos fuertes de cada uno: esas cualidades singulares en las que sobresale, o lo que más le ilusiona, sus anhelos más profundos..., para apoyarse en ellos, desarrollarlos y que los pongan al servicio de los demás. Estimular todo lo bueno que poseen, alegrarnos de sus logros y de su esfuerzo por dar lo mejor de sí. 

         
En estas edades en las que razonan más, con un pensamiento lógico, esos hábitos que van adquiriendo desde pequeños se convierten en virtudes al hacerlo de forma libre, porque quieren, que es la mejor "razón" de ello.

     
Por ejemplo, la comprensión y la generosidad, la empatía, la sinceridad, la alegría y el optimismo, la responsabilidad en sus actuaciones, su gran corazón… Todo esto les facilita el hacer lo que deban en cada momento, y además disfrutar. Porque las virtudes son pequeñas especificaciones del bien, de la verdad o la belleza, y participan de ella. 



       
Por eso es vital, además de educar los sentimientos, que tienen mucho que ver con las virtudes, enmarcarlos en un comportamiento verdaderamente humano, y por tanto ético. No todo vale. Hay que guiarse por "un norte" a modo de estrella polar que nos señale un camino que nos lleve a la cima, y no a un precipicio...  De ahí la necesidad de poner pensamiento, de no estar sólo a merced de los sentimientos, tan cambiantes y poco estables. Aquí es donde interviene la inteligencia emocional para poner ese punto de pensamiento que los vaya guiando. 

Es preciso fomentar los sentimientos y emociones que ayudan a crecer como personas, a ser mejores personas, y poner entre paréntesis todo lo que perjudica.








d) Planes de acción

            
Para conseguir todo esto se necesita pensar, estudiar entre los dos cómo es cada hijo, ver lo bueno que tiene, pensar objetivos con cada uno de ellos, y ponerles los medios adecuados para que pueda hacerse operativo. Es decir, hacer "planes de acción” concretos para ir desarrollando hábitos y virtudes, forjando su carácter, sintiéndose muy queridos en ese ambiente impregnado de cariño, con alegría y serenidad, optimismo y delicadeza. (En otra entrada "consiguiendo objetivos" te cuento cómo hacer planes de acción).




           
Y siempre confiando en ellos, incluso en ese aspecto en el que no son tan expertos…, o quizá no les sale. Pues sólo así les dejamos aprender, ensayar, y por tanto lograr lo mejor de ellos. Confiar es darles alas para que vuelen alto… Si fallan no pasa nada: lo intentan de nuevo, y ¡volvemos a confiar!

         
Además, el sentirse queridos es fuente de verdadera autoestima, porque no se basa en falsas expectativas, sino en el cariño que les tenemos. Porque los tratamos con amabilidad, descubriendo y fomentando lo mejor de ellos, animando en metas que valgan la pena y los reten. Siempre podemos alegrarnos de sus mejores actuaciones y hacérselas notar para que aprenda a conocerse y las desarrolle más y más. 



e) Más gráfico...: una película



      
Una película preciosa, basada en la obra maravillosa de Louisa May Alcott: "Mujercitas"Dirigida por Gilian Armstrong, de Metro Goldwyn Mayer, con Wynona Ryder, genial. 

Marmee, con su marido en la guerra, se queda sola con sus cuatro hijas: Jo es un torbellino, una chica "salvaje" que le gusta escribir, recitar, hace rteatro; Meg, más formal y serena; Beth, muy frágil y sensible, pero con mucha capacidad de querer, y Amy, la pequeña, un tanto romántica. 

Ella tiene el don de saber crear un ambiente de familia donde cada una puede lograr su mejor personalidad. Pone cariño y armonía, motiva y hace pensar en los demás, también en los que sufren o no tienen qué comer... Sus hijas aprenden... Sabe motivar, marcar un rumbo, decir lo necesario, y dejarles que tomen la iniciativa... Y tendrá que irles encaminando a cada una hacia su plenitud, enseñándoles el valor de las cosas, de la amistad, de la familia, del dolor, del perdón, a usar la aventura de la libertad, a pesar del riesgo que suponga, y del amor, rodeado de cariño y ternura, hasta que cada una va descubriendo su camino en la vida.

       
Y al fin, Jo encuentra lo que su corazón anhela: alguien que le valora mucho, que le quiere y le anima a desarrollar todo lo que lleva en su interior, que ni siquiera ella era muy consciente...  






           

Dejo la segunda parte 
para otra entrada : la amistad y el amor.



Algunos enlaces relacionados:


Preadolescentes: enseñarles a manejar el timón I

Ensenarles-a-querer: el corazón 

Liderazgo de los padres

Entrenar la voluntad (preadolescentes III)


Espero que te haya sido útil, y lo puedes compartir con amigos.



                                                                    Mª José Calvo

                                                           optimistas educando y amando
                                                                   @mariajoseopt 



URL:

https://optimistaseducando.blogspot.com/2015/03/ensenar-manejar-el-timon-iviv-la.html